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Relatos de Anderian: Viaje de un heredero
17 de Octubre de 2012, a las 11:28 - Órewen
Relatos de FantasÃa - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasÃa y poesÃas :: [enlace]
1. Antes del alba
SeguÃa con su mirada grisácea a su pequeño amigo entre tanta maleza que le obstruÃa la vista, pero a pesar de ello lograba distinguirlo por su contrastante color rojo anaranjado que le caracterizaba. La luz del sol apenas lograba atravesar la espesura del bosque, por eso se valÃa del olfato y el oÃdo del ágil cuadrúpedo que pisaba con cuidado las hojas marchitas regadas en el suelo musgoso y escarchado de piedras con zonas verduscas en gran parte de su superficie. Por fortuna, las botas del joven ayudaban bastante ahogando el crujir de las hojas y ramas; su vestimenta, verde y marrón, lo hacÃan un perfecto candidato a ser parte de la vegetación que le rodeaba. Una capa verde, amarrada con un broche en el hombro izquierdo, cubrÃa la cabellera oscura y rostro del joven; a sus espaldas llevaba una mochila que se sostenÃa con una correa que cruzaba el pecho, además de una vara de madera perfectamente recta y con aros bañados en oro en los extremos y con incrustaciones de piedras tornasoladas en forma de mosaico, separados por franjas de los mismos dos aros que les encerraban.
Por cualquier lado que viera, la espesura del bosque no parecÃa tener fin. El dÃa caÃa lentamente, el cielo se tiñó de colores rosas, púrpuras y anaranjados en el oeste, y al este el azul oscuro y los destellos blancos hacÃan su aparición.
-Finrach, detente- ordenó al zorro que iba delante de él, y casi automáticamente detuvo sus labores para voltear a ver al joven y con la misma agilidad de hacÃa unos momentos, regresó sobre sus pasos hasta llegar a él. Al estar frente a su amo, se sentó y le dirigió una mirada curiosa al mismo tiempo que movÃa su espesa cola de un lado a otro- Ya es tarde, será mejor continuar mañana- se arrodilló hasta estar a una altura similar al zorro y acarició su cabeza con suavidad, Finrach se limitó a cerrar los ojos disfrutando del gesto.
Se dispusieron a caminar un poco más, mientras que a cada momento la noche comenzaba a cubrir con su negrura todo el cielo, se detuvieron al encontrar un claro, ideal para pasar la noche. El joven se aproximó al lugar, dejando ver su silueta recortada a la luz de la luna, su mano derecha situada sobre la capucha verde, la deslizó hacia atrás. Su cabello negro, corto y un tanto alborotado, brillaba con un resplandor plateado, levantó la vista grisácea hacia la cúpula celestial y silbó. Al poco rato una sombra se hizo presente en el cielo nocturno, planeó un poco en el aire hasta descender tranquilo hasta el punto de reunión con el muchacho.
Se acercó hacia el joven, con unos pasos agraciados y sacudiendo un poco sus alas de plumaje anaranjado, relinchó un poco seguido por un sonido aguilucho suave que sólo ellos tres escucharon. Sus ojos oscuros se cruzaron con la mirada gris de su amo, que reflejaba una alegrÃa de ver al hipogrifo, mezclada con el cansancio de la búsqueda. Un par de manos se situaron en su quijada.
-Muy bien Antarod, es todo por ahora- le dedicó una sonrisa al hÃbrido, quien relinchó una vez más como respuesta- Bueno, habrá que hacer una fogata, ya saben qué hacer- a continuación, se internaron en el bosque en distintas direcciones.
Después de un rato, Antarod salÃa al claro con una piedra sostenida por su poderoso pico y luego regresaba para buscar más, apilándolas como podÃa. Finrach hacÃa su contribución llevando pequeñas ramas que encontraba, llegaba dando pasos graciosos, alzando mucho la cabeza, como si apenas pudiera con las ramas que traÃa. Y finalmente su amo, salió de las penumbras de los árboles con unas ramas un poco más grandes; fue apilándolas junto con las que habÃan encontrado Finrach y las encerró en un cÃrculo con las piedras aportadas por Antarod. A continuación, el pequeño zorro pasó por un lado del cÃrculo de piedra, rozando su espesa cola contra la madera, provocando asà una pequeña flama que fue esparciéndose por todas las ramas, quedando al fin la fogata.
Antarod inspeccionaba el lugar con su mirada oscura dirigiéndose de un lado a otro, para encontrar un sitio adecuado para pasar la noche, cerca de la fogata logró encontrar un espacio que pareciera una cama de hierba; con sus patas delanteras de águila palpó el terreno y habiendo comprobado la comodidad, se puso encima de la misma y se tumbó. Su amo por su parte, se liberó de su carga dejando cerca la mochila y la vara de madera, acto seguido, se recostó en la hierba suave a un lado de Antarod; Finrach siendo el último, se acurrucó en el costado derecho del chico enroscándose hasta quedar una bola de pelo rojizo. Se llevó una mano a la nuca y la otra al lomo del zorro, sentÃa el suave pelaje pasar entre sus dedos mientras lo acariciaba y la respiración calmada de este ante el gesto.
-Estamos cerca-dijo en un susurro, convenciéndose a sà mismo que pronto acabarÃa esa búsqueda que se habÃa vuelto tediosa. Hasta sus oÃdos llegaron las noticias de un pueblo atemorizado por la presencia de una criatura de gran tamaño, y eso es a lo que se habÃa dedicado todo este tiempo; sin embargo, aún no habÃa pistas del animal.
La luna resplandecÃa por encima de ellos, blanca y redonda, rodeada de unas cuantas estrellas que brillaban pálidas y tÃmidas en la penumbra. El viento iba aplacando poco a poco las llamas saltarinas de la fogata, hasta haberse extinguido la última de ellas de un soplido, también mecÃa las hojas de los árboles, produciendo un sonido monótono y relajante; los tres viajeros dormÃan tranquilamente, abandonados al sueño pero atento a cualquier ruido que pudiera ser peligroso, además de recobrar algo de las fuerzas que habÃan desgastado en la búsqueda. Todo era calma en aquella noche fresca. Repentinamente, las grandes orejas puntiagudas de Finrach empezaron a moverse, como intentando localizar o atrapar un sonido lejano; sus ojos dorados se abrieron, todo en vano ya que no tenÃa buena vista en un lugar con tan poca luz, asà que se concentró en los sonidos que captaba con sus orejas: escuchaba el silbar del viento, el batir de las copas de los árboles, alguno que otro grillo cantor; lo que buscaba era algo fuera de lugar entre ese armonioso ruido nocturno. Finalmente encontró algo. La hierba hacÃa un ruido inusual, aquel cuando unas pisadas dejan rastro en ella quedando achatada, formando una huella. Dichas pisadas eran lejanas, apenas un murmullo pero, a juzgar de su comportamiento, el cual era de un andar apresurado, no tardarÃa en ser cada vez más cerca de ellos.
A pesar de no poder ver bien en la oscuridad, pudo distinguir el contorno plateado de la cabeza de Antarod alzándose de pronto, sus ojos estaban clavados en la dirección de las pisadas al igual que sus orejas. Su naturaleza nerviosa hizo que lanzara un relincho sordo que terminó con un tono de águila, habiendo hecho esto se puso en pie, levantando de vez en vez la cabeza y batiendo un poco sus alas, señal de su nerviosismo. Una sombra se colocó a un lado de él, al voltear a ver pudo divisar que se trataba de su amo, que se incorporaba de pronto, de seguro también se habÃa percatado de la situación.
Un aullido doloroso resonó a lo largo y ancho del bosque, los tres compañeros de viaje al oÃrlo se estremecieron por el sentimiento que transmitÃa-Algo lo está persiguiendo- dijo el joven, con báculo en mano y baja la guardia, fruncÃa el entrecejo para asà intentar ver más allá y enterarse de qué es lo que ocurrÃa. Finrach dejó de ver a su amo y se dirigió hacia el bosque, mantuvo muy en alto sus orejas para captar más sonidos que tal vez hayan sido demasiado sutiles para no percatarse de ellos; movió su cabeza hacia atrás, al corroborar que habÃa más que sólo un par de pisadas y un aullido: una multitud enardecida le seguÃa el paso a la criatura. Antarod comenzó a ponerse cada vez más nervioso y retrocedÃa uno que otro paso, el fugitivo pronto se reunirÃa con ellos. Los pasos eran cada vez más fuertes, pesados por el tamaño del animal y sin embargo ágiles, de pronto se detuvo. Una silueta dibujada por la luz de la luna apareció frente a ellos, dejándolos con los ojos abiertos totalmente al ver frente a frente su objetivo de la búsqueda por fin encontrado. El muchacho dio un rápido vistazo de las dimensiones del recién llegado, era del tamaño de Antarod o quizá un poco más alto que el hipogrifo, su pelaje se asemejaba al de Finrach, sobresalÃa una cresta sobre su lomo, un par de ojos asomaban como dos faros con la luz de la luna.
-Un Geváudan-pensó apenas el joven viajero al observar al animal, sin embargo, al mirarlo con más detenimiento se dio cuenta de la presencia de un aspecto maltratado, lastimado, herido por aquel gentÃo que le intentaba dar caza. Sus ojos, además de ser amarillos-dorados, reflejaban temor y angustia por querer salir de ahÃ, acompañados con la agitada respiración que presentaba debido a su huÃda, lucÃa cansado y sin ganas de dar batalla contra ellos, lo único que querÃa era salir vivo.
El gruñido fue quedo, sólo buscaba advertir de su presencia al Geváudan que estaba plantado frente a ellos, y éste asà lo hizo, sus ojos se entornaron en dirección al zorro. Finrach entonces comenzó a avanzar con cautela, tratando asà de no espantar al gran lobo con algún movimiento brusco, iba en actitud sumisa, con las orejas pegadas a la cabeza y la cola colocada hacia abajo; al llegar hasta donde el Geváudan, dio otro gruñidito y le lamió una herida en la pata izquierda.
Finrach y los demás de su especie, además de ser caracterizados por sus habilidades fogosas, también era conocida su habilidad de poder sentir lo ajeno como propio. Si veÃan llorar a alguien, era de esperarse que el zorro no tardarÃa en hacerle compañÃa en su pena. Finrach por lo tanto, podÃa sentir lo que el Geváudan transmitÃa en su mirar y su lenguaje corporal. Entonces el Geváudan al ver el acto de solidaridad hecho por Finrach dejó sobresalir su lengua, alegre por contar con alguien de su lado, eso lo calmaba.
Las voces y el crepitar de las antorchas se hacÃan cada vez más y más fuertes, señal de que no estaban demasiado lejos del cuarteto, el enorme lobo miró por encima de su hombro y al darse cuenta de la proximidad de sus perseguidores, su cuerpo pareció empequeñecerse y sus orejas se pegaron a su cabeza, un gimoteo se le escapó de su hocico.
-Ellos no están viendo lo que realmente sucede, sólo buscan una solución rápida-dijo con un tono de enfado en sus palabras, pues detestaba que la gente no se diera siquiera un tiempo para buscar la causa del por qué de la visita de una criatura o ataque de otra; no eran como él y su pueblo, dedicados a intimar más con la naturaleza y conocer sus secretos, convivir con los seres vivos que les rodean. Vio al Geváudan con firmeza-No temas, te ayudaremos. Finrach, enciérralos en un cÃrculo de fuego; Antarod, vuela alto y espántalos con tu sombra-.
Finrach entonces erizó su pelaje agachándose casi totalmente como tomando impulso, soltó un gruñido tosco y breve, su pelo empezó a brillar con destellos naranjas y rojos. Unas pequeñas flamas aparecieron en sus mejillas, lomo y hombros, y otras más empezaron a salir; entonces se echó a correr y desapareció en las sombras de los árboles, sólo se veÃa una bola de fuego alejarse con gran rapidez. Al poco rato escucharon los gritos transformándose en chillidos de miedo, por el fuego que les rodeaba. Antarod por su parte se elevó en los aires, buscando con su vista aguileña el cÃrculo llameante que habÃa formado el zorro de fuego, al encontrarlo dirigió su vuelo hacia ahà bajando lo suficiente como para dejar ver lo más grande posible su sombra y a la vez estar alejado de cualquier ataque que pudiera recibir. Al estar cerca vio un claro y a la multitud vuelta una masa de gente que se concentraba en el centro del cÃrculo, se encontraban desconcertados por lo que estaba sucediendo ¿serÃa obra de ese animal que estaban persiguiendo?
Un llamado de águila llamó la atención de los oÃdos de la gente, quienes volvieron sus miradas hacia el cielo nocturno y vieron una gran sombra volar sobre sus cabezas, al ser de noche no supieron distinguir de qué se trataba pero sacaron sus conclusiones.
-¡Un grifo!-gritaron unos-¡Nos va a devorar!-gritaron otros, y los lamentos no se hicieron esperar.
De entre los arbustos, resguardado por la oscuridad que reinaba en el bosque, Finrach veÃa la escena, inmóvil, al igual que Antarod desde los aires, mientras seguÃa emitiendo ruidos; pronto los hombres vieron un pequeño espacio entre las llamas que los rodeaban, y cruzaron deprisa por ahÃ, con la esperanza de que pudieran llegar a casa antes de que el grifo los atrapara.
-Parece que dio resultado- el Geváudan se encontraba acostado en la hierba, descansando. Su acompañante estaba arrodillado frente a él, tenÃa los brazos estirados hacia el frente con las palmas de las manos palpando las heridas en el cuerpo del lobo. Sus miradas se cruzaron, el joven tenÃa una leve sonrisa, como tratando de animar a la creatura por la victoria obtenida, después se volvió a enfocar en las heridas-Estas heridas requieren atención-.
Vio entonces cómo se incorporó, apoyándose su mano izquierda sobre su rodilla, dio unas cuantas zancadas y el lobo le siguió con la mirada. La figura esbelta se encorvó hasta casi llegar al suelo, habÃa un bulto en frente suyo y con ambas manos se puso a inspeccionar su contenido con la ayuda de la luz plateada de la luna. El Geváudan vio cómo se volvÃa a incorporar y regresaba hasta él, ahora con una bolsa de cuero en sus manos, parecÃa ser agua a juzgar por el sonido que percibÃa de agua siendo agitada; ya estando cerca de nuevo, quitó con cuidado la tapa del recipiente y aproximó la boca a una de las heridas. Gimió.
-Tranquilo, todo está bien-y otra porción del lÃquido cayó sobre otra herida, y de nuevo un gemido sordo- Shh, shh-asà fue sucediéndose hasta que emitió el último gemido cuando oyó- Ya, es todo. Te aseguro que te servirá de mucho-.
El Geváudan se quedó viendo por momentos al muchacho que estaba parado frente de él con una sonrisa dulce, luego sus ojos se fueron hasta donde las heridas, el dolor se estaba disipando ya, qué alivio. Como pudo se puso de pie, cruzó una mirada con ese humano que le habÃa ayudado, le estaba agradecido por eso, ya no tenÃa que seguir huyendo para salvar su vida; su cola, larga y musculosa, se movió de un lado al otro, en señal de estar feliz. Una mancha roja apareció corriendo desde el bosque, Finrach habÃa vuelto ya, al igual que Antarod que se aproximaba desde el aire con suma elegancia en su vuelo. Finrach vio el ahora mejorado Geváudan y sintió su alegrÃa, imitando a la enorme especie de lobo, se puso a mover de un lado a otro la espesa cola. El muchacho soltó una risita en cuanto vio a Finrach, de nuevo alegre como siempre.
Un aullido, una señal de la presencia de otro Geváudan, estaba llamando a otro. El lobo giró sobre sà y alzó las orejas para escuchar el llamado y responderlo con otro aullido, volteó de nuevo a ver al trÃo que le habÃa ayudado moviendo con emoción su larga cola.
-Han de ser tu familia. Ve con ellos-le sugirió con una voz suave y alegre, entonces sin pensarlo dos veces comenzó su recorrido en dirección de la manada, los tres colegas observaban la escena, inmutados, y antes de que desapareciera del claro, les dedicó una última mirada unos momentos y se fue.
El fulgor de las estrellas era cada vez más débil, menos visible, al igual que la luna, ya no tenÃa el mismo resplandor. Unos rayos dorados cruzaron el cielo, iluminándolo nuevamente de colores claros, la noche se estaba disipando. El alba habÃa llegado.
-Es hora de irnos-volteó a ver a sus camaradas, quienes se intercambiaron miradas-Nosotros también debemos volver a casa-.
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