Laureth

02 de Septiembre de 2007, a las 22:36 - Laurelin (Telpi en el foro)
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

Capítulo 20: Relatos.

Laureth pensaba que se iba a morir después de todas las cosas que habían pasdo en las Casas. Después de la reprimienda del Mayoral, tuvo que continuar asistiendo a los heridos, pero ahora sin ayuda. Ella sola con cientos de hombres malheridos que contaban historias terroríficas de lo que le había pasado. Decían que eran desalmados, crueles... Como demonios. Muchas veces escuchaba, después de la pregunta si era de Rohan, que tenían que llegar pronto. Pero, ¿cómo podían hacer eso los rohanianos? No dudaba de su ayuda y su lealtad hacia Gondor, pero si Gondor estaba así, podría ser que Rohan estuviese igual o peor... Laureth no pensó mal e intentó no pensar tonterías. No había estado tanto tiempo fuera. No podía cambiar la situación tan rápido, ¿no? Laureth sacudió la cabeza. Naevian, que estaba a su lado la observó con pena.
- Laureth, aquí se van a las murallas, pero no sé si te van a dejar entrar. Esta zona está... Como reservada.- Naevian señaló un portal que conducía, aunque se veía poco, a un corredor de muerallas. Aún así, había puertas de viviendas.
- Pero, puede pasar la gente que vive aquí. Me haré pasar por un familiar de alguien de esas casas.
- ¡Eres rohaniana!- Naevian cogió el brazo de Laureth, mirándola con cara agresiva.- No se lo creerán.
- Naevian...- Laureth se giró hacia ella.- Necesito hablar con mi hermano, que está allí. Me dijo que era importante.
- Me estás haciendo quebrantar muchas reglas, Laureth...
- ¿Qué?- A Laureth le cogió por sorpresa el tono. Naevian le cogió de la mano y se dirigió hacia el portal.
- Y me siento mejor que nunca.- Naevian se giró y le sonrió con gusto.- Además, eres la única que me ha defendido hasta ahora delante de Cermië y el Mayoral... Nunca habían dicho que lo podría volver a intentar, que no me volvería a pasar...- Naevian respiró, agradecida.
Laureth sonrió por ese comentario. Naevian era un encanto. Había hecho más ella por Laureth que alrevés. Sí, la defendió, pero lo encontraba correcto. Cualquiera se puede desmallar. A ella misma le había pasado. Naevian, de repente, la abrazó con mucho cariño.- Esto es solo porque me has ayudado a salir de la situación de las Casas.- Naevian sonrió con sorna. Laureth negó con la cabeza, agradecida.- Serás mi familiar por un día.
- Muchas gracias. De verdad...
- Deja eso para otro momento. Entremos.

Realmente, Laureth no sabía si Naevian vivía realmente allí, pero lo parecía, porque iba con una seguridad tremenda, y hablaba con los guardias así como si estuviese acostumbrada al diálogo. Laureth se asombró. Parecía tan callada y poco cosa en las Casas. Se alegraba de tenerla en su bando.
- Ya no te puedo acompañar mucho más. Espero que tu hermano se encuentre cerca.- dijo Naevian cuando llegaron a la última puerta del pasillo. Ahora se veía la muralla y el exterior. Aún así, Laureth no se atrevió a continuar sola. No sabía porqué, pero le pasaba.
- Naevian, acompáñame, por favor.
- No puedo continuar, Laureth. No puedo. Lo siento.
- Naevian, hazlo por mí. No sé qué me dice que no puedo... O me dice que tengo que ir contigo.
Naevian miró a laureth de forma extraña.
- No te lo diría si no estuviese segura. Por favor. Te lo devolveré.
- Está bien, porque eres tú.- Naevian sonrió. Laureth la abrazó.
Cuando se dieron la vuelta para continuar andando hacia la muralla, alguien se chocó con Naevian y la hizo caerse. Laureth se sobresaltó. Un hombre, sin armadura de la Guardia de la Ciudadela, se hizo ver. Estaba anocheciendo, y la luz empezaba a disminuir. Laureth no distinguía mucho a la persona, pero le resultaba vagamente conocido. Éste se arrodilló y sentó a Naevian.
- Perdonadme, no os habré hecho daño, ¿no?- El hombre se disculpó y observó a Naevian, para saber si no tenía algún daño visible. Naevian parecía que se fuese a cabrear o a insultar al hombre, pero de repente se quedó miranod la cara de ese hombre rubio. Naevian supo que era rohaniano, como Laureth. Tenía el cabello recogio detrás con un cinta. Lo encontraba extrañamente seductor y diferente. Sus resgos, sus diferencias con los gondorianos... Éste también se quedó mirándola, con unos ojos marrones claros. Se quedaron mirándose un buen rato, sin saber qué hacer.
Laureth, en su posición de vigía reconoció a Alrod. A ella también le había chocado encontrarlo ahí, pero tenía que hacer algo, o sino su hermano se iría o se cambiaría de muralla. Pero no quería fastidiar el momento de intensidad que estaban teniendo. Al final se decidió. Naevian la iba a matar, pero tenía que hacerlo.
- Sigues siendo tan idiota como antes...- En ese momento Alrod se giró y se le iluminó la mirada y sonrió. Naevian continuaba emocionada, ahí, en el suelo. Alrod ayudó a levantarse a Naevian y se quedó unos segundos mirándola. Al final, le besó la palma de la mano. Naevian se quedó extrañada, Laureth, al contrario se quedó alucinada. Ése gesto sólo se hacía cuando deseabas a alguien mucho. Enseguida se alegró por los dos. Naevian continuaba estando extrañada, mientras Alrod abrazó a Laureth, levantándola del suelo.
- Lo sigo siendo, y ahora el doble.- Se giró un poco hacia Naevian.- No pensaba encontrarte tan pronto aquí...
- Pensabas, pero no se piensa con los pies...- Laureth sonrió.- ¿Qué tal estás?
- Trabajando. No sabes lo que necesitan aquí a un herrero, un artista y un rohaniano todo junto.- Alrod semi-sonrió.
- Me alegro de que así sea. Me alegro que estés bien. Me sentí fatal cuando leyeron el documento que te desterraba.
- Lo mismo que a tí, no?- Alrod bajó la cabeza.- Tengo que irme... No sabes lo pesados que son aquí con el horario.- le dijo al oído.- Me alegro de verte otra vez. Escucha, podré hablar con esa preciocidad...
- Con tal de que no la trates como un objeto... Ten cuidado con ella, no hagas cosas de las que luego te arrepientas.
Laureth subió las cejas. Nunca se había dirigido a ninguno de sus amores anteriores como "preciocidad". Laureth se giró y miró a Naevian que examinaba a Alrod.
- Naevian,- Ésta se sobresaltó- se llama Alrod, es compañero mío. Del Folde Oeste, ¿verdad?
- El mejor territorio de la Marca.- se enorgulleció Alrod.
- Os dejo solos un rato. Mi hermano se estará impacientando.- Laureth se giró y sonrió, negondo con la cabeza.
- Laureth, puedo quedar dentro de dos noches, en el portal de delante, ¿vale?
- Como desees.
Mientras caminaba oía menos sus voces.

----

Encontró a su hermano en su puesto de guardia, mirando el río Anduin que se presentaba como una serpiente plateada. Laureth observó el paisaje. Ya anochecía. Le puso la mano en el hombro a su hermano, quien no respondió excepto con un seco:
- Has tardado mucho.
- No me habías dicho que esto estaba tan vigilado.
- No está bien que mucha gente venga por aquí. Da un poco de miedo ver esto.- Su hermano se giró hacia ella. Le acarició el cabello.- Mira hacia allí. Hacia las montañas.
Laureth hizo lo que pedía. Se giró y vio las montañas y justamente encima muchas nubes negras de tormente que no paraban de tirar rayos que se escuchaban hasta la Ciudadela. Laureth se sintió mal de repente. Su hermano apartó su mirada de allí con su mano.
- Es eso lo que te digo.
-¿Cómo lo puedes soportar?
- ¿Quién ha dicho que lo soporte?- Belgomir bajó la cabeza, apesumbrado. Laureth lo observó, con pena. ¿Cómo podía hacer eso? ¿Para qué?- ¿Ves esa curva del río Anduin antes de Osgiliath?
- Sí. ¿POrqué?
- Ahí se suicidó nuestra madre...- A Belgomir le costó hacer esta declaración. Laureth respiró hondo.- No quiero olvidar que yo tuve parte de la culpa de quele pasase eso.
- No creo que sea tanto...
Belgomir le hizo callar levantando la mano.
- Ése día, Laureth, nuestra madre estaba muy extraña. Había hablado con Bayard aparte durante mucho tiempo. Cermië y yo nos precupamos mucho, ya que siempre hablaba con todos a la vez, y contaba historias a Bayard sobre todo tipo de hechos y le hablaba de nuestro padre...- Belgomir sonrió, como recordando- Pero esta vez... Llevaba bastantes días sin hablar con nadie excepto con Culurien y con Bayard. Yo me empecé a preocupar por ella, ya que desde que murió nuestro padre no hablaba con mucha gente, solo con lo estrictamente necesario. Yo desde ese momento hice todo lo posible porque no le faltase nada: llegaba antes de la guardia, le compraba cosas, le preguntaba todos los días... Pero la única respuesta que encontré fue un: "¿Te acuerdas de las excursiones en caballo que hacíamos antes?", "¿No te gustaría estar con tu padre?", "¿No crees que la gente habla mal de mi?"... Cada vez las respuestas eran más oscuras y pesimistas. Yo intentaba ayudarla, todos lo hacíamos, pero ella decía que nos lo agradecía, pero que se tenía que ir a dormir. Cuando pasabamos por el lado de su habitación la escuchábamos cantar y llorar. No podíamos entrar y más de una vez le grité, Laureth, le grité como un loco.- Belgomir bajó la cabeza, apenado. Laureth le puso una mano en el hombro. Belgomir la cogió también y continuó.- Finalmente, un día cogió a Bayard y habló con él a parte. Yo me temía lo peor y no quería saber nada de esto, ya que me superaba. No lo podía soportar más. Veía como mi medre sufría, cómo Bayard preguntaba qué le pasaba a la abuelita, Cermië se preocupaba por mi y por el pequeño. Cuando salió dijo a Bayard que se fuera a su habitación y éste salió, dándole un beso. Se dirigió a Cermië y la abrazó. Cermië la abrazó y lloró. Yo sentía que era el único que no sabía nada de nada. Iba vestida con el traje de montar que le regaló nuestro padre. Se dirigió a mí y me dijo:
"-Es hora de que marche, mi amor. No queda más sitio para mí que en los brazos de Mandos...- E intentó abrazarme. Yo, como un niño me aparté y le tapé la salida.
"- No lo puedes hacer. Te necesito, te necesitamos!!! No puedes rendirte!
"- Mi amor, he aguantado suficiente. Lo has intentado, pero yo necesito otra cosa...
"- Has sido tú quién me enseñó que tenía que aguantar, que enfrentarme a las cosas, y además, no me puedes dejar así.
"- Tú tienes una família por la que luchar...
"- Tú eres también mi familia, un parte muy importante. No te irás.
"- No seas egoísta, Belgomir... No pienses solo en ti...- ella hizo un gesto apaciguador con las manos.
"- La egoísta eres tú, por dejarme solo, ¡por dejárnos solos!
"- Sólo tú no estás conforme, mi amor.- En ese momento miró a Cermië. Yo también la miré, incrédulo.- Todos desean lo mejor para mí, no...
"- ¡Por favor, madre! No puedes sobreponer tu deseo al de todos...
"- No te he pedido que lo entendieses, hijo mío. Creía que lo harías...- Más que un reproche su voz sentía pena y tristeza. Se dirigió a la puerta, esquivándome. Yo en ese momento me cabreé más aún. Le grité, le dije cosas que no tendría que haber hecho, ni que pensaba... Lo último que le dije es que era una egoísta... Y no pensé que el egoísta era yo.
- No la dejé marchar tranquila, Laureth.- Belgomir se giró a ella con cara de arrepentimiento. Laureth estaba llorando por el relato. No podía hacer otra cosa. No sabía qué decir...- Lo siento, lo siento de verdad. No me atrevía a decírtelo. Creo que me odiarás.
Laureth se armó de valor e intentó absorber las lágrimas. Aunque no pudo del todo, cogió el hombro de su hermano y le hizo mirarla. No podía decirle nada, no podía, pero su mirada le dijo que él no tenía la culpa de nada. Era "normal". Laureth se abrazó a él y lloró junto con su hermano.

----

Laureth se dirigió acas a toda velocidad. Lloraba, lloraba como nunca. No podía entenderlo. Todo el mundo la dejaba sola en ese mundo. Sintió que se le caía el cielo encima. No podía ser esto. Laureth se paró y se tapó con su capa. No lo podría aguantar más, no quería continuar... Laureth se dejó caer por la pared. Quería permanecer ahí, en la oscuridad, sin que nadie se fijase en su presencia. Tiró la cabeza hacia atrás. Todo había fallado aquel día que la expulsaron de Rohan. De repente oyó miles de voces en su cabeza: la suya propia pidiendo que no le hicieran esto; la del Rey, diciendo que no podía continuar dentro de su país; y, sobretodo la de Grima... Se secaron las lágrimas, de la rábia. Pegó una patada a una piedra que había en el suelo y una figura completamente blanca la esquivó. Laureth no se fijó en ella y continuó llorando, tapándose la cara. De repente, sintió una luz delante de ella. No se quiso mober de su posición. Tenía miedo a ésa luz. Alguien le tocó la cabeza y escuchó unas palabras en un idioma desconocido. Cuando levantó la cabeza, no vio a nadie y la luz desapareció. Laureth se levantó, sin entender. Se encontraba mejor, sí, pero no entendía esto, no lo entendía. Aún así, se dirigió a su casa.
Dentro de la casa no había luz, más que las brasas de la chimenea. Laureth cogió una vela del aparador de la entrada y lo acercó a las brasas. Prendió pronto. Laureth subió las escaleras, esperando ver a alguien en la casa. No había nadie. Ni siquiera estaba Bayard. Laureth se estremació. Tenía que estar en algun lugar. Entró en su habitación y vio a Bayard y otra niña mirando dentro del armario. Laureth se cabreó.
- ¿Qué se supone que estáis haciendo aquí?- Laureth dejó la vela cerca del armario.
- Queríamos saber que tenías aquí...- Bayard agachó la cabeza.
- Pero, ¿no te han dicho nunca que no tienes que mirar en las cosas ajenas, mi amor? No puedes estar mirando mis armas porque te puedes hacer daño.- Laureth recogió todas sus flechas, esparcidas por el suelo y su lanza.- ¿Y las capas?
- Me la regaló Alrod...- Bayard cogió la capa con pena.
- No te la voy a quitar, mi sobrinito...- A Laureth la palabra le sonó extraña, pero parecía que a Bayard le gustaba. De repente, se fijó en la otra capa, la que llevaba la niña. Le sonaba mucho, pero no era suya.- Y... ¿tú?
- Me llamo Alfirien, Señora.- La niña se presentó.
- ¡Oh! Me puedes llamar Laureth, tranquila.
- Te hamos preparado un baño, tía...- Bayard señaló hacia un sitio de la habitación donde había un bol gigante humeante.
- ¿Vosotros...?
- Sí!!!!- dijeron al unísono.
- Pero os habrá cosatado mucho, ¿no?
- No.- dijeron a la vez. Laureth sonrió. Les removió un poco el cabello y les sonrió.
- Está bien. Voy a tomar un baño, pero vosotros tenéis que quitaros esas capas. Después las utilizaremos. Bayard, ¿encontrarás una manta o algo parecido?
- Sí.
- Bueno, pues id un segundo, bien? Ahora después saldremos fuera.
Los pequeños salieron fuera a buscar la manta, con las capas colgando. Laureth se quitó la ropa y se metió directamente en el bol. Necesitaba eso! No sabía hacía cuánto no se había tomado un baño de verdad. Hundió la cabeza en el agua. Se miró la pierna. Había mejorado, pero aún continuaba la marca. En ese momento se acordó de Derufed* y de su primer "encuentro". Habían empezado bien los dos. Laureth sonrió. ¿Qué estaría haciendo ahora mismo? No sabía cómo, pero lo echaba de menos. A tod@s. Necesitaba volver, no podía permanecer sin hacer nada de nada. Laureth salió del agua y se secó con una tela que había ahí al lado. Le habían dejado un camisón en la cama. Laureth se lo puso y se miró. Estaba bien. Le gustaba mucho. El blanco le sentaba bien. Cogió una sábana del armario y abrió la ventana. Las plantas que había plantado empezaban a brotar. Laureth sonrió. Dentro de poco tendrá las dos plantas rohanianas ahí mismo. Las cogió y apartó del sitio, no quería tirarlas.
Miró cerca de ella, para saber si había un lugar firme fuera. Así se acordaría de la Marca. Justamente ahí delante observó un sitio perfecto: una planície verde junto con un árbol. Eso estaba bien. Laureth tiró la sábana.
- ¿Qué haces ahí?- Bayard, cargado con la manta la miró, al igual que Alfirien.
- Vamos al campo. Pasa la manta. La cogió y la tiró. Laureth salió por la ventana y saltó. Extendió la sábana en la planície. Los dos pequeños la miraban, extrañados.- Bien, Alfirien, encanto, salta. Yo te cojo.
Ésta tuvo miedo al principio, pero después saltó. Laureth le besó la frente. Bayard también saltó, y miró con cara extrañada lo que hacía su tía.
- Venid, sentaos enciam de la sábana.- Éstos lo hicieron. Laureth se sentó detrás de ellos y cogió la manta. Los envolvió con ella y los abrazó.- Bien, esto se hace mucho en la Marca. Se suelen contar cuentos a la luz de las estrellas. Mirad arriba. ¿Sabíais que la Luna era antes un árbol?
Bayard la miró, extrañado.
- ¿Cómo el de la Plaza? ¿El árbol Blanco?
- Igual. Lo llamaban Telperion. Era plateado, como la Luna.- Laureth la observó, fascinada. Reflexionó y recordó que eso ella no lo sabía.
- ¿Cómo lo sabes, Laureth?- Alfirien la miró, interesada.
- Pues... Lo sé. Creo que un elfo me lo dijo...
- ¿Un elfo?- Bayard se levantó.- ¿Cómo era?
- Uf... No me acuerdo, estaba envuelto en una luz extraña... Una vez me perdí y fui a para al Bosque de los Ents. Yo le tenía mucho miedo, al igual que todos los rohanianos, y un día entré. Los árboles me hablaban. Yo no entendía nada. Llegué a un punto en el que había agua. De repente, subí la mirada.- Laureth imitó el gesto, y los niños también- Y me lo encontré allí. Creo que me dijo que qué estaba haciendo allí.
- ¿Y después?
- Me encontré en un campamento rohaniano. Se lo conté a Théodred, pero no se lo creyó...
- Uf...- Exclamaron.
Esto no sabía si era realidad del todo o si se había dormido y soñado después.
- Tía...- Bayard se giró hacia ella.- ¿Y los Mearas? Me dijo mi padre que antes eran salvajes... cómo..
- Eso...- Laureth sonrió, acordándose de todas las versiones que había escuchado del mismo tema.- Dicen que, en un principio, cuando los rohanianos y rohanianas no estaban aún en las tierras actuales...- Laureth miró a las estrellas otra vez.- Bueno, el abuelo de Eorl el Joven, al intentar montar a uno de estos caballos, cayó y murió...
- Yo pensaba que no era así...- Bayard puso cara de pena.
-... Y entonces, Eorl, con su guardia, se plantó delante del caballo, y, mirándole a los ojos le dijo: "Me tienes que recompensar el mal que me has hecho con la muerte de mi padre, así que me tendrás que servir en compensación". Dicen que lo dijo con tal determinación que, el caballo aceptó, incluso arrepentido... Eorl a partir de ése momento le llamó Felarof, el primero de los Mearas.*
- Y... ¿lo pudo hacer así como así...?- Bayard subió la ceja izquierda.
- Eso dicen.- Laureth sonrió y bajó la voz.- Pero entre nosotros... Hay que tener precaución en ponerse delante de un caballo salvaje, ya que puede llegar a pasarte por encima, así que...
Bayard se rió.
- ¿Qué son las estrellas?- Alfirien miró las estrellas, apretándose más a Laureth por el aire frío que pasaba.
- Bueno, lo que tú quieras que sean. Pueden ser las personas queridas que has perdido o que están en un mejor sitio...
- ¿Cómo la abuelita?- Bayard la miró.
- Sí, puede ser...- Y mirando a Alfirien dijo:- O tus sueños... Los más grandes son los que más te costarán, pero los mejores... Los pequeños son los diarios... ¿Cuáles son los tuyos?
- Pues...- Alfirien bajó la cabeza, roja. Laureth sonrió y le acarició la mejilla.
De repente, les deslumbró un rayo. Los pequeños se apretaron a ella. Laureth se asustó también y los abrazó.
- No pasa nada, tranquilos...- Les besó los cabellos. Se levantó un segundo y se subió al árbol. Vio otra vez los montes negros, con las nubes de tormenta y los rayos. Las nubes negras iban hacia la Ciudadela...
- Tía...- Bayard señaló a Alfirien, que temblaba.
- Bayard, recoge la manta y la sábana y tíralas por la ventana.- Laureth después subió a Bayard a la habitación. Le pasó a Alfirien, que tosía.- Ponla en la cama y tápala.
Laureth miró la ventana y saltó. Se colgó de la ventana e hizo fuerza para subir. Tenía la sensación de haber perdido toda su fuerza. Se apoyó con las piernas en los diferentes salientes y subió a duras penas. Resbaló y entró en la habitación con un tremendo golpe en la espalda. Laureth respiró, tocándose la pierna y el brazo. Al ver a Bayard precupándose se levantó.
- ¿Se encuentra mejor?- Laureth se acercó a la pequeña. Le quitó la manta y le tocó la cabeza. Estaba bien, menos mal.- Bayard, a dormir. Ella te necesitará un poco. Bayard lo hizo enseguida.- La capa, encanto.
Bayard se metió en la cama de Laureth y se acurrucó. Laureth le tapó con la capa y le dio el caballito de madera.
- Buenas noches, pequeños.

----

Laureth observó las estrellas desde la ventana. Estaban más pálidas últimamente.No sabía qué estaba pasando, ni qué estaría pasando en la Marca en ése momento. Tenía miedo. NO sabía qué podía hacer ella, se sentía sola y encerrada. Aunque le había sentado bien estar en un semi-descanso, ahora necesitaba hacer algo. Miró las macetas y observó que empezaban a crecer. Laureth acarició las hojas con cuidado.
Miró hacia el cielo y se fijó que las estrellas hacían figuras, se movían... Laureth pestañeó, pero las imágenes no se iban. Laureth miró el espectáculo con la boca abierta. De repente, se vio a ella misma de pequeña, corriendo por las calles de Minas Tirith. Delante de ella había una figura vestida de gris y con larga barba y cabello y con una bara. A Laureth le encantaban los magos y ver a uno era emocionante. El mago se dirigía hacia la biblioteca. Laureth le siguió y se ocultó detrás de una pila de libros. Laureth observó al mago desde su escondite, alucinada. La Laureth actual recordó: ¡Mira que era impetuosa de pequeña!. Volvió a observar las estrellas. El mago parecía inquieto.
De repente el mago se giró y cogió a Laureth de sorpresa. Quitó a Laureth de su escondite poco fiable y la cogió por el cuello de vestido. Laureth se encogió, pero no cerró los ojos. El mago la miró, extrañado.
- Lo siento, señor.- Laureth se escusó.- Es que nunca había visto un mago y...
- ¡Pero cómo puede ser esto posible!- El mago estaba cabreado, pero Laureth no se quería perder la ocasión.- Tú mereces un castigo. ¿NO te han dicho nunca que no se debe espiar?
- Sólo os admiraba, señor...
El mago dijo algo en un idioma inteligible. Le puso la mano en la frente y Laureth sintió un calor extraño...
Las imágenes pararon ahí. Laureth no se acordaba de esa situación... Ella miró las estrellas, extrañada. No entendía nada. Se sentía tan diferente del resto... ¿Se encontró con el mago? Después de eso le pasó lo del Bosque de los Ents, ¿o no?. Miró otra vez a las estrellas. No entendía esto. De repente, las estrellas se apagaron. Laureth sintió miedo y frio. Unas nubes negras lo cubrían todo. Miró al Anduin. Esta vez no le tranquilizó. Vio una figura a caballo moviéndose cerca de sus orillas. Era como si ella estuviese delante, al lado del río. NO estaba solo esa figura, la acompañaban muchas más. Los caballos pasaron por su lado y no hicieron caso de su presencia. Pasaban y eran como fantasmas. Ella se fijó que eran rohanianos yendo hacia la batalla. Pero, no eran los actuales. Tenían diferente armadura, físico un poco diferente y...
Cambió el lugar donde se encontraba y se vio con más gente. Un ejército gigante. No había sol, por culpa de las nubes. ¡Las mismas nubes...! La batalla había comenzado y Laureth se sentía mal. No sabía qué hacía ahí. Moría gente por todas partes. Aunque el ataque estuviese bien preparado y se tenía la ayuda de los elfos, Laureth temía por todos. Los orcos pasaban por su lado sin immutarse, al igual que los rohanianos. Sintió los gritos, las órdenes, los choques entre espadas... Hasta que, de repente alguien chocó contra ella. Varios orcos la miraban extrañados, pero enseguida sonrieron con malicia. Laureth no sabía donde meterse. Cogió una espada de un rohaniano e intentó defenderse con ella. Consiguió matar a cuatro y con dificultad, era demasiado intentar atacar y defenderse con un camisón. Además, los orcos parecían más fuertes, y ella más débil. La espada se derretía cada vez que daba un mandoble. Miró hacia todos los lados con esperanza, pero sentía que se encontraba sola con todos los orcos. Cuando pensaba que ya no podía más se sintió unos golpes muy fuertes, como pasos. Laureth giró la cabeza y observó a Sauron en persona. Sintió miedo, mucho. Dio unos pasos hacia atrás. Estaba débil, sin arma y... Sauron lanzó un mazazo y decenas de hombres saltaron por los aires. La siguiente estocada le tocaba a ella. Sintió un dolor muy fuerte en el estómago y se vio volando por los aires...
Gritó. Volvió a su habitación, tenuemente iluminada con lo que quedaba de vela. Laureth cerró las ventanas y dio la espalda a la ventana y escuchó cómo sus plantas rohanianas caían. Respiró entrecortadamente. Se miró las manos. Estaban bien, sin sangre, cortes... y el camisón no tenía girones, ni cortes. Todo había sido una ilusión. Bayard la miraba alucinado. Alfirien dormía mobiéndose un poco.
- ¿Te encuentras bien?- Bayard tenía miedo de acercarse.- Gritaste algo de los orcos o algo así... Tía, tengo miedo. No puedo dormir.
Laureth respiró hondo. No sabía si era una visión o simplemente una pesilla, estando ella despierta. Ella también se encontraba mal. Sentía que todo el mundo ardía, los gritos, el entrechocar de las armas... Se giró hacia Bayard. No lo quería ver malherido o muerto... Lo quería. Laureth cerró los ojos y sonrió. No podía darle miedo, qunque ella estuviese aterrada. Se sentó en la cama y abrazó a Bayard.
- No me pasa nada, encanto. Ya ha pasado lo peor...
- ¿POrqué nos quieren matar, tía?- Bayard se aferró más a Laureth.
- Nos tienen envidia. No sienten. Ni amor, ni esperanza, ni amistad, ni lealtad... Nos tienen envidia por eso. Pero, no nos harán daño...
- No quiero que nos ataquen...- Bayard miró a Laureth con esos ojos casi grises.- No quiero que hagan daño a mi padre. Él está en las murallas...
- No llegaran a atacar. Además, tu padre no estará ahí exactamente. Se salvará. Además, vendrán los rohirrim...- Laureth intentó no llorar. Algo les estaba pasando. Bayard la miró con ojos soñolientos.- No pasará nada. No sabes cómo son los hombres cuando se cabrean.- Laureth acarició los bucles de su sobrino.- Y, ahora, duerme. Descansa, y no te preocupes.
- ¿Me puedes prometer algo?- Bayard se acostó en la cama y cogió al caballo de juguete.
- No todo se puede cumplir, pero en la medida que pueda sí.
- No quiero que te hagan daño, tía. Podrías no utilizar las armas, por favor.
Laureth pensó. Tal y como estaba la ciudad... Pero, Bayard... Cerró los ojos.
- Lo intentaré, pequeño. Descansa.
Laureth sopló a la vela y se metió dentro de la cama. Abrazó a los dos niños, para reconfortarse a ella misma. ¿Porqué había visto la escena de la Última Alianza? No entendía nada de nada. Y empezaba a hartarse. No sabía si había dioses o no, pero si los había estaban en contra de ella, aunque ella siempre los había honrado. Se durmió poco a poco.


* Derufod, antes. Lo siento, pero ya había un personaje de otro relato con éste nombre. Gracias por entenderlo. (N de la A.)
* Versión libre de Laureth. Los datos sacados de los Apéndices. (N de la A.)



1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18

  
 

subir

Películas y Fan Film
Tolkien y su obra
Fenómenos: trabajos de los fans
 Noticias
 Multimedia
 Fenopaedia
 Reportajes
 Taller de Fans
 Relatos
 Música
 Humor
Rol, Juegos, Videojuegos, Cartas, etc.
Otras obras de Fantasía y Ciencia-Ficción

Ayuda a mantener esta web




Nombre: 
Clave: 


Entrar en el Mapa de la Tierra Media con Google Maps

Mapa de la Tierra Media con Google Maps
Colaboramos con: Doce Moradas, Ted Nasmith, John Howe.
Miembro de TheOneRing.net Community - RSS Feed Add to Google
Qui�nes somos/Notas legalesCont�ctanosEnl�zanos
Elfenomeno.com
Noticias Tolkien - El Señor de los AnillosReportajes, ensayos y relatos sobre la obra de TolkienFenopaedia: La Enciclopedia Tolkien Online de Elfenomeno.comFotogramas, ilustraciones, maquetas y todos los trabajos relacionados con Tolkien, El Silmarillion, El Señor de los Anillos, etc.Tienda Amazon - Elfenomeno.com name=Foro Tolkien - El Señor de los Anillos