La compañía logró entrar en Minas Tirith. Cuando las puertas se abrieron se desveló frente a mis ojos la más bellas de las ciudades que nunca había visto. Sabíamos que no dejarian entrar a ni a Dimas, ni a Burzumgad ni a mi así que nos quedamos por la ciudad junto con las rohirrim. Los gondorianos nos miraban con curiosidad pero con disimulo. Mientras nosotros contemplábamos maravillados todo lo que nos rodeaba. Dimas hizo referencia a las buenas piedras con que estaban hechas la murallas. A mi, acostumbrado al bosque y a las sencillas casas beórnidas, me parecía inconcebible que tan monumental urbe fuera hecha por hombres. Miré a Burzumgad; que alzaba la vista hacia el este.
Es hacia allí ¿no? Minas Morgul, tu ciudad.- le pregunté
El asintió y yo también miré hacia el oriente. Tras la campiña de Pelennor se extendía el río entre brumas; y más allá unos lejanos bosques y montañas distantes... Mordor.
Fue Eva la que me sacó de mis pensamientos:
¿Qué os parece entrar en aquella taberna? Estoy cansada y a todos nos vendría bien disfrutar un poco.
Entramos pues en la taberna. Donde pronto corrió el vino y la cerveza del lugar. Gasté la última reserva de galenas que cogieramos en el Bosque Negro y empezamos a brindar por nuestra misión al fin concluida. Me dí cuenta entonces que Dimas tenía razón, vi que Aradna me miraba. Alegre como estaba con el licor de uva ya me proponía acercarme, pero en ese momento entraron Farahir, Abârmil, Lanceloth y Barin. Tras contarnos la situación, me di cuenta que tan magnifica ciudad y reino había vuelto orgulloso a su senescal, y pensaba que nada pasaría a su respalndeciente Gondor. Farahir alivió su enfado hablando con las mujeres. Todos nos fuimos animando y empezamos a cantar. De nuevo Dimas me volvió a insistir sobre Aradna
Dimas, tampoco bebas mucha cerveza...- Le dije algo molesto.
En eso estábamos cuando entraron por la puerta unos viejos amigos: eran Elder, Aikanaro, Rúmil y... ¿Fernando? no estaba con ellos. Cuando nos comunicaron la noticia de su muerte todos nos entristecimos. Pero Abârmil nos levantó el animo con un bello discurso. Tras este, decidí que era el momento oportuno para sacar mi arco. Lo había llevado durante todo el viaje, sin usar su segunda utilidad. Todos se sorprendieron al verme sacar el arma pero les tranquilicé:
¡Tranquilos amigos! No es lo que pensais, pues este arco además es también un instrumento musical
Todos miraron boquiabiertos como añadía cinco cuerdas más al arco y ponía en su parte inferior una caja de resonancia.
Una de las pocas cosas buenas que nos dejaron los Aurigas; se llama Kithara y es un instrumento muy popular entre mi gente y además tiene una doble función. Y ahora si me permiten, tocaré una vieja tonada del Valle que sin duda sabrá Dimas si el alcohol no le ha hecho olvidar algo más que las penas
Comenzé a tocar y pronto todos se unieron a coro: Si bajo Erebor vas,
allí encontrarás
al valiente pueblo de Girion.
Aliados somos de,
el rey enano que
sobre la ricas minas manda.
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