Laureth

02 de Septiembre de 2007, a las 22:36 - Laurelin (Telpi en el foro)
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Capítulo 13: Dunledinos

Laureth se acababa de levantar de su largo sueño. No sabía si realmente se había muerto Aure, o si al final le habían desterrado de Rohan o no. Se intentó levantar y su brazo derecho cedió. Se maldijo otra vez y volvió a la realidad. Una gran sombra le oscureció la cara. “Ojalá no me hubiesen desterrado, ojalá no hubiese hablado con Grima... Bueno, lo hecho, hecho está. "Ya no puedes hacer nada”. Se fijó en el brazo que lo tenía un poco vendado. Miró a su alrededor y no vio a nadie haciendo guardia. Era de noche y Laureth no atisbaba nada desde ninguna posición. Levantó las cejas. Llamó a los caballos, que se acercaron moviendo sus crines arriba y abajo. Agacharon el morro hacia Laureth. Ésta sonrió.
- ¿Qué os pasa? Venga, pequeños, parad... - Los caballos le pegaban pequeños golpes con el hocico.- Deja que coja algo... - Laureth alargó la mano hacia la montura del caballo de Nainel y buscó una pequeña antorcha. La encendió frotando dos piedras. La levantó con el brazo izquierdo y se miró la pierna. Ésa herida no mejoraba. No sabía a qué profundidad le habían metido ésa flecha, pero la habían dejado más bien mal. Se puso un líquido negro, que se llamaba própolis, y un dolor subió por su columna vertebral. Volvió a vendarse la herida. Se fijó en el brazo y lo movió un poco. El brazo por ahora lo podía mover. Algo cayó de la montura. Levantó la antorcha y se fijó. Telas. Cogió una y la observó bien. Una capa. Le recordaba a algo... De repente empezó a llover. Guardó las telas para que no se mojaran.
Le costó bastante levantarse, pero al final lo consiguió. Miró a su alrededor. Nainel y Alfirin dormían juntos. Laureth arrugó la nariz. Negó con la cabeza y se puso a buscar un sitio dónde no cayese tanta agua. No lo encontró, ya que los árboles que la rodeaban estaban esqueléticos y sus ramas no servían para nada. Se resignó a buscar y se sentó junto a un árbol. Miró su espada, recién sacada de la montura del caballo de Nainel. Se miró en el filo. Se veía tan sumamente cansada, que si no fuese ella misma diría que la persona que se reflejaba en ése filo tenía más de treinta años.
Los caballos relincharon y Laureth se giró a ellos. Había algo cerca. Los calmó un poco al levantarse y miró hacia todos los rincones oscuros del bosque. Puso el filo de su espada enfrente suyo y miró hacia su espalda, con la antorcha en alto. Había “algo” ahí detrás. Sentía cómo se acercaba y perecía que fuesen más de una “cosa”. Se separó de dónde estaba Nainel, disimulando. “Espero que sean menos de cinco, o incluso menos”, suplicaba Laureth. No sabía cuánto podía durar con las pésimas condiciones en que estaba.
Se abalanzaron sobre ella por detrás. Laureth se giró a tiempo para clavar en el cuello de la criatura su espada. Olió el olor a sangre, y la sintió fluir por su mano. Ése olor... Resultaba casi idéntico al de los orcos, pero era diferente, al igual que eran más altos. Se fijó que no había clavado su espada en el cuello, sino en el pecho. La sacó.
- Es de cobardes atacar por la espalda.- Le espetó. Y se giró. ¿Dónde estaría el resto? Supuestamente ya se tendrían que haber abalanzado sobre ella. No tardaron. Se vio acorralada por cuatro de estos seres, que gruñían pidiendo venganza. Laureth se asustó y tiró la antorcha a uno de los seres que salía ardiendo hacia el otro lado. El que tenía al lado atacó con el que tenía delante. Laureth cogió su arma con las dos manos y se agachó. Dio una vuelta en el suelo, y tiró al que tenía detrás de espaldas al suelo. Lo escuchó gruñir. Levantó la espada y se la clavó a uno. Más sangre. Se levantó. Sólo dos. ¿Y los otros? El de la espalda se levantó y fue a por ella gruñendo. Laureth esquivó la gran estocada que se le venía encima y le dio un corte en el costado. La criatura, llena de rabia se abalanzó hacia ella otra vez. Laureth suspiro cuando le cortaron en el pecho, entre los pechos. Por suerte no fue nada, solo un pequeño hilo de sangre salió. Le cortó la mano. Ya tenía otro encima. Estocada fallada. Éste parecía un buen espadachín. Su hoja zumbó hacia el lado de Laureth y ésta la paró, doliéndole todo el brazo. Alguien le cogió el cuello por detrás. Laureth sintió un filo helado que acariciaba su garganta. Y una mano musculosa que le quitaba la espada con un golpe.
- ¡Nainel! ¡Nainel! ¡Ayu...!- Laureth veía que estaba prácticamente perdida, cuando ése brazo casi no le dejó respirar. Le arañó el brazo, pero tenía una cobertura de metal.
- Mala suerte, Cabello de Paja... Te tocará pagar a ti lo que hemos estado sufriendo... - Laureth se movió nerviosa. Dunledinos. Le tenía que tocar a ella siempre lo peor... Suspiró y volvió a llamar a Nainel.- No vendrá nadie, asqueroso.
Laureth le pegó con el pie en la espinilla. Sólo consiguió retasar el corte en el cuello, que el dunledino resbalase, y que le cayese el arma con un repiqueo metálico. No llegó a caer (el dunledino), ya que se aferró a Laureth. Ella aprovechó para pegar varias patadas a su espalda y agacharse para coger su espada. La pierna le cedió. “Ahora no, por favor... Ahora no...” El dunledino le cogió de los brazos, clavando las uñas en la carne de Laureth e hizo que le mirase cara a cara.
- Eres una mala yegua, maldita ramera.- Éste apretó los labios contra los de Laureth y ésta intentó separarse de ese “beso” que no le dejaba respirar. “Muy bien, Laureth. Antes, simplemente te iba a matar. Ahora pretende violarte”, pensó apesadumbrada Laureth. Levantó la pierna izquierda, la lesionada, y le pegó un buen golpe en la entrepierna. El dunledino se separó de ella doblado por el dolor. Laureth se acercó cojeando y le dio un puñetazo en la cara. Éste se irguió y miró a Laureth con cara agresiva. Laureth corrió lo más rápido posible hacia su arma. La tenía ya cerca. Sintió un tirón por la espalda y se vio otra vez de cara al dunledino furioso. Éste le propinó un puñetazo en toda la mejilla, que hizo volar a Laureth dos metros más allá.
Laureth vio que perdía todas las opciones de irse. Le dolía la pierna, el brazo, la herida del pecho, el miedo... Vio acercarse al dunledino. Volvió a llamar a Nainel, que parecía estar ausente, mientras intentaba irse de su alcance arrastrándose por el suelo. Demasiado tarde. El dunledino estaba justo a un metro de ella, ésta le miró absorta. Empezó a temblar.
- Ya acabaré con esa manía de encabritarse... - se acercó aún más.- Te vas a volver más mansa que...
- Aunque lo quieras, no es una pieza de ganado... - La voz de Nainel salió desde unas sombras.- Enfréntate contra los que están a tu nivel y no a los que están indefensos.
Laureth sintió un poco de esperanza. Nainel podría sacarle de ahí. El dunledino se giró y gruñó. El sonido de dos flechas resonó y el dunledino cayó. Laureth se enteró demasiado tarde. El dunledino cayó justo encima suyo. Laureth se aterrorizó y empezó a dar zarpazos al suelo.
- Tranquilízate... Ya estoy aquí contigo... –Nainel se acercó y quitó al dunledino de encima de Laureth. Levantó el tronco de Laureth y la observó. Escuchaba gemidos, pero no pudo saber nada más.- Arien, por favor, tráeme una antorcha.
- ¿Por qué has tardado tanto? Pensaba que no estabas presente, que... - Laureth gimió.
- ¿Te encuentras bien?- Nainel cogió la antorcha y se fijó en Laureth. De la herida del pecho emanaba ahora bastante sangre, y estaba tan blanca que parecía un muerto, excepto por el golpe de la mejilla. El blanco general de la cara contrastaba con la sangre que iba saliendo de sus labios. Nainel se estremeció.- Te curaré ésas heridas... No son de gravedad...
- Estoy bien... Sólo que casi me violan por culpa de alguien que no estaba haciendo guardia o que no me avisó para hacerla yo... Y que, además no vino en mi ayuda hasta que fue demasiado tarde... - Laureth más que crítica lo dijo todo llorando.- ¿Por qué tardaste tanto? Tenía tanto miedo de que... - Laureth se acurrucó entre los brazos de Nainel y éste la abrazó. Laureth, que nunca le gustaba llorar delante de gente, ahora lloraba desconsoladamente en su hombro. Nainel se sentía culpable. Le habían pedido que le protegiera, no que pasase de ella.- ¿Por qué...?- Laureth le pegó un pequeño golpe en el pecho. Y siguió llorando. Nainel le abrazó más aún, con tal de que acabase de llorar ya. Laureth paró con un suspiro y resbaló por el hombro de Nainel.
- ¿Laureth?- Nainel la miró, preocupado. Laureth tenía los ojos cerrados, aún rojos por el llanto. La tendió en el suelo, después de poner su capa e intentó curar todas sus heridas de la forma que mejor pudo. No podía hacerlo. Arien le observó y agachó la cabeza.
- Nainel, descansa un poco. Yo cuidaré de ella.- Arien le tocó el hombro, ya que Nainel no respondía. Éste le miró, con los ojos llorosos.
- ¿Y si la hubieran matado? ¿Qué hubiese hecho yo? ¿Quedarme mirando cómo la mataban...?- Se le escaparon varias lagrimas. Se las secó muy rápido. Miró a Laureth, tendida en el suelo. La había visto tantas veces así... Y él, en cambio, no había estado nunca de semejante posición. ¿Por qué? Porque Laureth le protegía siempre y él siempre llegaba tarde. Le quitó varios pelos de su cara.
- Nainel... Ves un segundo fuera. Estás demasiado nervioso para cuidarla. Nainel... ¿La quieres?- Arien hizo que Nainel le mirara a los ojos. A éste la pregunta le pilló inadvertido. ¿Sí o no?- Lo digo porque, ahora mismo le acaricias la mejilla... - Arien subió las cejas. Nainel se fijó que era cierto y paró su mano.
- Lo estaba, pero ya no... – Nainel la miró. ¿Podía ser que la quisiese también ahora? Podía ser. No. No la amaba. Quererla puede ser, pero amarla no. Ella nunca se había fijado en él. Además ya tenía a otro.
- Bueno, vale. Lo hubiese entendido.- Arien subió los hombros.- Déjame que la cuide yo, al menos el corte del pecho...
- Arien... No la amo. Sólo soy un... amigo íntimo.- Nainel abrazó a Arien.
- Tranquilo, lo sé. Pero, ni se te ocurra la próxima vez ponerme a mí a salvo antes que a ella... Te ganarás su enemistad.- Nainel afirmó. Recogió las flechas del cuello del dunledino, las limpió y se las guardó en el carcaj.
Arien acabó pronto con las heridas de Laureth, ya que eran bastante superficiales. Cuando empezó a amanecer, Laureth abrió los ojos cómo si hubiese tenido una pesadilla. Abrió un poco la boca y le dolió. Se tocó la mandíbula. ¿Ésa era su mandíbula? No la sentía. Se intentó levantar y el brazo derecho le cedió. Suspiró y se volvió a acostar. Quería rendirse ya. No lo aguantaba. Quería reunirse ya con todos sus familiares que estaban en Mandos... Su hermano la mataría, pero lo comprendería...
“¿Qué estás diciendo?”, Se recriminó Laureth, “Veré a Belgomir y hasta que no le vea y compruebe que está bien no me rendiré”. Intentó levantarse y no lo consiguió otra vez. Suspiró.
- Espera un segundo, ahora te ayudo.- Arien le ayudó a sentarse. Laureth le miró, agradecida e intentó sonreír. No pudo.- No podrás hacer mucho con ésa mandíbula... Pero te recuperarás muy pronto, tranquila. Soy Arien, con todo lo que hemos pasado no he podido presentarme. Te agradezco lo que has hecho en las dos ocasiones. Si no llega a ser por ti...
Laureth pensó: “Ahora serías tú quién estaría en mi lugar, y además llorando. Sólo que a ti no te ha faltado defensa en ningún momento”. Laureth se recriminó por esto e intentó animar un poco la situación.
- Se sabe que... - Laureth movió la mandíbula con las manos. Se escuchó un “clac” cuando se la puso en el sitio.- Tú solo intenta pegarles en la entrepierna... Es su punto débil.
- Lo tendré en cuenta.- Arien rió un poco. Laureth supo que era fingido, que le preocupaba otra cosa. Aunque tuviese la boca reseca por la sangre que había tenido, se aventuró a preguntar.
- ¿Te preocupa algo? Pareces pensativa.- Laureth tragó saliva. Arien la observó, de forma pensativa.- Si es sobre Nainel... Tranquila, es todo tuyo. Puede ser que en un momento dado se fijase en mí, pero... No le van las mujeres cómo yo... - Laureth tragó saliva. Realmente sí que sentía (al menos ella) algo por él. Pero no era igual a lo de... Suspiró.- Además. Le vi sonreír cuando habló por primera vez contigo. No sonríe a menudo, así que... Es bueno que esté contigo.
Arien sonrió, más tranquila. Abrazó a Laureth, que le pilló de improviso.
- Gracias. Sólo necesitas cambiarte de ropa y que te ponga algo en la pierna... - Arien Le ayudó a levantarse. Laureth la acompañó, renqueando. Observó a Nainel que estaba sentado en un rincón con la cabeza gacha.
- Ahora voy, Arien, sólo un segundo.- Se acercó a Nainel y le cogió las manos.- No te preocupes por lo que te dije antes... Estaba un poco temerosa de que me pasase algo o que te hubiesen matado... - Nainel subió la mirada.- Me conoces bien, y no tendrías que haberte puesto así por las cosas que digo, cuando estoy histérica... Tranquilo. Alegra ésa cara. Ahora tienes a Arien y... Tenías que ayudar a quién amabas más... - Laureth agachó la cabeza.- Era comprensible...
- Tú no habrías hecho lo mismo... – Nainel la miró.- Siempre me habías hecho caso y yo nunca llegaba a tiempo... - Laureth le hizo callar.
- Olvídate de lo que hice en el pasado. Si lo hice era porque no necesitaba que me devolvieses los favores.
- Siempre lo haces para ayudar a los demás y los demás no te dan nada a cambio... - Nainel sonrió.
- Es un error que nunca corregiré.- Laureth sonrió. Nainel la abrazó, con todo el cariño que tenía dentro y Laureth se lo devolvió con la misma intensidad.- Gracias. Ya sabes que siempre te querré.- Laureth no se enteró de lo que dijo.
- Yo a ti también.



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