Emprendimos rápidamente la huida hacia el Limclaro esquivando gruesas raices y fuertes ramas amenazantes. El opresivo aire del viejo bosque de Fangorn dificultaba la respiración, ralentizando nuestra marcha. Yo caminaba con mis amigos montaraces flanqueándome tal y como solíamos hacer en pasadas aventuras juntos. El nazgûl voló muy cerca de los árboles dirigiéndose hacia el río, nos dimos cuenta de que allí lo esperaban una compañía de uruks, así que salimos corriendo en la otra dirección. Nos ocultamos en un gigantesco y frondoso roble que aparentaba tanta edad como las Montañas Nubladas o el Río Anduin. Desde allí, Rúmil divisó como el espectro se abalanzaba sobre tres jinetes que parecían nuestros compañeros y amigos de faenas. Al tiempo, el grupo de orcos también se dirigió en pos de su amo.
¡Acudamos raudos en su ayuda, quizás entre los nueve podamos hacer frente a ese ominoso ser de la oscuridad y a los malditos orcos!-dije tras la indicación de Rúmil.
Todos deseabamos socorrer a nuestros camaradas antes que nada, incluso arriesgando nustras vidas. Miré hacia atrás y vi complacido que Farahir y Fernando me seguían de cerca con la misma intención que el resto del grupo, eran montaraces y, como tales, su deber es ayudar a todo aquel que luche con los pueblos libres. Entonces comprendí que debía hacerlos una aclaración:
Sabed amigos, que uno de los camaradas a los que vamos a auxiliar, es un orco.-dije, me miraron con cara entre asombro y desaprovación- debéis protegerlo como a vuestra vida, es un gran guerrero y un fiel compañero, se ha mostrado tan valiente y opuesto al enemigo como cualquiera de nosotros y podéis sentiros orgullosos de combatir a su lado. Los otros dos son un hijo de Durin y el otro un beornida
Mientras corríamos en busca de nuestros necesitados amigos, las ramas se cerraban cada vez más, cerraban caminos y apenas nos dejaron uno para seguir avanzando.
Ojala los árboles nos echen una mano para acabar con esos uruks, su ayuda nos vendría fabulosamente bien.
Justo en ese momento fuimos alzados por los pies y lanzados contra el suelo. El golpe fue terrible, me levanté aturdido y encaré hacia nuestro enemigo, ¡Era un árbol enorme de color casi negro que agitaba sus brazos de madera contra nosotros! Esquivé un par de embestidas hasta que encontré el momento de sacar mi afilada espada y grité con fuerza:
¡Oh querida Yavanna, madre de la naturaleza, ¿No vas a ayudar a tus humildes siervos, elfos y dúnedain, frente al horror de uno de los tuyos? Nosotros que siempre hemos sido cuidadosos de tu obra, a diferencia de los viles orcos que por allí campan a sus anchas ¿No merecemos el perdón de este árbol al que nada hemos hecho? Y tu, ucorno de poca vista, ¿No ves que nosotros somos los que os protegemos de la maldad del mundo que portan aquellos uruks de más allá? No somos tu enemigo y no deseamos combatir con alguien como tú, pero si no nos dejas escapatoria, recibiras nuestras heridas. ¡Vosotros, amigos elfos, habladlos con palabras élficas que enternezcan su negra alma! Creo que es demasiado rival para nosotros y temo no poder ayudar a nuestros camaradas si no convencemos a este terco ucorno.
All that is gold does not glitter,
Not all those who wander are lost;
The old that is strong does not wither,
Deep roots are not reached by the frost.
From the ashes a fire shall be woken,
A light from the shadows shall spring;
Renewed shall be blade that was broken,
The crownless again shall be king.
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