El décimo miembro

29 de Mayo de 2005, a las 19:52 - María Cuña
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PARTIDA HACIA EL SUR

Lúthien se encontraba en los establos de Rivendell, dándole la despedida a Aina, y cogiendo de las bolsas de su montura todo lo que necesitaba, cuando alguien entró allí, para hacer lo mismo que ella con su caballo. Lúthien se giró para ver de quien se trataba, era Légolas. La muchacha le sonrió, y este se ruborizó un poco. La muchacha siguió a lo suyo. Vio como Légolas iba a donde su caballo, al lado del de Lúthien. Este la miraba de vez en cuando.
- Me temo, que no hemos sido presentados.- dijo Légolas.- Soy Légolas, hijo de Thranduil, del Reino de los Bosques.
- Yo soy Lúthien, de Gondor.- dijo la muchacha.
- No sabía que en Gondor hubiese mujeres de tal belleza.- dijo Légolas sonriendo, a lo que ella también sonrió.
Era lo mismo de las dos anteriores ocasiones. No estaba dispuesta a caer en la misma trampa tres veces.
- Si, las hay.- dijo ya dejando los establos.
- Espero que cuando partamos no llevéis vestidos tan elegantes, pues sería una pena que se estropeasen con el fragor de la batalla.- dijo Légolas sonriente.
- No os preocupéis, mi señor, ya tengo la ropa adecuada ya preparada.- dijo Lúthien, y abandonó los establos sonriendo para sí.

Todos estaban ya en la entrada de Rivendell, con las capas de viaje, las espadas, las armaduras, y todo lo necesario por si les surgía algún contratiempo, que era lo más probable. Lúthien, que no estaba acostumbrada a llevar pantalones, al principio se le hacían incómodos, pero a los dos minutos, no estaba muy segura de si quería volver a llevar vestido alguna vez. Llevaba una camisa élfica que era tan fuerte y dura como una armadura, aunque a la vista lo parecía desde luego, pues era fina y ligera. Llevaba un cinturón, también élfico, donde sujeta permanecía su espada mágica. Gimli, muy amablemente, había sugerido que le pusiese nombre a su magnifica espada, como lo tenía la de Gandalf, o la de Aragorn. Decidió llamarla Lúthien, como ella, total, para que más nombres.
Todos estaban preparados, y los pocos elfos que aun no habían ido a Válinor, fueron a despedirlos.
- El portador del Anillo se dispone a partir hacia el Monte del Destino. A los que viajáis con el, ni juramento ni atadura os obliga a ir mas allá de vuestra voluntad. Hasta siempre, cumplid vuestro juramento y que todas las bendiciones de hombres, elfos, y los pueblos libres os acompañen. – les despidió Elrond.
Elrond abrió sus brazos, y tanto Légolas como Aragorn se despidieron de Elrond son el saludo de los elfos. Entonces Gandalf tomó la palabra.
- La compañía aguarda al portador del Anillo.- dijo.
Frodo se dio la vuelta, y miró a todos los miembros de la compañía con miedo. Estos le devolvían la mirada impasibles, pero eso era lo que a Frodo le daba inseguridad. Cuando este miró a Lúthien, vio como en vez de mirarlo seria, le sonreía; ella confiaba en él. Eso fue lo que a Frodo le dio fuerzas para salir de Rivendell y desempeñar su misión, una simple sonrisa.
Cuando Frodo hubo salido de Rivendell, Gandalf le siguió, y así con todos los miembros de la Comunidad, hasta que Aragorn y Lúthien quedaron los últimos. Aragorn iba a marchar bajó el arco de piedra, pero se volvió un segundo, y le dedicó una última mirada a Arwen, y esta le miró apenada. Aragorn inclino un poco la cabeza a modo de despedida, y ella hizo lo mismo. Juntos, Aragorn y Lúthien traspasaron el arco de piedra, un arco, que no volverían a traspasar jamás.

Durante muchas horas, viajaron en dirección a las Montañas Nubladas, hasta que hicieron un alto en lo alto de una colina, donde unas ruinas los resguardaban de algunas miradas.
- Debemos seguir el rumbo hacia las montañas nubladas durante cuarenta días. Después nuestro camino tornará hacia el este, hacia Mordor.- le dijo Gandalf a Lúthien, mientras este fumaba tranquilamente en su pipa.
Todos se estaban relajando, pues tal vez sería el último momento que tuviesen de relax, durante mucho tiempo. San, el hobbit amigo de Frodo, estaba friendo salchichas y patatas en una sartén, mientras Boromir enseñaba a Merry y a Pippin, los dos últimos hobbits que se habían unido a la Comunidad, a manejar una espada, bajo la supervisión de Aragorn. Gimli,  Gandalf, y Lúthien, conversaban de asuntos importantes, mientras que Légolas no bajaba en ningún momento la guardia. Lúthien estaba preocupada por él, se tomaba lo de las guardias demasiado enserio. Por una parte era un alivio, pero por la otra Légolas acababa agotado. Lúthien se le acercó.
- Légolas, deberías descansar un rato.- le dijo amablemente.- Aquí estamos seguros, nadie nos va atacar.
Légolas no respondió. La muchacha le puso una mano sobre el hombro. Légolas siguió sin contestar, pero se giró y la miró a los ojos, a lo que ella apartó la mano. Lúthien vio como Légolas fruncía el entrecejo, pero no la estaba mirando a ella. Lúthien se giró, y vio una especie de nube que se giraba hacia ellos.
- ¿Qué es eso?- preguntó Sam
- Nada, - contestó Gimli.- tan solo un jirón de nube.
- Se mueve veloz.- dijo Lúthien.- Y contra el viento
- Crebain de las tierras Brunas.- dijo Légolas.
- ¡Escondeos!- gritó Aragorn.
- ¡Coged todas las cosas!. ¡Apagad los fuegos!- gritó Lúthien
Al momento todos se pusieron a coger sus cosas, y apagar fuegos como Lúthien había ordenado. Se escondieron en cualquier sitio, debajo de las piedras grandes, de los arbustos... cualquier sitio valía. Los crebain, una especie de cuervos, espías de Saruman, dieron un rodeo alrededor de la calina para obtener información. Tras unos instantes se fueron, y los miembros de la Comunidad salieron de sus escondites.
- Espías de Saruman.- explicó Gandalf – El paso del sur esta vigilado. Tomemos el paso de Caradhras.
Gandalf se giró y miró una montaña cubierta de nieve.

La Comunidad estuvo subiendo la montaña durante horas y días. Cuanto más subían,  más difícil se hacía, y más les costaba respirar. Todo fue medianamente bien, hasta un día.
Frodo subía las escaleras trabajosamente, hasta que llegó momento, en el que sus fuerzas se agotaron, y cayó pendiente abajo. Aragorn le ayudó a incorporarse. Pero algo le faltaba a Frodo, se palpó el cuello, y tanto el Anillo como la cadena que lo sujetaba al cuello, habían desaparecido. Boromir se agachó en la nieve cogió la cadena con el brillante Anillo colgando.
Toda la Compañía se había parado, y miraban a Boromir sujetar el Anillo.
- Boromir.- dijo Aragorn para atraer su atención, pero este no escuchaba nada. Aragorn lo miraba con el entrecejo fruncido a pesar de haberle hablado suavemente. Esta vez todos se habían dado cuenta, no solo Lúthien y Légolas, sino todos, del poder del Anillo. Pero Boromir ni oía ni veía otra cosa. Solo miraba el Anillo.
- Que extraño destino tener que sufrir tanto miedo y dudas, por algo tan insignificante, tan irrisorio.- dijo para sí mismo.
El Anillo estaba usando sus hechizos y encantamientos para hechizar Boromir y que tomase el Anillo para sí. Estaba apunto de dejarlo caer en sus manos.
- ¡Boromir!.- gritó Aragorn. Esta vez si le oyó.- Devuélvele el Anillo a Frodo.
Boromir reaccionó al instante. Parecía como si hubiese estado inmerso en un sueño, un sueño maravilloso del que no quería despertar. Aun así, parecía confuso. Dudando, no de entregarle el Anillo a Frodo, sino de lo que había pasado, le devolvió el anillo a Frodo.
- Como quieras.- dijo tendiéndole la cadena, que Frodo agarró bruscamente.- No lo quiero.
Riendo, Boromir le despeina, pero todos le miran con mala cara. Desde su punto de vista, Lúthien pudo ver como Aragorn soltaba la espada que tenía enganchada al cinto. Aquel fue un momento de tensión, entre Boromir y el resto de la compañía. Todos sabían que el anillo había comenzado a poseerlo, mucho mas pronto de lo que se hubiera esperado.
Pero aquel incidente no demoró el viaje. En unos instantes, se pusieron en marcha de nuevo, pero una fuerte ventisca les sorprendió una parte alta de la montaña. Todos estaba cansados, y medio sepultados por la nieve. Todos menos Légolas, que como todos los elfos era liviano como una pluma. Al haber tanta nieve, los hobbits tenían que ser llevados, pues no podían cruzar la nieve solos. Boromir llevaba a Merry y a Pippin, mientras que Aragorn cargaba con Frodo y con Sam. Légolas, que iba el último, se adelantó por el borde y miró a través de la nieve y la niebla.
- El viento arrastra una voz cruel.- dijo Légolas.
- Es Saruman.- gritó Gandalf.
Justo en ese momento, una avalancha de nieve cayó sobre ellos, pero por suerte, lograron esquivarla metiéndose mas en el paso por la montaña.
- Esta atrayendo todos los nubarrones hacia la montaña.- gritó Lúthien.
- Intenta derrumbarla. Gandalf. Debemos volver.- le dijo Aragorn.
- ¡No!- gritó Gandalf- Losto Caradhras, sedho hodo, nuitho...
Los intentos de Gandalf por calmar la tormenta que sobre la montaña se cernía era en vano, pues la voz de Saruman superaba con creces a la del mago Gris.
Se oía como Saruman invocaba a las nubes para que se dirigieran hacia ellos. Un rayó dio de lleno en la cima de la montaña, lo que provocó una avalancha mucho mas fuerte que la anterior. Todos gritaron, al ver que serían sepultados por la nieve. A los pocos segundos no quedaba ni rastro de la Comunidad del Anillo.
Lúthien, sepultada bajo la nieve no podía respirar, ni moverse. Sus articulaciones estaban agarrotadas por la nieve. Apenas le quedaba oxigeno del que poder vivir. Los minutos pasaban y nadie la sacaba de allí. Sus ojos comenzaban a cerrarse, iba a caer inconsciente. En ese momento una mano escarbó el montón de nieve que estaba sobre ella, y no sin esfuerzo, respiró el aire frío que venía de la montaña. Légolas la había sacado de allí, y ahora la abrazaba entre sus brazos. Lúthien no podía tenerse en pie, pues una de las cosas que habían caído de la montaña, no era nieve, sino roca, y justo la había dado en una pierna. Apenas podía sujetarse con la otra, así que por eso Légolas la sujetaba. Solo por eso.
- Tenemos que salir fuera de la montaña. Gandalf, - llamó Boromir la atención de este- tomemos el paso de Rohan, y crucemos el folde oeste hasta mi ciudad.
- El paso de Rohan nos acerca demasiado a Isengard.- dijo Aragorn.
- Si no podemos pasar sobre la montaña, pasemos bajo ella. Atravesemos las Minas de Moria.- dijo Gimli.
Gandalf se quedó pensativo mirando a ninguna parte.
- Que el portador del Anillo decida.- dijo
Frodo se quedó helado. Todos le miraban, esperando una respuesta.
- ¡No podemos quedarnos aquí!. ¡Sería la muerte para los hobbits!- advirtió Boromir
- ¿Frodo? – apremió Gandalf
Con dudas y sin mucho convencimiento, dijo:
- Atravesaremos las minas.
- Sea así.- dijo Gandalf

La Compañía ya estaba fuera de la montaña, y se dirigían, llevados por Gandalf, a los muros de Moria, donde escondidas estarían las puertas. Lúthien aun tenía que ser llevada por Légolas, pues apenas podía andar, tenía uno de los huesos roto, y cada vez que posaba la pierna izquierda en al suelo, le dolí horrores.
- Légolas, en serio, ya puedo andar, no hace falta que te molestes en llevarme hasta Moria.- protestó Lúthien.
Llevaba horas protestando para que Légolas la soltara, pues no quería molestarle mas, pero por otro lado, no quería que la soltara, no quería separase de él.
- No es molestia, Lúthien. Somos una compañía, y debemos ayudarnos los unos a los otros.- dijo asiéndola con mas fuerza.
- Gracias.- le dijo, este la miró vio como sonreía dulcemente.
- No creo que puedas andar por Moria con la pierna así.- dijo Légolas.
Siguieron andando durante unos momentos mas, hasta que divisaron los muros de Moria.
- ¡Oh!. ¡Los muros de Moria!- exclamó Gimli maravillado.
A la noche, ya por fin llegaron a los muros, donde todos se pusieron a buscar la puerta.
- Las puertas de los enanos son invisibles cuando están cerradas.- dijo Gimli orgulloso de su raza.
- Cierto Gimli.- corroboró Gandalf.- Ni si quiera sus artífices pueden encontrarlas, y sus secretos se pierden.
- ¿Por qué no me sorprende?- dijo Légolas, a lo que el enano gruñó.
Lúthien vio la enemistad entre los dos compañeros, e intentó que Légolas no se metiese tanto con los enanos.
- Por que no le dejas en paz.- le dijo.- Sé que empezasteis con mal pie, pero creo que deberíais llevaros mejor, y se que podéis.
Légolas la miró y de nuevo le sonreía. Era una sonrisa que desmoronaría a cualquier hombre. Débilmente, Légolas asintió, lo que acentuó la sonrisa de la muchacha.
- Veamos, Ithildin.- dijo Gandalf, que ya había encontrado la puerta.- Solo se refleja con la luz de las estrellas y de la luna.
Entonces las nubes que en ese momento cubrían el cielo se disiparon y dejaron a la vista la luna. La puerta empezó a brillar, cual estrella en el cielo. Era muy hermosa, e imposible de describir. Al verlo, Gimli cogió aire sonoramente, mostrando su sorpresa y su maravilla. Gandalf sonreía satisfecho del hallazgo. Légolas, sentó a Lúthien en una piedra, y el se sentó a su lado.
La puerta, aparte de todos sus adornos, que para los enanos significarían una cosa específica, había unas letras bordeando el arco de la puerta.
- Se lee “Las puertas de Durin, señor de Moria. Habla amigo, y entra”- explicó Gandalf.
- ¿Qué significa eso?- preguntó Merry.
- Es muy sencillo, si eres un amigo, dices la contraseña, y las puertas se abrirán.- explicó de nuevo el mago.
Gandalf puso el extremo de su vara en una especie de estrella, que brillaba con la misma intensidad que la puerta, en el centro, y dijo:
- Annon Edhellen, edro hi ammen- dijo, que más o menos que ría decir “¡Puerta de los elfos, ábrete para mí ahora!”
Pero las puertas, en vez de abrirse, permanecieron cerradas. Gandalf un t6anto mosqueado alza las manos con la vara en una de ellas y dice:
- Fennas Nogothrim, lasto beth lammen.- que más o menos quiere decir “Puerta de la morada de los enanos, escucha la palabra de mi lengua”
Las puertas seguían impasibles, y Gandalf se estaba empezando a cansar.
- No se mueven- les susurra Pippin a Lúthien y a Légolas, sentado al lado de este.
Gandalf ya había perdido la paciencia, y no se le ocurrió otra cosa que emprender contra las puertas de piedra, con la vara. En ese momento todos supieron que iban a pasar allí un buen rato de la noche.
- Hubo un tiempo en que conocía todas las formulas en la lengua de los elfos hombres y orcos.- protestó Gandalf.
- ¿Qué vas a hacer entonces?- preguntó Pippin.
- ¡Aporrear tu cabeza contra las puertas, Peregrin Tuck! Y si eso no las abre, y puedo conseguir un poco de paz sin preguntas tontas, intentaré encontrar las preguntas adecuadas.- le gritó Gandalf.

El tiempo pasaba, y los miembros de la comunidad se fueron  acomodando, hasta que todos hubieron encontrado un sitio donde sentarse y descansar. Lúthien seguía con la pierna rota, y sin nada con lo que vendarla.
- Tiene que curarse, si no quiero que me cargues con migo durante todo el trayecto en Moria.- dijo Lúthien riendo.
- Para mí sería un placer.- dijo Légolas sonriendo.
Lúthien enfadada le tiró una rama a la cabeza. Los dos rieron. Entonces a Légolas se le ocurrió algo.
- Acabo de tener... - empezó a decir.
- ¿Que?- preguntó Lúthien.
Pero Légolas no respondió y se fue a ver a Aragorn. En susurros le dijo algo, y los dos se acercaron a ella.
- ¿Qué pasa?- preguntó, sin fiarse mucho de sus amigos.
- Lúthien, entre Aragorn y yo vamos a intentar ponerte bien la pierna.- dijo Légolas.
- ¡¿Que?!- gritó- No, no. En serio, que no hace falta.
Pero Légolas ya la estaba sujetando por los hombros, con fuerza para que no se moviera. Aragorn puso sus manos sobre la zona que estaba rota, y cerró los ojos. Lúthien dejó de moverse, y Légolas dejó de presionarla. Sabía lo que iba ha hacer, pero el hueso no estaba en su sitio, y sabía que antes de unir el huso, había que ponerlo bien, y que le iba a doler.
- Primero tengo que colocarle el hueso en su sitio antes de unirlo. Menos mal que la piedra no te ha roto mas de un hueso, sino se te habrían clavado en la piel, y te habrías quedado sin pierna.- le dijo Aragorn.
Lúthien lo miraba con miedo. Légolas le dio la mano.
- Lúthien, no la sueltes, mírame a los ojos.- dijo el elfo.- Esto te va a doler, y con fuerza. Cuándo te duela, aprieta la mano ¿De acuerdo?
Lúthien asintió con la cabeza, no podía hablar. Miraba al suelo, y después a la cara de Légolas. Sentía como Aragorn le sujetaba la pierna con fuerza para poder colocarle el hueso.
- A la de tres.- dijo Aragorn.- Una... dos... y....
No pudieron oír el tres, pues Lúthien había dado tal grito, que los había dejado a todos callados. Todos habían dejado lo que estaban haciendo para mirarla. Se les desgarraba el alma cuando vieron a un ser tan seguro de sí mismo, tan fuerte en espíritu, sufrir de aquella manera. Lúthien no pudo aguantarse mas y comenzó a derramar lágrimas silenciosas. Miró a Légolas, y vio como también lloraba, y no por el modo en que le apretaba la mano. Aragorn la dejó que el dolor desapareciera,  y fue darle un beso en la mejilla y pedirle perdón por haberla hecho daño, y que era la única manera de que su pierna sanara bien. Légolas la estrechó entre sus brazos y la acarició durante un rato, hasta que Aragorn le quiso sanar la pierna del todo.
- Bueno, esto no te dolerá.- le aseguró.
Aragorn puso sus manos sobre la parte rota, y cerró los ojos. Estuvo así durante unos momentos, hasta que Lúthien empezó a notarlo. Sus huesos se empezaban a unir y en un momento, tuvo la pierna en perfectas condiciones.
Aragorn le soltó, y Lúthien se levantó. Ando normal desde la piedra hasta Gandalf y Frodo, y luego corrió con toda normalidad y sin que nada le doliese. No pudo menos que abrazar a Aragorn y darle las gracias una y mil veces por haberla curado.

Después de que todos se hubiesen recobrado del momento en el que a Lúthien le fue puesta en su sitio y bien la pierna, Gandalf se pudo centrar mejor en como abrir la puerta.
Mientras tanto, los demás habían vuelto a lo suyo de nuevo. Aragorn estaba con Sam, y con el pony Bill, que Sam no quería dejar solo, a lo que Aragorn insistía, pues las Minas eran peligrosas. Merry y Pippin tiraban piedras al agua, mientras que Boromir y Gimli fumaba en pipa. Légolas, no hacía mas que darle recomendaciones a Lúthien para que no le pasase nada a la pierna.
- Légolas, en serio, sé cuidarme sola.- le dijo, suavemente, pero con decisión.
- Si no hubiese estado Aragorn aun seguirías con la pierna rota.- le recriminó Légolas.
- Gran hazaña la de Aragorn.- dijo Lúthien, mientras le veía como les llamaba la atención a Merry  y a Pippin para que no tiraran piedras.
- Sí. Le conozco desde hace tiempo, y no sabía que pudiese hacer esas cosas.- dijo Légolas.
- Ni yo.- susurró Lúthien para sí.
Los dos se extrañaron al ver como el agua ondeaba hacia la orilla del lago. Aragorn y Boromir también se habían percatado de las extrañas olas que se acercaba a la orilla. Se oía como Frodo y Gandalf discutían sobre la contraseña.
- Es un acertijo.- dijo Frodo.- Di “amigo” y entra.
Gandalf lo miró intrigado.
- ¿Cómo se dice amigo en élfico?- preguntó el mediano
- Mellon.- dijo Gandalf.
Todos oyeron como las puertas de Moria se abrían y todos entraron sin decir palabra. La Comunidad por entero entró en Moria, y Gandalf puso una piedra, entre las raíces de su vara. Se encontraban en una cámara donde a pesar de la luz de la luna, que entraba por la puerta, no se veía absolutamente nada.
- Pronto señor elfo disfrutareis de la famosa hospitalidad de los enanos. Rugientes hogueras, cerveza de malta, rica carne deshuesada.- dijo Gimli a modo de elogio.- Pues este es el hogar de mi primo Balin.
En ese momento Gandalf enciende el cristal de su vara con un ligero soplido, y la dirige hacía la estancia. Entonces todos pueden contemplar como ha quedado el hogar de los enanos.
- Y lo llaman mina. ¡Una mina!- continuaba Gimli.
- Esto no es una mina.- dijo Boromir.- Es una tumba.
Las columnas que mantenían la sala en pie, estaban medio rotas, y el suelo estaba lleno de cadáveres de enanos. Gimli empezó a gritar apenado por la masacre. Légolas se acerca a uno de los cadáveres y coge una flecha. Al examinar su punta descubre que han sido los Trasgos los causantes de la matanza, a lo que Aragorn, Lúthien y Boromir desenvainan sus espadas, y Légolas tensa su arco.
- Debimos tomar el paso de Rohan, y nunca entrar aquí.- dijo Boromir.- Vamonos, salgamos de aquí. ¡Fuera!
De repente se oyó como Frodo gritaba. Todos se volvieron y vieron como un tentáculo lo arrastraba del pie, y se lo llevaba al agua. Aragorn, Boromir y Lúthien fueron tras el, pero Sam ya había cortado el tentáculo, y Frodo estaba libre. Pero de repente cuatro tentáculo salieron del agua, que golpearon a los tres hobbits y el cuarto agarró a Frodo del pie de nuevo. Aragorn, Boromir y Lúthien fueron tras Frodo, mientras veían como un calamar gigante salía de las profundidades del lago. Los tres compañeros con sus espadas en mano empiezan a cortar tentáculos, mientras que Légolas desde la orilla le tira flechas a la bestia, que mantenía a Frodo sujeto con uno de sus tentáculos. Aragorn cortó uno de los tentáculos, que resultó ser el que tenía sujeto a Frodo, con lo cual este cayó, y fue a para a los brazos de Lúthien.
- ¡A las Minas!.- gritó Gandalf des de la puerta de Moria.
- ¡Légolas, a las cuevas!- gritó Lúthien al ver que este aun seguía disparando al calamar.
Légolas, por suerte en su último disparo alcanzó a la bestia, y le dio en un ojo, lo que la hizo retroceder. Lúthien, dejando ya a Frodo en el suelo, le cogió la mano a Légolas, y a la fuerza le metió dentro de las Minas. Pero el calamar no se daba por vencido, y si tenía que buscarlos dentro de las Minas lo haría, así que trató de meterse en Minas Moria, pero su cuerpo no cabía por la puerta debido a su gran tamaño, lo que provocó un desprendimiento de rocas.
Todo quedó sumergido en la oscuridad, hasta que Gandalf encendió la luz de su vara.
- Solo nos queda una opción ahora. Enfrentarnos a la gran oscuridad de Moria. Manteneos alerta. Hay seres más antiguos y viles que los orcos en las profundidades del mundo.- dijo Gandalf, avanzando pro los pasajes de Moria.- Silencio ahora. Hay cuatro días de viaje hasta el otro lado. Confiemos en que nuestra presencia pase inadvertida.

El viaje a partir de ahí, se hizo pesado, y largo. Minas Moria estaba muy deteriorada, desde que los orcos las habían tomado, y los puentes estaban llenos de baches, los escalones de las escaleras estaban viejos, con hendiduras, y algunos denotaban su ausencia, haciendo caer a mas de uno. El aire estaba viciado, y a nada que hiciesen cualquier esfuerzo, se fatigaban. Largos fueron los días que pasaron en Moria, y llenos de complicaciones.
Ahora les tocaba pasar por donde antes los enanos trabajan en la piedra. Había escaleras por doquier, y un gran abismo hasta el otro lado de la pared.
- El valor de Moria no se contaba en oro, ni en joyas,... sino en Mithril. – dijo Gandalf mientras intensificando la luz de su vara la dirigió hacia el abismo.
Este se tornó luminoso, y claro. Todos los miembros de la Comunidad se asomaron lo suficiente para ver el esplendor de las verdaderas Minas de Moria. Todos quedaron asombrados cuando contemplaron las profundidades de Mithril.
- Bilbo tenía una cota de malla, de anillos de Mithril, que Thorin le regaló. – comentó Gandalf
- Oh, un regalo de reyes.- exclamó Gimli impresionado.
- Sí. Nunca se lo dije, pero su valía era más grande que la Comarca entera.- explicó el mago.

Después de estar horas andando por estrechos pasajes, llegaron a unas grandes escaleras, que llegaban hasta donde la vista ya casi no podía alcanzar. Los hobbits tenían que subir a gatas, a parte de porque eran muy empinadas, porque los escalones eran demasiado grandes para que ellos los subieran erguidos. Ya en la cima, Lúthien, que estaba detrás de Gandalf, vio como este se paraba, contemplando tres arcos ante él. Tres arcos, y había que elegir uno. Lúthien miró al mago, y este le devolvió la mirada dubitativo.
- No tengo recuerdos de este lugar.- dijo Gandalf.
Esa frase fue suficiente para saber dos cosas: primer, Gandalf estaba perdiendo facultades, o por lo menos se había olvidado de cómo era Moria; segunda pasarían allí un buen rato hasta que el mago diese con la contraseña.
Todos los miembros de la Comunidad se fueron acomodando en el primer sitio que encontraron. Los hombres, el elfo, y el enano, se pusieron a fumar, y a hablar unos con otros, mientras que los hobbits estaban dispersados por la cima de las escaleras.
- ¿Nos hemos perdido?- preguntó Pippin a su primo Merry.
- No – le contestó este.
- ¡Shhhh! ¡Gandalf esta pensando!- les recriminó Sam
Pero Pippin no hizo caso y siguió hablando.
- ¿Merry?- preguntó
- Que- dijo este
- Tengo hambre.
Esto hizo Lúthien sonriera en el sitio donde estaba sentada. Estaba sola, en un rincón pensando. Ya no recordaba nada de su hogar. Todo estaba nublado y borroso. Ya no recordaba a Eldarion, ni a ninguno de sus hermanos, ni a aquel muchacho que la solí pretender de vez en cuando. Ya no recordaba su casa. No recordaba nada. Se preguntaba que estarían haciendo, aunque después se dio cuenta de lo estúpida que era su pregunta. Su padre estaba con ella, su madre seguía en Rivendell, y sus hermanos ni siquiera habían nacido. Ella aun ni si quiera existía. Era una sombra perdida en el tiempo. Tenía muchas dudas, y estaba comenzando a olvidar quien era, y lo peor, si su padre llegaría a ser rey algún día. El no quería serlo, pero por Lúthien, por su existencia, debía ayudarle.
Alguien se le acercó. No era Légolas como ella creía, sino Aragorn.
- Algo te aturde, y me gustaría saber que es.- le dijo muy cariñosamente.
- No es algo de lo que se pueda hablar.- le contestó ella.
- Bueno, siempre puedes decirme una idea aproximada.- le dijo sonriente.
Ella le devolvió la sonrisa.
- Estoy comenzando ha olvidar quien soy, de donde vengo, cual es mi hogar.- le dijo.
- No debes complicarte con eso. Siempre hay un por qué para las cosas. Si dejas que eso te turbe y te confunda estás perdida. Solo importa el ahora. El momento, y los que están a tu alrededor.- le explicó con cariño.- Creo que no debes preocuparte por quien eres, pues creo que hay alguien aquí a quien no le importa quien seas, o de donde vengas.- en esto dirigió una mirada de reojo a cierto elfo.
Aragorn la dejó a solas para que reflexionara más sobre lo que él le acababa de decir. Mientras lo hacía, vio como Frodo se dirigía corriendo hacía Gandalf, seguramente para comentarle algo. Parecía nervioso y preocupado. Lúthien lo sintió, y miró hacia donde los hombres charlaban. Légolas y Aragorn parecieron sentirlo también y la miraron. Entonces se oyó, muy débil, pero audible para los oídos de un elfo, de un montaraz, y de una descendiente directa de los elfos; algo dijo casi inaudible, pero aun se podía entender: “Gollum”. Gollum los perseguía, los seguía el rastro. Ninguno se inmutó, pues estando Frodo con tanta gente, no se atrevería a atacarles. Los tres se volvieron a relajar, y se centraron en sus pensamientos.
Estuvieron sin hacer nada durante un buen rato, hasta que Gandalf dijo:
- ¡Oh! Es por ahí.- dijo sonriente, además, parecía divertido.
- Se ha acordado.- dijo Merry
- No. Pero en caso de duda Meriadoc, sigue siempre tu olfato.- explicó Gandalf sonriente.
El arco que Gandalf había escogido, llevaba a unas escaleras que bajaban ha una gran sala. Costosamente Gandalf comenzó a bajarlas, despacio pero enseguida empezó a aligerar la marcha. Al bajar se encontraron con una gran oscuridad.
- Arriesgaré con algo mas de luz.- dijo, e hizo que su vara se iluminase más.
Todos quedaron impresionados al ver la magnificencia que tenían ante ellos.
- ¡Contemplad! ¡El gran reino y ciudad de la Mina del Enano!.- exclamó el mago.
La Comunidad estaba petrificada al ver lo que los enanos habían hecho de algo que solo era roca. Pilares tallados se elevaban hasta un techo, situado a mas de treinta metros de altura, o más, pues su distancia era muy difícil de calcular,  pero aun así, no era poco. La Compañía comenzó a adentrarse en entre aquellas columnas, que se erigían desde hacía siglos en Moria.
En ese momento, cuando todos estaban contemplando las maravillas de Moria, Gimli divisó una sala que, extrañamente, poseía luz solar, proveniente de un hueco puesto a propósito en la pared. Gimli corrió hacia la sala, seguido por la Comunidad. A parte de estar llenas de cadáveres, lo que más llamaba su atención era que la mayor parte de la roca, muy finamente tallada, al estilo de los enanos, había sido destruida, o tenía aberturas. Una tumba se distinguía en el centro. Todos se acercaron a Gimli, que sollozaba arrodillado enfrente de ella.
- Aquí yace Balin,- tradujo Gandalf, las runas que estaban sobre la tumba.- hijo de Fundin, señor de Moria. A muerto entonces. Tal como yo temía.
Gandalf le entregó el sombrero y su vara a Pippin, mientras el cogía un libro polvoriento, ajado y medio roto dl suelo. Unas cuantas paginas cayeron al suelo en cuanto el lo cogió, mientras Gimli decía sus oraciones. El libro estaba en manos de una cadáver, que aun conservaba su barba blanca, así que tal vez sería un anciano, culto, que escribía en aquel libro. Lúthien, que estaba con Aragorn y Légolas, sabía que tenían que irse, pues pronto los trasgos, los descubrirían.
- Debemos continuar, - susurró Légolas.- No podemos detenernos.
Lúthien y Aragorn lo sabían, pero Gandalf había comenzado a leer las últimas paginas escritas del libro.
- Atrancamos las puertas, pero no podremos frenarlos por mucho tiempo.- comenzó el mago.
Todos se pusieron un poco nervioso, al comenzar Gandalf a leer. Era de cuando aquella masacre que tenían a sus pies.
- Tambores... tambores en lo profundo.- dijo el mago
Gandalf pasó la pagina y vio el garabato que había al final de ella, lo que indicaba que el enano que poseía el libro murió mientras escribía.
- No podemos salir, una sombra se mueve en la oscuridad.- continuo el mago, a pesar del nerviosismo de sus compañeros.- No podemos salir. Ya vienen.
En ese momento se oyó el chocar del hierro con la roca, que provenía de detrás de Gandalf. Al ver a Pippin todo tuvo una explicación lógica. El sonido se prolongó durante varios segundos. Pippin había estado tocando un esqueleto que estaba sentado en un pozo, y la cabeza de dicho esqueleto, junto con su casco, se habían precipitado al vacío. Pero poco después le siguió el resto del cuerpo que estaba enganchado a  una cadena, junto con el cubo del pozo. Todo se precipitó al vacío, cabeza, cuerpo, y el cubo con la cadena.
El sonido se prolongó durante varios segundos, hasta que un ruido sordo les indicó que todo había tocado fondo. Aun así la Compañía estuvo tensa, durante unos segundos más para oír cualquier otro ruido. Pasado un rato, todos suspiraron aliviados.
Pippin toqueteaba nervioso el sombrero de Gandalf, mientras este cerraba el libro de un golpe.
- ¡Tuck insensato!- le gritó.- Tírate tú la próxima vez y líbranos de tu estupidez.
De repente se empezaron a oír ruidos. Tambores... tambores en lo profundo... Los habían descubierto.
- ¡Señor Frodo!- exclamó Sam mirando la espada de Frodo.
Este la miró también, y la desenvainó lo justo para ver como la espada brillaba con intensidad de color azul. Era la famosa Dardo.
- ¡Orcos!- exclamó Légolas.
Boromir se acercó a las puertas para ver por donde venían, pero casi es atravesado por un par de flechas, así que optaron por atrancar las puertas. Légolas cogió las hachas de los enanos caídos, y se las entregó a Aragorn y Boromir para que atrancaran la puerta.
- Tienen un troll de las cavernas.- dijo Boromir.
Gandalf agrupó a los hobbits detrás de él para que no se separaran.
- ¡Atrás!- exclamó Aragorn a los hobbits.- No os separéis de Gandalf.
- Lúthien, ponte con Gandalf y protege a los hobbits.- le dijo Légolas.
- No- dijo secamente.
- ¡Por favor!- le rogó.
Lúthien lo hizo pues solo intentaba protegerla del primer ataque.
Se puso a la par de Gandalf, y desenvainó la espada. El mago y los hobbits la imitaron. Légolas, Aragorn y Boromir estaban frente a las puertas, preparados para el primer golpe. Todos esperaban a que los orcos derribaran las puertas, sobre todo Gimli.
- ¡Dejad que vengan!. ¡Aun queda un enano con vida en Moria!.- gritó el enano.
Ya se veía como los orcos estaban intentando destruir las puertas, mientras Légolas, entre los huecos con su arco daba a todos los orcos que se le ponían a tiro. Todos estaban muertos de miedo, en especial los hobbits. Légolas temía por Lúthien, y ella temía por él. Le miraba de vez en cuando, y él tiraba con cada vez mas fiereza las flechas. Estuvieron así unos minutos hasta que los orcos derribaron las puertas.
El corazón de Lúthien dio un vuelco, al ver la avalancha de orcos que se les avecindaba. Pero en cuanto hubo algunos que traspasaron a los cuatro compañeros que se agolpaban en la puerta, Lúthien cargó a matar. Al primer orco que encontró lo mató en dos golpes, y al segundo en tres. Estuvo así durante un buen rato, hasta que la atención de todos se centró en la puerta de nuevo. Un gran troll acababa de entrar por las puertas podridas de la sala. Este fijó la vista enseguida en Lúthien, que estaba sola justo delante de él. Ella profirió un alarido, cuando el monstruo envistió su garrote hacia ella. Por suerte ella lo esquivó, arrastrándose entre las piernas del troll. Pero lo que encontró detrás fue peor, un callejón sin salida. El troll sonrió al verla atrapada, pues era suya.
- ¡Légolas!- gritó
Pero no era necesario que gritara, este se había adelantado, ya había cogido al troll por la cadena con la que lo habían traído atado, y le había hecho retroceder. Miró fugazmente a Légolas al que sonrió, y que le devolvió la sonrisa complacido.
Lúthien se puso de nuevo a matar orcos, lo que ahora se le hizo más fácil, ya habiéndole cogido el tranquillo a los primeros. Pero como vio que todos se concentraban demasiado en los orcos, centró toda su atención en el troll. Esta era su primera batalla de verdad, y no la iban a perder. Légolas tenía al troll agarrado de la cadena, a una de las columnas. Mientras este se zarandeaba para dejar caer a Légolas, el elfo aprovechó para clavarle una flecha al monstruo en el cráneo. El troll se quedó paralizado durante unos instantes, hasta que vio a los hobbits al lado de unas columnas, y con la cadena arremetió contra ellos. Estos se escondieron, Merry y Pippin en una, y Frodo solo en otra. El troll se puso a buscar a Frodo alrededor de la columna, y este giró para que no le viera. Pero finalmente, cuando Frodo creía que se había dado por vencido, apareció de nuevo cogiéndolo desprevenido.
El troll agarró a Frodo de un pie para arrastrarlo fuera de la columna.
- ¡Aragorn! ¡Aragorn!- gritaba
- ¡Frodo!- gritó este a su vez.
El hombre fue enseguida a ayudar a su amigo. Cogió una estaca que encontró por el suelo, y antes de que la bestia le metiera un mazazo a Frodo se la clavó en las costillas. El troll gritó de dolor, pero se recuperó enseguida, dándole un garrotazo a Aragorn, lo que hizo que cayera inconsciente.
Frodo fue a su lado, a intentar reanimarle, pero le fue inútil. Vio como la bestia intentaba clavarle la estaca, pero con suerte la esquivo. Frodo, quedando en una esquina, fue atravesado por la estaca, arrancando una sonrisa al troll.
Todos quedaron paralizados al ver que Frodo apenas se movía, y apenas gritaba. Cayó al suelo, de frente cubriéndole la cara. Esto hizo que los miembros de la Comunidad lucharan con mas fiereza que antes contra los pocos orcos que quedaban.
Lúthien enseguida emprendió contra el troll, que antes había estado a punto de matarla, y ahora había matado a Frodo. Lúthien subió a la espalda del monstruo, junto con Merry y Pippin, y los tres comenzaron a clavarle sus espadas. El troll se zarandeaba hacia los lados, y eso hizo enfurecer a Lúthien. En un ataque de ira encima del troll, la clavó la espada lo mas profundamente que sus fuerzas le dieron. Eso hizo que le troll chillara de dolor. Abrió la boca unos segundos, y Légolas le clavó una espada en el paladar. El troll ya no aguantaba mas, y sus fuerzas cedieron. Enseguida cayó muerto, y al desplomarse en el suelo, hizo que Lúthien y Pippin (pues Merry ya había caído al suelo hacía rato), fuesen lanzados hacía lados diferentes de la sala.
Légolas fue a incorporarla, y esta se abrazó a él, pues a pesar de estar curada, la pierna aun se quejaba de vez en cuando.
- Me sorprende tu valentía Lúthien, nunca había visto a una mujer luchar con la fiereza que lo has hecho tu hace un momento.- le dijo el elfo jadeante.
Lúthien sonrió a modo de respuesta, pero su sonrisa enseguida se desvaneció al ver a Frodo tirado en el suelo.
Aragorn ya había despertado, y se dirigió hacia Frodo.
- Oh no.- susurró.
El montaraz levantó a Frodo, y todos pudieron observar con asombro como este respiraba, y ni si quiera sangraba.
- Estoy bien. No me ha herido.- dijo Frodo para tranquilizarles, pero todos estaban petrificados.
- Deberías estar muerto. Eso puede atravesar a un jabalí.- le dijo Aragorn muy extrañado.
Pero Gandalf pareció darse cuenta de algo.
- Creo que este joven es mas de lo que parece ser.- dijo Gandalf
Frodo se desabrochó un poco la camisa, para dejar ver la cota de malla de Mithril que llevaba puesta, y que Bilbo le había regalado
- Mithril. ¡Es usted una caja de sorpresas señor Bolsón!.- exclamó Gimli.
Gandalf sonrió para si, pero enseguida su rostro se tornó serio, cuando oyeron el alboroto de mas orcos, fuera de la sala, por otra puerta, no la principal.
- A puente de Khazad-dûm- dijo Gandalf.
Al momento, presididos por Gandalf, toda la Comunidad se encontraba corriendo, por la sala de los grandes pilares. Orcos salían por todas partes. Se estaban agrupando en  un gran círculo, para dejarlos encerrados.
- ¡Corred, Corred!- gritó Lúthien.
Todos corrían hasta donde daban sus fuerzas, hasta que se encontraron rodeados enteramente por orcos. Lúthien no pudo evitar fijarse en sus grandes ojos, aptos para adaptarse a la oscuridad. Estaban triunfantes por su gran caza. Pero un ruido gutural les hizo emitir chillidos, pero no de regocijo. Todos se giraron para mirar hacia aquel ser que producía el ruido, pero lo único que vieron, fue luz roja. De entre las columnas, algo se movía. Esto hizo que los orcos volviesen a donde habían salido, el techo, se metieron entre las aberturas del techo, aterrados.
La Comunidad se quedó mirando hacia la luz roja. De nuevo se oyó el sonido gutural. En ese mismo instantes Lúthien supo lo que era.
- ¿Qué nueva criatura es esta?- preguntó Boromir.
Lúthien pudo ver como la antorcha que llevaba en la mano, temblaba. La muchacha miró a Gandalf, pero este no reaccionaba.
- El Balrog.- dijo Lúthien.- Un demonio del mundo antiguo.
Todos quedaron en silencio, sin saber que hacer, mientras la luz roja se extendía entre la piedra y se acercaba a ellos. Hasta que por fin Gandalf reaccionó.
- Este rival os supera a todos.- dijo en un susurro.- ¡Corred!
La Comunidad por entero comenzó a correr. Entraron por una especie de pasillo, que daba a unas escaleras. Boromir, que iba el primero, casi cae al vacío de no ser por que Légolas le agarró por detrás para que no cayera. Mientras todos paraban en seco para no caer por las escaleras, Lúthien estaba pendiente de Gandalf.
- Guialos, Lúthien. El puente esta cerca.- dijo Gandalf.
Lúthien no se movió, estaba totalmente confundida.
- ¡Haz lo que te digo! – le gritó.- Las espadas aquí ya no sirven.
A pesar de que las escaleras principales estuviesen cortadas, había unas secundarias partiendo de las primeras. Rápidamente todos comenzaron a bajar por esas escaleras. Hasta que llegaron a otro obstáculo. Las escaleras estaban de nuevo cortadas, unos cuentos escalones faltaban, que seguramente habrían caído al vacío que estaba bajo ellos.
Mientras tanto, el Balrog no se daba por vencido, y golpeaba la piedra para que cediera, y dejara el suficiente hueco y poder pasar.
Légolas fue el primero en saltar el abismo.
- Lúthien.- dijo haciéndole un ademán para que saltara.
- No, Gandalf primero.- le gritó
Gandalf saltó sin percance, pero una flecha casi le atraviese. En una cornisa bastante lejana, unos cuantos orcos lazaban flechas contra ellos. Enseguida Légolas echó mano de su arco y la emprendió con las bestias, mientras los demás cruzaban. Lúthien pudo ver como el elfo le atravesaba la cabeza a uno de los orcos que le había lanzado una flecha.
- Boromir, coge a Merry y  Pippin, y cruza con ellos hasta el otro lado.- le dijo Lúthien.
Boromir le hizo caso, y cogió a los dos hobbits de la cintura para pasar los tres. Pero su salto, hizo que un trozo de la escalera cayera. Mientras tanto, no solo Légolas tiraba flechas, si no que Aragorn se le había unido, pues los orcos iban aumentando en numero cada vez más.
- ¡Aragorn! ¡Ocúpate con Légolas de los orcos de la cornisa, yo les ayudaré a cruzar!- le gritó Lúthien
Aragorn se mostró conforme, y siguió disparando.
Lúthien cogió a Sam, y le empujo al otro lado, Boromir le cogió.
- Gimli.- le llamó.
Lúthien iba a agarrar a Gimli para empujarlo, pero él la paró.
- Nadie empuja a un enano.- dijo.
Lúthien se apartó y dejó que saltara solo. Gimli saltó, pero su impulso no era suficiente, y casi cayó vacío, pero Légolas le agarró a tiempo de la barba.
- ¡No de la barba no!- gritó
Lúthien empezó a notar que los escalones crujían.
- ¡Atrás!- gritó.
Aragorn dejó de disparar, y ayudó a Lúthien para que no cayera. Lúthien se incorporó, y contempló lo que les separaba a ella, a Aragorn, y a Frodo del resto de la compañía.
El Balrog volvió a golpear con fuerza el arco por el que habían salido hacía las escaleras. Ese golpe, hizo que una de las rocas del techo cayera, cortando el paso para volver. Ya no podían ni volver, ni ir hacia delante. Pero el Balrog no se dio por vencido ni mucho menos, sino que dio otro golpe contra las puertas, lo que provocó que las escaleras ya medio sueltas empezaran a balancearse hacia los lados. Lúthien agarró a Frodo para que no cayera, y lo presionó contra su cuerpo. Aragorn había agarrado a Lúthien de un hombro para que ella tampoco cayera. Los tres se inclinaban, según las escaleras se balanceaban. Hasta que estas empezaron a caer hacia delante, donde estaban sus compañeros. Las escaleras chocaron con las de debajo, y sus amigos pudieron cogerlos para que no cayeran.
Ya todos en las escaleras, descendieron para alcanzar el puente. Pero el Balrog ya había derribado del todo la piedra, y los perseguía de camino hacia el puente.
- ¡Por el puente! ¡Corred!- gritó Gandalf
Ninguno de ellos hizo lo contrario, si no que corrieron  todo lo que sus fuerzas les permitieron. La Comunidad logró pasar el puente, con el Balrog demasiado cerca de lo que les hubiera gustado. Pero Gandalf no llegó a cruzar el puente. Se paró justo delante del Balrog. Lúthien lo había visto en los dibujos, pero en la realidad, era mucho más aterrador. Era un gran animal, cubierto de fuego. Lúthien pudo ver como desplegaba sus alas para infundir temor. De su nariz salía aire caliente, como para fundir el más duro de los metales. Las llamas de la bestia bailaban sensualmente, mientras por la espalda te quemaban con su abrasador fuego. Tenía garras en vez de manos, y de su cabeza sobresalían un par de cuernos, mientras tenía la cara de otro animal, imposible de describir debido a las llamas que agolpaban su cara y su cuerpo. Simplemente su calo abrasaba cualquier cosa, y Lúthien estaba segura de que si su temperatura fuese un poco más alta, podría derretir la roca.
- ¡No puedes pasar!- gritó Gandalf
El mago se había parado justo delante de la bestia para impedirla el paso. En respuesta, el Balrog dio una paso al frente. En ese momento sacó una espada de fuego, y arremetió contra Gandalf, pero este antes había invocado a la luz.
- Soy siervo del fuego secreto, administrador de la llama de Arnor, tu fuego oscuro es en vano. ¡Llama de Ûdun!- gritó.
Para cuando la espada fue a dar contra el mago, este había formado una escudo de luz que repelió el fuego. El Balrog se estaba enfureciendo, y esa no era la única arma que iba a sacar.
- ¡Regresa a la sombra!- le gritó.
La bestia dio otro paso al frente, y sacó un látigo de tres cerdas de fuego, y lo golpeó contra una columna.
- NO PUEDES PASAR- gritó.
Juntando su vara y su espada, devastadora, en el aire, golpeó contra el suelo la vara. Al principio no pasó nada, hasta que el crujir del puente se empezó a oír, y este empezó a desmoronarse. La parte del puente en la que estaba el Balrog cayó al la oscuridad de Khazad-dûm. Gandalf se sentía ya aliviado por librarse de semejante bestia, y dio la vuelta para seguir a los demás, pero el Balrog, haciendo un último esfuerzo, sacudió su látigo en su afán de alcanzar al mago. Este se soltó, pero Gandalf fue arrastrado, hasta quedar colgando del borde del puente.
Frodo al momento, quiso ir a ayudar a su amigo, pero Boromir se lo impidió, ya que era peligroso. Gandalf, hacía intentos en vano, para poder subir, pero el mago veía como sus fuerzas ya no daban para mas, y dejó de intentar agarrarse.
- Corred insensatos.- dijo
Un momento después, Gandalf caía al vacío, sin nada que pudiesen hacer.
- ¡NO!- gritó Frodo- ¡GANDALF!
Boromir tuvo que agarrar con firmeza a Frodo para poder subir las escaleras que daban a la salida.
Tanto Lúthien como Aragorn, eran incapaces de moverse. Hasta que Boromir llamó a Aragorn a gritos, para que despertase. A la fuerza, Aragorn sacó de allí a Lúthien.



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