La altura del nuevo sendero infundió sobrecogimiento a aquella comunidad temerosa del paso de los uruks. En éstas el peregrino gris prometió dar noticias pronto sobre el mensaje de Thranduil. Inglor y el orco Burzumgad iban por delante, el resto disperso en la ladera. El terreno rugoso pronto dio paso a un llano, apto para descansar y quien sabe si gozar de la estrella de la tarde.
- al fin un rato de paz –terció Dimas cuando comprobó los gestos de cansancio de sus compañeros y cuando parecía que todo ruido había cesado.
En el fondo de su corazón el hijo de Thranios deseaba encontrar un hueco en la montaña que les llevase a alguna galería construída en el pasado por mineros ya olvidados. Añoraba el ruido de las botas sobre los generosos empedrados de Khazad-dûm, el aire sano, limpio y fresco, corriendo entre los niveles de la montaña, el ruido de los artesanos de mithril en las oquedades infinitas de la montaña...desde luego que echaba de menos las Colinas de Hierro y sus viajes a la Montaña Solitaria. El paisaje seguía brindado nuevos caprichos. Por encima de ellos se atisbaba una nueva forma mesetaria, llana y yerma. Burzumgad no cejó ni un momento de buscar nuevos caminos para huir de aquel lugar, aparentemente propio a los más nefastos presagios.
- ¡snif, snif!- olisqueó el orco- aquí huele a quemado y a carne chamuscada, o a muerto.
- Mejunjes vomitivos, sin duda –intervino Barin depositando los correajes en el suelo.
- Eso podría ser un Balrog o bien que estos uruks se han dejado encendido el fuego de la barbacoa- sentenció Dimas.
En estas Gandalf pareció marearse y acudir a un pedrusco a tomar descanso.
- por Aule, viejo mago, que no te fallen las piernas ahora que tanto te necesitamos, pues presiento que estamos expuestos a una dura prueba
Mientras tanto se organizaron los turnos de guardia y todos se aprestaron a pasar la noche en un pequeño cubierto de aquel claro. Abarmil realizó la última guardia, ya mejorado de sus dolencias. Dimas, con la leña juntada por Burzumgad, mantuvo el fuego rojo y llameante, digno de aquellas llamas imperecederas de los artesanos de Nogrost y Belegost.
- compañeros, -se dirigió a todos Dimas- hay que elegir prestamente uno de los dos caminos. Quizá debamos seguir el más agradable, si es que lo hay, a nuestro olfato. Si nos demoramos me temo que en horas, o días, la morada de Trhranduil se convierta en un solar....¡de quemazón y muerte!.
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