Perdia la cuenta de la sangre orca derramada por mi espada ya muy manchada . Los gritos de dolor llenaban a Minas Tirith y a mi corazón cada vez más corrompido por la ira y las ganas de robar la vida a los orcos sin piedad. El cansancio poco a poco me llenó y me debilitó, de tal modo que un orco lo notó, y por la espalda me atacó... Por alguna razon que nunca conoceré, me salve y me desperté gracias a un estallido que reventó mis oidos y quemó un cercano establo. Por el hueco que se formó salieron despedidos los asustados caballos. Salte sobre uno y le dije a Laureth, a Maria y Farahir:
Atrapen algun caballo... ¡Rápido! Siganme
... Cargaba contra cualquier orco vivo (y aveces muerto) que viera en mi camino y todos los posibles fueron sometidos.
Hasta que me encontré ante la imagen de Aikanáro luchando contra un Olog-Hai y a Lnceloth junto a Eva que se Batia con 7 sureños.
A Lanceloth, esta en inferioridad... Vamos Farahir... ¡Ah!
... Farahir no oia mis palabras y atacó al Olog-Hai quien con un mazaso lo hizo volar hasta caer como un ente en el piso. Lastimosamente ya era muy tarde para mi; pues me encontraba alado de Lanceloth.
¡Lanceloth! ¡Eva! No estan solos!
Grite con Ira... No dejaria caer dos Rohirrim frente a mis ojos...
Un Golpe en la cabeza durante la carga me dejó adormilado y no recoré que pasó exactamante solo que Lanceloth enfrente mió estaba igual que yo y Laurerth al lado jadeante.
Laureth... ya recuerdo de donde te conosco... Cuando niños nos conocimos en Edoras.
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