La llegada de aquella carta en la que se me citaba para el cumplimiento de una misión en tierras norteñas y remotas me sorprendió al punto de que decidí viajar a Minas Tirith para intentar entrevistarse con el mismísimo rey.
Nuestra llegada a la capital fue grata para mi, pues muchos en ella me recordaban y saludaron, y siempre era grato recorrer las calles espiraladas de la ciudad cada vez más suntuosa y a cada año más cosmopolita, y en cuyas barriadas se codeaban hombres, elfos, enanos y hasta esos norteños pequeñitos que algunos llaman medianos, o con otros nombres.
Asombrado descubrí que su majestad Elessar estaba al tanto de todo, y él mismo me autorizó a partir sin más condición de que dejase el mando de mi provincia en manos de alguien de mi absoluta confianza.
De regreso a Minas Morgul anoticié a Marzdaph, mi esposa, del caso y ella arrugo su pequeña nariz:
-Sinceramente no me gusta- dijo- eso de que te vayas tan lejos, y menos aún que temezcles con elfos, pues de seguro habrá elfos por allá
Pues Marzdaph es desconfiada, de carácter más orco aún que yo mismo, y recela de las otras razas, pero yo sabía como convencerla:
-Allí estará de seguro nuestro amigo Abârmil, y el monteraz de seguro me necesita,
Le dije, pues Abârmil había permanecido como nuestro huésped, y era uno de los pocos humanos que le inspiraba total confianza.
Así pues y luego de delegar el mando de la provincia en manos de Razhug, mi mano derecha y orco más sensato que yo mismo, me entrevisté con un amigo humano que me proveyó de monturas y me escoltó en el largo viaje hacia los dominios del rey Thranduil, llegando en momentos en que el banquete comenzaba.
Me despedí de mi buen escolta, y nada más me acerque a la gran mesa ornada de pendones y banderolas, un ser diminuto, de barbas canas y mirada dura se plantó ante mi
- Tú de nuevo en mi camino, orco blanduzco...
Por cierto que se trataba de Dimas el enano, y me confundí en un abrazo con él .
Y si que me fue grato hallar allí a Adán, a Elder y a otros de mis camaradas de antaño, aun cuando muchos de ellos expresaron su tristeza de no poder acompañarnos en esta nueva travesía.
Mi amigo Abârmil intentó en vano establecer vínculos entre dos jóvenes que vestían como rohirrims y yo sin lograrlo
-Ese se llama Serke- me explicó Abârmil
-¿Y el otro?- inquirí.
-Es el primo- explicó Abârmil, pero nadie sabe su nombre...
Todo ello me pareció muy extraño, pero callé, pues el rey estaba por comenzar a hablar...
Umbrías son las montañas, mas la ciudad brilla:Se diría una gran mortaja flotando entre el cielo y la tierra.
Quién se adelante hacia ella procedente de Ithilien la verá brillar cuando aún le resten millas para arribar la misma.
Quién llegue a ella desde el interior de Mordor la advertirá contenida en el valle como una gema de ominosa belleza.
Quien se acerque con oído atento se asombrará del rechinar de la portentosa maquinaria (ingenio de alta relojería) que mueve tu gigantesca torre.
Pensar que (ay!)muchos piensan que la ciudad sólo cobija dolor y miedo.
Ya sabrán la verdad.
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