Laureth

02 de Septiembre de 2007, a las 22:36 - Laurelin (Telpi en el foro)
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Capítulo 16: Primeros encuentros

Laureth se levantó con dolor de cabeza. Había tenido toda la noche sueños extraños. No tenía fuerzas para levantarse, así que se giró hacia un lado y abrió los ojos. Una tenue luz entraba en la habitación por una ventana pequeña y con unas pequeñas cortinas. La cama era suave y las sábanas olían bien. La habitación era grande y bonita, pero igualmente se sentía fría. Laureth no se sorprendió al darse cuenta de la mala noticia (por la que ella se encontraba así). Llevaba una semana pésima. ¿O eran solo unos pocos días? Cerró los ojos un segundo y vio a Aure muerta, se acordó del ataque del dunledino, de su huida de Rohan, de la pésima subida a la Ciudadela... No lo aguantaba. Justo cuando necesitaba a su madre, ella no estaba. Le calleron unas cuantas lágrimas por las mejillas. Se imaginó a su madre, suicidándose de miles de formas...
No estaba mal porque se hubiese suicidado. Ella también lo hubiese hecho al no tener a nadie con quien sentirse a gusto... Sino por haberse marchado. La echaba de menos. Sintió la pérdida de su madre justo cuando murió Aure, pero Laureth pensó que no seria por eso. Sí que lo era.
Ahora no le quedaba más que su hermano, y no se había presentado. Además, le haría miles de preguntas que ella no tenía ganas de contestar. Laureth quería aislarse del mundo y no hablar con nadie de nada. Cerró los ojos y dejó la mente en blanco.
Justo cuando conseguía dormitar alguien saltó encima de la cama. A Laureth casi le dio algo. Controló el impulso de saltar de la cama con un grito y se giró. Vio a un niño con pijama que la miraba con unos ojos marrones muy tiernos. Parecía tener curiosidad y al mismo tiempo pena. Laureth le observó con curiosidad también. Nunca había visto a un niño gondoriano con... ese aspecto. Tenía como mucha... ¿sabiduría? No, no podía ser eso...
* Sólo quería saludarte... – Dijo el pequeño- y darte el desayuno. Parece que tengas hambre.
* Oh, gracias.- Laureth se tocó la mandíbula y se estremeció.- Eres muy amable. ¿No tendrías que estar durmiendo?
* No... No tenía sueño.- El pequeño le tendió una taza en que humeaba un líquido.- Mi madre dice que no tienes que hablar, pero yo nunca he visto una rohaniana...
* Ya has visto una... Un poco herida, pero bueno.- Laureth cogió la taza humeante y bebió un poco del líquido. El simple olor la tranquilizó mucho y le calmó la herida en la pierna con un calor apacible. Probó el brazo herido y pudo moverlo.- Soy Laureth, encantada... – Laureth le tendió la mano.
* Yo me llamo Bayard. ¿Laureth?- Bayard le cogió de la mano y se abrazó después.
Laureth sintió el cálido cuerpecito de Bayard encima y el cariño que le profesaba aún sin conocerla. Laureth dejó la taza en la mesita y le devolvió el abrazo. Lloró un poco por la sensación que necesitaba desde hacía tiempo.
Bayard se apartó del abrazo con cara de arrepentimiento.
* Lo siento, pero es que parecía que necesitabas tanto un abrazo que... – Bayard se puso rojo. Laureth sonrió y le despeinó un poco más de lo que estaba.
* No te preocupes, no has hecho nada malo.- Laureth volvió a beber un poco de la bebida. Cada trago que bebía sentía más sueño. Aún así, quiso hablar con alguien, además le había prometido alguna historia- ¿Sabes algo sobre de dónde nacimos los humanos?
Bayard pareció pensar, pero negó tres veces. Laureth le sonrió y le tendió un cojín de la cama.
* Dicen, que los mortales o humanos nacimos todos de la tierra... – Laureth empezó a contar con extraño accento.
* ¿Del suelo? Pero, ¿con vida? ¿Todos ahí? ¿Cómo si fueramos paja..??
* NO como paja... Parece ser que nacimos como árboles, todos juntos, cómo en hermandad, y al mismo tiempo unidos a la tierra, ¿entiendes?- Laureth miró a Bayard, su sobrino. Al ver la cara de extrañado que ponía sonrió.- ¿Sabías? A nadie le ha gustado mucho que naciésemos de ahí...
* ¿Sabes algo de los elfos?- Bayard abrió mucho los ojos.
* No muchos mortales saben mucho de ellos... – Bayard bufó. Laureth continuó.- Yo no he visto a ninguno en realidad, pero... creo que en sueños... Yo iba por Fangorn... No se tenía que entrar, ya que estaba en servicio... y de repente, lo observé... Era extremadamente flaco, con los cabellos lisos y... de él emanaba cómo una luz... No sé exactamente cómo son... – Laureth se fijó que estaba hablando en voz alta, ya que eso no lo quería contar. Era algo que le sucedía a menudo, ver a un elfo en el bosque de Fangorn, rodeado de luz. Ella no lo entendía, nunca había visto a una de ésas criaturas, pero sabía que eran ellos. Bayard estaba con la boca abierta.
* ¿Los has visto?
* No, no... Es solo en sueños, cómo si fuese una visión. Ningún mortal que yo conozca ha visto ninguno. Más bien, se les tiene miedo...
* ¿Miedo?- Bayard no salía del asombro- Mi padre dice que los rohanianos son muy valientes...
* Sí, las rohanianas también. Pero, todo el mundo tiene algo a lo que temer, y no por eso es menos valiente... Es miedo a lo desconocido. Tengo que reconocer que yo también siento como inquietud al oír hablar de ellos....
Alguien tocó a la puerta y después asomó la cabeza por el lindero de la puerta. Laureth reconoció los ojos de Cermië. Ésta entró llevando agua i vendas. Dejó todo esto en una silla de la habitación y miró a Bayard.
* ¿Tú no tendrías que estar durmiendo?- inquirió Cermië.- Además, tendrías que dejar en reposo a Laureth... Ha hecho un largo camino...
* No molesta, Cermië, tranquila.- Laureth tocó la espalda de Bayard, indicando que se fuese.- Me ha traído el desayuno, además.
Bayard saltó de la cama y saludó a su madre con un beso. Antes de salir de la habitación, se giró y sonrió a Laureth, ésta le devolvió la sonrisa. Bayard se fue.
* ¿Cómo te encuentras? ¿Mejor?- Cermië le puso la mano en el hombro.- Tienes heridas en todo el cuerpo, algunas sin cicatrizar. ¿NO te las cuidabas?- La voz de Cermië sonaba preocupada.
* NO tenía tiempo... Lo intentaba, pero yendo de un sitio a otro... – Laureth recordó todos los días que iba de un sitio a otro, entregando el correo.
* Tendrás que dejarlo por un tiempo largo.- La voz de Cermië cambió. Se tronó autoritaria.- Vas a necesitar descansar, o si no, no podrás recuperarte de todas esas feas heridas... – Cermië levantó las sábanas y se fijó en la herida de la pierna. Ésta empezaba a cicatrizar, aunque con un color oscuro alrededor. Cermië se estremeció.- Querida, no sé cómo te han podido hacer esto... Se ve fatídico.
* Tampoco será tanto, ¿verdad?- Laureth sonrió. Le dolía, pero no quería ver cómo estaba.
* Laureth... No empecemos con tonterías.- Cermië cogió unas telas mojadas en agua caliente con olor a romero y se lo puso en la herida a Laureth. A ella se le quitó la sonrisa de la cara. Le picaba todo el cuerpo, tenía la sensación de que estaba rodeada de rosales con espinas.- Pequeña, es por eso por lo que no puedes salir a cabalgar. Y ni se te ocurra utilizar armas. Las guardarás.
* ¿Cuándo podré levantarme? No me gusta estar tanto tiempo sentada aquí sin hacer nada.
* Aún tardará, mi amor.- Cermië guardó sus útiles de curación y sonrió. Escucha, Laureth... Si necesitas hablar de cualquier cosa que te sucedió, que te preocupe, lo que sea, estoy aquí al lado... – Laureth bajó la cabeza, dejando que el cabello le tapara la cara.- No es necesario que me lo cuentes, es sólo por si lo necesitas.- Cermië se preocupó al no responder Laureth.- Pequeña... – Cermië abrazó a Laureth. Ésta suspiró y se apoyó en su hombro. Empezó a sollozar.- Ay, mi pequeña... Tranquila, aquí estarás bien, tranquila... Te recuperarás, podrás volver a Rohan... – Laureth lloró aún más.- Mi amor... – Cermië le cogió de la cara e hizo que le mirase a los ojos.- ¿Te he dicho que estás muy fea así? Venga, no... Todos necesitamos tu bonita sonrisa, ¿si? Venga, Laureth... – Cermië le hizo cosquillas en las costillas, Laureth se rió.- Eso está mejor. Venga Laureth. Si te encuentras mejor y no quieres decir nada, pues vale. A descansar.
* Gracias Cermië.- Laureth le cogió de la mano.- Lo necesitaba.
* Todo para mi preciocidad.- Cermië la abrazó y le besó el cabello.- Descansa.

---

Bayard desayunó rápido. Quería ver a Laureth y que le contase más sobre los elfos y Rohan. Cuando fue hacia arriba, su madre le cogió y lo subió a sus brazos.
* Nada de eso, Bayard.- Cermië le miró subiendo una ceja.
* Venga, mama...!! Sabe muchas cosas y es diferente...!!
* Sí, pero tienes que dejarla descansar. Si no, no se acordará de nada de lo que te tiene que explicar.
* Vale... Perdona, mamá.
* No tienes por qué pedir perdón, mi criaturita... – Cermië lo bajó y le arregló la camisa del pijama.- Ven, y dame un beso. Después ponte ropa limpia.
Bayard bajó corriendo las escalera, a hacer lo que le habí dicho su madre. Cermië sonrió, complacida. Sintió cansancio, de repente. Se tocó la barriga y sonrió. “Dentro de poco estarás aquí conmigo, criatura...”, se dijo a sí misma.
Alguien, por el tamaño de las manos, Belgomir le tapó los ojos.
* Ésa sonrisa sólo puede significar que me has visto llegar... – Belgomir mordió un poco el cuello de Cermië. Ésta se rió.- Buenos días.- Belgomir besó a Cermië en los labios.- Te has levantado muy pronto...
* Laureth necesitaba cura urgente... – Cermië bajó las escaleras. Belgomir la paró al final.
* Hay algo más... – Belgomir puso sus manos en los hombros de Cermië.
* No hay nada más... – Cermië se sintió molesta.
* Si no lo hubiera no estarías dándome la espalda... – Belgomir quitó sus manos de los hombros de Cermië.- Bueno, no pasa nada. Tranquila, mi amor.- Belgomir besó el cabello rizado de Cermië.
* Belgomir...- Cermië le cogió de las manos.- Puede ser que nuestra hija nazca en mal momento...
* ¿En mal momento? ¿Porqué?
* Decías que se acercaban... Que Rohan estaba débil y... – Cermië bajó la vista.
* Cermië... – Belgomir la abrazó. Sabía que no tendría que habérselo dicho.
* Toda la Ciudadela hablaba de eso. Yo hacía oídos sordos... No me lo quería creer por eso... ¿Y si nace cuando ataquen la Ciudadela?
Belgomir se quedó parado. No había pensado en que atacarían la Ciudadela... Si era así... Belgomir abrazó más fuerte a Cermië.
* No atacarán la Ciudadela... No serán capaces...
* Belgomir... No piensas realmente eso... – Cermië observó la cara de su marido. Ésta pasó de estar de preocupada a serena.
* Cermië... Resistirá la Ciudadela.
Belgomir lo dijo con tal convinción que Cermië se lo creyó. Aún así, Belgomir subió las escaleras a toda velocidad. Fue a la habitación de Laureth, que dormía. Por su cara parecía que tenía pesadillas. Belgomir le cogió la mano y la acarició. Laureth se calmó un poco. Belgomir la tapó con la sábana.
* Rohan no responderá... Laureth, ¿y ahora qué hago?- Le acarició el cabello dorado.- Laureth... Gracias por estar aquí, te necesitaba. No has traído buenas nuevas desde Rohan. Pero tú has venido... Eso es lo importante. A ti tampoco te van a hacer daño. No más. No dejaré que nos causen más dolor.- A Belgomir se le escaparon unas lágrimas. No podía ser tanto dolor... Laureth se levantó.
* ¿Qué sucede...? Belgomir?- Laureth observó a su hermano de arriba abajo, sin fijarse en las lágrimas.- Estás muy extraño con esa ropa... No te queda bien.- Laureth sonrió, desperezándose. Belgomir la abrazó, con cariño.
* Gracias por estar aquí. Necesitaba tus burlas.- Belgomir se secó las lágrimas.
* Sí, yo también te necesitaba... – Laureth le dio unos pocos golpes en la espalda.
* Laureth... Sigues siendo tan pequeña como siempre.
* Qué encanto de hermano.- Laureth subió una ceja. Belgomir se rió. Laureth bostezó. Se negó a dromirse, tenía a su hermano ahí, tenía ganas de preguntar miles de cosas. No pudo aguantar las ganas de dormir.
* Que descanses.- Belgomir le besó la frente y se quedó mirándola.
Bayard apareció por la puerta y observó a su padre con la cabeza gacha. Se acercó por detrás y lo abrazó.
* Pequeño... ¿qué haces tú por aquí?
* Abrazo...
* ¡Qué encanto!- Belgomir lo cogió y se lo puso en el hombro.- Vamos a llevar a este saco de patatas a la cocina.- Belgomir se giró un segundo a Laureth. Se lo diría más tarde. Salió de la habitación con un Bayard risueño. Al ver a Cermië aún pensando, gritó:- ¡Saco de patatas! ¿Dónde lo dejo, señora?
* ¡Mamá!- dijo entre risas Bayard.
* Déjalo ahí al lado. Lo comeremos en la cena.- Cermië sonrió al ver a Bayard haciendo el loco.
* A sus órdenes... – Belgomir fue hacia allá e hizo como si tirara a Bayard al suelo. Bayard se enganchó a sus brazos. Belgomir lo dejó en el suelo.- Y corre, no vaya a ser que te coja otra vez.- Bayard corrió riéndose. Belgomir se giró a Cermië, quien tenía una media sonrisa que ensombrecía su rostro. Belgomir la besó y sonrió. Después, corrió detrás de Bayard.



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