Laureth

02 de Septiembre de 2007, a las 22:36 - Laurelin (Telpi en el foro)
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Capítulo 14:

Por fin se atisbaba la Ciudad de Minas Tirith delante de sus ojos. Laureth pestañeó. Nunca se la había imaginado así (como si fuera un árbol invertido de un color blanco brillante y casi enclavado en la montaña, también blanca), ni que estuviera tan cerca ya. El tiempo se le había pasado rápido. Casi todo el viaje se lo pasó dormitando por culpa de todas las heridas que le dañaban, y por eso no se enteró de cuántos días habían pasado. Laureth sonrió. Conseguiría ver a su madre y a su hermano. Ya tenía ganas de verlos y saber qué hacían con sus vidas. Los echaba de menos. Suspiró.
Galopaba en el caballo de Nainel, pues aunque se encontrase mal no quería quedarse en el regazo de nadie, ya que le incomodaba. Nainel y Arien ya galopaban hacia la Ciudadela, cómo si quisieran huir ya de Laureth. "Doy demasiado miedo, sí señor", pensó Laureth a la vez que espoleaba a su montura, intentando alcanzarlos. Durante el viaje, los gestos de cariño entre Nainel y Arien habían ido en aumento, hasta el punto de incomodar a Laureth. Cada vez les importaba menos, y eso le fastidiaba, aunque ella no dijera nada. Le gustaba estar sola a veces, pero tampoco que pasasen de ella así.
Estaba anocheciendo, y la Ciudad se había teñido un poco con el rojo atardecer. Parecía una gran pira, con sus siete niveles, disminuyendo de tamaño con la altura. Laureth estaba encantada con ésa visión, al igual que se sentiría reconfortada con la solidez de las murallas blancas de la Ciudadela.
Al entrar por la gran puerta de la cuidad, Laureth dejó el caballo en las cuadras. Recogió sus cosas y se dispuso a subir los niveles, a ver si encontraba a alguien conocido. Miró a su lado y de repente ni Nainel ni Arien aparecían. "Directamente, das miedo", se dijo a sí misma Laureth. No se habían despedido y se habían llevado la mitad de cosas de Laureth. Ésta suspiró. Ahora sí que necesitaba un abrazo de su madre, de los cálidos. Laureth se estremeció sonriendo. Eso estaría muy bien.
Fue subiendo cada nivel dando rodeos de una puerta a otra. Cada vez había menos gente y nadie se fijaba en Laureth. Cuando oscureció estaba en el quinto nivel y casi extenuada. Con la pierna mal no podría hacer mucho, y menos esa rampa tan pronunciada. Hasta ése momento Laureth estaba sin dolor por el entusiasmo que le daba encontrarse con su familia de repente, con la arquitectura tan... diferente a la de Rohan, pero sus esperanzas menguaban junto con el Sol. Miró hacia las casas que tenía alrededor y no encontró nada que le hiciese pensar que su familia vivía ahí. De repente se sintió perdida y sola. Miró hacia todas las callejuelas y todos los patios que se dispersaban por aquí y por allá. "¿Dónde os habéis metido?", preguntó Laureth a sus familiares. Ya había oscurecido y no se divisaba a nadie, excepto los soldados que hacían sus guardias por las calles. Laureth suspiró y paró de buscar. Se sentó en un recodo en la pared y miró sus cosas. Las abrazó para que nadie se las quitase y se puso a dormitar.

Pasó un buen rato hasta que escuchó una voz familiar en el portal de una casa. Laureth se levantó y se dirigió a la voz. Sentía, otra vez, esperanza. Se quedó fuera de su alcance por seguridad. Escuchó la conversación:
- Ya sabes lo contenta y el favor que me haces al curar a mi pequeño.
- No pasa nada, es un placer. Se sabe que no se puede estar cuidando siempre de la misma gente, y además tu hermano se lo merecía.- Dijo una voz femenina que era muy familiar.
- Ya sabes que me puedes pedir lo que quieras cuando quieras. Y no repares en lo que quieres. ¿Vale, Cermië?- Laureth saltó hacia atrás y sonrió. Reprimió las ganas de saltar encima de su "hermana" de golpe. La pobre se daría un susto de muerte. Cermië había sido su mejor amiga cuando Laureth llegaba a Minas Tirith. La conocía por eso y por qué (supuestamente) estaba enamorada de su hermano. No sabía cómo habría quedado ése romance, pero ahora parecía que tenía ya marido. Al cerrarse la puerta, Laureth se acercó. Cermië, al girarse saltó hacia detrás. Laureth hizo lo mismo.
- Muéstrate o... - Cermië seguía retrocediendo mientras resguardaba el pequeño que tenía en su barriga con sus brazos.
- Cermië, soy yo.- Laureth dio un paso hacia delante y Cermië retrocedió.- Cermië... Laureth, la hermana de Belgomir... La rohaniana...
- ¿Laureth? No eres tú, ¿verdad?- Cermië se acercó y la miró. Le tocó el cabello y, de repente, la abrazó.- Pequeña, pero ¿qué te ha pasado? Tienes tan mala pinta... - Cermië le miró de arriba abajo, negando con la cabeza.- Ven, te daré un vestido nuevo y un baño. Siento que necesitas refrescarte un poco. No, no pienses que te estoy diciendo que hueles mal... Vamos.- Cermië se acercó a los bultos de Laureth.
- No, Cermië, ya lo cojo yo. Tú ya tienes bastante con... - Laureth miró la barriga de Cermië, un poco abombada.
- Estoy embarazada, pero no vieja, pequeña.- Dijo con una sonrisa.- ¿Y tú qué haces por aquí? Por fin vienes a visitarnos...- Cermië se cargó gran parte de las pertenencias de Laureth y subió un nivel más. Ya estaban en el sexto nivel.- ¿Porqué no viniste a mi boda? Belgomir te envió una invitación y nos disgustamos mucho al no verte...
- ¿Boda...? - Laureth pestañeó. A ella no le había llegado nada de nada. ¿Nos disgustamos mucho...? Su hermano se había casado con Cermië. Laureth sonrió, contenta.- Lo siento, Cermië. No me llegó ninguna invitación, si me hubiese llegado hubiera venido corriendo. Al final lo conseguiste... - Cermië levantó las cejas, sin entender.- ¡A Belgomir! ¡Enhorabuena! Pensaba que no conseguirías nada con él... Y casaros... ¡Qué bien!
- Fue bastante fácil... - rió Cermië- Ya sabes que mis encantos naturales pueden con murallas enteras...
- Por lo que veo, sí.- rió Laureth.- ¿Vais a tener un niño?
- Ya tenemos uno, después vendrá la pequeña de aquí.- Cermië giró entre las calles hasta que llegó a un portal y tocó la puerta. Laureth pensó. La última vez que vino fue hace cinco años, Cermië y Belgomir se casaron y ya han tenido un hijo. "¡Vaya, Laureth! Te pierdes siempre lo más importante..." Una señora de mayor edad que Cermië abrió la puerta.- Culurien, prepara la habitación de invitados. Tenemos visita, y un baño con agua caliente.
- Sí, señora.- dijo Culurien cogiendo las cosas de Laureth y llevándolas escaleras arriba. Laureth miró alrededor. Era tan irreal. Una casa gigantesca, con muebles muy bien cuidados y un olor a flores que embriagaba. No se parecía a la posada de Edoras, con las cuadras debajo de tu habitación. Sonrió.- Señora, Bayard no se quiere dormir si no te ve.
- Gracias, Culurien.- Cermië llevó a Laureth dentro.- ¿Te gusta?- Laureth afirmó.- Ven a ver tu habitación, seguro que te gusta.
Laureth subió las escaleras renqueando. La casa que quería ver desde hacía tiempo. Miles de recuerdos le llegaron a la cabeza. Pero, no se dirigió a su habitación, sino a la de su madre. Conocía esta casa. Todos sus buenos recuerdos se agolparon en su cabeza. Su madre estaría ahí, la abrazaría, le diría que la echaba de menos... Y ella le diría que perecía una "hombrecillo", como siempre. Tendría que estar aquí. Cermië la paró.
- No la molestes ahora. Vamos a bañarte.
Laureth se dirigió a dónde se suponía que estaba su habitación y de repente alguien salió corriendo alrededor suyo, hacia Cermië. Laureth se tambaleó y se cogió a la pared. Vio al pequeño niño que se parecía a su hermano. Aunque se había hecho daño, sonrió.
- Bayard, tendrías que estar durmiendo, e intentar no tirar a toda la gente que pasa al lado tuyo... - Cermië lo cogió en brazos y le miró a los ojos.- Te vas a ir a dormir, pero antes dile perdón a Laureth. Casi le tiras.- Cermië dejó a Bayard en el suelo y se acercó a Laureth y la ayudó a ponerse completamente derecha.- Bayard...
- Ummm... - Bayard se fijó en Laureth y bajó la cabeza.- que...
- Bayard, no te vas a morir por decir que lo sientes... - Cermië levantó las cejas. Bayard tenía la vista clavada en el suelo.- Este niño...
- Déjalo. En sus ojos se ve que está arrepentido. Además, tendrá sueño y no ganas de pedir disculpas por algo que casi no ha hecho...
- ¿Rohaniana? - Bayard se acercó con miedo a Laureth.- ¡Qué bien! ¿Tienes un caballo? ¿Y como es tu casa? ¿Y el resto de rohanianos? ¿Y los niños?...
Laureth pestañeó y sonrió. Se acercó y le despeinó un poco el cabello. Se agachó un poco.
- Hagamos un trato: tú te vas a dormir, y no le molestas más a mamá, y yo mañana te cuento todo sobre Rohan, ¿te parece? - Bayard sonrió y salió corriendo.
- ¡Buenas noches, mamá! - Antes de cerrar la puerta de su habitación miró por la ranura a Laureth y sonrió. Laureth le devolvió la sonrisa y dijo adiós.
- De vez en cuando se comporta como un niño de diez, y otras como uno de un año.- Cermië negó con la cabeza.- A su padre...
Antes de que terminase, Laureth tuvo que pestañear para no caerse. Perdió el equilibrio y estuvo a punto de caerse. Volvió a pestañear y consiguió quedarse de pie. Cermië se acercó, preocupada por Laureth.
- ¿Te encuentras bien? Casi te caes... - Cermië la cogió del brazo, mirándola. Laureth veía todo bajo una neblina.
- No es nada, tranquila.- Se intentó quitar del brazo de Cermië, y casi se vuelve a caer. Viendo la cara de Cermië, Laureth volvió a negar.- Nada...
- Laureth... - Cermië la miró de arriba abajo, intentando llevarla hacia la habitación. Le iba diciendo palabras tranquilizantes, pero Laureth no las escuchó. No sentía nada alrededor suyo. Suspiró y se vio caer.



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