El décimo miembro

29 de Mayo de 2005, a las 19:52 - María Cuña
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Tercera Parte

ISENGARD, Y BARBOL EL ENT.

En dos días y medio, llegaron a Fangorn, el rey Theoden, un soldado suyo, Eomer, Gandalf, Légolas, Aragorn, Gimli y Lúthien. Todo estaba bastante calmado en Fangorn. Cualquiera que entrase en el bosque, pensaría que era un bosque normal, pero ese no era el caso de Fangorn.
El camino hacia Isengard, fue bastante tranquilo, y apenas ninguno de los presentes habló, o dijo algo. Tras unas pocas horas bagando por el bosque, llegaron a Isengard, y vieron la gran mano blanca de piedra a su entrada. Estaba todo completamente inundado. Al parecer había una presa en Isengard, y los ents la habían derribado, pues solo seres tan fuertes como esos hubiesen sido capaces de derribar algo semejante. Tenían que andar con cuidado, pues en el suelo, cubierto por el agua, había cavernas donde los orcos habían estado criando el ejército Uruk-Hai. Con Gandalf a la cabeza, se acercaron a la Torre de Orthanc, pero de camino se encontraron con dos pequeñas figuras.
- Bienvenidos caballeros, y señorita, a Isengard.- anunció Merry entre risas y fumando.
Merry y Pippin comenzaron a reírse, habían fumado más de la cuenta, y también bebido.
- ¡Pícaros tunantes!.- les gritó Gimli.- Nosotros buscandos sin descanso, y os encontramos festejando, y fumando.
- Disfrutando de las mieles de la justa victoria. El cerdo curado está especialmente delicioso.- dijo Pippin.
-¡Cerdo curado!- dijo mientras se le hacía la boca agua.
Gandalf murmuro algo, pero Lúthien no llegó a oírlo, estaba más pendiente de la gigantesca figura que se aproximaba. Un gran ent, se acercaba a ellos. Rápidamente, los dos hobbits se montaron cada uno en uno de los caballos. Lúthien iba con Pippin, y Aragorn con Merry. Lúthien, había recuperado a Aina, que según Gandalf, se había escapado de Rivendell  buscando a su dueña, pero Lúthien lo dudaba.
Montados a caballo, se acercaron al ent, al lado de la torre.
- Joven maestro Ganldaf, que grata visita. Polvo y agua, tronco y piedra puedo controlar, pero hay un mago malvado que domeñar encerrado en su torre- dijo el ent, con voz gutural, semejante a al vacío de una cueva.
- Muéstrate.- susurró Aragorn.
- Se cauto. Incluso en la derrota Saruman es peligroso.- le advirtió Gandalf.
- bien, decapitémosle y un problema menos.- dijo Gimli
- No. Le necesitamos vivo. Necesitamos que hable.- dijo Gandalf rápidamente.
Una figura apareció en lo alto de la torre de Orthanc. Saruman había optado por mostrar la cara.
- Has  luchado en muchas batallas, y matado muchos hombres, rey Theoden, y hecho la paz después de todo. ¿Podemos tener un acuerdo juntos como una vez hicimos, viejo amigo?. ¿Podemos tener la paz, tu y yo?.
Theoden no le miraba a la cara, sino que tenía la vista apartada, pensando en todo el horror que les había tocado vivir, y en la propuesta desalmada de Saruman.
- Tendremos la paz.- dijo Theoden, y todos se le quedaron mirando sorprendidos, y extrañados.- ¡Tendremos la paz, cuando respondas por la quema del Folde Oeste y los niños que allí yacen muertos!. ¡Tendremos la paz, cuando las vidas de los soldados cuyos cuerpos fueron descuartizados, y yacen ahora frente a las puertas de Cuernavilla sean vengados!. Cuando pendas de una orca, como pasto de tus propios cuervos, tendremos la paz.
Lúthien estuvo a punto de sonreír, pero sabía que no debía hacerlo, así que se reprimió. Era justo lo que ella estaba pensando, pero fue Theoden el que lo dijo. Estaba furiosa con él. Por su culpa, Boromir estaba muerto, y por su culpa, mucha más gente moriría.
- ¿Horcas y cuervos?. ¡Vejestorio!. – gritó Saruman, el quinceañero.- ¿Qué es lo que quieres, Gandalf el Gris?. Déjame adivinar. ¿La llave de Orthanc y Barad- dûr, junto con las coronas de los siete reyes, y las varas de los cinco magos?.
Gandalf no se inmutó, sino que le miró fijamente, y Saruman se echó un paso hacia atrás.
- Tu traición ha costado muchas vidas.- le gritó Gandalf, desde abajo.- Cientos pueden ser salvadas, ahora que están en riesgo. Pero tu puedes hacerlo, puedes ayudarlas a vivir, o condenarlas a morir. Tu fuiste un gran confidente del enemigo.
El rostro de Saruman se iluminó, al ver que poseía algo con lo que podía negociar. Eso le colocaba un escalón más alto, entre la muerte y la salvación. Ahora el poseía un poco de control, y no dudaría en utilizarlo contra Sauron, siempre había aprovechado las oportunidades.
- Así que has venido por información. Tengo algo para ti.- dijo el mago.
De su túnica sacó la gran bola de cristal, misteriosa, y traicionera. Un palantir. A todos les entró un escalofrío al ver aquel palantir en manos de Saruman, excepto a los hobbits tal vez, que para ellos tan solo era una bola normal y corriente, pero temían cualquier cosa.
- Algo se está corrompiendo en el corazón de la Tierra Media. Algo que tu no llegas a ver. Pero el gran Ojo lo ha visto. Es el momento idóneo para atacar, y él lo sabe. Su ataque está cercano, y todos moriréis.- dijo Saruman, con saña.- Pero tú lo sabías, ¿no Gandalf?. No creerás que este montaraz ocupará el trono de Gondor. Este exiliado en las sombras nunca será coronado rey.
Aragorn no dijo nada, solo miró a Saruman, sin ninguna expresión en concreto. Pero Lúthien, en cambie, miraba a Saruman con un odio muy intenso, y estaba deseosa de echarle algún que otro maleficio.
- Gandalf no duda en sacrificar a sus allegados, aquellos a los que profesa amor.- dijo Saruman con desdén.- Dime, ¿qué palabras de consuelo le diste al mediano antes de enviarlo a su perdición?.
Saruman estaba hurgando en la herida, que Gandalf tenía en el corazón desde hacía tiempo, y que nunca sanaba del todo. Al mago le pesaba haber dejado marchar a Frodo solo, bueno con Sam, y Lúthien lo sabía, es más, todos lo sabían.
- La misión que le has encomendado, solo puede acabar con su muerte.- dijo Saruman.
- Ya he oído suficiente.- dijo Gimli.- Mátale, para que no pueda hacer más daño.
- No.- dijo Gandalf al momento.- Baja Saruman, y se te perdonará la vida.
- Quédate tu piedad y tu compasión.- le respondió este.- No la necesito.
Saruman, en un arrebato de ira, lanzó de su vara una gran bola de fuego, que envolvió a Gandalf. Sus compañeros tuvieron que taparse la cara para que las llamas no se la abrasaran. Pero el fuego pronto se extinguió, y Gandalf solió ileso de él.
- Saruman, tu vara esta quebrada.- le dijo Gandalf.
Al momento, la vara de Saruman se rompió en mil pedazos, para sorpresa de este, y desapareció en el aire, haciéndose polvo.
En ese momento, Grima apareció detrás de Saruman, a su sombra. Theoden se dio cuenta, y vio como estaba más atemorizado que cualquier otra cosa.
- Grima, - le llamó Theoden.- No necesitas seguirle. No fuiste siempre como eres ahora. Una vez fuiste un hombre de Rohan. Baja.
Saruman frunció el entrecejo, lo que hizo notar doblemente sus arrugas.
- ¿Hombre de Rohan?- dijo con desprecio.- Que es la casa de Rohan, salvo... – Saruman comenzó a despotricar contra Rohan, y Theoden no tuvo mas remedio, que aguantar sus provocaciones.- La victoria del Abismo de Helm no te pertenece, Theoden domador de caballos. Eres el hijo menor de un gran linaje.
Theoden no dijo nada durante unos segundos. El rey sabía que lo que Saruman le había reprochado era verdad. Aragorn había llevado a su pueblo a la victoria, no él.
- Grima, baja. Vive libre de él.- le dijo a este Theoden.
Grima hizo una reverencia, y se giró un poco para dar la vuelta y bajar, pero Saruman volvió a hablar.
- ¿Libre?. Él nunca será libre.- dijo con despecho.
Saruman le dijo algo a Grima, y le dio una bofetada, que le obligó a caer al suelo.
- ¡Saruman!. - le llamó Gandalf- Fuiste un gran confidente del enemigo. Dinos lo que sabes.
Saruman se giró hacia Gandalf, y lo miró con satisfacción, pero sin hacerla notar. Estaba impaciente, y eso le daba cierta ventaja.
- Lo haré, sin tu guardia. Te diré donde se decidirá vuestra maldición. No me quedaré prisionero aquí.- dijo
Pero Grima se había levantado del suelo, y empuñaba un cuchillo. Sin más dilación, le dio a Saruman tres puñaladas por la espalda. Saruman no gritó, sino que simplemente manifestó su sorpresa con la expresión de su cara. Légolas, en un reflejo, le disparó a Grima en el pecho, para que no siguiera acuchillando a Saruman. Pero ya era tarde. Saruman cayó desde lo alto de la torre, dando vueltas sobre si mismo, y cayendo sobre una rueda, con partes punzantes. Una de esas partes se le clavaron de lleno en el pecho. De repente la rueda comenzó a girar, sepultando el cuerpo sin vida de Saruman bajo el agua.
Gandalf empezó a dar instrucciones que Lúthien no escuchaba. La imagen de Saruman, cayendo por la torre, y después clavándose en aquella rueda, la había impresionado mucho. Como cuando mató a su primer orco. Aquel día nunca se le olvidaría.
Pippin tampoco escuchaba a Gandalf. Estaba pendiente de algo que brillaba bajo el agua. En un impulso se bajó del caballo, para coger aquella cosa que brillaba.
- ¡Pippin!.- le llamó Lúthien, pero este no le escuchó.
El joven hobbit cogió el palantir del suelo, y lo miró con curiosidad, y sin saber que hacer con  él.
- ¡Mal rayo me parta!- exclamó Barbol.
- ¡Peregrin Tuck!- le llamó Gandalf, y este se dio la vuelta.- Yo llevaré eso. Dámelo rápido.
Gandalf lo envolvió en una bolsa blanca, y miró a Pippin directamente a los ojos, y este los bajó un momento. Pero cuando Gandalf apartó la vista, el hobbit volvió a mirarle.

Sin más demora, todos volvieron a Rohan, donde aquella noche se haría una fiesta en honor a la victoria, y a los caídos en Helm. Todos en Rohan los recibieron con especial énfasis. Y poco tardaron en empezar los festejos.
- Esta noche, recordamos a aquellos que dieron su sangre para defender esta tierra. ¡Salve a los victoriosos caídos!.- gritó Theoden.
- ¡Salve!- gritaron todos a la vez, y brindaron en su honor.
Lúthien tardó unos segundos en empezar a beber, recordando a Ithladin, que no podría disfrutar de aquella fiesta, y bebió especialmente en su honor.
Al poco, la música comenzó a sonar, y la gente empezó a beber, y a contar batallas, aventuras, y algún que otro chiste. Todo el mundo se lo estaba pasando muy bien, cantando, bailando y festejando la victoria.
Lúthien estaba al lado de sus amigos, Légolas y Gimli, que estaban a punto de empezar un juego.
- ¿Qué hacéis?- preguntó sonriendo.
- Una competición, el que más aguante, gana.- le dijo Gimli.
Lúthien se rió.
- Me parece que tienes todas las de perder Gimli.- dijo Lúthien, mientras bebía de su jarra.
- Ya lo veremos.- dijo el enano, y Légolas y él comenzaron el juego.
- Cuando acabéis, el que quede en pie que me avise.- les dijo riendo Lúthien, y con su jarra se marchó.
Estuvo sola unos momentos, hasta que unos cuantos chicos jóvenes le pidieron para bailar, y ella aceptó encantada. Estuvo mucho tiempo bailando, hasta que a uno de los chicos que le pidieron para salir a bailar le tuvo que decir que no, estaba destrozada de tanto bailar, y necesitaba un descanso. Se sentó, y cogió una jarra que le trajo Eowyn, quien se sentó a su lado.
- ¿Por qué no le pides a Aragorn que te saque a bailar?- le sugirió Lúthien.
- No, ya vendrá él.- le dijo riendo, y Lúthien también lo hizo por educación.
- Tu tienes suerte Lúthien.- dijo Eowyn, y ella la miró desconcertada.- Has encontrado a tu pareja, y él te corresponde. Eso es algo maravilloso.
- Lo es. Pero yo no tengo tanta suerte como tu te crees.- le dijo Lúthien entristecida.
Eowyn la miró de manera que le pedía que le contase aquello que no era tan maravilloso en su vida, y Lúthien no pudo decirle que no.
- Légolas, por sí no te has dado cuenta, es un elfo.- le dijo.- Y yo soy una humana, una mujer. El se irá a Valinor, con el resto de su linaje. Yo me quedaré aquí, y moriré, y él se irá, y recordará esto toda la eternidad.
- Vaya, no lo sabía.- le dijo Eowyn.- Lo siento.
Parecía realmente apenada, pero Lúthien no quería su compasión, no servía de nada.
Finalmente, Aragorn sacó a bailar a Eowyn, dejando a Lúthien sola con sus pensamientos. De repente alguien le sopló en la oreja, e hizo que sintiera un gran escalofrío por todo el cuerpo. La joven se dio la vuelta, y vio como Légolas le sonreía detrás de ella. Lúthien se levantó, y le abrazó.
- ¿Así que has ganado?- le dijo Lúthien sonriendo.
- Cayó inconsciente enseguida, hemos tenido que recostarle en una cama, y reanimarlo. En cuento se ha despertado, se ha vuelto a quedar dormido, y allí lo hemos dejado.- dijo el elfo riendo – Antes te he visto bailar, y me he preguntado, ¿Bailará con migo?.
Lúthien le sonrió, y le besó. Juntos bailaron durante casi toda la noche, hasta que los festejos acabaron, y la mayoría de la gente se había ido. Pero ellos dos no se fueron a dormir, sino que se quedaron en la parte exterior del palacio, observando las estrellas, o por lo menos lo que quedaba de ellas, pues el poder de Mordor, y en especial Sauron, no daba ningún día de tregua. Pero ellos no estaban inquietos. Tal vez Légolas un poco, pero lo disimulaba bien.
- Cuando estabamos en Helm, y tu estabas fuera luchando, Ithladin, el chico aquel ¿recuerdas?.- le dijo ella, y Légolas asintió con el entrecejo fruncido.- Vino a las cavernas, le habían atravesado de delante a atrás, con una espada. Yo estaba asustada, y sabía que no le iba a salvar. Murió en mis manos. No puedo quitarme su cara de la cabeza, sin expresión, blanca como la nieve, fría y sus ojos mirando a ninguna parte.
Légolas le pasó un brazo alrededor de los hombros, y ella se pegó más a él.
- No te tortures de esa forma. No podías hacer nada por él.- le dijo Légolas, y le besó en la frente.
Lúthien se quedó dormida al lado de Légolas, y este se levantó para observar el horizonte. Pronto, apareció Aragorn de dentro del palacio. Y se puso al lado de Légolas para saber lo que estaba mirando, y vio a Lúthien completamente dormida en un banco de piedra, y sonrío.
- Las estrellas se nublan.- dijo el elfo preocupado. Algo se inquieta en el este, algo, que no hemos visto hasta ahora, pero que esta despertando. El gran Ojo se mueve.
Aragorn pareció preocupado, y miró a su amigo sin entenderlo. En ese momento Lúthien despertó, y vio a los dos de pie, y se preguntó que estarían mirando, así que se unió a ellos.
Todo parecía estar en calma a su alrededor, pero por lo visto no lo estaba. Légolas, con su vista de elfo, miraba hacia el horizonte, y veía cosas que sus compañeros no llegaban a ver. De repente, una sensación desapacible, y extraña se metió en sus cuerpos.
- ¡Está aquí!- dijo con un hilo de voz.
- El palantir.- dijo Lúthien en un susurro.- Pippin habrá sacado el palantir de la bolsa, ¡vamos!.
Los tres amigos corrieron a la sala, donde un montón de mantas estaban tiradas en el suelo, y donde dormían muchos de los grandes bebedores de la fiesta. Cuando entraron a la sala, se encontraron a Pippin con las manos pegadas al palantir, y sus gritos hicieron que unos cuantos se despertaran, pero que enseguida se daban la vuelta para seguir durmiendo. Los tres se quedaron de piedra al ver a Pippin con el palantir. Enseguida Aragorn le quitó la esfera de las manos, y se quedó adherida a él durante unos instantes, hasta que salió rodando por el suelo. Gandalf lanzó la bolsa sobre la llameante esfera, y se le ocultó la visión sobre Rohan.
- ¡Tuk insensato!- gritó Gandalf dándose la vuelta hacia el hobbit.
Aunque este no podía. Tenía la vista fija en la nada, y no respiraba. Mientras Légolas y Lúthien, ayudaban a Aragorn la levantarse, pues el contacto con el palantir le había hecho perder unas pocas fuerzas, Gandalf intentaba reanimar a Pippin.
- Mírame.- le susurró cuando ya lo había conseguido.
- Gandalf… perdóname.- le dijo este apartando la mirada, para caer inconsciente otra vez, pero el mago no estaba dispuesto a permitirlo.
-¡Mírame! ¿Qué has visto?.- le preguntó.
- Un... árbol.- dijo sin rodeos mirando a ningún sitio.- Había un árbol blanco... en un gran patio de piedra... estaba seco... una ciudad en llamas
Lúthien se llevó la mano a la boca al oír aquello. Minas Tirith iba a ser arrasada, quemada. Su ciudad iba a ser destruida. Pero antes de adelantar acontecimientos, esperó a ver que decía Pippin.
- Minas Tirith ¿es eso lo que viste?- le preguntó con prisa.
Pero Pippin no parecía escucharle en realidad, sino que más bien se esforzaba por recordar lo que había visto
- He visto… - dijo con esfuerzo.- le he visto a él. Oí su voz en mi cabeza.
Todos se pusieron muy tensos al oír aquello, y estuvieron en silencio, para oír lo que el pequeño hobbit tenía que decir.
- ¿Y qué le dijiste?- le susurró el mago.-  ¡Habla!- le dijo bruscamente, pues la vida de Frodo y de Sam podían estar en peligro, y sobre todo su misión.
- Quiso saber mi nombre; no se lo dije. Me hizo daño.- dijo Pippin reflejando su dolor.
Pero por fin Gandalf llegó a la pregunta, que todos querían que llegara
- ¿Qué le dijiste de Frodo y el Anillo?

- No había mentira en los ojos de Pippin.- empezó a explicar el mago.
Era primera hora de la mañana, y todos estaban reunidos en la sala del trono del castillo. Aragorn les explicaba lo que el había visto, y sobre todo a Theoden, para convencerle.
- Insensato, - continuó el mago blanco.- pero honrado a pesar de ello. Nada le dijo a Sauron de Frodo o el Anillo. Hemos sido, no obstante, afortunados. Pippin vio en el palantir un esbozo del plan enemigo. Sauron avanza para atacar la ciudad de Minas Tirith, su derrota en el Abismo de Helm ha demostrado a nuestro enemigo una cosa: sabe que el heredero de Elendil se ha dado a conocer, que los hombres no son tan débiles, que su coraje sigue intacto; una fuerza tal vez suficiente para retarle. Sauron teme esto. No se arriesgará ante los pueblos de la Tierra Media unidos bajo una bandera. Reducirá Minas Tirith a escombros antes de ver a un rey recuperar el trono de los Hombres. Si las almenaras de Gondor se encienden, que Rohan se prepare para la guerra.
De eso era de lo que Gandalf le tenía que convencer a Theoden, pues sabía que no lo haría así por las buenas. Sabía que cuando llegara el momento, si el rey decía que no iban a socorrer a Gondor, desde luego no lo haría.
- ¿Dime, por qué cabalgar en ayuda de aquellos que no nos la prestaron? – dijo Theoden.- ¿Qué debemos a Gondor?

- Yo iré.- dijo Aragorn rápidamente.
- ¡No!- intervino Gandalf.
- ¡Deben ser avisados!- dijo Aragorn desesperado.
- Lo serán - le aseguró el mago.- Hay que alcanzar Minar Tirith por otra senda. Sigue el río. Localiza los barcos negros.
Aquello lo dijo para que Aragorn supiese que Minas Tirith iba a ser invadida por otro lado, y que por lo tanto, el peligro era mayor.
- Entended esto, la situación ha emprendido una marcha imparable. Yo cabalgaré a Minas Tirith... y no cabalgaré solo.- dijo el mago mirando a Lúthien, y a Pippin, de hito en hito.
- ¿Quieres que vaya contigo?.- le dijo Lúthien sorprendida, Ganldaf asintió levemente.- Pero, ¿Yo no hago nada en Minas Tirith?. ¿Por qué tengo que ir?
El mago se acercó a ella, lo suficiente, como para poder susurrarle cosas al oído.
- Sé que sabes cosas, cosas que nadie más sabe.- le dijo en tono suave.
- Gandalf, lo he olvidado todo, ¡todo!. Apenas recuerdo quién soy.- dijo ella en un susurro.
- Todo no Lúthien, todo no.- le dijo Gandalf con el tono de voz mas elevado.- Vendrás conmigo.

Lúthien vio como Gandalf salía para preparar el caballo de Lúthien. Lo hizo para darle tiempo, y así despedirse de Légolas, con tranquilidad. Mientras tanto, Pippin cogía sus cosas, y su capa. Lúthien apenas tenía cosas que coger, tan solo un par de armas, y poco más.
La joven estaba ayudando a Pippin, a meter las cosas que le faltaban en la mochila, cuando Légolas entró en la habitación. Pippin se esfumó como el humo.
- Lúthien.- Le llamó, y ella se volvió muy despacio.- He venido a despedirme.
La joven apenas podía contener las lágrimas. Sería mas dura, si supiera que le volvería a ver seguro, pero de eso no podía cerciorarse. Légolas también lo sabía, y eso le dolía más.
- Légolas, tal vez si nos volvamos a ver.- le dijo ella con voz trémula.
- Tal vez.- dijo el elfo, a él también le temblaba la voz.
A Lúthien le impresionaba ver, a la persona que tenía ante ella. Légolas, antaño de carácter frío, y sin dejar apenas mostrar sus sentimientos, ahora era todo lo contrario. Se tenía que esforzar mucho para poder controlarlos, y ahora era abierto, y siempre se mostraba cordial con todo el mundo.
- Te quiero, amor mío. Y siempre lo haré.- dijo posándole una mano en la mejilla Pero debes prometerme, que ocurra lo que ocurra, nunca te olvidarás de mí. ¿Me lo prometes?.- le dijo Lúthien en un suspiro.
- Lo prometo.- dijo sin poder reprimir un sollozo.
Légolas extendió el brazo, y le dio la pareja de una de sus dagas, con la funda.
- Por sí acaso.- le dijo.
Pero significaba mucho más que “Por sí acaso”
Se besaron. Fue un beso de despedida, y los dos lo notaron. Lúthien se puso la capa, y se despidió del resto de sus compañeros, hasta que llegó a los establos, donde Gandalf le tenía preparado un caballo. Sin más demora salieron de Edoras, y emprendieron camino a Minas Tirith.



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