El décimo miembro

29 de Mayo de 2005, a las 19:52 - María Cuña
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RIVENDELL

Pasaron días enteros montando al galope, sin que los caballos parasen, ni si quiera para beber. Lúthien pasó muchas horas pensando, e intentando recordar como Gandalf descubría que aquel era el Anillo único, pero cuanto más lo intentaba, mas olvidaba. Ya no recordaba que ocurrió en concilio que pronto se celebraría, ni tampoco que iban ha hacer con el Anillo. Tampoco recordaba,... ya no recordaba a su padre, ni a su madre. Sabia sus nombres, pero se había olvidado completamente de su apariencia. Su mente en esos momentos estaba perdiendo información, y la muchacha lo sabía.
De vez en cuando, Lúthien echaba un vistazo al mago de vez en cuando, pero este estaba absorto en como descubrir la forma de saber que aquel era el Anillo Único, pero por mas que Lúthien le dijese que ese era, Gandalf no estaría seguro, hasta que no lo viese con sus propios ojos. Lo que peor sensación la dejaba a Lúthien, era el saber la respuesta, pero no recordarla. Quería ayudarle, pero ¿cómo?. De repente se le ocurrió algo. Estaban llegando a Rivendell, y también amanecía. Esperaría a llegar a Rivendell, para contárselo a Gandalf.
Pasaron el puente y vieron como el maestro Elrond les esperaba. Lúthien bajó del caballo, y miró a su abuelo a los ojos. Sabía que era el padre de su madre, y que durante mucho tiempo se opuso a la boda de su hija, con Aragorn II. Lúthien le miró un poco rencorosa, pero enseguida dejó ese pensamiento en otro lado de su mente, pues aquel elfo la iba a aclarar muchos agujeros negros.
- Maestro Elrond.- dijo Gandalf haciendo un saludo que Lúthien conocía.
- Gandalf, quiero hablar contigo y con Lúthien ahora. – Dijo el elfo.
Elrond les condujo a una sala que debía de ser una especie de biblioteca. Se sentaron en unas sillas que Gandalf hizo aparecer en un abrir y cerrar de ojos.
- Supongo que tendréis preguntas.- dijo el elfo calmadamente, e haciendo caso omiso de que Gandalf tenía prisa.- Las responderé con gusto.
- ¿Qué hago yo aquí?- preguntó Lúthien antes de que Gandalf se le adelantara.
- Buena pregunta. No me andaré por las ramas, pues veo que nuestro amigo Gandalf tiene prisa.- muy cierto era.- Lúthien, tú estas aquí, por que tienes que ayudar a tu padre a convertiste en rey.
Todo se quedó en silencio unos instantes, y Gandalf se le quitaron las prisas al momento.
- Si te soy sincero, dudo que lo consigas, pues Aragorn ha elegido el exilio.- dijo muy serio.- Aun así, si es vuestro propósito, espero que lo cumpláis.
“Mentira”- pensó Lúthien
- Creo, mi señor Elrond, cambiando de tema, que he hallado el Anillo de poder.– dijo Gandalf.
Este comentario, hizo enmudecer al elfo y que su entrecejo perfecto se contrajese. Gandalf le explicó la conversación tan tensa que hubo días antes en bolsón cerrado.
- Tal vez tengas razón, Gandalf, pero tenemos que asegurarnos. – Dijo Elrond.- Por eso debes partir cuanto antes. Pasarás aquí la noche, si quieres.
- No. Partiré ahora.- dijo el mago, y se giró hacia Lúthien.- Ha sido un placer traeros hasta aquí, Lúthien de Gondor. No sé si nuestro camino se cruzará de nuevo.
- Presiento que sí. – Dijo ella sonriendo, y abrazó al mago.- Y para que nos volvamos a encontrar, será mejor que tengas cuidado, Mithrandir.
Gandalf estaba preparando la montura, cuando la muchacha se dio cuenta de que aun tenía algo que comentarle.
- ¡Gandalf!- le llamo.- Ve a Gondor, a Minas Tirith. Allí obtendrás la respuesta a lo que buscas.
El mago asintió, y con un saludo, les dio la despedida a los dos. Montó en su corcel blanco, para encontrar respuestas.
Lúthien se giró para mirar a Elrond, y este se quedó mirando algo, muy fijamente, en su cuello. La chica frunció el entrecejo, y dirigió su mirada, hacia donde Elrond la miraba. De entre las telas del cuello del vestido sobresalía, la Estrella de la Tarde.
- Creo, dama Lúthien, que deberías guardar eso de la vista de los demás.- dijo Elrond.
Lúthien no quería encontrar problemas de ningún tipo, así que lo guardó entre las telas, y nunca más lo sacó.

Durante los días que pasó en Rivendell, lo único que hizo, fue dar paseos por entre los arboles, y pensar en lo que la esperaba. Aunque solo podía imaginarlo, pues ya no recordaba nada. Se acordó de lo que le dijo a Gandalf, solo se acordó, porque realmente deseaba ayudarlo. Cuando en verdad quería algo, recordaba.
El sol comenzaba a caer, y las cosas a su alrededor, árboles, ríos, lagos,... adquirieron tonos rojizos y anaranjados. A pesar de las circunstancias, Rivendell era un sitio precioso, y esos días que tenía que estar allí, trato de disfrutar de la calma, todo lo que pudo. Se sentó en uno de los múltiples bancos de piedra tallada que había en todo Imladris, y contempló como el sol se hundía entre las montañas, para dejar paso a la noche. Pero algo la distrajo del atardecer. Un canto, muy hermoso, la hizo apartar su vista del sol, y contemplar una figura misteriosa que se movía con soltura entre los arboles, entonando una danza. Lúthien se levantó, y siguió aquella figura. Sus movimientos eran acompasados con la música de su voz. Hasta que se percató de la presencia de Lúthien, y paró. En vez de huir, como Lúthien creía que haría, se volvió, y oculta en las sombras, esperó a que Lúthien se acercara.
- ¿Quién sois?- pregunto una voz.
- Me llamo Lúthien.- contestó ella.- ¿Y vos, quien sois?
- Creo que mi padre ha evitado a toda costa nuestro encuentro.- dijo la mujer, y se descubrió entre las sombras.
Lúthien no recordaba su rostro, pero en cuanto la vio, y vio su gran parecido con ella, supo que era su madre. Su cabello era negro, y sus ojos azules, aunque los de Lúthien eran grises.
- Si, ni si quiera me ha hablado de vos.- dijo Lúthien, tenía que recordar, que para su madre, era la primera vez que se veían, y supuestamente, no se conocían.
- Soy Arwen.- dijo ella.
- Parece que somos las únicas mujeres en varios kilómetros a la redonda, y entre que vuestro padre, no quería que nos encontráramos,... - dijo Lúthien.- ¿Puedo pasear con vos?
- Llamadme solamente Arwen.- dijo ella, y juntas pasearon toda la noche.

Durante los días siguientes, Lúthien y Arwen hicieron una gran amistad. Aunque para Lúthien no fue difícil. Un día estaban las dos en un banco sentadas, cuando llegaron noticias de Frodo, y el Anillo. Elrond convocó una reunión secreta, a la que Lúthien fue invitada, para hablar sobre el tema, y que Elrond contase las noticias.
- Gandalf, antes de desaparecer,...
A Lúthien le entró una gran angustia. El mago había sido quien la había encontrado, y la había proporcionado ropa, y cobijo.  Aunque solo lo conociera de hacía unas semanas, sentía como si lo conociera de toda la vida.
- ... nos ha mandado un mensajero antes de desaparecer, diciendo, que el Anillo de poder ha sido hallado. Gandalf siguió el consejo de Lúthien, - dijo señalándola.- y fue a Minas Tirith, a por respuestas. Encontró un documento de la Segunda Edad, que decía como saber que el Anillo, era el Unico. Echándolo al fuego, las letras de la lengua de Mordor aparecieron en el Anillo, y Gandalf mandó al hobbit que lo poseía traerlo hasta aquí. Trancos lo acompaña, y pronto estarán aquí con el Anillo.
Todo se volvió silencio durante unos instantes, y Lúthien notó una presencia que no estaba invitada, giró la cabeza hacia Elrond, y vio detrás de una de las columnas una mata de cabello negro, y unos ojos muy azules. Arwen los estaba espiando.
- Las noticias que ahora os voy a dar, no son tan venideras. Nos han llegado noticias de Minas Morgul. Nueve espectros del Anillo han salido de allí, con el objetivo de encontrar al portador del Anillo.- continuo el elfo- No sabemos a cuantos días estará Trancos de aquí, pero enviaremos a alguien para que lleguen a tiempo. Glorfindel, coge tu mejor caballo, y ve en su busca.
Lúthien se levantó. Todos los ojos se tornaron hacia ella. Ya no tenía miedo.
- Yo también voy.- dijo muy convencida.- No pensareis que solo él podrá encontrarlos.
Todos la miraron, un poco embobados. Lúthien se esperaba cualquier reacción menos esa. Su expresión, había cambiado de seriedad, al embelesamiento. Elrond tuvo que carraspear varias veces para que todos los allí presentes volvieran a la realidad. Cuando Glorfindel reaccionó pareció ofendido.
- Disculpadme, señora, pero creo que el viaje será peligroso, y que es mejor que dejéis que guerreros capacitados lleven acabo esta misión.- Glorfindel dijo esto para impresionarla, pero lo único que consiguió, fue que Lúthien enarcase las cejas y pusiese los brazos en jarras.
- Mi señor Glorfindel, creo que esta es una ocasión muy propicia para que yo ponga a prueba mis reflejos, y lo que sé sobre el manejo de armas.- dijo Lúthien muy convincente.
- Como deseéis.- dijo el elfo

Lúthien estaba preparando el caballo que Gandalf le había regalado, al que había bautizado Aina, que en quenya quería decir sagrado, cuando Arwen apareció asustándola.
- ¿Solo quieres asustarme Arwen, o quieres algo?- dijo con humor, pero Arwen no rió.
Lúthien la miró un poco preocupada y vio que ella también lo estaba.
- Estas preocupada. ¿Qué pasa?- preguntó
- Lúthien, necesito que me lleves contigo en este viaje.- dijo Arwen con un hilo de voz.
- ¿Qué?. No puedes pedirme que haga eso.- dijo Lúthien en un susurro.- Casi no me permiten ir a mí, como para llevarte a ti. Tu padre me matará si te llevo con migo. Ya viste que muy a regañadientes me dejó marchar, y porque convencí a muchos de los que estaban allí. De no ser por eso, yo me quedaría aquí contigo, pero por suerte no es así.- hizo una pausa, y se acercó mas a ella, para que nadie las oyera.- Yo que tu, esperaría. Mejor que vaya una de las dos, que no ninguna.
Arwen parecía convencida, pero enseguida quiso persuadir de nuevo a Lúthien.
- Arwen, si tanto empeño tienes en ir, yo que tu esperaría unas horas, después, coge el caballo más veloz que encuentres, y síguenos.- dijo Lúthien, y sin añadir palabra, salió de Rivendell, con Glorfindel en la retaguardia.


Lúthien y Glorfindel, habían aminorado la marcha, para que sus caballos pudiesen recuperar fuerzas.
- Es extraño, ver a una mujer de Gondor en Rivendell. Supongo que os trae algún cometido.- dijo Glorfindel.
- Vosotros, los elfos, no estáis acostumbrados a ver gente de Gondor. Aunque mi linaje, es muy diferente.- dijo Lúthien.
- Habladme de él entonces.– dijo el elfo, dando pie a una conversación.
- Mi madre es elfa, de Rivendell, y mi padre numenoriano.– dijo Lúthien, pues no quería dar demasiadas pistas.
- Vaya, así que vuestra madre es elfa, de Rivendell. Tal vez halla oído hablar de ella, ¿cómo se llama?
Lúthien lo veía venir, sabía que al final le preguntaría por el nombre de su madre. Estaba en un aprieto, y no sabía como iba a salir de él. Entonces oyeron un ruido, y los dos se pusieron en alerta. Era un grito, un grito que entumecía los oídos. Un grito de odio, dolor, tristeza, furia, y desesperación a la vez, en aquel sonido desesperanzador y furioso, que destrozaba cualquier esperanza, y buen pensamiento.
- Los nazgûl, no están muy lejos.- dijo Lúthien, y desenvainó la espada.
- Dudo que con una espada nos vayamos a sentir mas seguros.- dijo Glorfindel. A pesar de haber presenciado batallas, se notaba que de espadas, sabía poco.
- Esta no es una espada cualquiera.- dijo Lúthien.
Entonces vieron una antorcha entre los arboles enfrente de ellos. Los dos se acercaron con los caballos, sin hacer el menor ruido. Vieron que un hombre estaba agachado delante de una roca cortando unas hojas. Glorfindel sacó su espada sin hacer ruido, y se la puso al cuello.
- Vaya, vaya, creo que deberíais guardar mejor vuestras espaldas señor.- dijo Glorfindel.
El hombre sonrió. 
- Llevamos todo el día buscandos.- dijo Glorfindel.
El hombre se levantó, y Lúthien sintió deseos de abrazar a su padre, pero se contuvo. Lúthien, comenzó a recordar, como era el padre que ella conocía, y este no se le parecía en nada. Estaba desaliñado, y llevaba ropas bastante andrajosas. Tenía pinta de dúnedain.
- Glorfindel.- dijo e hizo el saludo.
Aragorn se la quedó mirando un momento, y Lúthien se dio cuenta de que la había confundido con Arwen. Aragorn iba a preguntar quien era ella, pero Lúthien se le adelantó.
- ¿Dónde esta Frodo?- preguntó envainando la espada.
- Por aquí.- dijo y se metió entre los árboles, seguido de los dos caballos.
De repente Lúthien recordó a Arwen, y miró en derredor. Efectivamente, allí estaba. Vio el corcel blanco entre los árboles, y le indicó que se acercara. Aragorn no se dio cuenta de la presencia de Arwen, y siguió andando.
Cuando vieron a Frodo tendido en el suelo, los tres bajaron rápidamente del caballo, y Aragorn se quedó quieto al percatarse de la presencia de Arwen. Ella le sonrió, y Lúthien al ver que Aragorn no reaccionaba le quitó las hojas de reyes que llevaba en la mano. Las juntó, y con su saliva las puso en la herida de Frodo. Mientras, los tres hobbits que acompañaban al portador, no hacían mas que preguntar.
- ¿Se pondrá bien?- preguntaba uno un tanto fondón.
- No os preocupéis, si lo llevamos a Rivendell, se pondrá bien.- dijo Glorfindel.
Lúthien montó a Frodo con mucho cuidado en su caballo, mientras le dirigía una mirada a Glorfindel.
- Será mejor que yo me lleve a Frodo, mientras tu conduces a los hobbits, y a los tortolitos a Rivendell.- dijo Lúthien, con un poco de sorna.
Pero Glorfindel no sonrió. Lúthien olvidaba muy frecuentemente el poco que sentido del humor que tenían la mayoría de los elfos.  
- Creo que no. Tu te quedarás con ellos. Yo llevaré a Frodo.- insistió el elfo.
- Glorfindel, ves esto.- dijo Lúthien sacando la espada.- Esta, es una espada mágica. Estaré muy bien protegida, además, sé manejarla.
Hubo unos segundos de silencio, en los que Glorfindel parecía pensativo.
- Si me topo con uno, lo mataré.- dijo muy convincente.
- Lúthien, ten cuidado.- dijo el elfo.
Lúthien sonrió, y subió a Aina, que a una orden suya, emprendió la marcha a al galope.
La muchacha le metía mucha prisa a Aina, que cabalgaba lo más rápido que podía. Pronto, una figura negra se dejó ver entre los arboles, ya entrado el día. Miró hacia atrás, y vio que los Nueve la perseguían. Intentó sortearlos dando giros inesperados, entre los árboles que estaba a su alrededor, pero eran muy buenos jinetes. Se acercaban demasiado,  y ella intentaba nacerles chocar entre ellos, con rápidos movimientos, pero siempre los sorteaban. Finalmente, Lúthien atisbó las aguas del Buinen. Si había algo que a los nazgûl no les gustase, era el agua. Sin vacilar, Lúthien cruzó el canal del río, y les esperó al otro lado. Uno de ellos, que debía de ser el jefe, se adelantó.
- Entréganos al mediano, mujer.- dijo
- Venid a por él- dijo incitándolos.
Los nazgûl sin vacilar, empezaron a cruzar el río. Entonces Lúthien recordó uno de los hechizos que su madre le había enseñado, pero que nunca había tenido que llevar acabo. Dijo unas palabras en élfico, un llamamiento al Bruinen. En ese momento, una gran ola se abalanzó sobre los nazgûl. Estos, emitieron su grito, pero mucho más desesperanzador que nunca. Los Nueve fueron sepultados por las aguas del Bruinen.
Lúthien ya veía todos los peligros sorteados, cuando sintió que Frodo moría.
- No, Frodo, no.- sollozaba.
Entonces tuvo una idea. Le colgó la estrella de la tarde al cuello, y vio como recuperaba el color, un color ceniciento, pero al menos vivía; lo más rápido que pudo, se puso camino a Rivendell de nuevo.



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