Los secretos del jardín

01 de Junio de 2004, a las 00:00 - Melîreth
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Capítulo XXV Una Cárë (luz) de esperanza para Ireth

Desperté sobresaltada, mirando a mí alrededor. Una lluvia incesante caía sobre mi rostro. Ya no podía ni mover el brazo. El bonito vestido rojo era un desastre, lo sé porque lo había tocado. Sentía temor de estar allí. Palpando mis ropas pude sentir mi espada, tibia al contacto de mi mano y sentí la cajita de Frodo. La tomé, quería saber que había adentro. Algo en mi interior me incitaba a abrirla.

-¿Qué me habéis dado, Frodo?-pensé.

 Abrí la cajita y una luz potente iluminó el lugar. Mis ojos no podían creer lo que veía.

-Vaya con el anna (regalo) del hobbit-susurré.

Una cárë (luz) de esperanza, así fue como lo tomé. De repente ya no tenía ganas de quedarme tirada allí.

-Bien, es hora de salir de este lugar-me dije.

Me colgué el regalo de Frodo en el cuello. Un anna (regalo) real, la luz de Eärendil que alguna vez le hubiera entregado Galadriel a Frodo; ahora un pedacito me pertenecía. Intenté con el corazón cargado de esperanza, pero me fue imposible. El barro y el potente dolor del hombro, me hacían permanecer en el suelo. La lluvia era cada vez más fuerte. Tomé aire profundamente e intenté arrastrarme. Después de muchos intentos y de no avanzar ni diez centímetros, quedé inconsciente.

-¡Ireth, Ireth! ¿Ven esa cárë (luz)?-les preguntó Aragorn.
-Es la luz de Eärendil-respondió Gandalf con una sonrisa.
-No perdamos más tiempo, vayamos hasta allí-dijo Éomer.

Dejaron a Éomer cuidando los caballos colinas abajo, subieron y unos metros después, por fin lograron divisarme.

-¡Ahí está!-gritó Gimli.

Aragorn corrió hasta mí y Gandalf tras él.

-Está casi muerta, Aragorn-dijo el mago.
-¡No!-gritó Aragorn.-Debemos sacarla de aquí, no vine a dejarla morir.
-En marcha, ya-dijo Gandalf.

Aragorn me levantó con facilidad en sus brazos, hacia frío y la lluvia no cesaba. Guiados por la luz de Eärendil llegamos a Minas Tirith.

-Miradla, luce casi transparente-dijo Éomer una vez en el castillo.
-Parece que siempre que Ireth viene a Gondor, es vulnerable-dijo Gimli.
-No es así, no es vulnerable, no os equivoquéis. Cualquier otra criatura estaría muerta-dijo secamente Gandalf.
-Traje suficientes athelas, creo que servirán para curarla-dijo Aragorn

Aragorn molió e hirvió las hojas en agua y luego lavó mi herida con ella. Gandalf, Gimli y Éomer observaban.

-¿No es hora de avisar a Legolas, a Elrond, al Bosque Negro?-preguntó Gimli.
-Creo que tenéis razón, lo haré ya mismo-dijo Gandalf.

Mientras Aragorn curaba mis heridas, yo soñaba o así parecía.

-Hantale, hantale  Frodo-susurré.

El dúnadan sabía la historia de nuestra conexión. Sonrió un poco al escuchar mi voz. La cárë (luz) de Eärendil brillaba fuertemente. Aragorn iba a quitármela.

-No, áva carë (no lo hagáis). Le da fuerza, Frodo me lo contó-dijo Éomer.

Aragorn asintió. Gandalf volvió apresurado.

-¿Os habéis comunicado con Lórien o Rivendel?-preguntó Aragorn.
-No, he caído en la cuenta de que debemos volver a Rivendel-dijo el mago.
-¿Ahora?-dijo la compañía a coro.
-Sí, no me gusta nada que Ireth, estando así, esté cerca de Amon Dîn. Además, podemos cuidarla en el tië (camino) de la misma manera que lo haríamos sinomë (en este lugar)-finalizó el mago.

Estando todos de acuerdo, partieron, bajo la lluvia y con mucha esperanza, Me cubrieron bien y Aragorn me llevó en su caballo. La seguridad de estar pronto en Rivendel les daba fuerza. Éomer recapacitaba sobre todo lo que había sucedido. Le pidió al dúnadan llevarme un tramo del camino y así viaje en los brazos de ambos, a veces con uno, a veces con otro.



Capítulo XXVI Por fin, buenas noticias

Frodo despertó exaltado. Saltó por entre las camas de sus amigos.

-¡Despertad dormilones!-clamó Frodo.
-¿Qué os pasa, señor Frodo?-preguntó Sam.
-¡La encontraron, te (ellos) lo hicieron!-dijo Frodo.
-¿A Ireth?-preguntó Pippin medio adormilado.
-¡Si! ¡Voy a decirles a los demás!-Frodo corrió hacia el castillo.

Entró sin llamar en la alcoba de Arwen.

-¡Vamos señora de Gondor, tenéis que escuchar esto!-dijo Frodo.
-¿Qué?-quiso saber Arwen.
-¡Ireth! Ya la encontraron-dijo feliz Frodo.

Arwen lo abrazó, feliz también.

-Vayamos a ver a Cirnellë. Después iré al río del Bosque y se lo contaré a Legolas-dijo Arwen.

Arwen le contó a Cirnellë, no sabían como estaba pero confiaban en Frodo y en el regalo que me había hecho. Después, Arwen fue al río.

-Legolas, encontraron a Ireth-le dijo.
-No sabéis lo feliz que me hace vuestra noticia-contestó él.
-No sabemos dónde está, pero la cárë (luz) de Eärendil va con ella. No debéis preocuparos más-concluyó Arwen.

Legolas corrió a buscar a Elrond. Cuando miró hacia las puertas de Rivendel, vio a Brisa entrar a todo galope. Fue por ella, la abrazó con ternura y le dijo:

-Habéis vuelto a coa (casa), seguro que pronto lo hará ella.

Llevó a Brisa al establo y fue a encontrarse con Elrond

-La encontraron, Aragorn, Gandalf, Gimli...-dijo entusiasmado Legolas.
-Te olvidáis de Éomer-dijo Elrond sabiendo por qué Legolas no lo nombraba.
-Sí, bueno, Éomer también-aceptó Legolas.
-Vuestros ojos tienen otro brillo, Legolas-dijo Elrond.
-Estoy feliz, señor de Rivendel-dijo secándose las lágrimas.

Escucharon el cuerno de Rohan, Legolas corrió hasta allí. Era Gandalf y compañía. Entraron al castillo, Aragorn me llevaba en sus brazos.

-Está mal, ¿no es así?-preguntó Legolas preocupado al ver mi estado.
-No os lo voy a negar, pero estará bien. Confiad en mí-dijo Gandalf.

Ciñeron sobre mis sienes una corona de flores blancas, me pusieron un vestido del mismo color y llenaron mi alcoba de flores. Aragorn preparó más athelas. Gimli, Éomer y Gandalf, descansaban.

-Legolas, ¿qué ha pasado con Amarië?-preguntó el dúnadan.
-Elrond ha arreglado, ya os contaré. Por sí (ahora), sólo deciros que no tengo que casarme con ella-dijo Legolas.
-Me alegro, os haréis mucha falta a Ireth en este momento-dijo Aragorn.-Sí (Ahora) salgamos, dejémosla descansar.

Salieron sin hacer ruido. Mi sueño volvía a ser normal. Las hojas de asëa anarion eran una maravilla y las manos de Aragorn también. Supe que era media tarde cuando abrí los ojos, por la posición del sol en mi ventana que daba al este. Alguien entró en mi alcoba.

-Veo que habéis despertado. ¿Qué habéis ganado con iros así, como una loca? Por si os interesa, Legolas ni siquiera estaba en esa compañía-dijo Amarië.

Yo no podía responderle, me faltaban fuerzas.

-Como sea, vengo a deciros que si os salváis de ésta; no podréis tener a Legolas. Es mío, vamos a casarnos y estoy esperando un niño que es suyo-dijo Amarië.

Intentaba que sus palabras no me dolieran. Volteé mi rostro hacia la venta, así no me vería llorar. Había perdido a Legolas para siempre.

-Ahora me retiro. Cuidad de poner vuestros ojos en él-amenazó.-No os molestéis en levantaros, conozco la salida-añadió sarcástica.

Mordí la almohada procurando no pensar, no llorar. Ahora si que prefería haber muerto. Las lágrimas caían una tras otra incesantemente. Aragorn apareció de pronto.

-Mi niña, habéis despertado-dijo enternecido.

Lo miré con angustia, le pedí ayuda sin hablar. Necesitaba su abrazo, su serenidad.

-¿Pero qué...? ¿Quién demonios os ha puesto así?-preguntaba Aragorn indignado mientras me abrazaba.-Nadie os hará daño. Jamás volveré a trataros así por algo superficial. Tranquilizaros, os lo pido-pidió el rey.
-No me habéis hecho daño-dije tratando de controlar el llanto.
-¿Entonces? Niña, decidme qué sucede-dijo Aragorn.
-Nada, sólo he tenido un mal sueño-mentí.
-Si es sólo eso, dejadme abrazaros y dormid sobre mi pecho. Velaré por vos y no dejaré que vuestras pesadillas os molesten-dijo el dúnadan.

Fingí que dormía, Aragorn estuvo mucho tiempo allí. Abrazándome, cantándome, incluso lo escuché llorar. Ya me habían hecho daño, pero en sus brazos me sentía segura y no temía ponerle frente a la vida de nuevo. Sólo me haría falta Legolas. Gandalf, Elrond, Éomer, Gimli y Legolas me encontraron ya dormida en los brazos del dúnadan, pero con la noticia de que había despertado.



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