Los secretos del jardín
01 de Junio de 2004, a las 00:00 - Melîreth
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Capítulo IX Legolas marcha a Caras Galadon Legolas se despertó sobresaltado. Yo tenía pesadillas o eso parecía. Aragorn estaba al pie de mi cama. Legolas miró por la ventana y vio la estrella de Eärendil brillar. Un susurro del viento le trajo un mensaje de Galadriel. -¿Dónde está su capa?-preguntó Legolas. -¿Qué pensáis hacer?-se sobresaltó Aragorn. -Voy a llevarla a Caras Galadon; Celeborn está esperándonos-contestó Legolas. -Pero es una locura; el viaje puede hacerle mal a Ireth-dijo Aragorn. -Voy a llevarla. No soporto verla allí, sin hablar, sin apenas moverse-dijo Legolas. -Sois un elfo obstinado, como siempre dice ella. Dejad por lo menos que os acompañe-pidió Aragorn. -Está bien, pero no os demoréis; no quiero despertar a Mithrandir-apuró Legolas. Aragorn salió de la alcoba dispuesto a buscar los caballos. Legolas encontró mi capa, me envolvió en ella y en sus brazos me sacó de ahí. El casar (enano) esperaba ya en la puerta con los caballos y Cirnellë. Frodo se unió también y por lo tanto, Sam no podía faltar. -Vaya, somos muchos-se quejó Legolas.-A Gandalf no le gustará nada. Emprendieron el viaje que duraría dos días y medio cuando menos. Dejaron a Aragorn que nos buscaba ansioso por todo el castillo. Al ver mi lecho vacío, temió por mí. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pidió a Varda por nosotros y despertó a Gandalf. -¡Gandalf, Gandalf! ¡Se la ha llevado!-irrumpió Aragorn en la alcoba. -¿De qué habláis?-preguntó el maia blanco. -Legolas se llevó a Ireth-resolló Aragorn. -¡Sabía que lo haría! Esperaba que recapacitara, no sé si le hará bien ese viaje a Ireth. De cualquier manera, no hay nada que podamos hacer, debemos volver a Rivendel mañana mismo-dijo el mago. -Frodo y Sam están con te (ellos), también Gimli y Cirnellë-dijo Aragorn. -Vaya, no esperé que se fueran todos o casi todos-se sorprendió el mago. -Me preocupa esa compañía-dijo Aragorn. -Estarán bien-dijo Gandalf al aire en tono de esperanza. El camino para nosotros fue tortuoso, Legolas apuraba al resto, no quería detenerse. Hasta que día y medio después de viaje les hizo detenerse, más por exigencia de los hobbits que por otra cosa. Nos detuvimos cerca de una cueva; si llovía ese sería nuestro resguardo. -¿Creéis que ha sido buena idea?-preguntó Gimli. -Ya lo creo que sí; no hacíamos nada. Temo perderla-contestó Legolas. Cirnellë les miraba atenta. Frodo y Sam dormían. Ella tomó el arco y disparó sobre sus cabezas. Un troll enorme había salido de la cueva. -¡Aprisa! ¡Moved a Ireth! Yo lo detendré-gritó Cirnellë. Legolas me tomó en sus brazos. Gimli y Cirnellë se debatían con el troll. Él se acercaba a ella, pero ella no retrocedía. Tuvo la certeza de clavar una de sus flechas en el centro de la cabeza del troll y así fue como acabaron con él. -Os felicito, vos y vuestra hermana, sois muy valientes. Aunque ella es engreída-dijo Gimli. Cirnellë le sonrió. Los medianos se despertaron con el escándalo de la pelea. -Legolas, puede que haya más trolls-dijo Frodo. -Lo sé, por eso debemos darnos prisa-contestó Legolas. Mi cuerpo estaba poniéndose frío; Sam tocaba mi frente y contaba historias de la comarca. Antes del amanecer nos pusimos nuevamente en marcha, siempre con Legolas al frente. Pronto estuvimos a las puertas de Caras Galadon, Galadriel esperaba por nosotros. Sus ojos se posaron en mí. Saludó a toda la compañía y dio instrucciones. -Vosotros, Gimli, Frodo, Sam y Cirnellë, debéis ir a descansar. Legolas, Celeborn espera por vos e Ireth-dijo la tári (reina). -Pero yo quiero estar con Ireth-dijo Cirnellë. -No es momento, estaréis en cuanto despierte-concretó Galadriel. Legolas atravesó el salón llevándome en sus brazos. -No os preocupéis querida mía, pronto abriréis vuestros ojos-dijo Legolas. Cantaba bellas estrofas de canciones olvidadas por algunos, pero nunca por él, mientras sus lágrimas caían pausadamente. -Mae govannen, Legolas Thranduilion (Bienvenido Legolas hijo de Thranduil)-dijo Celeborn. -Hantale (Gracias), señor. Me habría gustado venir en otras condiciones-contestó Legolas. -No os preocupéis. Hice preparar ésta alcoba para vos e Ireth. Y tengo que deciros algo. No hay nada que yo pueda hacer por Ireth Tinúviel, sus ojos, si han de abrirse, lo harán por sí solos-dijo Celeborn. -Entonces, ha sido ilqua (todo) en vano-Legolas golpeó con un puño la ramba (pared) y rompió a llorar. -No he dicho que vuestro viaje haya sido en vano. De hecho, si no sacabas a Ireth de Gondor; habría muerto-dijo Celeborn. Legolas lo miró confundido. -Sí, ella ha vencido al Nazgûl, pero había estado muy cerca del lugar donde le dio muerte; una especie de poder maligno siempre estará allí. De no haberla traído, la cercanía a ese lugar y el poder de la sombra, habrían acabado con su vida-dijo Celeborn. -Pero, ¿por qué Gandalf no hizo nada?-preguntó dolido Legolas. -Porque esto que os estoy diciendo, lo he descubierto hoy mismo; mirando el espejo de Galadriel-dijo Celeborn. -Entonces, ¿se salvará?-preguntó Legolas. -Si ella es fuerte, lo hará. Sí (Ahora) tratad de descansar, pediré que no os molesten-Celeborn salió de la alcoba. Capítulo X Falso despertar La compañía de Aragorn y Gandalf, tuvo un viaje calmo. Llegaron un poco retrasados a Rivendel por las paradas que tuvieron que hacer para las diferentes comidas de los hobbits. Tuvieron una cálida bienvenida. -¿Dónde están los demás?-preguntó Elrond. Gandalf se apresuró a contar la derrota del espectro. Nuestro viaje a Caras Galadon, todas las noticias. -¡Los elfos están enamorados!-dijo Pippin -¡¡Peregrin Tuk!! ¿Es qué nunca aprenderéis a cerrar la boca?-casi gritó Gandalf Todos echaron a reír. Los preparativos para la boda de Arwen y Aragorn estaban en pleno. Sólo esperaban por mí y mi valiente compañía. Siete días habían pasado desde que llegamos a Caras Galadon. Legolas permanecía día y noche a mi lado. Cirnellë apenas descansaba. Los hobbits y Gimli, venían cada tanto. Esa mañana estaba espléndida. Legolas miraba hacia el jardín. Yo abrí los ojos, la claridad me molestaba pero poco a poco mis pupilas graduaron la luminosidad. Pude distinguir entonces, a Legolas mirando nostálgicamente por la ventana. -Legolas... Dio media vuelta tan pronto como me escuchó. -¿Dónde estoy?-pregunté. -Tranquila, estáis en Caras Galadon-Legolas hablaba con una inmensa alegría. -¿Caras Galadon? ¿Qué hice?-pregunté. -Nada, sólo te hirió el Nazgûl, lo mataste, nos tuviste preocupados durante diecisiete días, y algunas cosas más, amor mío-contestó Legolas. -No me llaméis así, elfo obstinado-dije condescendiente. -Podéis decirme como os plazca, pero gracias a que soy un elfo testarudo... -Obstinado-corregí. -Bueno, obstinado, gracias a ello hoy puedo verte sonreír-dijo Legolas. Me preguntaba por cuanto tiempo conservaría mi sonrisa, cuando Gimli entró en la alcoba. -¡Hey! No me dejéis fuera; que gusto verte bien elfa engreída. Llamaré al resto-dijo Gimli. -Gimli, si volvéis a llamarme elfa engreída, tomaré mi arco y te partiré en dos-bromeé. Pronto tuvimos la alcoba llena de amigos. Cirnellë se emocionó hasta las lágrimas de verme bien. Abrazó a Legolas y le dijo algo al oído. Frodo fue muy cariñoso y Sam hasta flores trajo. Los reyes de Caras Galadon, participaban de la felicidad de los míos. Frodo hizo callar a todos. -Ahora, puedo decirlo ¿no?-preguntó Frodo. Cirnellë y Legolas se miraron. -¿Decirme qué, Frodo hijo de Drogo?-pregunté entusiasmada. Galadriel hizo un gesto negativo, pero Frodo ya estaba hablando. -Cirnellë está comprometida, pero con Lenwë, el hermano onóna (gemelo) de Legolas-dijo. Yo no podía creer lo que escuchaba. Legolas no tenía ningún hermano y ponían a Frodo a decírmelo porque sabían de mi cariño por él. -¿Puedo pediros a todos que salgan?-pregunté educadamente. La reina asintió, pero antes de salir me dio instrucciones de no salir de la cama. Cuando todos estaban saliendo, pedí: -Legolas, ¿podríais quedarte? Él titubeó un poco y al final empujando un poco a Gimli, nos quedamos solos. -¿Qué pasa, Ireth?-preguntó Legolas. -¿Qué pasa?, pasa que habéis puesto al mediano a mentir, para hacerme creer algo que no es-dije furiosa. -No es así, Frodo no os miente. Ni Cirnellë, ni yo-dijo Legolas. Yo sabía que ellos nunca mentían, pero sabiendo de mi estado, habrían hecho cualquier cosa para salvarme. -No sé que pensar. Descubrir una mentira será más doloroso-dije. -Sois desconfiada. No hacéis bien. Pensad un poco en lo que siento por vos, no os haría daño-dijo molesto Legolas. -No creeré nada, hasta que no vea a ese hermano tuyo-puntualicé. -Está bien, sí (ahora), tranquilizaros que no os hace bien exaltarse-dijo Legolas. -Dejadme sola por favor-pedí. -Pero... Está bien, si total, el testarudo... -Obstinado, tonto-dije. -Bien, bien, el obstinado y tonto, soy yo-dijo Legolas enojado. Salió de la alcoba de muy mala gana. Después de todo, él había estado todo ese tiempo conmigo y ahora lo alejaba de mí. Yo no me creí a esa historia. Conocía a Legolas de toda la vida, nunca en el Bosque Negro vi a nadie igual a él. Aunque la verdad es que sólo fui en un par de ocasiones. No, no les creería nada de esa mentira. La herida del espectro dolía y lloré pero no era el dolor del hombro el que me molestaba, era el corazón que me dolía infinitamente.
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