Laureth

02 de Septiembre de 2007, a las 22:36 - Laurelin (Telpi en el foro)
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Cap. 18: Encuentros.

Belgomir volvía de su guardia con Cermië a su lado. Ésta parecía estar demasiado cansada. Belgomir la miró y acarició su mejilla. Cermië lo miró con ojos cansados. Belgomir se sobresaltó, nunca había visto a su esposa así... Siempre era viva y sonreía bastante.

- He tenido que decir a miles de famílias que sus familiares estaban en graves condiciones... Gente como nosotros, Belgomir. ¿Y si nos pasa a nosotros igual?- Cermië miró a los ojos a Belgomir.- No quiero que te vayas a ningun sitio aunque te lo ordenen.

- Pero, Cermië... Alguna vez tengo que morir...

- Eso no me vale, Belgomir.- Cermië lo miró cabreada.- Quiero que me lo jures.

- ¡Cermië!- Belgomir negó consternado.

- Lo sé, por eso mismo quiero que me lo jures. Bayard, la niña, Laureth y yo te necesitamos. Hazlo.- Cermië acarició la mejilla de Belgomir.- Por favor.
Belgomir no quiso hacerlo, porque sería una obligación muy grande, pero miró a Cermië: estaba destrozada del todo. No tendría otra opción que aceptarlo. No podía dejarla así, ella le necesitaba.
- Lo juro, Cermië...- Járaldur miró a Cermië. Ésta sonrió y lo abrazó. Escuchó un "gracias".- De nada, mi amor. Volvamos a casa.

Cuando llegaron a casa se la encontraron a oscuras. Se miraron con miedo. Normalmente, las velas estaban encandidas y Culurien siempre andaba dando vueltas por ahí, preparando la lista de tareas del día siguiente. Les resultó extraño no verlo así. Cermië se fue a encender la primera vela y la cogió. Belgomir desenvainó la espada.
- ¿Culurien?- Belgomir caminó por la sala.- No responde.
- No estará... Pero eso es casi imposible... Siempre está aquí.
- El fuego está encendido. Deben estar ahí.- Belgomir caminó hacia la chimenea. Sus pasos le resonaron en la cabeza, cómo si fueran grandes tambores de guerra. Vio la cabeza de alguien reposada en el sofá de la casa, al lado del fuego. Siguió caminado por el lado del sofá. El calor de la chimenea empezaba a caldearle la sangre, de forma abrasadora. Eso era un mal presagio. Cuando estuvo delante del sofá su espada bajó hasta el cuello de la persona y paró a tiempo.
- ¡¿Belgomir?!- Derufin puso cara de pánico. Belgomir bajó la espada.
- Cermië, es Derufin.- Belgomir guardó la espada y miró a Derufin con expresión inquisitiva.
- Menos aml que es así, mi amor.- Cermië fue hacia su lado y saludó al aterrido Derufin y se disculpó. Después, cogió a Bayard, que estaba en los brazos de una dormida Laureth. Bayard se movió.- Sh... Vamos a tu habitación, mi amor.- Cermië subió las escaleras.
- ¿Y bien?- Belgomir miró a Derufin, ya calmado.
- Vine a hablar contigo y me encontré con Laureth...
- Y, ¡¿qué haces aquí aún?!- preguntó un aturdido Belgomir.
- Necesitaba ser escuchada, Belgomir. Después, me quedé dormido.- Derufin miró a Belgomir con cara agresiva. Belgomir suspiró, sin creer.- No te mentiría, y lo sabes. ¿Qué iba a hacer aquí?- Derufin miró a su compañero y amigo. Se encontraba mal, de eso estaba seguro. Había envejecido unos cinco años. Derufin suspiró.- No sé hacia dónde vas, Belgomir, pero no tienes que pensar siempre mal de la gente. Es más, nunca habías pensado mal de mí, ¿qué se supone que te pasa?
- ¡¿Qué se supone que me pasa?!- Belgomir se exaltó por todas las preoocupaciones juntas.- Acaba de llegar mi hermana, sin buenas noticias y herida, voy a tener a una niña en mitad de un conflicto, puede ser que ataquen a Gondor con un ejército mayor.... ¡Y me preguntas qué pasa! ¡No sé nada de ella desde hace tiempo y empiezo a verla con... ¡Malditos sean los de la Tierra Oscura! ¡Acabaran conmigo!- Belgomir se sentó en su sillón y se tapó la cara.
Laureth se levantó poco a poco de su sitio y puso la mano en el hombro de un Derufin aún cabreado porque le creyera capaz de hacerle algo malo en contra suyo. Laureth lo miró y subió las cejas. Derufin se giró, cabreado. Laureth le besó la frente y se dirigió hacia su hermano. Le cogió la manos y le miró en los ojos.

- No puedes enfadarte con todos tus amigos y conocidos de esa forma , hermano.- Laureth besó las manos de éste.- Tranquilízate. Solo te vas a enfadar más contigo mismo por ponerte pegas por no solucionar problemas que son más grandes que tú. Belgomir, todos y todas nosotros te queremos porque eres un encanto, porque te tomabas las cosas a broma, porque siempre ayudabas a quien lo necesitaba... Por ser tan bueno, hermano. No quiero que te vuelvas loco por una cosa que tú solo no puedes solucionar. Estoy aquí para ayudarte, no para dañarte. Derufin se ha quedado escuchandome, hermano, no a hacer nada...- Laureth suspiró. ¿Cómo podían llegar a decirle eso a ella?

- Laureth, no pretendía decirte eso. No pienso eso de ti, te lo aseguro. Pero, hace tanto tiempo que no vienes y no me has podido contar nada, y... No quiero que te pase nada funesto, Laureth. No quiero que estés sufriendo tanto como yo...

- Comportarte como lo haces no lo arregla.- Laureth lo abrazó.- Pero yo tampoco quiero que te pongas así. Te juro que no he hecho nada deshonroso, ni nada por el estilo.

- Lo sé, Laureth, lo sé.- Belgomir la abrazó y le besó la frente. Después, se dirigió a Derufin.
Laureth se levantó y miró a Cermië, en la escalera. Ella también necesitaba algo de alegría en su vida. Cermië la miró y negó con la cabeza. Laureth subió la escalera y la abrazó.
- Gracias, pequeña...- Cermië se dejó abrazar por Laureth, mientras lloraba un poco.
Belgomir las observó y semi sonrió. Bajó la mirada y se miró las manos. Envejecía por momentos.

- Mi amor, a dromir.- Cermië envolvió la cintura de su marido con su brazo y le besó la mejilla. Éste sonrió y Cermië también.- Como veo que Laureth está bien, mañana me acompañará a las Casas de Curación. Se necesitan personas cómo tú ahí. Cermië acarició la mejilla de laureth mientras subía las escaleras.- Buenas noches, pequeña.
- ¿Bayard se encuentra bien?- Belgomir besó la frente de su esposa.
- Claro. Quejándose cómo siempre, pero bien...

Sus voces se fueron perdiendo en la lejanía, y Laureth se frotó los brazos. Otra vez sola. Suspiró y se dirigió a la chimenea. La observó y atusó las brasas. Se quedaría a dormir ahí. Se había acostumbrado a los sofás y sobretodo al suelo. Bostezó y se acostó en el sofá. Aunque el calor de la lumbre le daba calor, sentía frío, así que se tapó con una manta que había sacado. En Minas Tirith hacía más frío que en Rohan. "Sin duda", se dijo a sí misma. Pensó en su hermano. ¿Cómo había podido pasarle eso? Se estaba muriendo poco a poco. Laureth suspiró. " Ahora tienes que olvidar que no te han dicho nada sobre tu madre y quiterte el pesar de encima. Ellos necesitan ver una sonrisa, no más pena y lágrimas. Te necesitan, Laureth". Poco a poco se durmió.

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- Pequeña, despierta. Ya es de día.- Alguien la zarandeó suavemente. Laureth entreabrió los ojos, esperando ver a Cermië. Para su sorpresa era su madre. Laureth se sobresaltó.- No estoy tan mal para que me mires así, pequeña. Anda, levanta.
Laureth abrió los ojos mucho y como embrujada se sentó en el sofá. Miró a su madre con cara incrédula. No podía ser que estuviese ahí. No estaba viva, ¿o sí?. Se fijó que estaba envuelta como un tipo de aura y no llevaba su túnica oscura normal, sino una más clara, y se veía más contenta. Laureth negó con la cabeza y se mordió el labio inferior. No se lo podía creer. No sabía qué hacer.
De repente, en el sillón de enfrente suyo apareció un hombre. Laureth parpadeó y observó. El hombre ahí sentado miraba el fuego pensativamente, mientras se acariciaba la barba rubia. Ése gesto... Laureth pestañeó y bajó la cabeza. Le estaban jugando una mala pasada. Siempre le hacían eso. Sintió una mano en su hombro. Su tacto era frío, pero cálido a la vez. La mano le subió la cabeza, hasta que miró la cara de su padre. Laureth cerró los ojos.
- No me digas que ahora sientes miedo de mí... Laureth, mírame.- La voz familiar la envolvió y deseó abrazar a la figura, pero no quería abrazar al vacío y lo observó.
- No podéis ser vosotros... No podéis serlo.- Laureth se tapó la cara con las manos.
- Entonces no estaríamos aquí, querida.- Su madre le acarició los cabellos ondulados.
- Nos han dejado saludarte, pequeña. Me imagino que quieres escucharnos...
- No me lo puedo creer.- Laureth negó con la cabeza.
- Puedes no creertelo y te quedarás ciega siempre. Además, estoy seguro que querías hablar con nosotros.- Se pedre cruzó sus brazos en el pecho, un gesto que hacía siempre que se enfadaba.
- Lo siento, es que siempre me están jugando malas pasadas y...- Laureth observó el alma de su madre, rejuvenecida.
- Te hemos visto muchas veces cerca nuestro, y hemos intentado siempre devolverte a este mundo, amor.- Su madre le acarició la mejilla.
- ¿Porqué habéis hecho eso? Se os ve felices, y yo solo sufro y sufro...
- Porque tienes una vida por delante con la gente que quieres, y porque te necesitan.
- Yo también os necesitaba a vosotros dos, y Belgomir también. Os echamos de menos, ¿y yo tengo que quedarme? Vosotros os teníais que quedar y no lo cumplistes, ¿y yo lo tengo que cumplir?- Laureth les miró a los ojos, cabreada. Sus padres suspiraron y se miraron, como diciendo: "Habla tú.".
- Nosotros también os echamos de menos, pero os observamos. Y vemos que cada vez os ponéis más mal por estar solos. Pero el pequeño problema es que no estáis solos.- Su padre bajó a la altra de los ojos de su hija.- Tú, querida tienes a tu hermano,a Cermië, a tu sobrino, a tus amigos...
- La mitad no los puedo ver, y no puedo volver a Rohan.- Laureth dijo secamente.
- Hija, cierras los ojos.- Su padre le cogió la cabeza e hizo que le mirase.- ¿Y todos los que puedes hacer? Con tus capacidades puedes hacer muchas cosas.
- Escucha, tu hermano te necesita, y tú le necesitas a él. Estáis rotos por dentro, y yo no puedo tolerarlo. Podéis ayudaros mutuamente, arreglar vuestros problemas, y aún así os desesperáis.- Su madre le recogió el cabello por la espalda.
- Pero vosotros...- Laureth recordó que su madre se suicidó por la muerte de su padre y...
- Justamente por eso.- Su madre la atajó, mientras le hacía una trenza.- No creas que no te queremos en nuestro lado, al contrario. Pero aún no. Tienes muchas cosas que vivir. No quiero que por una tontería te quedes sin vivir todo eso.
- Os echaré de menos, os echo de menos.- Laureth suspiró y miró a su madre y a su padre, uno después de la otra.
- Nosotros a tí también.- Su madre la abrazó cariñosamente, y Laureth no agarró el aire. Su madre se fue hacia la chimenea.
- Laureth, nunca pensé que serías tan valiente y tan buena persona. He visto cómo te desterraban, querida. Me hubiese gustado ser tu yegua, pero no me dejaban.- Su padre la abrazó y besó la frente.- Quiero que sonrías. Hay muchos locos por ti, te lo aseguro.- Su padre se levantó y cogió las manos de su hija con cariño.- Eres la mejor hija que nunca he tenido.
Se fue junto con su madre y se abrazaron. Miraron a Laureth una última vez y le dijeron adiós. Extrañamente, Laureth no salió a cojerles, ya que tenía unas ganas locas de tenerlos ahí al lado toda la noche. Vio cómo se iban con el viento.
- Cuida de Bayard, también.- Fue la última frase que escuchó.
Laureth se tapó la cara con las manos y lloró. Los volvía a perder otra vez.
- Tía Laureth...- Bayard se acercó a Laureth y la miró. Laureth se secó las lágrimas.- ¿Eran los abuelitos?
- ¿Cómo?- Laureth levantó las cejas.
- Los que han dicho que cuidases de papá. Mi abuelito era muy alto, ¿no?
Laureth cogió en brazos a Bayard y lo abrazó, llorando.
- Sí, lo eran...-
- Yo te ayudaré, tía.
Al final, Laureth se tranquilizó y se tumbó junto a Bayard cerca de la chimenea. La misma dónde hace tiempo se sentaban todos juntos por la noche a contar historias de sus peripecias... Y soñaron.



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