Después de una larga batalla, parecía que todo llegaba a los últimos días de guerra, aunque todavía se sentiría gran dureza en el combate; cuerpo a cuerpo lo habíamos dado todo, y aun así manteníamos las puertas de la capital gondoriana libre de malvadas bestias de propiedad oscura que inevitablemente hundían sus mugrientas carnes en el filo de nuestras armas intentando penetrar en Minas Tirith. Más tarde íbamos siendo recogidos a manos de nuestros compañeros, que nos guiaban al nivel siguiente, el segundo nivel donde deberíamos aguantar fuera como fuese la negra masa de orcos que invadía la ciudad.
Una vez allí esperábamos impacientes la llegada del gran torrente de bestias oscuras que aparecerían en cualquier momento, sin pensarlo y dispuestos a cualquier situación. Con espada en mano aunque con poco aliento por aquella herida en mi costado, mantenía medio apoyándome en mis camaradas, la compostura. Pero la espera no se hizo mucho más larga de lo esperado, pues por asombro de todos y cada uno de los presentes, varios barcos de coraza ennegrecida se arrimaban a la orilla del Anduin con afán de desembarcar mientras los cuernos sureños retumbaban en las bóvedas de la ciudad. Todos sabíamos que eran los famosos corsarios negros de Umbar, los barcos eran los suyos, sin duda alguna…
No puede ser, tenemos más de un enemigo, la batalla esta perdida…
Ante tal sensación solo supe esperar callado la futura reacción, de los barcos comenzaron a salir fornidos hombres y hábiles montaraces que junto a algún que otro astuto elfo iban abatiendo a cuanto orco se cruzaba en su camino; como líder y representante un viejo conocido, Halbarad portando el estandarte. La victoria se tornaba a nuestro lado, los gritos de alegría y alivio se dejaban sentir por la intensa niebla que poco a poco despejaba la zona; pero no todo era tan feliz, muchos muertos hostigaban las mentes de sus conocidos, pues el ejemplo vivo era Abârmil, al desfallecer hundido por momentos en la máxima tristeza al ver caer a su gran amigo y señor Halbarad en la batalla, dando su vida por los pueblos libres de la Tierra media. Las pocas bestias con vida que lograban desenvolverse entre los aliados, eran rematadas por los rohirrim que a caballo aun rondaban la estepa. Me acerque a Abârmil para darle ánimos y comentar lo sucedido.
Es un privilegio haber disfrutado de la maestría y el arte con la espada de tu señor, estoy seguro de que era un gran hombre, no dio su vida en vano. Todos deberíamos recordarle como tú, como el más valiente y feroz de los hombres que vivieron, los cantares harán oportunas y adecuadas referencias a él para su recuerdo en la posteridad. La victoria esta presente en nuestras vidas, ahora debemos descansar y recuperarnos de todo lo pasado.
De repente Khamûl invade la zona del segundo nivel donde estábamos aventurados charlando, y por sorpresa se abalanza infame y ferozmente sobre nosotros, tumbándonos en la dura piedra del suelo, provocando variedad de heridos. Mi herida se reabrió más que antes, y mi pierna no resistía el dolor del costado que se esparcía por todo el cuerpo, apenas pude levantarme si no es por la gran ayuda ofrecida por mi amigo Elder, que tirando de mi brazo y colocándole sobre su cuello me llevo hacía la Casa de Curación indicada por una curiosa anciana que tenía cierta ironía.
Gracias por la ayuda otorgada Elder, es gratamente recibida; ¿qué es del resto de nuestros compañeros, Rúmil cómo esta?
Elder miro por encima de todos como pudo mientras me sostenía y me comunico que excepto Burzumgad que parecía algo más grave que normal, el resto continuaba con vida perfectamente estable, pero que no me preocupara por el orco, que era duro y saldría fácilmente de esta puesto que su organismo es más tolerante. Al llegar, tuvimos que alentar a los humanos de que era aliado y gran amigo nuestro, con apenas fuerzas gritaba que le dejaran, entre todos pareció que lo conseguimos.
Lanceloth, Barin, Rúmil, Dimas y Abârmil se dispusieron a acomodarse los pocos días antes de marchar hacía la ya programada guerra en la puerta negra de Mordor. Mientras tanto, Burzumgad paseaba por los jardines lamentándose por el paradero desconocido de su amada, y yo permanecía recostado en un banco de blanca y fría piedra bastante dura.
Aaaaah... Este banco de piedra me está matando... pero al fin, hemos conseguido la victoria.
Pocos fueron los días transcurridos hasta la marcha de los mencionados hacía la batalla, el resto nos quedamos curando nuestras heridas y golpes en los jardines y estancias de la hermosa Casa de Curación que permanecía en pie insólitamente después de todo lo sucedido… Seguida vino una emotiva despedida entre largos abrazos y fuertes apretones que consolidaban la amistad que había sido forjada durante la larga aventura que aun vivíamos en nuestras carnes, codo con codo, cada uno de los ocho integrantes de la compañía.
Adios compañeros, Lanceloth, Barin, Dimas, Rúmil, Abârmil, sois como hermanos para mi, este tiempo me ha servido para valorar vuestras virtudes, vuestras habilidades, a vosotros y saber que os echare de menos y temeré por vuestras vidas mientras la batalla no halle solución conocida por nuestros oídos.
El tiempo transcurría mientras llegaban heridos a las distintas camas y apartados de aquella casa destinada a la curación, Faramir junto a una rohirrim acompañada de otras dos mujeres de su raza eran traídos como heridos de guerra para su recuperación.
Adan nos contó inmediatamente que acababa de ver por un ventanuco como la puerta negra junto con la fortaleza de Mordor se derrumbaban temblorosamente.
Adan, ¿estas seguro? Si es así espero que la victoria se haya decantado por nuestra parte, aunque he de reconocer que les esperaba una cruenta batalla llena de fiereza y desalmadas bestias sin piedad, a la vez que valentía y habilidad inigualable por parte de nuestros queridos amigos.
Apenas un día después, al alba, aparecían todos y cada uno de nuestros anhelados camaradas de compañía que entre sonrisas y gestos se acercaron a contarnos lo sucedido. La felicidad invadía mi cuerpo, todos nos abrazamos, nos saludamos como si cientos de años hubieran pasado. Mis felicitaciones fueron para todo aquel que represento la libertad de los pueblos de la Tierra Media en aquella guerra final tan cruel, pero en especial, para el valiente Lanceloth, el astuto Barin, el feroz Dimas, el ágil Abârmil y sobre todo el inteligente de mi compatriota y amigo Rúmil. La fiesta comenzaba y se preveía que se prolongase hasta bien entrada la madrugada, la cerveza era el deseo de todos, y había miles de historias y peripecias que escuchar de labios de nuestros amigos.
Como si no tuviera dolor alguno en el cuerpo, la cerveza fue casi curativa, la felicidad que poseía por dentro, mezclada con las risas y la alegría del triunfo sobre el mal.
En fin, todo nos salio bien, Burzumgad intentaría volver con su amada y liderar a los orcos libres para su bien, y el resto buscaríamos nuestro camino allá donde nos llamara el destino, siempre y cuando la aventura estuviera presente y asegurada en nuestras vidas, sin olvidar por ningún motivo, la amistad de hermanos de sangre que nos había conseguido unir durante aquella larga, dura y sobre todo emocionante travesía...
Rey elfo, junto a su amigo Rúmil Är-Feinield, de los Bosques de Herindat en las lejanas tierras de Ianna. (Virreinato entre la Primera y la Segunda edad, segun el computo de Ianna)
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