A la par que nuestras piernas echaban en falta las fuerzas ya cansadas después de la dura jornada que habiamos atravesado, empezamos a escuchar ligeros susurros con voz suave y dulce que rondaban nuestros oídos como brisa que acaricia las hojas. Una vez adentrados entre la maleza, no tardó el guardián de las fronteras de Lórien, Haldir, en apresarnos, desarmarnos y llevarnos de forma cauta hasta la presencia de la bella dama Galadriel y el audaz Celeborn. Tras mediar palabra con los elfos, informados estaban ya de nuestra misión y el esfuerzo que nos era necesario para desempeñarla con total certeza; tras haberlo hablado y sin perder el menor tiempo posible nos confieren 100 elfos para el rescate.
Una vez llegamos a los lindes de Lórien y encontramos al resto de integrantes de la compañía, Elder y yo nos preparamos para la batalla, pues tal tumulto había sido visto y comenzaba la lucha...
Elder, ¡allí están!, los veo. ¡Alzad las espadas y colocad las flechas en posición, pues nos espera una rauda batalla!
Ante la inevitable situación de la batalla, todo parecía viento en popa, mientras todos, menos Elder y yo que combatíamos cuerpo a cuerpo con los Uruks junto con los elfos de Lórien, perseguían a dos Uruks que trataban de huir con los montaraces metidos en sacos. Cuando, de repente, la bestia halada con el Nazgûl resurge de entre la espesa niebla y se abalanza sobre la compañía mientras yo y Elder sobrecogidos atendemos como lo esquivan a duras penas salvándose de un final catastrófico.
Buena idea la de intentar abatirle con alguien de cebo, cargare mi arco, no os preocupéis, ¡seré certero como nadie!
En el momento en que me escondía preparado detrás del arbusto más cercano, y preparando mis dos flechas esperando la llegada del Nazgûl de entre la niebla para abatirle de una vez por todas, miraba mientras como la compañía ultimaba los detalles de la fugaz trampa ideada por Dimasalang.
La compañía aguardaba inquieta y con algo de miedo al Nazgûl, en formación Dimasalang, Buzumgad y Adan mientras Rúmil y Abârmil aguardaban al lado en matorrales esperando el mejor momento, Elder y yo dispuestos en las mejores plazas aunque lejanos de la zona pero con confianza en nosotros mismo para no fallar.
Elder -grite con auxilio- no despistes tu mirada, pues será cuestión de segundos y no habrá segundas oportunidades, estoy convencido.
Toda la compañía asumía su cargo en dicho momento en que la compenetración y la confianza en si mismo y esencialmente en los demás era la base de su valor ante la situación viviente…
Rey elfo, junto a su amigo Rúmil Är-Feinield, de los Bosques de Herindat en las lejanas tierras de Ianna. (Virreinato entre la Primera y la Segunda edad, segun el computo de Ianna)
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