Laureth

02 de Septiembre de 2007, a las 22:36 - Laurelin (Telpi en el foro)
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Cap. 19: Las Casas.

Cermië la levantó moviendola de un lado al otro. Volvió a llevarse a Bayard a su habitación, mientras Laureth se desperazaba y hacia sonar los huesos del cuello y de la espalda. Cuando estaba haciendo esto su hermano apareció por las escaleras, con la armadura puesta.
- ¿Haciendo sonar los huesos?- Belgomir le sacó brillo al yelmo con la manga.
- Me desperezo. Es un ejercicio muy bueno.- Laureth hizo sonar los dedos de las manos.
- Si no te rompes algo en el intento.- Belgomir miró a Laureth con una sonrisa.
- Nos hemos levantado con ganas de divertirse, ¿no?- dijo Laureth devolviendo la sonrisa.
- Es lo que tiene el amor...- Belgomir se peinó el cabello con las manos enguantadas y miró a Cermië que bajaba las escaleras. Ambos se sonrieron y Laureth subió las cejas y se rió por lo bajo. "Están locos...", pensó, "el uno por la otra, y a la inversa...".
Despues de darse los buenos días, Belgomir se dirigió hacia el patio y Cermië se dirigió hacia Laureth. Al ver la sonrisa de Laureth, Cermië se sonrojó.
- Me alegro por ti, Cermië. Estoy contenta de que os sintais bien despues de la... noche.- Laureth subió una ceja, maliciosa.
- Tienes que vestirse con algo mejor que eso...- Cermië le tendió un vestido de color oscuro. Laureth lo miró con desgana.- No tengo otro por ahora, pequeña. Además, tienes que llevar un vestido oscuro en señal de condolencia por todos los soldados muertos en combate.
- Cermië...- Laureth torció la boca.
- Ven, te ayudo.- Cermië se había recuperado del momento anterior.
- ¡Cermië!- Belgomir la llamó sacando la cabeza por la puerta, con cierta urgencia.
- Culurien, ayuda a Laureth.- Despues, se dirigió a la puerta con prisa.
Culurien se encontraba por ahi limpiando el polvo, como siempre. Laureth se sorprendió de no haberse dado cuenta de su presencia. Culurien con un rápido movimiento desnudó a Laureth y le colocó un primer vestido fino. Después, con otro movimiento, le colocó el vestido oscuro. A Laureth no le gustaba. Se miró en el espejo y observó que el proceso no terminaba. Vio como Culurien cogía unos hilos de detrás del vestido. Laureth abrió los ojos mucho. "No puede ser, esto no...". Laureth respiró hondo y notó cómo el vestido se cerraba, pero sin apretar. Se sintió aliviada. No podía aguantar los trajes apretados.
- Te queda bien, hermanita.- Belgomir, sonriente, cogía a Cermië de la cintura.
- No puedo salir con esto.- Laureth hizo una semi sonrisa.
- Mi amor, si has podido salir de Rohan en apenas tres días, y has escapado de miles de orcos, ¿por qué no podías hacer esto?- Cermië le arregló las mangas, largas hasta mitad de las manos y holgadas. Después pasó a la cintura (demasiado ajustada para el gusto de Laureth) con un pequeño cinturón del mismo color. La falda era larga, pero no muy ancha. Tenía la anchura justa para caminar bien. Realmente era bonito el vestido y elgante, pero Laureth no le vio necesidad, ya que ¿para curar heridos ese vestido? Miró a Cermië y observó que ella también tenía puesto uno igual. Sería el uniforme. Laureth suspiró.
- ¿Quién te ha hecho la trenza?- Cermië observó la trenza con curiosidad, al igual que Belgomir. Laureth no se había fijado que los dos estaban observando con mala cara la trenza.
Laureth se giró rápido y les miró. Pensó en una escusa rápida al mismo tiempo que intentaba disimular.
- ¿La trenza?- Laureth pensó rápido para salir de la situación.- Yo misma. No sabía que pudiese hacerlo, pero lo conseguí.
Cermië y Belgomir la miraron, incrédulos. Laureth los observó otra vez y veía que no se lo creían.
- Laureth... Creo que nunca te has puesto trenzas, además, no las sabes hacer.- Belgomir subió las cejas.
- No creo que sea tan importante...- Laureth subió los hombros a modo de escusa.
- Lo que sí es importante es el corte que tiene Bayard en el pecho.- Cermië cruzó las manos en su pecho.- Y a eso sí que vas a responder.
Laureth suspiró. Se lo tenía que decir igualmente.
- Se lo hice yo... - Laureth no consiguió terminar, pues Cermië quitó las manos de su pecho y las dejó a los lados del cuerpo. Se puso roja y estuvo a punto de golpear a Laureth con una reprimienda, cuando se colocó las manos en la barriga y respiró entrecortadamente. Belgomir la cogió de la cintura y intercambió unas palabras con Cermië. La sentó en un sillón y besó su frente. Belgomir se dirigió hacia Laureth con el seño fruncido mientras Cermië se recuperaba y Culurien traía un vaso de agua con su velocidad característica.
- Me tienes que explicar qué es eso de lo has hecho tú.- Belgomir subió una ceja, esperando respuestas.
- Estaba guardando las armas, cuando apareció Bayard y me dio un susto muy grande... Las armas salieron disparadas y cortaron a Bayard, pero lo curé enseguida. No pasó nada.
- Tiene un corte de un lado a otro, Laureth.- Belgomir cogió una taza con un líquido humeante de una bandeja que traía Culurien y sorbió un poco. Laureth lo imitó.- No creo que sea un buen recuerdo para el pequeño.
- No lo he hecho queriendo. Para nada querría que Bayard se hiciese daño. Lo juro.- Laureth puso la palma de la mano en alto.
- Me lo imaginaba, hermana. Intenta no hacerlo otra vez, por favor.- Volvió a sorber de la taza con un trago muy largo y se giró a Cermië. Ésta se encontraba mejor y sorbía su taza. Culurien se encontraba a su lado por si necesitaba algo. Belgomir se puso delante de ella y se arrodilló. Empezaron a hablar de algo que Laureth no entendía. Culurien puso una mano en su hombro e indicó a Laureth que se fuera.
- ¿Qué les sucede?- Laureth miró a Culurien y sorbió un poco de leche caliente con miel. El calor le recorrió el cuerpo.
- Están preocupados. Se les nota.- Culurien se giró, incómoda.
- Todos lo estáis. ¿Os sucede algo?- Laureth sorbió otra vez.
- La sombra se acerca.- Culurien sólo dijo esto y se fue. Laureth recordó lo que dijo su hermano la noche anterior, lo de los orcos y ataques. Laureth se estremeció. No quería que sucediese nada malo, y menos a las personas que quería. ¿Cómo estarían en Rohan? ¿Les estaría pasando lo mismo? "Por favor, ayudad a mis amigos y amigas, compañeros y compañeras... No se merecen nada malo".
Laureth miró por la puerta de la cocina. Observó a su hermano y a Cermië abrazados y con lágrimas en los ojos. ¡Pero si hace un segundo estaban bien! Laureth suspiró y dejó la taza con leche en una mesita junto con las demás, y se acercó a ellos. No los podía ver así. Le puso la mano en el hombro a su hermano y éste se separó poco a poco de Cermië y la miró. Laureth se sintió dolida por la mirada que le lanzó. No por que él lo hubiese querido, sino porque tenía miedo en sus ojos, y ése sentimiento se lo estaba pasando a ella. Cerró los ojos.
- Valentía, hermano.- Laureth citó las palabras que siempre decía su padre cuando se tenían que enfrentar a situaciones difíciles.
- No me queda otra.
- Sí, queda la esperanza. Si nosotros mismos nos ponemos funestos y dudamos... Por favor, no os pongáis así. No me gusta. No me hagáis...- Laureth bajó la cabeza, con pena. Le habían pedido que ayudara, pero ella necesitaba también esa ayuda. Quería abrazos...
Sintió cómo su hermano la abrazaba. Aunque la armadura estuviese fría, sintió un calor reconfortante.
- Vámonos, hermana. Llegarás tarde a tu primer día... Y, créeme, no te gustaría ver al Mayoral con un mal día.- Belgomir acarició la trenza de Laureth, recordando.- Ya es bastante mala persona de normal.- Belgomir sonrió maliciosamente.
- ¡Belgomir!- Cermië le pegó un pequeño golpe en el brazo.- No le digas eso a Laureth.- Cermië cogió a Laureth de un brazo y le susurró:- Una vez le tocó ser curado por el Mayoral y no por mí, desde entonces... Parece que le hizo daño.- Cermië sonrió y vio la cara de frustración de su marido. Enseguida Laureth volvió a ver en ellos la misma mirada de enamorados que cuando los dejó, cinco años atrás.
Después de despedirse de Culurien, se dirigieron al sexto nivel de la Ciudadela (después de recorrer varios metros dando vueltas de un lado a otro, ya que las puertas estaban en diferentes direcciones). Mientras caminaba, Cermië le iba explicando cómo iban las cosas y cómo estaban de sofocadas las chicas y mujeres con la cantidad de soldados que tenían que curar. Laureth movió los dedos para agilizarlos.
Laureth quedó con su hermano por la tarde para hablar en su lugar de guardia: las murallas cercanas a Osgiliath. Laureth le juró que iría y después de despedirse se dirigió, junto con Cermië a las famosas Casas de Curación. Las escaleras de acceso estaban llenas de gente, tanto soldados como familiares. Laureth se quedó quieta recordando. En Edoras el acceso a las cuadras también tenía una ligera cuesta. Se acordó que más de una vez casi atropelló a un pastor que iba de paso con sus obejas. ¡El pobre señor! Al final, consiguió hablar con él y se dio cuenta que no era un hombre sólo dispuesto a maldecir... Laureth nunca supo si sentían miedo por ella o si había casi atropellado a alguien más. Pero, al final, recordaba las caritas de los niños y niñas siguiéndola con esos ojitos brillantes. Laureth sonrió para sí misma. ¡Qué encanto de criaturas!
- Laureth...- Cermië le cogió del hombro y miró a Laureth.- No me gusta llegar tarde a mis clases, querida. Vamos.
- Perdona...- Laureth salió de sus recuerdos.- Creo que yo no necesitaré de tus clases, Cermië.- Con esta frase Cermië abrió los ojos mucho.- No es por nada, Cermië... Pero curé a muchos rohanianos en la Marca...
- Pero, no sabes cómo son las plantas de aquí, Laureth... Así que vas a tener...- El resto de palabras no le llegaron bien, ya que sintió cómo toda el mundo estuviese mirandola. Eso estaba mal. Prefería pasar inadvertida. Pero, ¿cómo lo iba a hacer (pensó después) si era la única rohaniana que estaba en las Casas de Curación desde éspocas inmemoriables? Laureth suspiró. Bueno, al menos no la insultaban.
- Querida- Cermië la miró, contrariada-, si estás así de distraída lo llevamos bien.
- Lo siento...

---

Al final entraron en las Casas de Curación. Realmente estaba un poco lleno de gente... Laureth observó el paronama desalentada. Penasaba que eso era diferente. Bueno, no podía hacer otra cosa. Suspiró otra vez más y siguió a Cermië que le explicaba cómo llegar a las diferentes salas. Laureth no podía escuchar. Seguía pensando. "Rrrrrrrrrrrr... Esto no me puede estar pasando a mí...", pensó. Mientras pasaba los heridos se le quedaban mirando como si fuese una Diosa. Laureth miró al frente con orgullo y al mismo tiempo con miedo a tropezarse con alguno de los Soldados...

Cermië, de repente se paró y miró a muchos jóvenes que estaban preparadas para empezar el día. Se levantaron todas al mismo tiempo. Laureth continuaba mirando al techo de la estancia, asombrada por el cambio de arquitectura. Cermië negó con la cabeza. No sabía qué hacer con esa criatura.
- Queridas alumnas. Perdón por el retraso, pero las circumstancias... Espero que me perdonéis, queridas.- Cermië observó la respuesta. Todas asintieron. Qué encanto de chicas. Cermië se giró hacia Laureth que había recuperado su atención, antes en las nubes. Cermië sonrió, complacida.- Os presento a Laureth, una nueva compañera.- Cermië la señaló. Todas sus alumnas se giraron y se quedaron con la boca abierta. Laureth por su parte saludó agachando la cabeza. Otra costumbre de la corte de los rohanianos. Le gustaría que se quitara esas costumbres y se dejase ver la señortia que era de verdad...- Bueno, os dejo con ella un segundo. Tengo que consultar algo con el Mayoral. Muchas gracias.- Se giró y se dirigió a Laureth en un susurro:- Querida, después tendré que hablar de ti al Mayoral para saber si te acepta sin haber dado clases conmigo. No hagas nada malo con mis pequeñas, eh? Sabes que te quiero y confío en tí.- Y se fue.
Mientras, el resto de chicas se la quedaron mirando de arriba a abajo. Laureth empezó a sentirse turbada. No había echo nada. Laureth observó a su vez a las jóvenes. No llegaban a los 16 años, y aún así parecían ya mujeres, bien arregladas, con un peinado recogido encantador, con unos trajes muy bellos... Laureth suspiró. No le gustaba este ambiente. Al fin, una chica se acercó a Laureth y ésta sonrió.
- Buenas, soy Naevian, de Gondor.- Naevian movió los dedos sin saber qué hacer.
- Laureth, de Rohan.- Laureth dio un par de besos en las mejillas de Naevian y sonrió.- Encantada de conocerte.
- Lo mismo digo.- Naevian se retorció las manos.- Me encanta tu cabello.
La afirmación le pilló por sorpresa. Hacía mucho que eso no se lo decían. Laureth sonrió más ampliamente.
- ¿Sí? Muchas gracias. Me gustaría tenerlo más ondulado, como vosotras, las gondorianas... Vuestro cabello es muy bello.
Naevian sonrió complacida. No le enviaban muchos cumplidos a ella. Naevian volvió a quedarse mirándola a los ojos. Laureth pensó que Naevian sabía lo que hacía y le cayó bien.
- Os parecéis mucho a Belgomir...- Naevian se calló enseguida.- Quiero decir que...
- Soy su hermana.- Naevian abrió los ojos mucho, al igual que todas las demás, que escuhaban atentas.- Es cierto... Sólo que cada uno ha salido a una parte de la unión.
Seguían quedándose con los ojos abiertos. Laureth empezaba a sentirse mal. Era un punto blanco en todo un tapiz oscuro. Además, sintió calor, mucha calor de repente. Se miró la pierna. Parecía que no estaba curada del todo.
- ¿Te sucede algo?- Naevian se sentía realmente mal. Laureth pensó que no quería tener encima a toda la Casa de Curación encima de ella.
- No, tranquila... No es nada. Gracias igualmente.
Laureth no pudo continuar hablando ya que, en ese mismo instante llegaron bastante heridos. Lo supo por los gritos que escuchó, dando órdenes. Laureth no esperó hasta que llegase Cermië y salió corriendo por el pasillo, para atender a los heridos.
- ¡Laureth! ¡No puedes hacer eso!- Naevian la miró con desesperación. Laureth se giró y la cogió el brazo. Naevian se resistió un poco.
- Naevian, ¿quieres que se mueran antes de que nosotras hagamos algo?- Naevian negó, asustada.- Te necesito. No sé por dónde ir...- Miró que Naevian miraba hacia todas partes.- No te pasará nada. Después, di que he sido yo que te he obligado... Por favor...
Naevian aceptó y corrió hacia un pasillo giganta, después giró a la derecha y vio la sala con los heridos. Eran muy pocas curanderas y curanderos para tanta gente. De repente vio a un herido de lanza que estaba grave. La sangre imprengaba su armadura. Había una mujer, que Laureth suponió que no era de las Casas, que lloraba a su lado. Laureth cogió a Naevian y se dirigió hacia allí. De repente apreció Cermië en el lindero de la puerta, diciendo algo a Naevian. Ésta se giró y miró a Laureth y a Cermië. Laureth le dijo que si quería que se fuese. No quería terminar con el oficio de Naevian. Al final, Naevian se dirigió hacia el herido. Laureth la siguió y miró al herido. Laherida era grande y sangraba demasiado... Si no hacía algo en ése momento, habría un muerto en su consciencia. Naevian parecía mareada con la sangre. Estaba en prácticas. La madre del soldado la ponía nerviosa con sus lloros. La entendía, pero...
- Naevian, lleva a esta mujer fuera, por favor.- Laureth lo suplicó.- Y traeme vendas, agua y algo con alcohol...
- Haced algo por él...- La mujer miró a Laureth con légrimas en los ojos.- Es aún joven, no ha hecho nada malo...
- Haré todo lo posible, pero no lo puedo hacer si estáis en medio. Naevian, por favor...
Naevian se llevó a la mujer fuera. Laureth cogió de la cintura al soldado y lo dirigió hacia na cama libre. Lo acostó y le quitó el yelmo. Realmente era joven, y tenía un miedo indefinible en sus ojos. Se giró hacia Laureth y la miró. Laureth le puso una mano en el hombro. Miró la herida del hombro. Tenía mala pinta. Soltó las correas de la armadura de forma algo torpe por los nervios. El herido la miraba aluciando, cómo queriendo preguntar algo. Tenía parte de la lanza incrustada aún. Laureth maldijo. Miró al herido que la miraba con terror.
- Ahora, aguanta. Te tengo que quitar ésa lanza de la herida. Puedes apretar mi hombro si lo necesitas. Hará daño, pero es necesario.- Laureth puso una mano en su hombro y con la otra cogió el resto de lanza. Suspiró.- ¿Preparado?
- Esperad. ¿Sois de Rohan?
- Sí. Y te voy a curar ésa fea herida que tienes ahí...
- Tenéis que llegar pronto, son muchos...- Se calló por el dolor.
- Tranquilo, no hables.
Laureth se quedó intranquila con ésa frase. Se aferró a la lanza, impregnada de sangre. Afirmó con la cabeza y el gondoriano afirmó también, cogiendo el hombro de Laureth. Ésta respiró y estiró con fuerza, pero con la mayor fineza que pudo. El gondoriano le apretó el hombro, haciendo recordar a Laureth los restos de heridas que tenía de la Marca. La lanza salió y el gondoriano, como sin fuerzas se tiró en la cama, respirando entrecortadamente. Laureth le secó la sudaro y miró dónde había agua. De repente, vio a Naevian cargada con agua, vendas y sal. Laureth agradeció su ayuda y cogió el agua y limpió la herida. El herido respiraba aún peor. Laureth le limpió la sudor. Y continuó con la herida. Maldició. Si fuese en el brazo podría cortar la sangre, pero allí. Por las crines de todos los Mearas juntos... Cogió la sal y la puso en las heridas, haciendo que el herido se contragese. Laureth miró la herida, y miró a Naevian. Ésta estaba a punto de desmayarse. Laureth maldició otra vez. No podía ser esto. Laureth puso más sal en la herida. La herida no se iba a cerrar así. Buscó entre los pliegues de su vestido a ver si tenía un milagro... Tocó la botellita de própolis en el cinturón. No sabía cómo había llegado ahí, pero esa no era hora de preguntárselo. Untó una venda con el líquido negro y lo puso en la herida. El herido gritó.
- Lo siento, esto te irá mejor que la sal, tranquilo.- Laureth continuó poniendo el líquido en la herida, que empezaba a cicatrizar un poco. Laureth sonrió, laiviada.- Naevian, las vendas, por favor. No mires hacia la herida.
Laureth cogió las vendas y, primero, puso la venda con el própolis en la herida, y después, la tapó con las vendas.
- Ya está, encanto...- Laureth puso la mano en el hombro del herido.- Con este líquido se te pasará antes.
- Gracias... Sois un encanto...
- Sh...- Laureth sonrió, complacida.- Necesitáis descansar.
- Mi madre...- El herido cerró los ojos. Laureth le quitó el cabello de la cara. En ése momento, Naevian se giró y vio las manos de Laureth llenas de sangre y se cayó hacia atrás. Cermië la cogió, mirando a Laureth, que ahora estaba absorta en la lanza que había sacado del cuerpo del gondoriano desconocido. Estaba hecha para penetrar en la carne y después no salir. Era dentada. Laureth la lanzó, con miedo. Le recordó a la muerta de su padre. En ese momento no pudo hacer nada por él. Ahora sí... Cermië le estaba hablando, ya después de haber dejado a Naevian en una cama. Laureth no escuchaba nada. Se levantó y se dirigió hacia la salida. Se limpió las manos en el vestido y buscó a la madre del herido.
La encontró en un rincón, temblando. Laureth le tocó el hombro y le sonrió. La mujer la abrazó, llorando y dándole las gracias.
Cermië observó todo desde las puertas. ¡Ésta Laureth! Había infligido casi todas las normas en un día, pero... Había salvado a una persona de una herida mortal. Cermië sonrió: estaba orgullosa de ésa criatura. Se tocó la barriga y deseó que tuviera algo de ella. Laureth llegó con los ojos llorosos. Había ensuciado el vestido demasiado, pero eso no le importó. Cermië la abrazó.
- No sé porqué has hecho eso...
- A mí también me hubiese gustado que me lo hicieran.- Laureth entró en las Casas.- No le haréis nada a Naevian, ¿no? Ha sido culpa mía todo...
- Tranquila, veremos qué podemos hacer contigo, pequeña. El Mayoral quiere verte.
Laureth se dejó llevar con la cabeza gacha.


Dentro de poco cambiaré el nombre de algún personaje, ya que me enteré de que había ya una persona que tenía el nombre de Derufod, por ejemplo. Desde aquí quiero pedirle perdón, pero lo envié antes de ver tu personaje y protagonista. Lo siento, de verdad.
Gracias a tod@s l@s que me están leyendo y a Elfenomeno por publicarlas. Siento no entrar al foro, pero no tengo el suficiente tiempo. Besos.



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