El forastero de Treaselgard

28 de Febrero de 2004, a las 00:00 - Emanuel Ramos Peña
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8. Sant E Mer´se

A la siguiente mañana en La Rogue, la neblina había cedido para dar lugar a una mañana fresca y brillante. El campamento lucía desierto. La fogata se había apagado y solo quedaban cenizas humeantes. Geb se había levantado temprano para cortar leña y recolectar algunos vegetales de las hortalizas que tenia en el campamento, pero no había mucho que recolectar, la mayoría de las plantas estaban secas y amarillentas.
El segundo en salir de su tienda fue Ethelred, que ayudo después a Geb a cortar un poco de leña y a encender de nuevo la fogata. Fue a traer agua en un foso que estaba al lado del corral donde estaban los cerdos, pero ahora estaba vacío, al igual que el resto de los los corrales. Regreso con una cubeta de metal llena de agua para calentarla en la fogata. No tardaría en que se despertaran los demás, ya que irían a explorar los terrenos del antiguo Monasterio.

- Ethelred - le llamó Geb para que se acercara a su tienda.
- ¿Qué pasa Geb? - Pregunto Ethelred mientras caminaba rápidamente hacia él.
- tengo unas cosas que quizás te puedan servir - le dijo Geb buscando entre sus cosas. Saco debajo de unas mantas un escudo redondo de tamaño mediano, estaba construido en madera y recubierto de grueso cuero con montajes de cobre en los bordes. En el centro tenia un círculo pequeño de acero que ofrecía protección al mango que estaba del lado opuesto - Lo usan los montañeses como defensa contra flechas y armas de mano, es ligero y maniobrable, tiene una cómoda empuñadura de cuero en la parte de atrás - Decía orgulloso Geb - Es tuyo - Dijo Geb dándoselo en la mano.
- Gracias, creo que me será de gran ayuda - decía Ethelred mientras lo agarraba y se lo ponía en su mano como si se lo estuviera midiendo.
- Aquí esta otra cosa que te quiero dar, esta me la regalo un antiguo amigo de Tekkeitsertok - decía Geb obsequiándole una daga de unos treinta centímetros con extraños signos grabados en el centro de la hoja plateada - Como podrá ver en esos jeroglíficos señor, esta daga fue forjada por nativos de esos lugares, le empuñadora es de hueso de búfalo ennegrecido. ¡Ah! Y aquí esta la vaina. - dijo Geb mostrándole a Ethelred una vaina de cuero de la que salían de esta, dos tiras de cuero que terminaban con unos colmillos de algún animal, para poder asegurarla al cinturón.
- Gracias de nuevo, creo que has conseguido muchas cosas en eso viajes - le decía sonriendo Ethelred dándole una leve palmada  sobre la espalda. Aun después de estos gestos amistosos, Ethelred era distante y misterioso a los ojos de los demás.
- yo iré con ustedes al Monasterio - dijo de pronto serio Geb como si estuviera pidiendo permiso.
- claro, si tú así lo quieres - decía Ethelred francamente  - Por mí no hay inconveniente -
- ¡Bien! Esto es lo que usare yo - dijo orgulloso mostrándole a Ethelred un mazo largo y negro que terminaba toscamente con cuatro picos plateados  - Es capaz de rasgar, aplastar y abollar una fuerte armadura - decía el hombre emocionado.
- si, es una buena arma - dijo Ethelred fingiendo emoción.
- Espero que los archivos del Monasterio estén intactos - dijo Geb pareciendo emocionado, mientras observaba el mazo.

Ethelred se quedó callado por un momento. Sabia que tenía que ir al Monasterio y a Treaselgard, pero no en busca de manuscritos, había algo que le interesaba mucho más, y tenia que encontrarlo. Después siguió platicando con Geb que le había regalado una coraza de armadura ligera de gruesa piel de búfalo curtida y endurecida con aceite. No tenía mangas y le llegaba  las caderas, por lo que tenía la suficiente movilidad en piernas y brazos para correr o montar si así lo requería. Además le había obsequiado brazales, unos guanteletes de cuero oscuro y algunas otras cosas que el hombre tenia en su tienda.

Bassanti ya se había despertado y estaba en su tienda preparando sus cosas que iba a necesitar. Guardo un poco de comida por si se alargaba el viaje, y estaba limpiando el gran arco de casi un metro ochenta de largo que le había regalado Jumella. Estaba fabricado en clara madera de tejo, un material flexible y resistente que podía lanzar contundentes flechas a largas distancias. El enorme arco mostraba una figura curva cuando la cuerda hacía tensión sobre la madera al prepararse para disparar.
Este tipo de arcos tan grandes, son los más difíciles de manejar, pero se ve compensado por su belleza y elegancia. Son usualmente usados por las fuerzas Nórdicas, principalmente conocidos en las tropas de arqueros de Shargorath. Bassanti se había puesto un guante de piel parda en la mano izquierda, para poder sostener el arco sin dificultad y no lastimarse en ningún momento. Además Jumella le había regalado una aljaba con flechas delgadas de madera y con punta tosca de cobre.

- ¿todo bien? ¿Necesitas ayuda?- interrumpió Jumella a Bassanti que se encontraba acomodando unas mantas para formar un fardo.
- gracias, estoy todo bien, ya casi he terminado. ¿Tu como vas? - dijo Bassanti dándole la espalda para seguir con lo suyo.
- ya estoy lista, solo me falta guardar algo de comida. - contesto Jumella. - ¿quieres que te traiga algo? -
- gracias, estoy bien -
- bien - dijo Jumella y fue al foso de agua para llenar una cantimplora.

Jumella llevaba un extraño vestuario, tenía puesta una extraña coraza de metal color negro con un escudo heráldico de las Islas en el centro. La armadura tenía unas toscas y angulosas hombreras de donde salían unas mangas de placas que le cubrían hasta las muñecas. Abajo, llevaba una especie de pantalones color rojo sangre con plaquetas negras de metal que salían desde las caderas y le cubrían los mulsos. Por ultimo, calzaba unas botas negras que le llegaban hasta la pantorrilla, donde se abrían como en tres gajos de lámina para proteger las rodillas.
No lo quería admitir, pero Jumella se sentía nerviosa. No podía evitarlo. El campamento estaba más silencioso de lo normal, mas que el primer día que llego, y eso no ayudaba a pensar positivamente. Había tenido anteriormente dos días para poder ir al Monasterio pero no lo había hecho. Tenía miedo. Sabía que iban a llegar mas aventureros y eso le daba tranquilidad y aminoraba su inseguridad. Se sentía una cobarde por necesitar ayuda. Debía hacerlo sola, siempre lo había hecho.
Después de haber llenado su odre, fue hacia donde estaban Ethelred y Geb que se veía que estaban muy ocupados guardando cosas en sus fardos y bultos de equipaje, acomodándolos en un rincón. Durante los dos días que había estado en La Rogue, había podido platicar lo suficiente con Geb como para saber que era un buen hombre. Una persona alejada de las armas y si muy apegado a la labia y a la astucia que debe de tener un comerciante. Y más si se trata de alguien que tiene que transitar con regularidad por lugares peligrosos en el este.

- ¿Cómo van? - pregunto Jumella parada un poco alejada frente a estos, ya que no había mucha confianza con Ethelred, no había platicado mucho con él.
- Bien ya casi terminamos, ¿y usted? - dijo Geb mientras amarraba con una cuerda un fardo de tela café.
- yo ya estoy lista, solo estoy esperando a que terminen ¿Va a ir Geb? - dijo Jumella acercándose a ellos, notando que no incomodaba.
- si, me decidí a último momento - dijo Geb rápidamente, mientras le enseñaba el mazo negro.
- eso es bueno. Entre mas, mejor. - dijo Jumella medio distraída.
- ¿no han visto a Aradia? - pregunto Ethelred mirando hacia todos lados.
- Mm... no, no la he visto - contestaron los dos casi al mismo tiempo.
- cada vez se hace más perezosa - dijo sonriendo Ethelred mas para sí mismo que para los demás.
- cada vez se aísla mas del grupo - dijo Geb sin importancia.
- iré a buscarla - dijo Jumella y camino hacia la tienda de Aradia que estaba casi al final del campamento, junto al foso de agua.

Llegando a la tienda, pensó que la encontraría dormida, pero al asomarse a la tienda se dio cuenta de que no había nadie. Solo estaban sus cosas revueltas, como si hubiera salido apresuradamente, dejando desordenado todo el lugar. Jumella regreso a donde estaban Ethelred y Geb, pero se fue rodeando por el otro extremo, donde estaba una pequeña parcela, y a un lado de esta, un gran sauce llorón con robustas ramas y un denso follaje que creaba una confortable sombra sobre el corto pasto que crecía a sus pies.

- no esta - dijo Jumella acercándose a grandes zancadas.
- ¿Quién no esta? - pregunto Bassanti que llegaba amarrándose las cintillas de un costado de su armadura.
- Aradia - respondió Jumella.
- quizás salió temprano - expuso Ethelred.
- quizás, pero no veo a ningún lugar que halla podido ir - dijo pensativamente Geb.

Mientras estaban platicando sobre ella, Aradia entró rápidamente con su capa arrastrando tras ella. Su rostro estaba oculto con la negra capucha. Pasó a un lado de donde estaban todos platicando sin saludarlos, y rápidamente sin decir mas se metió en su tienda. Todos se le quedaron mirando, les pareció muy extraño que hubiera entrado así, sin saludar. Ella siempre se había caracterizado por ser muy atenta.

Ethelred solo atino a decir -  permítanme un momento - Y fue en busca de Aradia. Al llegar a su tienda encontró que la mujer estaba sentada en un rincón, nerviosa y sudando de la frente.
- se...  han ido - dijo Aradia  casi tartamudeando y con sus ojos llorosos.
- ¿Quién se ha ido? - pregunto preocupado Ethelred al ver a la mujer que estallaba en llanto.
- ¡Todos! - Grito llorando nerviosamente - ¡todos se han ido, solamente Wad y ustedes se han quedado! Se fueron en la madrugada -
- ¿por que? ¿Qué te dijeron? - fue lo único que se le ocurrió decir a Ethelred.
- ¿porque? ¡Simplemente voltea a nuestro alrededor! Todo esta muerto, la comida sé esta acabando, nuestros cultivos se están muriendo. El bosque nos acecha por las noches - dijo sollozando Aradia. - ¡no he sabido dirigir el campamento! -

En eso llegaron los otros tres que estaban afuera. Trataron de calmarla pero todavía estaba muy tensa, lloraba y hablaba sin parar. Jumella y Bassanti se apuraron a prepararle un té para tranquilizarla y que se sintiera un poco mejor. Después de que ya se había calmado un poco, les platico que todos habían huido en la madrugada, que se habían llevado a los tres cerdos y otras pocas reservas que tenían de comida. Intentaron llevarse los cuatro caballos pero Wad se enfrento a ellos y desistieron.
Aradia se sentía mal de que no había podido ser un buen líder para la gente de La Rogue. La veían como una mujer que se había ensimismado tanto en permanecer en las regiones cercanas a Treaselgard,  y la culpaban de las muertes y pobreza en que se encontraban. Y quizás tenían razón. Jamás quiso dejar sus tierras. Después de platicar y tratar de animarla se quedo un poco más tranquila. Después dejaron que durmiera un poco.

La mañana se había pasado muy rápido y de pronto ya era mediodía, la comida había sido escasa y se conformaron con comer algunas cosas que habían guardado del día anterior, frutos secos que habían recolectado y carne quemada de la comida del día anterior. Estaban listos para irse, solo iban a ir Ethelred, Bassanti, Jumella y Geb al Monasterio y a Treaselgard. Y se quedarían  en el campamento Aradia que se sentía muy nerviosa por el abandono de sus avecindados, y Wad se quedaría cuidando de ella. Los demás estaban ensillando y preparando los arreos de lo caballos y colocándoles los fardos que colgaban en sus costados.
- ¡Ya es tiempo de irnos! - grito Ethelred que no quería perder tiempo.
Ya era de mediodía y la tarde caería pronto, además el clima había dado una violenta voltereta, de pronto unas grises nubes se arremolinaban en el cielo amenazadoramente indicando una fuerte lluvia, el viento había cobrado fuerza y se veían los árboles mecerse con el fuerte soplar del viento, hojas se desprendían de los árboles y volaban de un lado a otro. Las tiendas de campaña se movían y las telas se ondeaban rápidamente junto con el viento.
- Ya estamos listos todos, ¡vámonos! - dijo Bassanti subiéndose rápidamente a Bolchz.
- Hermoso y elegante corcel - dijo Ethelred en forma burlona a Bassanti.
Bassanti solo lo miro con enfado y golpeo con los pies a los costados del viejo caballo queriendo salir a todo galope, pero Bolchz solo dio un pequeño respingo y apenas si caminó aprisa.
Ethelred contuvo la risa. Y apresuro a los demás que ya se había subido a sus caballos.
- ¡Que tengan suerte! - grito Wad,  y se despidió de ellos con un ademán. - los estaremos esperando -
Aradia solo los miraba desde la puerta, con un rostro triste y lloroso, muy apenas si les dijo adiós. Salieron los cuatro caballos del campamento y Wad y Aradia cerraron con dificultad la pesada reja de la entrada, ponían las trancas de seguridad sobre ella y desaparecieron de la vista de los cabalgantes.

Irónicamente, el clima parecía estar contra ellos. De pronto vieron unos relámpagos a lo lejos, en donde el cielo había adquirido un color gris oscuro, e instantes después escucharon el gran rugido de un furioso trueno que hacia temblar a la tierra, momento después empezaron a caer grandes y pesadas gotas. Había empezado a llover. Los pastizales se habían convertido de pronto en resbalosos montones de hierba y lodo, creando un denso tembladeral que dificultaba el caminar de los caballos.
El violento aire hacia que algunos árboles se ladearan tanto que casi tocaban el suelo las copas de los árboles. Hojas y ramas pequeñas pasaban volando rápidamente por todos lados. Parecía haber pasado mucho tiempo pero apenas estaban subiendo una loma, desde donde se podía apreciar el campamento del que acababan de salir. El caballo de Bassanti se había retrasado mucho, los demás le llevaban mucha mas ventaja, pero siguieron caminando, evitando meterse en zonas muy boscosas.
Las ropas mojadas combinadas con los fuertes vientos entumían el cuerpo. Se arqueaban inconscientemente casi acostándose sobre los caballos tratando de no poner mucha resistencia al viento. A veces se escuchaban los truenos tan cerca que creían que habían caído a su lado, pero nunca vieron el relámpago. Parecía como si estuviera a punto de anochecer por la fuerte oscuridad de las nubes negras que desataban toda su furia sobre ellos, pero apenas era de mediodía.
Llegaron hasta un terreno llano donde se encontraba un río sumamente crecido. El agua mezclada con lodo y ramas, corría violentamente llevándose todo lo que fuere. Se veían troncos y ramas que flotaban entre las aguas revueltas, y por un instante se pudo ver que salía del agua lo que parecía ser un venado flotando para luego chocar inerte contra una orilla y luego volver a desaparecer entre la turbulencia.
No había forma de cruzar más que un débil puente de madera que se estaba ladeando un poco. Se acercaron cuidadosamente y quedaron en que tendrían que cruzar uno por uno, el puente estaba demasiado débil. Aunque no era muy ancho el río, el peligro era que los postes que detenían el puente en la orilla tamborileaban violentamente queriendo salirse de la tierra. De un momento a otro el puente se vendría a bajo.
Los viajeros se apearon de sus caballos y Ethelred fue el primero en cruzar con su caballo al lado, lentamente le siguió Jumella que nerviosa camino por el puente, su caballo estaba nervioso y resoplando temeroso trataba de huir, haciendo que el débil puente se balanceara peligrosamente. Llego al otro lado. Geb tuvo una mejor idea, viendo el nerviosismo de su caballo, opto por vendarle los ojos y camino mas tranquilamente por el puente, pero poco antes de que llegara a la orilla, pudieron oír como un gran tronco había chocado contra el madero que soportaba el puente. El puente se balanceo peligrosamente y estuvo a punto de caer sobre las furiosas aguas.
Bassanti trato de no pensar en el peligro del puente a punto de caerse. Vendó los ojos de su caballo, ya que también estaba nervioso al estar cerca del río, y lentamente empezó a cruzar el puente que temblaba y se estremecía con las piedras y troncos que chocaban con los maderos. Justamente cuando iban a medio camino, sintieron un fuerte golpe que sacudió el puente. El puente se tenso tanto, que se desquebrajo una parte de atrás. Bassanti horrorizada al ver que el puente se había desprendido, se apresuro a correr con su caballo pero poco antes de llegar a la orilla, el puente de pronto se vino abajo. Choco con las turbulentas aguas y quedo flotando peligrosamente. Se había separado de la orilla llevándose un montón de tierra y pasto de esta.
El puente comenzó avanzar en el sentido de la corriente y se inclino quedando de forma paralela a la orilla del río. Todo ocurrió demasiado rápido, de pronto se escucharon los gritos de los demás que trataban inútilmente de sujetar a Bassanti, pero ella no podía alcanzarlos. Rápidamente desato la venda de los ojos de Bolchz y este comenzó a piafar asustado. Entonces Bassanti salto al tiempo que una piedra golpeo sordamente por debajo del puente. Cayó al borde de la orilla y se pudo aferrar al pasto mojado. Ethelred y Jumella, la tomaron de las manos para que no la arrastrara la corriente. Cuando ella se incorporo volvió la mirada y vio a  Bolchz que aun estaba sobre el puente caído que chocaba contra troncos y piedras.
En un instante de pánico, el caballo brinco hacia la orilla pero no la alcanzó completamente, y medio cuerpo todavía estaba en el agua. La corriente era tan fuerte que arrastro al caballo y un grueso tronco le pego de costado. El animal relinchaba horrorizado al ser llevado por la corriente. Desapareció instantes después entre las aguas fangosas. Ethelred subió a su caballo y cabalgo rápidamente junto a la orilla buscando algún rastro de Bolchz, y se perdió entre una zona boscosa. No tardo mucho en volver y anunciar que el viejo caballo no había podido salir del río.
Bassanti  se subió con Ethelred a su caballo, estaba completamente cubierta de barro por haber caído justo en la orilla, pero eso no le importaba. Le molestaba haber expuesto a un viejo caballo que muy apenas si caminaba a un peligro como este, hubiera sido mejor dejarlo en La Rogue para que lo utilizara Aradia o Wad. Ella hubiera podido irse con Jumella o cualquiera de los otros dos hombres

Los cuatro cabalgantes estaban asustados. Comprendieron la furia del agua cuando esta era turbulenta, no se quedaron mucho tiempo ahí y reemprendieron su camino. Recorrieron extensos valles y laderas resbalosas de lodo y piedras pequeñas. Habían caminado más de lo que esperaban, porque le estaban sacando vuelta a las zonas muy boscosas, porque con una lluvia tan violenta como esta, querían evitar que un rayo les cayera.
Después de un largo recorrido llegaron a un paraje donde estaba un antiguo cementerio, algunas partes de la barda estaban derrumbadas y las que aun estaban en pie no tardaban en hacerlo. La entrada principal era un portón de formas rebuscadas y una de las puertas yacía sobre el suelo mojado, la otra permanecía quebrada a punto de caerse. Entraron al cementerio que tenia cientos de tumbas con sencillas lapidas quebradas y mohosas. Algunas parecían haber sido removidas, en otras ni siquiera había lapidas y se veía un foso lodoso con algunos huesos que sobresalían grotescamente hasta la superficie.
Había un exasperante hedor a putrefacción. En los flancos del cementerio había unas pequeñas capillas de piedra que estaban muy deterioradas. Enredaderas y plantas silvestres tapaban sus entradas a las que en realidad nadie deseaba entrar. Geb se quedo a la entrada del cementerio, no quiso entrar. No le gustaban los recuerdos de ese lugar y solo les grito - ¡aquí no encontraran nada! Treaselgard esta más adelante -
Ethelred, Jumella y Bassanti, que aun estaban recorriendo el cementerio llegaron hasta donde estaba Geb.  El hombre se adelanto un poco y  hablo despreocupadamente. - no hay nada importante en este cementerio, debemos irnos -
- ¿es el cementerio de los monjes? - preguntó Jumella que se había emparejado a su paso.
- no, es el de Treaselgard, nunca les gusto tenerlo muy cerca de la ciudad - dijo Geb en curvándose por el frió que tenia.
Ethelred junto con Bassanti se adelanto un poco y ambos dijeron  - ahí esta -  mientras señalaban hacia delante.

Lejanamente se veía un conjunto de casas y edificios. Se acercaron por el pasto mojado cuidando de no resbalarse. Bassanti noto al acercarse con un fuerte escalofrío que le erizo la piel, que el pueblo de Treaselgard se encontraba exactamente igual que en su sueño. Las casas destruidas como en su sueño, los mismos edificios. Era como si ya conociera el lugar. La única diferencia era que aquí estaba una fuerte lluvia y al parecer no estaban los cuerpos de gente muerta.
Entre el chapoteo al pasar por los charcos, vio aquella pequeña fuente donde en su sueño había visto a una niña pequeña, pero no había nada. La fuente estaba mohosa y sucia. Reconoció también la pequeña capilla que solamente tenia dos paredes aun en pie, solo que la cubrían numerosos brazos verdes de enredadera silvestre. Las casas estaban derribadas, montones apilados de piedra y maderos chamuscados estaban en el suelo. Al parecer había pasado mucho tiempo. Bassanti veía a su alrededor pero no había rastro de vida. Todo se había esfumado.

 - tenia años de que no venía hasta este lugar - dijo en voz baja Geb.

Jumella solo se le quedo mirando, también absorta de la destrucción del lugar. Era como si lo hubiera arrasado una guerra, pero era imposible, Treaselgard era un pueblo pacifico, además a quien le interesaría destruir un insignificante pueblo pobre.
Buscaron en todo donde pudieron, ya que no había mucho donde buscar. En la mayoría de las casas solo estaban de pie algunas paredes, pero en general casi todas las viviendas se les habían caído los techos hechos de vigas de madera y piedra. 

- no hay nada que hacer aquí - dijo Ethelred.

Los demás no lo escucharon, intentaban encontrar algún escrito o algún superviviente que les relatara lo que había pasado,  pero no habían encontrado nada.

- ¡vámonos! - grito Ethelred - Estando aquí solo perderemos tiempo  - Dijo firmemente.
- ¿Cuál es la prisa? - le pregunto molesta Bassanti que salía de entre los muros de una casa con el techo caído.
- no encontraremos nada, esta gente era humilde, ni siquiera sabían escribir. Es una perdida de tiempo seguir buscando en este lugar - dijo molesto Ethelred.
- estoy buscando a alguien con vida, no un estúpido escrito - le reclamo Bassanti visiblemente enojada.
- iremos al Monasterio, ahí debe de haber mas que buscar - dijo Ethelred sin hacerle caso a Bassanti.
 - ¡aquí no hay nada! - Grito a lo lejos Geb - tenemos que ir al Monasterio, debe de haber algo en la catedral o en las celdas que nos pueda servir - Dijo acercándose junto con Jumella a donde estaba Ethelred.
Ethelred solo miro a Bassanti de manera burlona, y esta le lanzo una mirada fría y rápidamente le esquivo la mirada.
- pues iremos en dirección río arriba hasta llegar al molino - dijo Ethelred subiéndose a su caballo. Miro a Bassanti y le extendió la mano al momento que le decía - ¿vienes?

Bassanti le miró y dudosa camino hacia el, se subió rápidamente al caballo apoyando las manos sobre el caballo para saltar y quedar detrás de Ethelred. Fue tan rápida, que Ethelred se quedo con la mano extendida, luego dio a todo galope hacia el río, Bassanti se tambaleo pero se aferró de la cintura de Ethelred y recobro el equilibrio.
La lluvia no cedía ni perdía fuerza, se había mantenido constante desde que habían salido de La Rogue y aunque el viento ya no soplaba con tanta fuerza, se había echo molesta por la larga duración que llevaba. Siguieron cerca del río de agua revoltosa y caminaron mas de setecientos metros hasta que llegaron a un molino que estaba destruido, solamente estaba el esqueleto de la estructura que lo formaba. Caminaron por una lodosa vereda y subieron una elevada loma y estando ahí pudieron ver el monasterio que se encontraba frente a ellos.

- Ahí esta - dijo Jumella suspirando - aunque no encontremos nada, me alegrare de estar bajo un techo -  dijo con  una voz de alivio.
-  es mas grande de lo que pensaba - exclamo Bassanti.
- es lo único grande que tenia este pueblo. - le explico Ethelred - Los habitantes de Treaselgard eran extremadamente religiosos, casi fanáticos - decía Ethelred - la religión de Zarpanitum es muy fuerte en las tierras de Erebos y en Treaselgard.
- ustedes también son muy religiosos ¿no? - le dijo Bassanti refiriéndose a los paladines de la Mano de Zarpanitum.
- si, eso creo -  contesto Ethelred queriendo cambiar de tema.

A lo lejos se veía un monasterio compuesto por varios edificios elevados  y rodeado por una enorme muralla de piedra parda que protegía al edificio.  Siguieron una vereda enlodada que iba serpenteando hasta llegar a donde estaba una enorme puerta de madera en forma de ojiva. La puerta se dividía en dos hojas, y parecía estar entreabierta, quizás ya no cerraba. Parecía estar muy deteriorada e hinchada por la humedad. 
Amarraron los caballos en unos árboles que estaban junto a la pared y entraron uno por uno en una reducida antesala de piedra muy obscura. Habiendo entrado todos, pareció como si se hubieran puesto de acuerdo, habían agarrado cada uno sus respectivas armas. Ethelred sujetaba fuertemente su espada, Jumella extendía con su brazo sujetando hábilmente su ballesta, Bassanti tomando su arco y lista con una flecha en su mano derecha, Geb sujetaba  con las dos manos el mazo.
Pero el lugar estaba desierto, caminaron por un oscuro y silencioso pasillo de piedra desnuda y doblaron hacia la izquierda  y siguieron por otro pasillo. El Monasterio era inmenso y laberíntico. Los edificios eran muy sobrios, sin muchos adornos, pinturas o manuscritos en las paredes. El eco de los pasos los acompañaba continuamente en aquellos oscuros pasajes. Siguieron caminando por el pasillo hasta donde llegaron a un claustro, un patio abierto en el interior del monasterio, con pasillos porticados en tres lados, según esto, concebido como lugar de lectura y contemplación, decían los monjes.
Dentro del claustro, se escuchaba como se amplificaba el sonido de la lluvia en el interior del pequeño patio. Se veían los ruidosos chorros de agua que caían de los desagües de los techos. Ethelred  vio que en el centro del claustro un jardín con árboles frutales y una fuente que tenia una estatua muy deteriorada y lamosa. La fuente se encontraba alrededor un rectángulo de tierra lisa y bien apisonada.
Cruzaron un pequeño scriptorium, donde se suponía que los monjes se sentaban ante sus caballetes para copiar manuscritos, pero las bancas de madera estaban rotas y tiradas por todo el lugar, había pedazos de sillas tiradas en el piso. El lugar casi no tenía muebles, y los que había no servían. El monasterio lucia desolador y terriblemente siniestro, era un lugar tan grande, pero sin una señal de alguna persona con vida. Un lugar que encerraba horribles secretos.
Solo se escuchaban los pasos de los recién llegados y la lluvia que empezaba a arreciar con más intensidad. Por fin llegaron a un patio enorme donde había un jardín inmenso con gran variedad de plantas y árboles, pero lo más impresionante, era que al final de un camino de piedra gris que topaba con una gran explanad, de esta se elevaba imponente una gran catedral.

- el Sant E Mer´se - dijo en voz baja Geb. Que no obtuvo respuesta de ninguno de los que iban a su lado.

Una inmensa catedral de construcción gótica, un templo contrastaba polarmente con lo sobrio de la construcción del monasterio. Como si perteneciera a otro edificio, a otro lugar, a otra época. Tenía dos angulosas torres a los lados que se elevaban con formas rebuscadas y terminan en una pequeña espiga de hierro. En el centro estaba una bóveda puntiaguda con adornos floridos que tenía una veleta en la punta, detrás de la bóveda, había una torre mas pequeña con una campana, y en el centro tenía un enorme vitral redondo con imágenes religiosas. Tenia gruesas columnas que sostenían las obscuras paredes de piedra, y bajo el vitral se encontraba una puerta de madera maciza que estaba hundida entre marcos de piedra de diferentes tamaños.
Al acercarse más, pudieron ver las perfectas condiciones en que estaba la catedral, al menos exteriormente. Pudieron ver los adornos de lenguas de flamas que salían de los oscuros muros. Arriba del marco de la puerta había unas estatuas de demonios con cuernos y bocas con dientes amenazantes que vigilaban la entrada. Mirando hacia arriba, se podían ver las torres y las frías gotas que caían sobre estas y resbalaban por las paredes los chorros de agua de lluvia
El cielo aun rugía con furia. Entraron al templo empujando la pesada puerta de madera, resistió con un rechinido y al entrar de pronto sintieron un silencio sepulcral. El sonido de la lluvia casi se había eliminado por completo, solo el eco de algunos goteos que se escuchaban adentro de la iglesia e inundaban todo el aposento. Entonces entraron con cautela en el decrepito templo.

- ¿tenebroso verdad? - decía en voz baja Geb a Bassanti que caminaba cautelosamente por el lugar.
 - solo un poco - respondió  Bassanti caminando hacia un extremo de la cámara.
 
Los interiores de la catedral no estaban en tan buenas condiciones, las bancas de madera estaban quebradas, algunas columnas de mármol negro estaban cuarteadas, había una capa de polvo que cubría todo el lugar. Había cientos de ventanas a los lados con vidrieras de colores, pero una gran cantidad ellas estaban quebradas, por lo que entraban rayos de luz que iluminaban un poco la oscura catedral.
Los pasos entre escombros que crujían sonoramente se escuchaban por toda la sala. La arquitectura dentro de la catedral era muy rebuscada, la altura del techo era de unos quince metros en la entrada, y después se elevaba aun más al llegar a donde estaba un enorme altar. Había cientos de columnas de piedra trenzada que se entrecruzaban en lo más alto de las bóvedas en forma de ojivas, el santuario estaba adornado con numerosas estatuas de mármol blanco de ángeles, santos, y escenas religiosas.
Casi llegando al altar, estaba un enorme candelabro en el suelo, había dejado cientos de cristales por todo el suelo. En lo alto del techo, una bóveda tenia un agujero y un chorro de agua entraba de ahí formando un charco de agua mezclada con lodo. En el fondo de la catedral, estaba un enorme rosetón con los cristales rotos y se podían distinguir las oscuras nubes y la lluvia que seguía sin detenerse. Caminaron hasta el altar de mármol blanco con unas columnas torcidas que terminaban en unas lámparas obscuras, subieron una pequeña escalinata y en el altar se encontraban unos libros viejos y raídos, junto con un cáliz y una pequeña caja de madera.

Bassanti  rápidamente hojeo el libro que parecía deshacerse en sus manos - ¡esto no es mas que un libro de oraciones! - decía decepcionada Bassanti.

Geb agarro el otro libro con las pastas de piel negra y adornado con metal plateado. El libro estaba sucio y las hojas se salían del libro - Esto tampoco nos sirve - dijo hojeando el libro y dejándolo pesadamente sobre el altar y levantando una pequeña nube de polvo - Son cánticos y poemas religiosos - dijo y se fue hacia el fondo de la iglesia donde estaba el deambulatorio, la parte de atrás de donde se encontraba el coro.

Bassanti agarro la caja de madera, pero esta cerrada con un candado, y con un cuchillo trató de forzar la cerradura pero estaba batallando.
- permíteme - dijo Ethelred y la hizo a un lado, y con un fuerte movimiento con la espada trozo el candado y se abrió de golpe la caja haciendo un ruido metálico que sonó fuertemente en toda la catedral. Jumella y Geb voltearon nerviosamente mientras estaban explorando las cámaras y los cuartos laterales de la iglesia.
- gracias - dijo Bassanti - mientras tomaba las cosas de la caja. Solo había unas cadenas de plata, una pluma de ave y unas hojas amarillentas que tomo con cuidado, pero todas estaban en blanco, excepto una, que tenia solo unas cuantas palabras, pero estaban escritas en latín y Bassanti no sabia leerlo. - Es latín - le dijo Bassanti a Ethelred y dejando la hoja en su lugar.

Ethelred la tomo de nuevo, y la observo, era solo una línea pero no le hallaba mucho sentido, solo decía:

Ab initio in extremis.  Ad finem

Ethelred solo hizo una mueca y dijo - esto no ayuda en mucho -
Bassanti lo miro sorprendida y le preguntó - ¿sabes hablar latín? -
- se leerlo un poco, no se hablarlo con mucha fluidez pero lo  se leer - dijo el sin darle mucha importancia.
Bassanti se sorprendió al oír aquello, pensaba que personas como Ethelred no sabrían ni siquiera escribir, pero al saber esto realmente cambiaba sus prejuicios - ¿y que dice? - pregunto Bassanti.
- el principio de la muerte. Ha llegado el fin - respondió Ethelred - pero eso no nos ayuda en nada -
- ¡vengan acá! Miren lo que encontré - gritaba Geb desde un salón que estaba en el fondo de la catedral.
Se acercaron Bassanti y Ethelred y poco después llego Jumella a donde estaba Geb que les decía un tanto confundido. - Jamás pensé que encontraría algo como esto aquí, y menos en esta iglesia - les dijo Geb mostrándoles lo que había en el salón.

Era una cámara obscura que tenia como única iluminación un pequeño vitral que hacia que el cuarto se iluminara con reflejos de un ligero color rojo. En la cámara se encontraban gruesas cadenas con bolas de hierro, esposas clavadas en la pared. Posiblemente para encadenar a personas de manos y pies. Había también una tabla de madera que tenia cuerdas, donde se supone que se ataba a los reos de manos y pies, y por medio de un hábil juego de engranes, la cuerda se tensaba lentamente, haciendo que la persona se estirara en forma extrema y se dislocaran sus miembros. Había también pinzas, látigos, mazos, y tijeras tiradas sobre el suelo.

- ¡esto es una cámara de tortura! - dijo Jumella horrorizada al tiempo que levantaba un atizador.
- si, jamás pensé encontrar esto aquí, no en mi iglesia - dijo Geb completamente apenado. - Jamás supe de un caso de tortura en este lugar - termino de decir en tono sombrío.

En un extremo de la cámara había un recuadro de piedra gris con las palabras:

La inqusitio heredicae privatitis

- la inquisición de la depravación herética - dijo en voz alta Ethelred para que los demás lo escucharan.
- no sabia que en Treaselgard hubiera habido inquisición - dijo sollozamente Geb.
En el la cámara había un viejo escritorio con libros y hojas viejas. Bassanti saco una de ellas y comenzó a leer en voz alta.
"...el reo es llevado a la sala de torturas, y queda de frente hacia donde están los instrumentos. El verdugo hace los preparativos parsimoniosamente frente a él. Algunas veces el reo esta tan asustado que confiesa de sus pecados... "

- ¡esto es espantoso! - dijo Bassanti cerrando el libro y arrojándolo al suelo.
- bien, busquemos algo que nos pueda ayudar - dijo Ethelred buscando entre los libros.

Jumella y Bassanti le ayudaron, pero Geb se había quedado demasiado impresionado al ver que en su propia iglesia se hubieran cometido ese tipo de salvajismos. No encontraron nada útil en aquellos documentos, la mayoría eran minuciosos apuntes sobre lo que sucedía en aquella  y otras salas de tortura.
Salieron de la catedral, aun estaba lloviendo, volvieron a pasar por el jardín hasta llegar a un pasillo y fueron a una pequeña casa de madera tallada que se encontraba en un rincón apartado del Monasterio. No había nada en ese lugar, ni un solo camastro, silla o mueble. Era demasiado extraña la situación en que se encontraba el lugar, demasiado desolado. Salieron de ahí por un corredor al aire libre y entraron en un salón que parecía ser un gran comedor, había tres largas mesas de madera con trastos sobre ella y algunos mas tirados en el suelo. Había alrededor de una veintena de sillas, pero la mayoría rotas.

- ¿Dónde están las celdas? - le pregunto Ethelred a Geb que se había sentado en una silla junto a una mesa y estaba tomando un poco de agua de su odre.
- no lo se. Creo que están debajo de la casa principal - dijo Geb después de dar un trago de agua.
- tenemos que ir a la casa principal, ahí podríamos encontrar algo, el Arzobispo tiene que haber guardado algo. - dijo Ethelred que fue hasta el oscuro refectorio y encontró tres antorchas tiradas en al suelo, y unas velas sobre una repisa. De pronto el lugar tembló al escucharse un sonoro trueno. Dentro del Monasterio el sonido parecía amplificarse aun mas.

Prendieron las velas con el poco fuego que pudieron encender, y encendieron la tela de las antorchas que iluminaban un poco más el salón con una luz temblorosa y anaranjada. Caminaron por un pasillo oscuro y angosto al final del refectorio. Era muy largo y a los lados a veces había puertas que daban a cuartos pequeños donde había un camastro y una silla en cada uno, posiblemente habitaciones donde dormían los monjes. Estos cuartos tenían las ventanas tan pequeñas que solo entraba una humilde iluminación en aquellas escuetas habitaciones.
El pasillo siguió y topo con otro claustro donde había un pequeño jardín con árboles y una fuente pequeña en el centro. Ahí, arriba, estaba la casa principal. La casa del Arzobispo Salamander Arsgeith, una casa con una puerta enorme de madera con pinchos de metal abotonados a la orilla de la puerta. Entraron por la puerta lentamente y pasaron por un pasillo que daba a unas escaleras de caracol hacia arriba.

- ahí esta la casa del Arzobispo - dijo Geb. Pero el pasillo todavía seguía hacia el frente, perdiéndose en una abundante oscuridad.
- ¿A dónde da ese pasillo? - pregunto Jumella.
- no lo se, pero creo que comunica hacia las celdas y el sótano - dijo el encogiéndose de hombros.
- vamos a la habitación del Arzobispo - dijo Bassanti.
- mejor nos dividimos en dos y ustedes revisan la habitación del Arzobispo, yo y Jumella iremos a las celdas - dijo Ethelred dándoles una antorcha.
- esta bien - dijo Bassanti que tomo la antorcha, y se puso el arco en la espalda. Agarro un cuchillo con la mano izquierda y subió las escaleras junto con Geb.

Jumella y Ethelred llevaban una antorcha cada uno, caminaron hacia el pasillo que pareciera que no terminaba nunca. No se podía distinguir el final entre la siniestra oscuridad que había ahí, el sonido de la lluvia había casi desaparecido y solo se oían los sordos pasos de sus mismo pies al caminar. Las dos antorchas parecían no iluminar mucho, no veían más de cinco metros hacia delante. Al fin llegaron hacia una división de caminos. Las paredes de piedra a medida que avanzaban se veían mas mohosas y el ambiente se tornaba mas húmedo.
- ¿derecha o izquierda? - pregunto Jumella.
Ethelred viró primero hacia la derecha y entraron hacia una pequeña antesala completamente oscura y sin ninguna ventilación. El olor a encerrado les causo un poco de molestia en la nariz. Había una pesada puerta de hierro oxidado enfrente de ellos. Ethelred trato de abrirla y al contacto sintió una punzada en la mano por el frió metal que había atravesado sus guantes de cuero. Batallo un poco para abrir la pesada puerta, y esta dio un sonoro chirrido al abrirse lentamente.
Habían llegado a la prisión del Monasterio, las frías celdas estaban formadas a los lados de un espacioso corredor. Caminaron lentamente hacia el fondo del corredor notando que la luz de las antorchas no era suficiente. Algunas de las celdas  estaban abiertas y entraron a una donde estaba un camastro con una manta obscura, pero no había nadie, parecía que todo mundo había desaparecido intempestivamente. Ethelred se adelanto y fue hasta el fondo del corredor. Se encontró con una puerta de madera con una reja de hierro a la altura de la cabeza, jalo la manija pero esta se desprendió y cayó haciendo un sonoro ruido en todo el lugar.

Jumella se estremeció al oír el ruido. El eco era espantoso en ese lugar. Por un instante se le crisparon los vellos de la nuca y le dijo bajando la voz a Ethelred - ¡no vuelvas a hacer eso! -
- ven, aquí esta otro corredor - le llamo Ethelred que estaba tratando de abrir la puerta.

Jumella fue hacia donde estaba el, y forzando la puerta que se encontraba hinchada por la humedad del lugar, pudo abrirla de golpe. Ethelred casi caía al suelo por la inercia de la puerta. Pero no había paso. Montones de tierra y piedra tapaban el camino, al parecer se había derrumbado. Seria imposible remover los pesados bloques de piedra. Ethelred ni siquiera se acerco, dio un paso hacia atrás mirando fijamente en donde estaban los escombros, un escalofrió le recorrió bruscamente desde la espalda hasta la nuca. En su mente se dijo, los pasadizos.
Los dos estaban buscando algo de importancia cuando de pronto rechinó la puerta de metal. La puerta por la que habían entrado. Voltearon rápidamente pero no vieron nada, pero el eco aun parecía escucharse en el lugar. Quizás era el ambiente claustrofóbico combinado con la negrura del lugar, pero ambos estaban en alerta, la tensión estaba a punto de explotar.

- debe ser una corriente de aire - dijo Jumella tratando de tranquilizarse. Sabiendo que ninguna corriente de aire hubiera podido mover una puerta tan pesada.
- vámonos de aquí - dijo Ethelred tratando de conservar la calma.

Caminaron hacia la puerta de metal observando concienzudamente cada rincón oscuro de las celdas. Llegaron y abrieron la pesada puerta que se encontraba casi cerrada. Rechinó lentamente de nuevo, y entraron a la antesala. Tendrían que ir derecho hacia el lugar donde no habían explorado, a la izquierda del pasillo por donde habían entrado.
Jumella se adelanto sosteniendo la antorcha con su mano izquierda y la ballesta tomada con su mano derecha, apuntando hacia enfrente. El pasillo continuaba sin dar señales de terminar y se hacia cada vez mas angosto. Jumella tenía la impresión de que las paredes parecían moverse y trataban de atraparla hasta aplastarla. Camino mas rápido y sintió al contacto las paredes frías.  Llego hasta donde estaban unas escaleras descendentes que comunicaban hacia el sótano.

Ethelred se había atrasado un poco, y pasando por el pasillo por el que habían entrado, escucho una risa. Una risa baja y grave, provenía posiblemente de los jardines del claustro, pensó el.
- ¿Oíste eso? - pregunto Ethelred a Jumella que ya se encontraba caminando mas adelante llegando a las escaleras.
- ¿Que? - respondió Jumella que se escuchaba su voz ya lejana.
- Una risa, escuche una risa que venia de afuera, quizás del claustro - le dijo Ethelred que se había quedado viendo hacia el largo pasillo que a lo lejos se veía una sutil luz blanca que provenía del patio, pero vio de pronto una sombra que nublo por instantes la luz la luz. Como si algo hubiera cruzado al final del túnel. Un mal presentimiento le estrujo el corazón y caminó silenciosamente hacia la salida.

- Ha de haber sido Geb, ya sabes como es su sentido del humor - dijo Jumella que bajaba lentamente los húmedos escalones, pisando con cuidado para no resbalarse ya que estaban mohosos, mientras se sujetaba con una mano en la fría pared.
Había una negrura intensa en el fondo de lugar. La luz de la antorcha golpeaba contra las paredes laterales, pero hacia delante no podía iluminar nada. Llego hasta el frió y húmedo sótano caminando lentamente hacía la derecha. Había un olor a viejo, un hedor a putrefacción. Jumella abría lo más que podía sus ojos para poder alcanzar a ver más allá de los dos metros que iluminaba la antorcha, pero le era imposible.
El frío en el sótano era terrible y el vapor de su boca le distraía de la poca visión que tenia. Ella estaba atenta a cualquier cosa que pudiera ver o sonido que pudiera escuchar, pero solo se escuchaban sus pasos y el sonido de gotas que caían sobre pequeños charcos de agua. Volvió la mirada y entonces se dio cuenta de que Ethelred ya no estaba con ella.
Camino un poco para llegar hasta la pared y caminar junto a esta, notando el frió y la humedad del muro. Entonces topo con un mueble de madera donde tenían puestos unos trastos en sus repisas, podía apreciar unas mesas y sillas en el centro. Quizás anteriormente usaban este lugar como comedor, pensó Jumella. ¿Quién diablos podría comer en un lugar como este?, pensó de nuevo.
Se acerco hacia la mesa y vio como desaparecía en oscuridad detrás de ella la pared al alejarse, y la cubría lentamente de nuevo la oscuridad. Estaba viendo un jarrón de barro con unas inscripciones borrosas en latín. Parecía ser muy antiguo, quizás era de las antiguas culturas...
Un ruido.
Jumella rápidamente volteo hacia el rincón. Se había escuchado un sonido al final del sótano, fue un sonido como si hubieran pisado unas ramas. Por más que trato de esforzar su vista no lograba ver nada. Una inquebrantable oscuridad cubría todo el sótano. Ella comenzó a ondear la antorcha para tratar de ver, pero no podía
- ¿Ethelred? - pregunto asustada.
No hubo respuesta.
De pronto el corazón le comenzó a palpitar rápidamente, la respiración se le había acelerado, era lo único que escuchaba en ese momento. No podía ver mas allá de donde estaba su mano. Sentía dentro de la inmensa oscuridad la presencia de alguien. Podía escuchar una respiración, pero estaba tan alterada que no sabía si era la suya o la de alguien más.
Miraba al suelo en busca de una rata pero no había nada, solo el piso de piedra y charcos de agua. Apuntaba con su ballesta hacia donde había escuchado el ruido. No parecía escucharse nada más
- Ethelred ¿eres tú? - dijo Jumella agitadamente.
De nuevo no hubo respuesta. Jumella sentía como si el corazón se le fuera a salir del pecho. Estaba sudando pero al mismo tiempo sentía un horroroso frío. Quería acercarse hacia donde había escuchado el sonido pero a la vez tenia temor de lo que podía encontrar. Deseaba que fuera algún animal, alguna rata o algo parecido.
Otro ruido.
Algo se había movido.
Ahora en el otro rincón de la habitación. A Jumella se le erizo la piel y lo pequeños bellos de la nuca. Sintió de pronto en la piel un hormigueante escalofrió que le inundo el cuerpo. Aterrada, disparo la flecha de la ballesta hacia donde había escuchado el ruido. Solo escuchó romperse la flecha al chocar contra el oscuro muro y caer sobre el suelo. Se lamento de esto al darse cuenta de lo tardado que es poner otra flecha en la ballesta.
Saco una flecha de su carcaj, y trato de ponerla con dificultad. Estaba aterrorizada, su propia respiración era lo único que escuchaba y sus pies pisando charcos de agua.
Una respiración.
Había una respiración que no era la suya, pensaba Jumella inundada de pavor. Entonces camino hacia atrás y tropezó contra la mesa. Del susto se tambaleo apunto de caer pero se aferró de una silla, pero soltó la antorcha y esta cayo sobre un charco. La vio caerse como si hubiera sucedido muy lentamente. Cayó sobre el agua, se escucho el agua saltar y dar un pequeño silbido, la llama se redujo a un brillante punto azul y de pronto se apago.

Oscuridad.
Estaba inmersa en una completa oscuridad. Era una negrura tan grave como si tuviera los ojos cerrados. Jumella soltó un pequeño grito de pánico. No sabia que hacer, trataba de poner la flecha en la ballesta pero era demasiado complicado en la oscuridad. Caminaba hacia atrás cogiéndose de la mesa con la que había chocado. Estaba tan aterrorizada que ya no sabia donde estaban las escaleras, había perdido la orientación, no se veía absolutamente nada.
- ¡Ethelred! - grito Jumella haciendo que el eco de su propia voz inundara la obscura habitación y al mismo tiempo logrando que entrara en un fuerte estado de pánico.
Había comenzado a sudar frío, los pies le pesaban y sus fuerzas parecían abandonarla. Estaba jadeando y escuchaba como latía rápidamente su corazón. De pronto sintió una respiración tibia y siniestra detrás de su nuca. Volteó tratando de mirar algo, trato de forzar al máximo su vista pero no veía nada. Solo oscuridad. Levantó las manos para sentir si algo estaba frente a ella. Sus manos toparon con un obstáculo.
 Algo estaba ante ella.
 - ¿Quién es? - musito Jumella con la voz entrecortada.

No hubo respuesta.



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