El décimo miembro

29 de Mayo de 2005, a las 19:52 - María Cuña
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EL ABISMO DE HELM

La travesía se hizo lenta, de días enteros. Mientras tanto, la gente iba conociendo cada vez mejor a los forasteros, aunque eso aveces creaba tensiones. Lúthien, se había dado cuenta de que Aragorn estaba trabando mucha amistad con Eowyn, y eso a Lúthien no le hacía demasiada gracia, no sabía por qué, pero no le hacía nada de gracia. Mientras tanto, ella trababa también mucha amistad con Ithladin, lo que a Légolas le hacía sentir algo que nunca había sentido antes, y que no sabía lo que era, pero no le gustaba aquel joven.
- ¿De verdad que os dieron un gran tajo?- preguntó Lúthien asombrada de la hazaña que Ithladin le estaba relatando.
- Si, ¿queréis que os lo enseñe?- dijo rozándose en la ingle.
- ¡No!. No. No hace falta.- dijo la joven apresuradamente.
Ithladin rió, y Lúthien también. Mientras tanto, Légolas los observaba de cerca.
- Y, decidme, ¿De donde sois?- preguntó Ithladin.
- De Gondor.- contestó ella.- Hecho de menos mi casa, a mi familia, a mis hermanos. Mi casa, todo lo hecho de menos. Sin embargo, no cambiaría estar el aquí por nada del mundo.
Lúthien miró al joven, y vio como este le dedicaba una sonrisa cómplice.
Mientras tanto, Eowyn llevaba las riendas del caballo de Gimli, mientras este la entretenía con palabras.
- Es cierto, no se ven muchas mujeres enanas.- dijo Gimli.- En realidad, se nos parecen tanto en la voz y en apariencia, que las suelen confundir con enanos varones.
Eowyn se giró hacia Aragorn.
- Es por la barba.- dijo este en un susurro, y Eowyn rió un poco.
- hay gente que cree que no hay mujeres enanas, y que los enanos, brotan de agujeros en el suelo.- dijo Gimli.- lo que resulta ridículo.
Los dos se reían, hasta que el caballo de Gimli salió disparado, y este cayó de él. Eowyn no podía parar de reír, y Lúthien tampoco. Mientras Eowyn ayudaba a Gimli a levantarse, este miraba a Aragorn de una forma muy peculiar, como cuando Lúthien miraba a Légolas. A Lúthien se le apagó la sonrisa de repente, y comprendió, y recordó muchas cosas. No le gustaba que Aragorn estuviese demasiado con Eowyn por una simple razón, acababa de recordar que él era su padre.
Aquella noche, acamparon en mitad de una llanura, cerca de las montañas, pero no hicieron ningún fuego para no llamar la atención. Lúthien se había quitado parte de sus cosas, para estar lo más cómoda posible. Iba caminado por entre las tiendas de campaña de la gente, hasta que se encontró con Légolas. Este la agarró del brazo y la acercó hacia él.
- ¿Qué ocurre?- preguntó Lúthien
- Tenía ganas de hablar contigo.- dijo el elfo.- Te lo explicaré sin rodeos. Antes, cuando yo estaba en el caballo, y tu estabas con el chico ese, sentí algo extraño, algo que me enfurecía, y que me provocaba ganas de pegar a ese joven.
- ¿Estas celoso?- dijo Lúthien sonriendo.- Estas celoso.
Légolas parecía confundido, y Lúthien no pudo menos que abrazarle.
- No tienes que temer nada mi amor. Ithladin no es más que un conocido.- dijo ella mirándole a los ojos.- Yo solo te amo a ti, y si no podemos estar juntos, pues no amaré a ningún otro.
Légolas también le abrazó, e intentó besarla. Lúthien se apartó a disgusto. Ya no podían aguantar más, necesitaban tocarse y abrazarse. Lúthien sentía la respiración entrecortada de Légolas en su oído. Ella empezó a acariciarle el pecho, y el no la paró. Finalmente se besaron con pasión. Pero una sensación extraña, los hizo parar al momento.
- No nos dejarán estar juntos de nuevo, Lúthien.- dijo Légolas.
Lúthien asintió, y se fue de su lado.
Todo el mundo estaba dormido en las tiendas, pero ella no podía conciliar el sueño. Todo era tan difícil. Sentía no poder volver a casa, para poder ver a Légolas le día de su cumpleaños, como siempre se habían conocido, como el amigo de su padre, y su hija. Estaba tan cansada. Pronto, sus ojos comenzaron a cerrarse, hasta que quedó profundamente dormida. En su cabeza comenzó a oírse una voz, una voz que le era familiar, pero que no reconoció. Eso voz le habló del dolor que estaban sufriendo sus compañeros. Frodo, Sam, y todos en general. Imágenes horribles pasaron por su cabeza.  La voz dijo que debía entregarse a Sauron para que todo eso acabara. Ella gritaba, y le decía que no quería, pero la voz insistía.
Alguien comenzó a zarandearla, suavemente. Pensando en el enemigo, y en la voz, le puso el cuchillo al cuello.
- Vaya, la próxima vez vendré armado.- dijo Aragorn.
- Perdona, es que estaba teniendo un sueño horrible, y he reaccionado así.- dijo poniendo una mano en la frente.
- ¿Que soñabas?- le preguntó el montaraz
- Ya sabes, lo de siempre. Imágenes tenebrosas, cosas oscuras, y la voz de Sauron resonando en mi cabeza, nada nuevo.- dijo Lúthien medio sonriendo.
-  ¿No dejas de tener esos sueños?- le preguntó
- No, pero tampoco me preocupan, solo no hay que darles importancia.- dijo Lúthien incorporándose, para dejar que Aragorn se sentara en el lecho.
- Sé que tu y Légolas no podéis olvidaros el uno al otro.- dijo Aragorn.
- Si, pero ¿qué otra cosa podemos hacer?- dijo ella
Aragorn no respondió, sino que se quedó pensando. Lúthien también miraba al suelo,  y pensaba en el elfo.
- Bueno, te dejo. Mañana hay que levantarse al amanecer, y necesitamos recuperar fuerzas.- dijo saliendo de la tienda.- Por cierto, ese chico, Ithladin, parece un buen joven. Buenas noches.
Aragorn dejó la tienda, y a Lúthien con sus confusos pensamientos.

A la mañana siguiente Lúthien se levantó antes del amanecer, cuando todos aun dormían. Pasó por la tienda de Légolas y asomó la cabeza. El elfo dormía plácidamente en su lecho. Lúthien no se atrevió a despertarle, y le dejó dormir. Lúthien sabía lo que Aragorn le había querido decir, y no estaba dispuesta a hacerlo. Ithladin tan solo era un joven que la pretendía, y nada más. Además, no estaba bien utilizarle de aquella maneras, tan solo era un amigo.
Finalmente todos despertaron, y a una orden del rey Theoden se pusieron en marcha.
Lúthien iba montada en el caballo, con Légolas, ninguno de los dos decía nada, tan solo miraban hacia delante. Légolas se sentía mal por haber dudado de Lúthien.
- Lúthien, siento haber dudado de ti.- dijo el elfo.
- No te preocupes.- le dijo ella.- Es normal. Ojalá todo fuese como antes. Que Boromir no hubiera muerto, que tu y yo estuviéramos en Rivendell. ¿Recuerdas la primera vez que me viste?
- Me sonroje. Parecía un muchacho.- dijo riendo, Lúthien también reía.
- Yo era una muchacha.- aclaró Lúthien.- Pero ahora, las cosas son distintas.
Ninguno de los dos volvió a decir palabra.

Aquella misma tarde, los caballos se encabritaron y el nerviosismo se apoderó de todos. De entre todos los soldados, tres se adelantaron para saber que pasaba. Entre esos tres se encontraba Ithladin, que le dedicó a Lúthien una mirada de reojo. Légolas oyó unos ruidos, y bajó del caballo para ver lo que pasaba. Ruidos extraños llegaron de donde estaban los soldados, como el ladrar de perros, pero Lúthien estaba segura que no eran ni perros, ni lobos.
- Un rastreador.- gritó Légolas a Aragorn, que había dejado el caballo a Eowyn.
Aragorn volvió corriendo.
- ¿Qué has visto?- preguntó Theoden.
- ¡Wargos!- gritó.- Nos están atacando. ¡Sacadles de aquí!
Todos empezaron a chillar de miedo, y Lúthien quedó paralizada con el caballo. Quedó impresionada, al ver como en el terreno, avanzaban cientos de wargos. Aragorn volvió a por su caballo, y pasó al lado de Lúthien.
- ¡Lúthien, ayuda a Eowyn a conducir a la gente al Abismo de Helm!- le ordenó.
- ¡¿Que?!- le gritó
- Lúthien, no quiero excusas, harás lo que yo te diga, ¿de acuerdo?- le gritó.
La joven no pudo menos que asentir, y mirar a Légolas un momento. Le dio una palmada al caballo en el trasero para que fuera al encuentro del elfo, y ella se puso junto a Eowyn para agrupar a la gente.
- Eowyn, los de allí se están separando.- le dijo Lúthien.
La joven miró hacia donde le había dicho, y agrupó a esa gente. Pocos minutos mas tarde estaban fuera del campo de batalla.
A la hora, ya se podía divisar el Abismo de Helm.
- Lo hemos conseguido.- dijo Lúthien cogiéndola del hombro.
Eowyn asintió, y ayudó a una señora anciana que apenas podía andar ya a su lado. Lúthien pensó unos momentos en sus compañeros. Deseaba que volvieran ya.
Junto con la gente de Rohan, Lúthien entró en el Abismo de Helm. Gimli tenía razón, era una ratonera sin salida. La gente se agolpada a ambos lados de las paredes, pues apenas había espacio. Según se fue adentrando, Lúthien pudo comprobar que había un gran patio interior, lleno de gente y de tiendas de soldados.
Eowyn la llamó al cabo de un rato para que la ayudase con las provisiones. La gente había llevado todo lo que había podido, y lo estaban metiendo todo en las cavernas. Cuando ya estaba mas o menos todo organizado, se oyeron unas voces desde lo alto de la muralla.
- ¡Haced paso a Theoden! ¡Haced paso al rey!- gritaron.
Lúthien no pudo menos que apresurarse a recibir a Légolas, temía por él. Corrió todo lo que sus piernas dieron de si, e intentó por todos los medios no tropezarse con nadie. Cuando llegó a la entrada de Helm, vio con alivio como Légolas llegaba sano y salvo. Cuando este bajó de su caballo a uno de los heridos, Lúthien se plantó delante de él. No pudo evitarlo más. Se colgó del cuello del elfo, y le besó por toda la cara.
- Yo también me alegro de verte.- dijo riendo Légolas.
Lúthien se abrazó a él y rió. Cuando pudo ver su rostro, vio que no había alegría en el, sino tristeza, una suma y profunda tristeza.
- ¿Qué ocurre?- preguntó Lúthien.
En ese momento, Gimli se pudo al lado de Légolas, y eso hizo que Lúthien mirara entre la multitud de soldados que habían regresado. Entonces comprendió sin que nadie le dijera nada, al ver que su padre no había regresado. Sentía que su mundo se había caído. Inmediatamente hundió la cara en el pecho de Légolas, para que nadie percibiera un gran grito de angustia, seguido de un mar de lagrimas.

La joven se encontraba sentada en la parte interior de Helm, delante de la puerta donde el rey estaba reunido para planear la estrategia. Había fracasado, su misión se había ido a la mierda, por un tonto traspié al borde de un acantilado. Lúthien no quería hablar con nadie, ni ver a nadie. Tan solo quería estar sentada al lado de la única persona que en aquellos momentos podía ofrecerle algo de consuelo. Légolas estaba allí sentado junto a Lúthien, mientras ella reposaba la cabeza sobre el pecho del elfo. Pensaba en su existencia, ahora ya si que no podría volver, su familia había pasado de ser realidad, a convertirse en una fantasía. La joven tenía los ojos enrojecidos de llorar, y la cara empapada de lágrimas.
- ¿Significaba mucho para ti?- preguntó Légolas amablemente, y con cariño.
Lúthien solo pudo asentir con la cabeza.
- Apenas lo conocías. Creo que deberíamos olvidarnos de tu pasado, y vivir tan solo en el presente.- dijo Légolas.
Entonces hizo algo que dejó a la joven de piedra. Deslizó su mano suavemente por el pecho de Lúthien, hasta coger el colgante. Se metió la mano en el bolsillo, y sacó un colgante idéntico a aquel.
- Que no soy idiota.- dijo Légolas susurrando.- Aquella noche en Lórien olvidaste quitártelo, mientras estabamos juntos, así que no pude evitar verlo. Me  gustaría saber algunas cosas, pero no ahora, cuando tu quieras.
Lúthien le miró a los ojos, y le besó. Como el muy bien había dicho, no era idiota, ni muchisimo menos. Le acarició el pelo unos segundos, mirándole a los ojos, y después se recostó en su hombro de nuevo.
Aquella noche durmieron en una del as tiendas, Légolas y Lúthien juntos.
- Légolas, creo que debo contarte quién soy.- dijo Lúthien.
Légolas no se impaciento, sino que se sentó junto a ella, y esperó con paciencia.
- Soy Lúthien, hija del rey Elessar.- dijo Lúthien.- Futuro rey de Gondor.
Légolas trató de asimilar lo que Lúthien le acababa de decir, y se quedó mirando al suelo con los ojos como platos.
- ¿Rey Elessar?- preguntó sorprendido.- ¿Aragorn?
Lúthien afirmó son la cabeza. Légolas no cabía en si de asombro. Todo le parecía absurdo, pero siguió escuchando.
- Supongo que te preguntarás como puede ser posible.- dijo Lúthien, a lo que este afirmó con la cabeza.- Yo estaba en Gondor, con mi familia, normal, hasta que un día descubrieron algo en una de las habitaciones de palacio. Arag... quiero decir, mi padre no quería que yo viera lo que estaba en aquella habitación, y me enfade con él. Aquella noche, no podía soportar el no saber que había allí, así que furtivamente me colé en aquel cuarto.
- ¿Y que había?- preguntó Lúthien.
- Un gran remolino azul.- tenía el entrecejo fruncido, y apenas podía describir lo que allí vio.- Me intrigaba el movimiento de esas ondas, así que lo toque. Sentí algo maravilloso, así que sin darme cuenta, me sumergí en el remolino. Atravesé un gran túnel a una velocidad vertiginosa. Todo iba tan deprisa. De repente aparecí en un bosque, el Bosque Negro. Allí me encontré con Gandalf. Él sabía de donde venía, y me llevó a Rivendell. Allí Elrond me dijo que hacía aquí, y cual era mi misión. Había retrocedido en el tiempo, y mi misión era ayudar a Aragorn a ser rey. Pero ahora a muerto, he fracasado, y dentro de un tiempo, dejaré de existir.
El rostro de Légolas había pasado de sorpresa a tristeza en un segundo.
- Entonces, dentro de poco tiempo, desaparecerás, y yo no volveré a verte.- dijo con la voz temblorosa el joven.
Lúthien asintió, y le abrazó.
- ¿Quién mas lo sabe?- preguntó Légolas.
- Solo tú. ¡Ah!, y Gandalf.- respondió sin apenas voz.
 No sabía por qué lo sabía, pero lo sabía. Dentro de un día, tal vez dos, dejaría de existir, sería como si nunca hubiese nacido. Los dos lloraban sin ningún tipo de consuelo. Légolas la estrechó entre sus brazos, y comenzó a acunarla.
- Lúthien, si tú te vas, yo moriré de pena.- dijo el elfo.
- No dejaré que eso ocurra. No se como, pero no lo pienso permitir.- dijo Lúthien.
Así, abrazados se quedaron dormidos.

A la mañana siguiente, ni si quiera salieron de la tiendo, en cuanto despertaron. Los dos, se quedaron mirándose mutuamente. Así hasta que oyeron la voz de Theoden en la parte exterior de la tiendo. Su voz resonaba por toda ella. Lúthien y Légolas se vistieron a todo correr, para poder estar presentes.
- Rey Theoden, sentimos no haber acudido al amanecer, nos dormimos.- se excusó Lúthien.
- No os preocupéis señora, no os requerimos de momento. Podéis descansar en algún lado.- dijo Theoden con una pequeña sonrisa.
Los dos le hicieron caso, y se sentaron donde el día anterior, mientras que Eowyn estaba a su derecha, organizando las provisiones. Al cabo de un rato, Theoden y sus soldados volvieron a la sala del “trono”, en Helm. Durante mucho rato, ninguno de los dos hizo ningún tipo de comentario, ni nada. Entre los dos había mucho silencio, hasta que una voz desde la parte de arriba de la muralla, gritó:
- ¡Abrid el portón!
Los dos se miraron con el entrecejo fruncido un momento, y fueron a la parte más cercana de la muralla. Un jinete entraba por el portón, magullado, y mojado. Lúthien y Légolas se miraron sonrientes, y no pudieron evitar abrazarse. Aragorn estaba vivo, aun había esperanza. Lúthien pensó en ir a recibirle, pero desechó la idea, y esperó a que él viniera, pues sabía que iría.
Y efectivamente a los pocos segundos ya estaba allí, subiendo las escaleras. Al verla, Aragorn abrió los brazos de par en par, y Lúthien corrió abrazarle. Estaba sucio, y mojado, pero se agradecía tenerlo allí.
- Creímos, creímos que... – comenzó a decir Lúthien
- Lo sé.- dijo Aragorn.
- Pero no, no... - comenzó de muevo Lúthien.
- No, no estoy muerto.- dijo Aragorn.
Después de darla un beso en la mejilla, fue a donde Légolas que le esperaba detrás de ella.
- Le ab dollen.- dijo el elfo, quemas o menos quería decir: “llegas tarde”
Aragorn le miró extrañado, y Légolas comenzó a examinarle de arriba abajo.
- Estas horrible.- dijo poniendo una cara entre mezcla de asco, y diversión.
Lúthien se dio cuenta, de que Eowyn se había dado cuenta de que Aragorn había regresado vivo, y se le iluminó la cara.
Lúthien volvió a centrar su atención en Aragorn y Légolas.  Entonces Lúthien vio como Légolas sacaba del bolsillo el colgante de Arwen. Lúthien y Légolas le sonreían, y este les devolvió la sonrisa.
- Hannon le.- dijo Aragorn.
- Bueno, será mejor que entremos con Aragorn.- dijo Lúthien señalando las puertas de detrás de ella.
Sus dos compañeros asintieron, y los tres juntos irrumpieron en la sala. Los presentes en aquella estancia los miraron sorprendidos. Hasta que enseguida se cobró la normalidad en la sala, mientras Aragorn explicaba lo que había sucedido.
- ¿Un gran ejercito dices?- preguntó Theoden.
- Son diez mil efectivos.- dijo Aragorn.
Theoden se volvió para mirarle.
- ¿Diez mil?- preguntó Theoden, entre asustado y sorprendido.
- Con un único propósito, destruir el mundo de los hombres.- dijo con gravedad Aragorn.- Llegarán para el anochecer.
- Pues que vengan.- les desafió Theoden, mientras salía de la sala.
Todos empezaron a salir de la sala, menos Lúthien, que se quedó allí parada en medio. Aragorn se le acercó por detrás,  y le habló.
- Sería mejor que te quedaras ahora con Eowyn, mientras ella pone en condiciones las provisiones, y las lleva a las cavernas. Lo único que vamos a hacer es hablar sobre la batalla, y sobre que pasará esta noche.- dijo Aragorn poniéndole una mano en el hombro.
Lúthien hizo, caso. Miró a Légolas, y fue a ayudar a Eowyn. La encontró en la parte más baja de Helm, ayudando a algunas personas, que no se encontraban bien. Lúthien fue corriendo a ayudarla.
Estuvo ayudándola con todo tipo de cosas, y recados. ya muy entrada la tarde, hicieron un descanso, y comieron algo de fruta y otras cosas que había a mano.
- Lúthien, ¿hay algo entre Aragorn y tú?- preguntó muy tímida Eowyn.
Lúthien nunca habría creído que le fuesen a hacer esa pregunta en la vida. Miró a Eowyn con las cejas alzadas.
- ¿Lo preguntas en serio?- dijo Lúthien, intentando disimular la risa.
- ¡No!- dijo riendo Eowyn al darse cuenta de su error.- Perdona.
Lúthien puso en blanco los ojos un segundo, y volvió a centrar su atención en la manzana que tenía entre las manos. Pero Eowyn no estaba dispuesta a darse por vencida.
- Pero, hay otra ¿no?- preguntó la mujer.
Lúthien se atragantó con un trozo de manzana.
- ¿Que?- preguntó entre la tos, Eowyn le dio un poco de agua.
- Me refiero, a sí está enamorado de otra.
Lúthien no quería herirla, pero tampoco quería mentirla, así que l dijo la verdad.
- Si, hay otra.- contestó Lúthien.
No sabía que hacer, así que optó por animarla.
- Pero no desesperes. Hay muchos hombres en el mundo. Te aseguro, que quieras o no quieras, encontrarás al adecuado.- dijo Lúthien.
- Pero yo no quiero otro. Yo le quiero a él.- dijo Eowyn mirando a la nada.
Lúthien, lo dejó por perdido, y pensó de nuevo en la manzana.



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