El décimo miembro

29 de Mayo de 2005, a las 19:52 - María Cuña
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Segunda Parte

EL SECRETO DE LÚTHIEN

Largos días habían pasado desde que Lúthien hubiese llegado desde un portal en el tiempo, a la Tercera Edad. Desde aquel día en que Gandalf los hubo guiado desde Rivendell, hasta Moria, apenas habían pasado un par de meses, mas o menos. Bueno tal vez más.
Frodo y Sam, habían continuado su viaje hacia Mordor, solos a su suerte. Merry y Pippin estaban presos de los Uruk-Hais, a quienes Légolas, Gimli, Lúthien y Aragorn perseguían desde hacía días. Durante esos días, el amor entre Lúthien y Légolas, no había dejado que esa llama de pasión que había entre los dos se apagara.
Esos días que estuvieron buscando a sus dos pequeños amigos, no se toparon con nada nuevo. Lúthien estaba cada vez mas cansada, y su brazo no dejaba de sangrar, aunque eso no la detenía, y tampoco le daba motivos para quejarse.
Los cuatro amigos estaban siguiendo a los Uruks, cuando Aragorn decidió hacer un alto. Lúthien nunca había vista a su padre rastrear así, sabía que los montaraces eran buenos en ese arte, pero no se imaginaba lo buenos que podían llegar a ser.
En aquellos momentos, Aragorn estaba con la cabeza apoyada sobre una roca, como escuchando algo.
- Tal vez si pusieses la cabeza en el suelo, no se te quemaría tanto, digo yo.- dijo Lúthien, anonadada al ver como Aragorn soportaba el calor de la piedra.
A pesar de ser finales de invierno, aquellos últimos días estaba comenzando a hacer un calor estival, y eso les dificultaba mas el viaje, y les daba problemas, como dificultad en la visión, sudor al correr, etc. Parecía que el destino estuviera contra ellos, aunque desde bastante antes, Lúthien ya lo pensaba.
Tal vez, todo fuese a salir mal. Si no, ¿para qué había cruzado un portal en el tiempo?. Lúthien, dudaba que su misión fuese solo ayudar a Aragorn a ser rey; y si había otra de por medio, de momento todas se presentaban con bastante mal aspecto.
- Lúthien, quieres callarte. Si hablas no puedo oír nada.- dijo Aragorn con un poco de reproche.
Lúthien hizo una mueca, y dirigió su mirada hacia el norte, mientras el sol, alto en el cielo, le hacía contraer los ojos.
Entonces se volvió, y vio como sus dos compañeros, Gimli y Légolas, no estaban ya lejos, pues hacía pocos instantes habían tenido un percance con Gimli, que según él, bajaba un poco la categoría que tenían los enanos. Lúthien vio Légolas correr hacia ellos, y sus ojos se cruzaron un instante, pero al momento, Lúthien desvió la mirada hacia Aragorn.
- Su paso se ha acelerado. – dijo este.- Habrán captado nuestro olor. ¡Aprisa!
Lúthien, a regañadientes, corrió detrás de él intentando seguir su paso. Detrás de ella, Lúthien pudo oír como Légolas apremiaba a Gimli, y como este se quejaba de la marcha que llevaban, decía:
- Tras días con sus noches. Sin comida, sin descanso, y sin rastro de nuestra presa, salvo lo que la roca desnuda nos pueda contar.- solía quejarse entre jadeos.
Estuvieron lo que quedaba de mediodía, corriendo sin parar, en busca de lo que quedara, o lo que sus amigos les hubiesen dejado. Lúthien, aunque inexperta en estar tanto tiempo sin probar bocado, y sin descanso, sin contar el brazo sangrante, aguantaba bien. Su fatiga no era mayor que la de Gimli desde luego, pues su cuerpo de enano no estaba preparado para la carrera, pero aguantando como podía y un poco rezagado, hacía las carreras, rechistando bastante.
Casi al atardecer, llegaron a lo que parecía un estrecho sendero, muy corto entre dos rocas, bastante grandes. Lúthien seguía bastante de cerca de Aragorn, y este se paró un momento y se agachó al suelo. Lúthien paró a su lado y lo miró extrañada.
- No sin razón, caen las hojas de Lórien.- le susurró a ella y a Légolas, que también se había puesto al lado de Aragorn.
- Podrían seguir con vida.- dijo el elfo.
- O incluso podría ser una pista.- añadió Lúthien. Los dos la miraron indecisos.
Aragorn observó el suelo, y las huellas que estaban en él.
- A menos de un día de nosotros. ¡Vamos!- dijo reanudando la marcha.
Los tres, se pusieron en marcha de nuevo, y Lúthien oyó como Gimli caía por una de las rocas, hacia ellos.
- Vamos Gimli, les estamos ganado terreno.- dijo Légolas mirando hacia atrás.
Lúthien oía el eco de la voz de Gimli, que los seguía bastante de lejos, pero los seguía, que era lo importante.
Lúthien, apenas podía seguir ya el paso, pues el sol aunque fuese por la tarde, impartía justicia, sobre los que bajo él se hallaban, y eso les hacía fatigarse mucho más, sobre todo a Lúthien y a Gimli.
Durante mucho rato, estuvieron corriendo, y eso hizo que Lúthien y Gimli se fatigaran y perdieron las fuerzas para seguir aun más. Por el contrario, tanto Aragorn como Légolas, parecían estar hechos de hierro, pues nunca se quejaban, es más, Légolas apenas jadeaba, y Aragorn también.
Llegaron a la loma de unas rocas, escarpadas, pero no muy altas.
- Rohan.- anunció Aragorn.- Hogar de los caballeros jinetes. Algo extraño hay en esto. Algo le da fuerza a estas criaturas, y las mueve en nuestra contra. ¡Légolas, adelántate!
El elfo hizo lo que su compañero le había dicho, y se puso en el pináculo de una de las rocas, mas adelante.
- ¿Qué ven tus ojos de elfo?- preguntó Aragorn, a grito.
Légolas, escrutó durante unos segundos en la distancia, contrayendo los ojos, y fijándolos en la lejanía.
- Los Uruks, llevan rumbo noreste. Llevan a los hobbits a Isengard.- dijo apartando los ojos del terreno, y fijándolos en sus compañeros.
Todos pensaron lo mismo, pero solo Aragorn lo pronunció en voz alta. Saruman. El siervo devoto de Sauron quería a lo hobbits. Pero, ¿para qué?. Esa era la cuestión.
Durante todo lo que quedaba de tarde, estuvieron corriendo sin parar, hasta que por fin cayó el anochecer, y por lo menos ya no tenían el sofocante calor del día. Aunque, a pesar de que el calor había menguado, Lúthien no creía poder dar un paso más, ni corriendo, ni andando. Era demasiado para ella. Ya eran cuatro días los que se sumaban a la lista, y ya apenas podían mantener los ojos abiertos.
Hasta que ya Gimli, a sus espaldas no pudo más y cayó desmayado. Lúthien oyó el ruido del metal de la armadura de Gimli golpear contra el suelo, y enseguida se giró, ara socorrer a su amigo. Al momento Légolas y Aragorn se giraron par saber que sucedía.
- Aragorn, no podemos continuar.- protestó Légolas.- Gimli se ha desmayado ya, y Lúthien no tardará en caer también como sigamos así. Todos necesitamos un poco de descanso.
Aragorn asintió con la cabeza, y empezó a buscar leña para hacer una hoguera, en medio de la noche. No una hoguera grande, si no una pequeña, lo suficiente para alumbrar un poco en la noche, y que no se viera mucho.
Mientras Aragorn buscaba la leña, Légolas y Lúthien cuidaban de Gimli, que había despertado, y dado gracias por el descanso.
Lúthien y Légolas se dirigían miradas de vez en cuando, pero en cuanto el uno sentía la mirada del otro, la apartaba rápidamente. A Lúthien le gustaría decirle cuanto lo amaba, y cuanto lo deseaba. Pero no debía decírselo. Los dos sabían que se amaban, y no podían evitar protegerse el uno al otro, lo cual no estaba mal. Pero no podían dejarse llevar por ese sentimiento que llevaban dentro, y tampoco podían separarse, pues eso los mataría de pena.
Lúthien ya no podía mas de lo cansada que estaba, y se echó cerca de Gimli, mientras Légolas hacía que buscaba a Aragorn. A los pocos segundos, Lúthien cayó dormida.
Su mente se colmó de sueños extraños aquél día, criaturas extrañas, aladas con los nazgûl a su lomo. Una gran torre, el lado de otra, una con cuatro puntas en su cima, y la otra con tan solo dos. De repente vio algo que nunca había visto. Un gran ojo de fuego, con la pupila alargada, como la de un reptil, pero en vez de envenenar con la mirada, quemaba, no tenía párpado. El ojo comenzó a hablarle una voz en un dialecto que Lúthien reconoció por el acento, pero que no entendía. Al darse cuenta que así era, la voz carcajeó un poco, y después cambió de dialecto.
- Sé quién eres. Y sé a que has venido. Y solo quiero que sepas, que puedo atormentarte en tus sueños todo lo que quiera. Sabes que el estar aquí te costará la vida, y ese placer, no me será negado.
De repente el ojo se empezó a desvanecer, cual montaña de arena que se la lleva el viento. De pronto le asaltaron imágenes. Todas eran terribles y sangrientas. De repente se volvió a encontrar al lado de Gimli, solo que en ese momento había mas luz, y alguien la zarandeaba. Se dio la vuelta para ver quien era. Era Aragorn.
- Estabas teniendo una pesadilla.- le dijo mientras volvía a la luz del fuego.
- ¿No duermes?- preguntó intrigada.
- No, prefiero montar guardias.- dijo en un susurro.
Lúthien echó un vistazo a su alrededor, y vio como Légolas y Gimli dormían.
- Aragorn, ¿a ti, la  Estrella de la Tarde, te protege contra Sauron?. Me refiero, la mente.- preguntó Lúthien sin mucha convicción.
- Si, creo que si, pero ¿por qué me preguntas eso?- dijo Aragorn con el entrecejo fruncido
- Es que, he tenido unos sueños un poco extraños.- contestó Lúthien.
- ¿Cuales?- preguntó Aragorn.
Lúthien le miró a los ojos, y vio como Aragorn no se iba a perder ni una palabra de lo que ella le fuese a decir. Lúthien se extraño bastante, y dudo un poco, antes de decir nada. Aunque si se interesaba por los sueños de Lúthien, serías por algún motivo importante, así que ya convencida del todo, no dudo en contárselo.
Aragorn se quedó sin habla mirando al fuego. Las débiles llamas de la hoguera interpretaban su danza delante de sus ojos. Todo lo que Lúthien acababa de decirle era lo que el mismo había soñado, o muy parecido, cuatro días atrás. Pero Lúthien, no había sido del todo sincera con él. No se había olvidado de omitir un pequeño detalle, el gran Ojo de Sauron, atormentándola.
- ¿Ocurre algo?- preguntó Lúthien con el entrecejo fruncido.
- Es solo que, yo tuve un sueño muy parecido, antes de nuestra marcha de Rivendell.- dijo mirándola a los ojos.
Lúthien bajó la vista a las ya casi extinguidas llamas en el suelo. Estaba indecisa. No sabía si debía contarle a Aragorn lo que Sauron le había dicho, y no solo eso, si no que su vida era el precio de la victoria.
- Aragorn, eso no es todo.- dijo de repente Lúthien.- Sauron, apareció en el sueño.
- ¿Corpóreo?- preguntó alarmado.
- No.- dijo ella, lo que le tranquilizó bastante.- Pero me habló, aunque no tuviera boca, lo hizo.
- ¿Qué te dijo?- preguntó Aragorn, que volvía a estar bastante inquieto.
- Dijo que me mataría. Que ese era un placer que nadie le negaría.- dijo Lúthien.
La muchacha no estaba asustada, ni mucho menos, pero simplemente la simple idea, de que Sauron mismo la mataría, le era inimaginable.
- Lúthien, no pararé hasta darle muerte. Y si consigue matarte, deseará no haberlo hecho, y se lamentara el resto de su miserable vida.- dijo Aragorn con su voz llena de ira.
- Aragorn, hay algo que no os he contado.- dijo con la vista fija en la llama.- algo que la dama Galadriel dijo antes de nuestra marcha. Ella me dijo, que lo que yo temía pasaría.
- ¿Que?. No lo entiendo- dijo Aragorn.
- Aragorn, si esta misión sale bien, hay que pagar un precio, pues como una persona muy sabía me dijo una vez, la maldición y la bendición caminan juntas de la mano. Si esto sale como nosotros queremos, habrá que pagar un precio.- dijo Lúthien mirándole a los ojos.
Aragorn pareció comprender, y se quedó sin habla, y con la boca entreabierta, de la sorpresa.
- Lúthien, - dijo acercándose y cogiéndole de la mano.- eres lo mejor que nos ha pasado a muchos de los que estamos aquí, y no solo aquí, sino en la otra orilla también.
La joven sabía a que se refería.
- Ninguno de los que estamos aquí, te dejaremos morir. Y estoy seguro, de que si esos dos estuvieran despiertos, también lo dirían.- dijo con una sonrisa, pero en seguida se puso serio de nuevo.- Si te pasa algo, ninguno de los tres descansaremos hasta que el causante pagué por lo ocurrido.
Lúthien no pudo menos que sonreírle, y agarrarle la mano, como una buena amiga que era.
- Tenemos que partir.- dijo Aragorn levantándose, y poniendo en el cinturón su espada.- despiértales mientras me preparo, y hago desaparecer de aquí nuestro rastro.
 Entonces Lúthien se dio cuenta de por qué ese sueño tan extraño. No llevaba puesto el colgante. Al momento la joven lo encontró, y se lo volvió a colgar al cuello. Lúthien, sin ser muy brusca fue despertando a sus compañeros.
- Gimli, despierta, debemos partir ya.- dijo en un susurro, pero Gimli se despertó, y parecía otro. Había recuperado gran parte de su vitalidad normal, y eso le hacía estar mucho más jovial. Aunque no dejaba de quejarse, y de regañarse a si mismo por haberse desmayado.
- Légolas, tenemos que partir, despierta.- dijo Lúthien, mucho mas cariñosamente que a Gimli.
Légolas abrió los ojos, y la miró. Lúthien le sonrió, y este lo hizo a su a vez.
- Hay que partir. Si queremos coger a Merry y a Pippin con vida, debemos darnos prisa.- dijo Lúthien, y fue a levantarse del suelo, cuando Légolas le agarró del brazo.
- Lúthien, te quiero.- le dijo con una medio sonrisa.
- Yo también Légolas, yo también.- le dijo, y ya se levantó.
A media noche, ya estaban todos listos para reanudar la marcha. Durante todo lo que quedaba de oscuridad, corrieron para poder dar alcance a los Uruks al mediodía.
Casi sin que ellos se dieran cuenta el sol comenzó a alzarse detrás de ellos.
- El sol sale rojo.- dijo Légolas, parándose unos segundos.- Sangre ha sido vertida esta noche.
Hasta que la mañana estuvo bien avanzada, lo único que pudieron encontrar, fue menos que huellas dispersas en la tierra, y algún que otro rastro de sangre.
Así fue, hasta que en la lejanía se oyó el relincho distorsionado de un caballo. Por precaución, se escondieron entre unas rocas que había cerca. De repente, una bandada de caballos, todos con jinete, paso a su lado. El primero, llevaba el emblema de Rohan en una bandera. Cuando todos hubieron pasado, los cuatro amigos salieron de su escondite.
- Jinetes de Rohan.- gritó Aragorn.- Que nuevas traéis de la Marca.
A Lúthien le sorprendió que Aragorn les hablara así a los jinetes, pero estos, en vez de hacer oídos sordos a su llamada, el primer jinete, hizo un movimiento con la lanza que llevaba, y todos en bandada viraron hacia la izquierda, para dar media vuelta. Cuando estuvieron a su lado, apuntaron sus lanzas hacia ellos formando un circulo sin salida. De entre todos los jinetes que los rodeaban, uno apareció entre la multitud. Era rubio, de tez muy blanca, y con casco y armadura.
- ¿Qué asuntos traen a un elfo, un hombre, un enano, y un... una mujer a la Marca?- preguntó, no sin reparar en Lúthien. Durante unos segundos, que a la chica que se le hicieron eternos, el rohirrim no apartó sus ojos de la joven.- ¡Explicaos!
Lúthien estaba harta de todos los que se interponían en su camino, así que en tono impertinente, le dijo:
- Señor, llevamos prisa, y mi amigo solo intentaba saber que ocurría por estos lares, así que sin no nos podéis proporcionar información, os ruego que no dejéis proseguir nuestro camino.- descortés pero impertinente, así lo hizo.
El rohir se bajó del caballo, y se quitó el casco de la cabeza. Al hacer este gesto, sus jinetes bajaron las lanzas.
- Perdonadme si he sido demasiado rudo, mi señora.- dijo con una leve sonrisa.- Soy Eomer, de Rohan.
- Yo soy Aragorn, hijo de Arathorn.- contestó este con educación, pero con formalidad.- Este Gimli, hijo de Gloin; Lúthien, de Gondor; y Légolas del Reino de los Bosques.
Légolas y Eomer se dirigieron miradas de odio durante unos segundos.
- Somos amigos de Rohan y de Theoden tu rey.- dijo Aragorn.
Eomer se quedó un momento pensativo, y después los miró.
- Theoden no distingue y amigo de enemigo.- dijo con tristeza.- Ni si quiera a los de su sangre. Saruman a envenenado la mente del rey, y reclama la soberanía de estas tierras. Mi compañía es leal a Rohan, por eso sufrimos destierro. El mago blanco, es ladino. Baga aquí y allá según cuentan como un anciano encapuchado. Y por todas partes, sus espías se nos escapan de las manos.- Esto último lo dijo mirando a Légolas, con el mismo odio con el que el le había mirado en un principio, eso encolerizó mas al elfo.
- ¡No somos espías!- exclamó la joven.
Eomer la miró con cara dulce.
- Seguíamos a un grupo de Uruk-Hais, tienen cautivos a dos amigos nuestros.- dijo Aragorn con un poco de desazón.
- Los Uruks están destruidos, los abatimos durante la noche.- dijo Eomer.
Légolas y Lúthien se miraron.
- ¡Pero había dos hobbits! ¿No encontrasteis a dos hobbits con ellos?- preguntó Gimli apremiante.
- Son muy pequeños.- explicó al ver la cara de desconcierto del rohir.- Como niños a vuestros ojos.
- No quedó alma con vida. Apilamos los cadáveres y los quemamos.- dijo Eomer, señalando una parte cercana al bosque de Fangorn.
- ¿Muertos?- preguntó Gimli.
- Lo lamento.- dijo Eomer, parecía sincero.
Lúthien se juntó a Légolas, y este le pasó el brazo por alrededor del hombro, mientras ella, apoyaba su mano en el hombro de Gimli. Eomer produjo un silbido con la boca.
 - ¡Hasufel, Arod! – gritó- Que estos caballos os den mas suerte, que a sus antiguos amos. Hasta Siempre. Buscad a vuestros amigos, pero no tengáis esperanza. La esperanza ha abandonado estas tierras.
Se subió a su caballo, y se coloco el casco.
- ¡Rumbo al norte!- gritó Eomer.
A su orden, todos los jinetes condujeron sus caballos al norte, y dejaron a los cuatro miembros de la Comunidad del Anillo solos. Lúthien montó en uno de los caballos con Aragorn, y en el otro montaron Légolas y Gimli. Tan solo tardaron unos minutos en llegar donde Eomer y sus rohir habían dado muerte a loa Uruks, y bien merecida.



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