El décimo miembro

29 de Mayo de 2005, a las 19:52 - María Cuña
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LAS ALMENARAS

Lúthien se reunió con Gandalf y Pippin en el patio de piedra aquella mañana a primera hora. Gandalf tenía la esperanza, de que si Denethor no encendía las almenaras, lo harían ellos. La cuestión era como. Todo estaba en su contra. La almenara de Minas Tirith estaba siempre custodiadas por dos o tres soldados del ejercito, y así evitar que ningún niño las encendiese para gastar una broma. Lo malo era que tal vez no hubiese forma de encender aquella almenara sin ser vistos. Habían pensado en utilizar una flecha incendiada, pero Lúthien era novata con el arco, y Gandalf y Pippin no habían cogido un arco en su vida. En aquellos momentos echaba de menos a Légolas más que nunca. Pero, como no, a Gandalf ya se le había ocurrido una de sus ideas más brillantes. Antes de que el sol saliera, Pippin escalaría hasta la almenara, para echar en ella el candil que pendía de una cuerda justo en cima. Si esta se prendía, darían la alarma en Amon Dîn, y ellos encenderían la suya, y así sucesivamente hasta Rohan, donde el rey Theoden decidiría si acudía a la llamada o no. Todos esperaban que así fuera. Lúthien llevaba esperando cinco minutos, cuando los dos aparecieron juntos. Lúthien suspiró, y se acercó a ellos.
Los tres se dirigieron juntos hacia una de las callejuelas, desde donde Pippin tendría que trepar para encender la almenara.
- Estimado Peregrin Tuk, hay una misión que cumplir. Otra oportunidad para un Mediano de demostrar su gran valor. No debes fallarme- le dijo Gandalf.
Pippin le dirigió al mago y a Lúthien una última mirada, y empezó a escalar la torre. Mientras ellos vigilaban a Merry, disimulaban, que estaban comprando un jarrón a un mercader, un jarrón condenadamente feo por cierto. Por fin Pippin consiguió llegar a la cima de la torre donde la almenara lo esperaba. Todo estaba saliendo bastante bien. Pero Lúthien se percató de un pequeño problema al ver que Pippin no llegaba muy bien a la candela que estaba colgada arriba.
- Gandalf, Pippin no llega al candelero.- le dijo alarmada Lúthien en un susurro, que el mercader no oyó, pues estaba muy ocupado regateando.
Gandalf se giró un segundo, y vio como efectivamente el hobbit apenas alcanzaba a tocar el candil con los dedos.
- Llegará – dijo Gandalf casi inapreciable para el oído humano.- Lo hará.
Lúthien concentró toda su atención en el diminuto hobbit, y vio como Gandalf tenía razón. Sin llamar casi la atención, saltó un milímetro, lo que le permitió tirar el candil a la madera, y que esta empezara arder. Rápidamente Pippin  salió de allí, y descendió lo más rápido que pudo. Lúthien se quedó allí esperándole, mientras Gandalf comprobaba que la almenara de Amon Dîn se prendía. Y efectivamente, segundos después llamas empezaron a surgir de la madera.

Días después de que las almenaras se encendieran, y de que Denethor pillara un cabreo tremendo, Lúthien estaba en la muralla de Minas Tirith, contemplando Mordor, Osgiliath, y el Anduin. De repente reparó en Osgiliath. Desde su posición, podía ver como... ardía. Lúthien abrió mucho los ojos, y corrió en busca de Gandalf.
- ¡Gandalf!- gritó por todas partes.- ¡Gandalf!.
Finalmente le encontró en una de las calles, a lomos de Sombragris, y con los arneses de su caballo en la mano.
- ¡Osgiliath arde!- dijo la joven toda sofocada.
- Lo sé. Los guerreros gondorianos se están retirando, y los nazgûl los persiguen.- dijo calmadamente.
- ¡Creí que estaban muertos!- dijo Lúthien muy alterada.
- A esos no se les puede matar así por las buenas.- dijo mientras le tendía las riendas de su caballo.- Sube, tenemos que salvar a Faramir.
Lúthien cogió las riendas rápidamente y subió al caballo. No conocía a ese tal Faramir, pero por lo que Gandalf le dijo, debía de ser uno de los muchos que estaban huyendo de Osgiliath para resguardarse en Minas Tirith. Junto con Merry y el mago blanco, fueron a ahuyentar a los nazgûl. Salieron de la ciudad al galope, y se encontraron a los nazgûl persiguiendo al grupo de guerreros gondorianos. Lúthien se quedó petrificada al ver como los jinetes negros, habían dejado de ser jinetes, o al menos de caballos. Era lo que Aragorn y ella habían soñado, jinetes alados. Iban en unas enormes criaturas, que Lúthien nunca había visto. Pero ahora no debía preocuparse por eso, si no que debía estar pendiente de salvar a los guerreros. Sabía lo que tenía que hacer, así que esperó a estar lo suficientemente cerca para poder realizarlo. Nunca lo había llevado acabo a una escala tan mayor, pero debía intentarlo.  Los dos caballos se dejaban la piel en la carrera, mientras sus amos pronunciaban en su cabeza las palabras mágicas. Lúthien extendió el brazo, y Gandalf alzó la vara. De repente un haz de luz solar salió de la vara del mago, y del brazo de la joven. Lúthien se dio cuenta de que justo estaban apuntando a los ojos de los nazgûl, así que no les quedó mas remedio que retroceder hasta Osgiliath. Los caballos de Gandalf y de Lúthien se unieron al pequeño grupo de soldados, para regresar a los grandes portones de hierro de Minas Tirith.
En la plazoleta que había justo enfrente de las puertas, dejaron descansar a los caballo, mientras Faramir se les acercaba.
- Mithrandir.- dijo jadeante.- Rompieron nuestras defensas. Tomaron el río, y el banco oeste. Batallones de orcos están cruzando el río.
Gandalf le dio la vuelta al caballo, y los tres compañeros pudieron ver como el guerrero se quedaba mirando fijamente a Pippin, que se sintió bastante incomodo, pero Gandalf comprendió el motivo de aquella fija mirada.
- Este no es el primer mediano con el que te encuentras.- dijo el mago.
Faramir alzó la vista para negarlo. Al verlo, a Pippin se le iluminó el rostro con una sonrisa.
- ¿Has visto a Frodo y a Sam?.- preguntó con avidez.
Faramir asintió.
- ¿Donde?. ¿Cuando?.- preguntó Gandalf con premura.
- En Ithilien, no hace ni dos días.- dijo el guerrero.- Gandalf han tomado el camino por el Valle de Morgul.
Esto hizo que tanto la cara de Lúthien como la de Gandalf se ensombreciera instantáneamente.
- Que lleva al paso de Cirith Ungol.- dijo el mago con gravedad.
La verdad, era que el asunto lo tenía. En Cirith Ungol, estaba la escalera sinuosa, la misma que llevaba al antro de Ella-Laraña.
- ¿Eso que quiere decir?.- dijo Pippin, que no comprendía.- ¿Qué es lo que va mal?.
- Faramir, cuéntamelo todo.- dijo Gandalf.- Cuéntame todo lo que sabes.

Faramir relató los hechos acontecidos. Los había encontrado cerca de la Puerta Negra de Mordor, en compañía de Gollum, que les guiaba hasta el interior de Mordor. Por lo visto habían intentado pasar sin ser vistos por la Puerta Negra, pero eso era imposible. Ahora Gollum les llevaba a través del túnel de Shelob, lo cual preocupaba mucho a Gandalf y a Lúthien. Las cosas estaban tomando un giro inesperado en los planes. Denethor seguía en sus trece, y no hacía caso a Gandalf en ninguno de sus consejos, y tanto él como Lúthien se estaban empezando a cansar. Todo iba de mal en peor, y para colmo el ejercito de Rohan no aparecía.
Los días se sucedían uno tras otro. Denethor había mandado a Faramir a Osgiliath para retomar la ciudad. Faramir intentó hacer entrar a su padre en razón, pero este no accedió. Finalmente Faramir llevó a una pequeña guarnición hacia Osgiliath, para cumplir su cometido, que seguramente le llevaría a la muerte. Gandalf también trató de para a Faramir, pero este se negó, y dijo que debía lealtad a su padre sobre todas las cosas.
Al anochecer de ese mismo día trajeron a Faramir herido, mientras las huestes de Mordor se acercaban a la ciudad.
- Lúthien,- le llamó Gandalf.- Debes hacerme un gran favor. Aragorn, Légolas y Gimli vendrán en los barcos negros con un nuevo ejercito, necesito que vayas a su encuentro, y que les ayudes a canalizar ese ejercito.
- De acuerdo.- dijo con resuello, y corrió a por Aina.
En un momento ensillo su caballo y salió de la ciudad ante todas las huestes de Mordor para ayudar a sus amigos. Sabía que no necesitaban ayuda, y que Gandalf la enviaba por que estaba embarazada, ya que en Minas Tirith estaría en peligro, mucho más que con Aragorn Légolas y Gimli.
Estuvo cabalgando durante horas, hasta que divisó en el río unos cuantos barcos negros, pero con la bandera de Minas Tirith en el palo mayor. Lúthien sacó una tea apagada de una bolsa pendida de la montura de su caballo, y la prendió. Al momento tres figuras salieron a la cubierta de uno de los barcos, y Lúthien cabalgó hacia la orilla.
- ¡Que!, ¡¿Vais a dejarme aquí toda la vida o que?! – gritó Lúthien.
Enseguida le llegó una balsa hasta la orilla, y supo que tendría que dejar a su caballo atrás. Le dio instrucciones de que se quedara allí hasta bien entrado el mediodía, y que después regresara a Minas Tirith. Lúthien se montó en la balsa, mientras sus amigos tiraban de la cuerda que la unía al barco. Al llegar a la cubierta, notó como alguien la abrazaba de repente. Era Aragorn.
- ¿Cómo es que estás aquí?.- preguntó impresionado.
- Gandalf me envió a buscaros.- dijo Lúthien sonriendo, apenas podía ver sus caras.- las huestes de Mordor ya están a las puertas de Minas Tirith. Todo el mundo se está preparando para luchar. Denethor a estado incordiando desde que llegamos. Si no hubiese sido por Pippin, ahora vosotros no estaríais aquí. Todo lo que hemos hecho, ha sido en contra de su voluntad.
“ Pero también tengo buenas noticias, y malas a la vez.- dijo Lúthien con pesar.- Faramir ha visto a Frodo y a Sam  Ithilien, hace tres días ya. La mal noticia, es que iban con Gollum, y que los guía a través del túnel de Shelob. Pero ahora no debemos pensar en Frodo, y concentrarnos en lo que es Minas Tirith, y nuestra guerra. Debemos llegar a los Campos de Pelennor para el amanecer.
- De acuerdo. ¡Gimli despliega todas las veles, y ordena que hagan lo mismo en los demás barcos!- ordenó Aragorn. Pero al hacerlo no había caído en la cuenta de que Gimli no llegaba a las veles, y vio como Légolas lo hacía por él.
- Aragorn, llevó horas cabalgando, y en cubierta mucho no voy ha hacer, te pido que me dejes tomar un descanso.- le pidió Lúthien.
- Claro, pero antes tengo que enseñarte algo.- le dijo cogiéndola de la mano.
Aragorn la llevó a la parte de la tripulación. Lúthien sabía que iba a enseñarle el ejército, pero se llevó una gran sorpresa al ver el tipo de ejercito que llevaban a bordo. En la parte más baja del barco estaban lo que parecían fantasmas, fantasmas verdes. Todos se giraron al notar su presencia.
- ¿Son...?- preguntó Lúthien, pero Aragorn no le dejó terminar.
- Si, lo son.- dijo con cautela, pero sonriendo.- Este es el ejército del que dispongo. Lucharan por mí, y después les liberaré.
- Son los bandidos que moran bajo la montaña, bueno moraban. ¿Cómo has conseguido que accedieran a luchar para ti?- preguntó Lúthien con asombro.
Aragorn la llevó a lo que parecía ser su camarote, y desenvainó a Anduril para que la joven la contemplara. Lúthien asombrada contempló de nuevo su querida espada. La espada con la que ella había estado practicando de pequeña.
- La han vuelto a forjar, Lúthien.- dijo Aragorn.
Lúthien sonrió tristemente. Ya estaba, su misión estaba completa, Aragorn sería rey, ya había aceptado su destino, y no estaba dispuesto a retroceder en su decisión.

Aragorn le había asignado uno de los tantos camarotes que había en el barco. Era tarde, muy tarde, y Lúthien estaba echada en el lecho, pensando y sin poder pegar ojo. Todo estaba a oscuras, y alguien entró en la habitación. Lúthien no pudo ver quien era, pero solo por su presencia, supo quien era. Légolas se acercó a ella, y se sentó en el lecho. Lúthien encendió las teas de la habitación con un movimiento de la mano, y vio como Légolas le observaba. Lúthien le abrazó, y este le devolvió el abrazo. Se besaron y se echaron el uno junto al otro. No dijeron nada en toda la noche, y juntos durmieron las pocas horas que les quedaban de tranquilidad.

Al amanecer ya estaban en la orilla de Osgiliath, y todos los orcos de Mordor los estaban esperando. Uno de ellos gritó algo que Lúthien no alcanzó a oír, pero no les hizo falta. Todos se quedaron un poco sorprendidos al ver como nadie salía de los barcos. Pero de repente los cuatro amigos saltaron por encima de la barandilla de estribor, haciendo frente al numeroso ejercito de orcos. Estos tornaron sus caras de sonrisas desdeñosas a huidas irrefrenables, en cuanto vieron la gran oleada verde espectral que les seguía  detrás. Todos corrían sin parar, pero enseguida fueron todos masacrados. Durante gran parte de la mañana la pasaron luchando contra los orcos de Osgiliath, hasta que retomaron la ciudad.
Cuando llegaron a los campos de Pelennor se encontraron con que el relevo de Mordor ya había llegado, y que Rohan ya estaba defendiendo sus puestos en el campo de batalla. Había olifantes, donde estaban montados miles de guerreros lanzando flechas a los guerreros gondorianos y rohirrim. Sin mas dilación se metieron entre la multitud y pelearon con brutal fiereza. A las pocas horas, todo los que había de Mordor en Minas Tirith quedó aniquilado.

Aragorn, Lúthien, Gimli y Légolas estaban parados delante del gran ejercito verde.
- Libéranos.- pidió el rey de los muertos.
- Mala idea.- susurró Gimli a la derecha de Aragorn.- De muy buena mano nos han venido estos muertos, a pesar de ese hecho. 
- Nos diste tu palabra.- recriminó el rey.
- Habéis cumplido con vuestro juramento.- dijo Aragorn solemne.- Id, Id en paz.
Gimli emitió un suspiró mientras el gran ejercito verde desaparecía ante sus ojos.

Durante todo aquel día estuvieron buscando entre los muertos, gente que estuviese herida allí, o alguien que no tuviese fuerzas para seguir adelante. Todos estuvieron así durante horas, hasta que todos o casi todos lo supervivientes fueron encontrados. Lúthien veía a todas aquellas personas en el suelo, y no podía contener las lagrimas. Todos habían muerto, y ella seguía allí. No podía dejar de recriminarse que si ella hubiese muerto en aquella batalla, muchos de ellos ahora estarían vivos. Pero esa no era la batalla final, y todos lo sabían. Pero desde esa batalla, hasta la siguiente aun quedaba mucho tiempo.

Los días pasaron. Entre los heridos habían encontrado a Eowyn y Merry, y entre los muertos al rey Theoden, lo que era una gran pena. Un mes entero tardaron en recoger a todos los muertos de los campos de Pelennor. Denethor, antes de que acabara la batalla, al ver a su hijo herido, pensando que estaba muerto ordenó quemarlos a él y a Faramir vivos. Solo Faramir consiguió salvarse, Denethor se quemó vivo. Ahora Faramir estaba en las casas de curación donde sanaba rápidamente. Así fue como Eowyn y Faramir se conocieron, pero esa es otra historia.
Con ese mes, hicieron doce, desde que Lúthien estaba en la Tercera Edad. Lúthien ya tenía diecisiete años, y estaba completamente cambiada desde que llegó a aquella época por primera vez. Pero ahora había que estar pendiente de ayudar a Frodo con su misión. Todo estaba en su contra.
- Frodo ha pasado ya el umbral de mi visión.- dijo Gandalf.- La oscuridad es más densa.
- Si Sauron tuviera el anillo ya lo sabríamos.- dijo Aragorn.
Estaban en la sala del trono, tranquilamente contemplando las posibilidades que les quedaban. Gimli estaba sentado en el asiento del senescal, con Légolas, Lúthien y Eomer a su lado. Este último había asumido el papel de rey, y ahora intervenía directamente en los asuntos de estado.
- Es solo cuestión de tiempo.- dijo Gandalf volviéndose a Aragorn.- Ha sufrido una derrota, si, pero detrás de las paredes de Mordor el enemigo se reagrupa.
- Que se queden allí. ¡Que se pudran!. – gritó Gimli.- Por que preocuparse.
- Por que diez mil orcos se apostan ahora entre Frodo y el Monte del Destino. – dijo Gandalf con pesar.- le he enviado a su muerte.
Hubo un quedo silencio, y Lúthien intervino.
- No. Aun hay esperanza para Frodo.- dijo con una débil sonrisa.- Necesita tiempo, y paso seguro por la llanuras de Gorgoroth. Eso podemos dárselo.
- ¿Como?- preguntó Gimli.
- Haciendo que Sauron saque a sus tropas, vaciando su tierra.- dijo Lúthien sonriendo más abiertamente.-  Reuniremos a nuestros ejércitos frente a la Puerta Negra.- dijo mirando a Aragorn.
- No alcanzaremos la victoria con la fuerza de las armas.- dijo Eomer.
- No para nosotros, pero quizá así Frodo lo consiga si mantenemos el Ojo de Sauron fijo en nosotros.- dijo Aragorn.- Evitar que vea cualquier otro movimiento.
- Distraerle.- concluyó Légolas
- Certeza de muerte, mínima esperanza de éxito... ¿A que esperamos?- dijo Gimli, a lo que Lúthien y Légolas rieron.
- Sauron sospechará de una trampa. No morderá el cebo.- dijo Gandalf con preocupación.
- Oh, yo creo que si lo hará.- dijo Aragorn.



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