Los secretos del jardín

01 de Junio de 2004, a las 00:00 - Melîreth
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Capítulo XLI Legolas y Aragorn se entienden

Tuve miedo de la reacción de Legolas, era muy difícil para los tres esa situación. Aragorn me miraba como esperando una palabra. El primero en hablar fue Legolas.

-No puedo creerlo, mi prometida, mi amigo...-dijo Legolas indignado.
-Legolas, lo lamento. Sólo me dejé llevar-dijo Aragorn.
-Increíble que lo digáis así. Al final yo no estaba tan equivocado-dijo Legolas.
-Claro que lo estáis, esto que siento por Ireth, es...
-¿Qué sentís por mí? No, no, eso no puede ser. Vos no sentís nada hacia mí, Aragorn-dije estupefacta.
-Sí, el dúnadan lo siente. Es hora de admitirlo, Ireth-dijo Legolas.
-No puedo, no por un simple beso-dije.
-Yo no le llamaría así, para mí ha significado más que eso-dijo Aragorn.
-¡Basta! No quiero escuchar más. Mi prometida va a devolveros su presente-dijo Legolas.
-¡No puede hacerlo!-gritó Aragorn.
-Maldición-mascullé.-No soy propiedad de ninguno de vosotros. ¡Dejadme decidir!-grité.

Me levanté, una vez más quería escapar. Pero ya no tenía a Brisa y no podía llevarme a Brego o a Arod o a ninguno de los otros caballos. Tomé asiento cerca de donde dormían los hobbits y allí esperé a que el resto despertara. Legolas y Aragorn continuaban conversando.

-¿Le amáis?-preguntó Legolas.
-No lo sé-dijo Aragorn.
-¿Entonces, qué es lo que os sucede?-quiso saber Legolas.
-Escuchadme, lo siento mucho. No sé que me pasa con Ireth-dijo Aragorn.-Es dulce, su compañía me hace bien...
-Pero no le amáis como yo-dijo Legolas.
-Aún no lo sé-dijo secamente Aragorn.
-Lucharé por ella aún contra vos-dijo Legolas.
-Aceptaré eso y que sea ella quien decida-dijo Aragorn.
-Ha dejado claro que no pertenece a ninguno de los dos...
-Ella es así; lamento mucho poneros en esta situación, pero en el corazón no se manda-dijo Aragorn.
-No nos enemistaremos, sólo la dejaremos elegir. Como dos caballeros, señor de Gondor-dijo Legolas extendiendo su mano.
-Así sea-dijo Aragorn estrechando la mano del elfo.

Se quedaron allí mirando al horizonte, ninguno de los estaba contento; sólo estaban más tranquilos. Frodo me sorprendió mirándolos.

-¿Qué pasa, Ireth?-preguntó Frodo.
-Mirad a esos atta-dije.
-¿Les sucede algo?-inquirió el hobbit.
-No lo sé, Frodo, no lo sé-dije.
-La espada, ¿es un presente de compromiso?-quiso saber Frodo.
-No, o por lo menos eso me dijo el dúnadan-dije.
-Entonces no os preocupéis. Trancos os quiere mucho y Legolas entenderá-dijo optimista Frodo.
-Espero que así sea, melda (querido). Están poniéndome contra la pared-dije acariciando la cabellera del hobbit.
-Habéis soportado peores cosas que esas, mi lady. Soportareis ésta tormenta también-dijo él.
-Esperemos, esperemos-dije.

Partimos con el alba, yo temía al desayuno, sobre todo por Gandalf; él no quedaría tranquilo sabiendo lo que significaba la espada. Legolas, Aragorn y Éomer marchaban al frente. El resto los seguíamos de cerca. Gimli conversaba con Gandalf.

-Se ha complicado el asunto entre los elfos y Aragorn, ¿no?-preguntó Gimli a Gandalf.
-Ya lo creo, confío en Eru que se solucionará-dijo el mago.
-La elfa engreída ama a Legolas-dijo Gimli.
-Esperemos que ella lo sepa-dijo Gandalf.-Melda (Querido) amigo, el amor es un tema muy confuso. No creo que Aragorn esté enamorado, pero si creo que está confundido. Lo único que no quiero es que Legolas y él se enemisten por un posible error.
-Entiendo, yo nunca hubiera imaginado esto de Aragorn-dijo Gimli.
-Atento, Aragorn no ha traicionado, al menos eso creo y a Ireth tampoco la creo capaz. Por lo menos...-dijo Gandalf.-Sabemos que será una batalla justa, en caso de que Aragorn no salga de su equivocación.
-Esa elfa es especial, es la única que puede soportar nuestro paso. Pero sé que Legolas y Aragorn son inteligentes, no dejarán que esto se desborde-dijo Gimli.
-Ya veremos, debemos aguardar al destino. Sólo eso: destino-dijo Gandalf por ultimo.

El camino ahora era plano y los caballos corrían ligeramente. Yo montaba con Éomer que me contaba sus deseos de casarse con esa chica que había ido con él a la boda de Cirnellë. Yo me alegraba por él y se lo hacía saber. Fue entonces cuando sentí esa presencia, esa que había sentido muy sutilmente  cuando la tierra quiso tragarnos. Ahora lo sentía más fuerte. Miré al norte, al sur, al este, al oeste y no vi nada, repetí la maniobra y entonces pude verlo. No sabía qué era, pero era maligna, mi corazón me lo decía. Legolas usó ósanwë-centa.

-¿Lo visteis?-preguntó Legolas.
-Sí-respondí.- ¿Sabéis qué es?-pregunté.
-No, pero no es bueno-dijo Legolas.
-Lo sé, deberíamos alertar a los demás-dije.
-Se lo diré a Gandalf-dijo Legolas.-No le perdáis de vista.

Trataba de distinguir el género de la presencia más no podía. Empecé a respirar agitadamente, me dejaba exhausta tratar de averiguar más. Cerré un poco los ojos y le perdí de vista. Legolas se acercaba con Gandalf y Aragorn.

-Ireth, ¿os sentís bien?-preguntó Gandalf.
-Sí, sólo un poco cansada-dije.
-¿Dónde está?-preguntó Legolas.
-No lo sé, le perdí hace un segundo-dije.
-No importa, aparecerá de nuevo. Si se ha dejado ver por vosotros es porque quiere ser descubierto-dijo Gandalf.
-¿Es peligroso?-preguntó Éomer.
-Probablemente-dijo Aragorn.-Se bloquea para que Legolas e Ireth no puedan saber quién es, eso no es bueno.
-Que se acerque, le cortaré la cabeza en dos con mi hacha-dijo Gimli.
-Me temo, Gimli, que no será suficiente. Tiene un poder mágico y se protege muy bien-dijo Gandalf.
-Puedo sentirla-dijo Legolas.
-Y yo-dijo Aragorn.

Los miré a ambos, sólo faltaba que Frodo lo sintiera. Frodo cayó del caballo estrepitosamente. Bajé de un salto del caballo que Sam nos había cedido a Éomer y a mí y fui por Frodo. Lo abracé.

-Lo sentís también, ¿no?-pregunté.

Él me miró y asintió con la cabeza. Cuatro de los nueve lo sentíamos y cada vez mas poderosamente. Ahora no sabíamos que nos acechaba pero era fuerte y debíamos averiguarlo pronto o no podríamos llegar a Rivendel. Decidimos que no descansaríamos, apuraríamos el paso y una vez en Rivendel seríamos más fuertes y quizá Gandalf, mas descansado, pudiera descubrir que era eso que no seguía tan de cerca. Viajé con Aragorn desde ese momento y Frodo con Legolas, evidentemente, sí los cuatro podíamos sentirlo, quizá éramos nosotros quienes poníamos en peligro al resto de la compañía. No lo sabíamos pero lo mejor era prevenir.



Capítulo XLII Perdiendo el sentido

Llegada la noche estábamos a medio día de camino a Rivendel, el cansancio era extremo. No podíamos continuar y no habíamos visto nada desde hacía rato. Gandalf consideró prudente acampar esa noche. Sam quería preparar algo de eso que comen los hobbits pero Gandalf se lo impidió, era peligroso encender una fogata. Comimos lembas en impresionante silencio. Hasta que un hobbit entrometido abrió la bocota.

-¿Cómo os llama vuestra espada, Ireth?-me preguntó frescamente Pippin.

 Aragorn, Frodo y Legolas se miraron entre sí, yo miré a Gandalf apenada.

-Calmacil-dije haciendo un esfuerzo por no matar al hobbit.
-Significa: "espada luminosa"-dijo Gandalf.-Un nombre perfecto.
-Ireth lo eligió-dijo Aragorn. Gandalf lo miró adusto.
-Mejor será que descanséis, nos espera un largo día-dijo Gandalf.

Di la vuelta para encontrar un lugar donde descansar.

-Vos no, Ireth-dijo Gandalf firme.

Me quedé de pie dándole la espalda al mago y amenazando a Pippin con un puño mientras Sam y Frodo reían.

-A vuestras ordenes, Istari-dije.

Me tomó del cuello y se encaminó conmigo hasta unos 100 pasos lejos de la compañía. Se notaba pensativo, cansado; Gandalf podía ser muy duro cuando se lo proponía. Yo le tenía mucho respeto, lo admiraba, era un ejemplo para mí. No dudaba que él me quería también.

-Ya habéis hablado conmigo-me adelanté a decir.-No sucede nada.
-Hmmm, ¿os parece bien recibir un regalo de compromiso de Aragorn, amigo de vuestro novio?-preguntó.
-Tengo tres cosas para deciros, Gandalf-dije.
-Empezad de una vez, no tengo toda la noche-dijo Gandalf.
-Primera: No es un regalo de compromiso, técnicamente-dije.
-Explicad eso, por favor-pidió el mago.
-El dúnadan me dijo que lo aceptara sólo como regalo y a mi pareció bien-dije sonriendo.
-¡Insensata! No deja de ser un regalo de compromiso. A Elrond no le va a gustar-dijo Gandalf.-Continuad.
-Segundo: No estoy comprometida con Aragorn y tampoco soy la novia de Legolas, no me lo ha pedido-dije suavemente.
-Eso suena lógico-dijo el maia.
-Tercera: Soy adulta, soy madura. ¿Por qué os preocupáis tanto?-pregunté.
-Porque vosotros sois amigos y esto, no os llevará a nada bueno-dijo.-Pero tenéis razón, debo dejarlos a todos decidir sus vidas, aunque eso signifique más sufrimiento. Este viejo no a entrometerse más-dijo Gandalf visiblemente enojado.

Me percaté que había herido al mago. No era mi intención. A mí si me importaba él. Pero estaba tan cansada de esa situación; ahora no sabía muy bien que pasaba. Amaba a Legolas pero supe que era capaz de estar sin mí cuando lo vi por primera vez con Amarië, Aragorn siempre había estado en los momentos difíciles y su beso aún podía sentirlo en mis labios. Tomar una decisión sería doloroso. Yo amaba a Legolas sin embargo, últimamente me trataba como un objeto, preciado, pero objeto al fin y eso me dolía.

-Gandalf, lo siento..., yo...; regresaré la espada si lo creéis correcto-dije.
-No, no podéis devolverla, Calmacil ha sido bendecida por Eru para vos una vez que la aceptaste. Sólo ten en cuenta lo que significa y pensad que habrá más de una y tendréis que elegir-dijo Gandalf.
-Lo sé, trataré de hacer las cosas bi...

Unos ojos brillaban en la oscuridad, su ropaje apenas podía distinguirse. Gandalf y yo corrimos al campamento, todos estaba despiertos. La presencia giraba en círculos alrededor de nosotros, su poder nos congelaba. Tomé la mano de Legolas con disimulo, puse otra en el hombre de Frodo mientras Aragorn se nos acercaba. Ahora estábamos los cuatro en cada punto cardinal. Yo deseaba tener mi luz de Eärendil en ese momento. Legolas tomó el arco, Frodo a Dardo y Aragorn empuñó a Andúril, yo no me decidía entre el arco y Calmacil, por fin tomé una flecha. Pero la presencia no se nos acercó más. En  cuanto Legolas empezó a cantar y nosotros con él, la vuelta en círculos fue haciéndose más lenta hasta que desapareció.

-Por Varda, ¿qué es eso?-preguntó Aragorn.
-Creo que una bruja-dijo Gandalf.-Pero no sé por qué os quiere hacer daño.
-Yo tampoco lo sé-dijo Aragorn
-Quizá es Aredhel-dijo Frodo.
-No, Frodo, es Amarië-dije sorprendida.
-¿Amarië? ¿Qué estáis diciendo, Ireth?-se exaltó Legolas.
-Esperad-dijo Gandalf.-Continuad, Ireth.
-Sé que es ella, recuerdo su olor, su poder. Tiene que ser ella-dije.
-No puede ser, Gandalf la mató en Bosque Negro-dijo Gimli.
-Ireth quizás tenga razón, es muy probable que la que estaba en esa alcoba, no haya sido Amarië-dijo Gandalf.
-¿Quién era entonces?-preguntó Éomer.
-Alguien que ella obligó a ocupar su lugar. Alguien con algún poder, pero nunca tan fuerte como el suyo-dijo Gandalf.
-¡Maldición! ¡Maldición! ¡Maldición! ¡¡¡Dejadme en paz!!!!-grité con todo el aire que había en mis pulmones.- ¿Queréis matarme?-caí de rodillas en el suelo sin dejar de gritar.- ¿Queréis matarme? ¡Hacedlo! Pero déjalos en paz a ellos. ¡No os han hecho nada! ¡Ma...tad...me!

Aragorn quiso ir hasta mí pero Gandalf lo detuvo al igual que a Legolas. Frodo me miraba y sentía pena por mí. Yo parecía estar perdiendo la cordura. Sam lloraba y Éomer también. Gimli veía la escena con suma preocupación y Pippin se escudaba tras Gandalf.

-¡Venid ahora Amarië!-grité de nuevo.- ¡Estoy a vuestra disposición! ¡Mi vida por la de ellos!
-¡No! ¡Basta de tonterías, Ireth!-gritó Legolas.-Todos estaremos bien-iba a caminar hacia mí y Frodo lo detuvo.
-Mirad-dijo Gandalf.
-No es momento aún-dijo Aragorn secándose las lágrimas.

La Anar (sol) se asomaba, tibia, ligera, bañando mis cabellos de rojo. Me puse de pie, sacudí mi vestido y subí al caballo. Cuando Éomer intentó hablar, le pedí que lo hiciéramos mas tarde. Esta vez no habría explicaciones para nadie, por lo menos, no en ese momento. Quizá llegáramos esa misma noche a Rivendel y allí, atenderíamos ese asunto. La compañía entera no para de pensar en ese ofrecimientos que yo le había hecho a Amarië y menos dejaban de pensar qué habría sucedido de faltar un poco más para el amanecer. "Momento de las conjeturas" le llamaba Gandalf.



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