De nuevo volvimos a encontrarnos divididos en 2 grupos, no menos importantes por sus integrantes, deseando lo mejor a nuestros amigos nos despedimos entre grandes abrazos y apretones para comenzar nuestro aclamado camino. Con mas serenidad pero no con menos incertidumbre marchamos hacía Lórien por el río remando de forma apremiante, con la mayor rapidez y entusiasmo posible.. A nuestra llegada a los lindes nos encontramos con Broceliande que algo impaciente se acerca a nosotros y nos comunica la mala que se avecina; una decena de miles de orcos espera con ansias las ordenes de su amo para atacar e intentar invadir Lórien por completo y no dejar rastro de vida a cada paso que efectué. Mientras tanto Erwin y Broceliande adelantados van caminando hacía el interior del reino y mientras hablan con Fernando, al resto se nos plantea un dilema fácil de resolver para todos según mis conocimientos.
Rúmil, Elder; amigos; juntare mi espalda con la vuestra para defender la zona, llevo muchas batallas y nunca he perecido, espero no caer en esta. ¡Luchare por lo míos y con los míos contra la peor peste existente en la tierra media, no lograran ni dañarnos!
Aunque nos habían ofrecido la opción de abandonar el lugar y no librar dicha batalla que se preveía sangrienta y cruel, todos queremos defender a los de nuestra raza, por encima de cualquier cosa a nuestros amigos y allegados. Al poco tiempo llega un contingente de elfos armados que le comunican ansiosos a Broceliande que las tropas de la oscuridad están listas y preparadas en las fronteras del reino y pronto se abalanzaran sobre el territorio.
Nos quedamos, esta decidido por el acuerdo de todos, ¡defenderemos estas tierras! Debemos colocar nuestros arcos a punto, pues los orcos de Moria se acercan poco a poco y pronto desenfundaremos las espadas para entrar en una encarnizada batalla cuerpo a cuerpo y sin tregua alguna para nadie.
A la voz de Haldir todos soltamos las flechas que impactaron clavándose en la carne putrefacta de aquellas bestias, fue una gran barrida. Instantes después desenvainamos todos las espadas para colocarnos en posición y recibir a las asquerosas criaturas que habían osado a interrumpir una paz inalterable hasta el momento.
Malditos Uruks, no perdonare a uno solo, pasare toda la carne de sus malolientes cuerpos por el filo de mis dos espadas, confío en que no quede huella alguna de ellos después de esta lucha. Aunque el cansancio me apriete no olvidare la honra a mi pueblo y lo defenderé hasta que las fuerzas me sean tan leves que no pueda mantenerme firme.
Tras una certera sacudida y con las dos espadas que tanto aprecio y confianza tenía ya sacadas y listas, el filo reluciente reflejaba mi rostro y parte de mi cabello antes de mancharlas de sangre negra y usarlas para defenderme en esa guerra, que sería de las más grandes de la tierra media. Todo estaba por decidir ante la imparable abatida que nos tocaba frenar con nuestros propios cuerpos; los Uruks y demás bestias no pararían, sin contar que irían al límite hasta el final...
Rey elfo, junto a su amigo Rúmil Är-Feinield, de los Bosques de Herindat en las lejanas tierras de Ianna. (Virreinato entre la Primera y la Segunda edad, segun el computo de Ianna)
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