Aún mareados por la rodada, Dimas y yo seguimos los pasos de Adan, quién al fin parecia el único de los tres con la presencia de ánimo suficiente como para enfrentar al bosque. Mi orgulloso camarada enano caminaba muy altivo, pero yo podía oir los latidos de su corazón. En cuanto a mí, había escuchado en Minas Morgul tantas historias acerca de Fangorn como para amedrentar al orco más temerario, y no oculto que estaba asustado de veras. En derredor nuestro, los árboles se movían lentemente al conjuro de un inexistente viento, y sus ramas crujian como desgajándose, en un estrépito de maderamen de navío.
- maldigo la hora en que nos metimos en esta fronda, amigo- dije casi al oido de Dimas- no se tú, pero yo saldría corriendo sin más, a tontas y a locas
El enano me miró, contrajo el rostro como dispuesto a hablar, pero en esos momentos Adan, quién ya iba casi cincuenta metros delante de nosotros, nos instó con un gesto mudo a que nos uniesemos a él. Apuramos pues el paso, y aquello si que fue terrible, pues los árboles se lamentaron con sus voces de madera, y parecieron seguir nuestros movimientos con el vaivén de sus ramas. Lo que Adan estaba mostrándonos disersó en parte ese clima de pesadilla: allí estaban nuestros amigos Abârmil, Aikanáro,Elder y Rúmil junto a dos hombres desconocidos, que quizás fuesen los montaraces.
Ya corriamos hacia ellos cuando advertimos que los árboles los atacaban, las luengas raices cual tentáculos en derredor de sus tobillos.
Yo me enceguecí de tal manera que desenfundé mi arma, pero el sensato Dimas me contubo
-¡Convence a esos árboles o lo que sean, tú que eres hombre de los bosques, Adan!- gritó a nuestro amigo el beornida
Pero ya sin embargo advertiamos que los elfos lo hacían, y las vetustas copas se les acercaban, como prestas a la confidencia.
Ansioso, alcé la cabeza para aspirar rastros. El aire del bosque era hostil y malsano, y no obstante el fárrago de hedores desconcertantes que flameaban, capté algo muy familiar
Umbrías son las montañas, mas la ciudad brilla:Se diría una gran mortaja flotando entre el cielo y la tierra.
Quién se adelante hacia ella procedente de Ithilien la verá brillar cuando aún le resten millas para arribar la misma.
Quién llegue a ella desde el interior de Mordor la advertirá contenida en el valle como una gema de ominosa belleza.
Quien se acerque con oído atento se asombrará del rechinar de la portentosa maquinaria (ingenio de alta relojería) que mueve tu gigantesca torre.
Pensar que (ay!)muchos piensan que la ciudad sólo cobija dolor y miedo.
Ya sabrán la verdad.
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