Los secretos del jardín

01 de Junio de 2004, a las 00:00 - Melîreth
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Capítulo XXVII Viajando a Bosque Negro

Éomer se alegró mucho de verme bien y todos los demás también. Legolas se acercó hasta mí. Nervioso, temblaba, lo noté cuando tomó mi mano.

-Ireth, nunca volváis a hacerlo. Tenéis que prometérmelo-dijo él.
-No os preocupéis, no lo haré-le sonreí.
-Claro que no lo hará, porque si lo hace la traeré de esa hermosa cabellera-amenazó con una sonrisa Aragorn.
-Los enanos somos fuertes, pero vos niña, me habéis hecho sentirme cansado-dijo Gimli.
-¿Dónde están los hobbits?-pregunté ansiosa.-Tengo que decirle algo a Frodo.
-No están símen (aquí), se quedaron en Bosque Negro-dijo Legolas.
-Oh-dije desilusionada.
-No os preocupéis, con la buena recuperación que tenéis, podréis viajar pronto a verlos y a la boda de Cirnellë-dijo Gandalf.

Una enquië (semana)  después, estuve lista para viajar. Todos preparábamos los caballos cuando nos dimos cuenta que Amarië se acercaba. Aragorn me hizo una seña, él quería que le restara importancia al suceso. Ella fue hasta Legolas y le dijo algo en voz baja. Legolas asintió y se dirigió de nuevo al establo. Volvió trayendo consigo el caballo de Amarië.

-¿Ella vendrá con nosotros?-le pregunté a Aragorn mientras acicalaba a Brisa.
-Si es así, me estoy enterando sí (ahora)-contestó el dúnadan.

Gimli se acercó a Legolas.

-¿Qué hacéis, Legolas?-le preguntó el enano.
-¿No lo veis? Arreglo el caballo de Amarië-dijo Legolas.
-Ya lo sé y sabéis bien que no estoy preguntando eso. Si ella va, perderéis a Ireth para siempre. Y no es que me guste mucho esa elfa engreída, pero Amarië no me gusta nada-dijo Gimli.
-Ella está embarazada-dijo Legolas muy quedito.
-¿Qué? Pensé que no habíais estado con ella-dijo Gimli sorprendido.
-La verdad amigo, es que no lo recuerdo. Yo creo que no hice nada con ella, pero no lo recuerdo-dijo Legolas con una tristeza inmensa.
-Pero Elrond leyó en tu mente, ¿no?-dijo Gimli.
-Sí, pero quizá sólo vio lo que yo creía-dijo Legolas.
-Es hora de ponernos en marcha-interrumpió Aragorn.

Afortunadamente en el camino a Bosque Negro, no encontramos Malditos. Gandalf ya nos había advertido sobre ellos y la forma súbita en que podían aparecer. Yo tenía unas ganas enormes de ver a Cirnellë, Arwen, mis padres; pero lo que mas quería era ver a Frodo. Legolas y Amarië apenas hablaban entre ellos, cuando paramos a comer lo hicieron apartados del resto.

-¿Veis eso?-le pregunté a Gandalf.
-Sí, no soy ciego-dijo Gandalf muy serio.
-¿Qué opináis?-dije.
-Lo que yo opine no importa. Importáis vos; pero recordad, una vez os dije que no os alejaras de Legolas y no seguisteis mi consejo. Ahí tenéis el resultado-dijo el Mago.
-Es una lección-dije triste.
-Puede ser, sí, puede ser-calló Gandalf.
-Esas caras son muy tristes-interrumpió Éomer.
-No, son caras de cansancio...-dije.
-¡Pamplinas! Ireth, por una vez, reconoce que os sentís triste-gritó Aragorn que hasta ese momento sólo escuchaba mi conversación con Gandalf.
-¡No tengo que hacerlo!-me le enfrente al dúnadan.
-Estoy cansado-dijo Aragorn.

Éomer y Gandalf nos miraban estupefactos.

-¿De mí? ¿De preocuparos por mí?-pregunté.
-Estáis equivocando las cosas-dijo Aragorn.-Estoy cansado de que no luchéis...
-Claro que lucho, ¡os lo he demostrado!-grité furiosa.
-¡No hablo de trolls, malditos o Nazgûl!-Aragorn ya gritaba.-Hablo de amor, pensad un poco, tonta.
-Será mejor que os tranquilicéis-dijo Éomer que señalaba a Legolas y Amarië con la mirada, ambos estaban atentos.

Aragorn y yo nos miramos fijo por un largo rato.

-Partamos sí (ahora)-dijo Gandalf, terminando así el enfrentamiento.

Al amanecer las puertas del Bosque Negro se nos abrieron. Por un momento dejé atrás todo sentimiento negativo. Estaba reconociendo ese lugar, reconociendo mi casa (coa) y tal vez reconociéndome a mi misma.



Capítulo XXVIII Un beso con sabor a cielo

Descendí de Brisa de un salto. Cirnellë, Arwen y Lenwë se fundieron en un abrazo conmigo. Les dije que estaba feliz de verlos a todos, que necesitaba ver a los hobbits; a Frodo en especial. Frodo apareció por entre la maleza.

-¡Ireth!-gritó.
-¡Frodo, mi melda (querido) hobbit!-corrí a abrazarlo, me inunde de su hermosa sonrisa y sus ojos tan expresivos.-Me habéis salvado la vida-dije.
-No lo he hecho yo-dijo él avergonzado.- Han sido todos los demás, Gandalf, Éomer, Aragorn, Gimli...
-Lo sé, a te (ellos) también les debo la vida, pero vos, Frodo Bolsón; me habéis dado la fortaleza, la estrella de Eärendil y nunca voy a dejar de agradeceros-dije.
-Bueno, no seguiré negándome a vuestro agradecimiento o jamás me dejareis tranquilo-dijo Frodo.
-Será mejor que áva carë (no lo hagáis). Venid, tengo muchas cosas que contaros-le dije.

En ese momento me di cuenta que todos nos miraban atentos. Le guiñé un ojo a Frodo y echamos a correr, no sin antes tomar a Cirnellë de la mano y llevarla con nosotros. El resto de compañía, desmontó y fue a descansar.

-¿Cuándo veréis a nuestros nostari (padres)?-preguntó Cirnellë.
-Lo haré más tarde. Sí (Ahora) quiero estar con vosotros dos-dije.

Conversamos mucho tiempo. Frodo estaba feliz al igual que Cirnellë. La estrella de Eärendil brillaba en mi cuello, aunque cubierta por un trapito que le había puesto Gandalf.

-¿Así qué éste jovencito, os salvo?-dijo Cirnellë.
-Yo no...-dijo Frodo, pero le interrumpí.
-Sí y es una verdadera lástima que sea un hobbit o me casaría con él-bromeé.

Frodo se sonrojó.

-Deteneros, me hacéis avergonzar-dijo.
-Por cierto-dijo Cirnellë.- ¿Qué hace Amarië símen (aquí)?
-Tendríais que preguntarle a Legolas-dije amargamente.

Me puse de pie y les dije que era hora de ver a mis padres. Me dirigí a casa, me hacia mucha ilusión verlos; hacia 120 años que no estaba allí. En el camino me encontré a Aragorn y Legolas que conversaban, pasé sin mirarles y aprisa. Mis padres me recibieron con gran alegría.

-Ireth. ¡Hija mía! Sois hermosa-dijo mi amil (madre).
-Sí, hermosa. Teníamos muchas ganas de veros y también estábamos preocupados-dijo mi padre echando un ojo a mi herida.
-No hay que preocuparse más. Estoy bien-dije con una sonrisa.
-No se os ocurra nunca, volver a Amon Dîn-dijo mi padre.-Pronto seréis una princesa.
-No seré princesa-dije secamente.
-¿No?, ¿por qué? No me digáis que os habéis enamorado del humano-dijo mi padre medio molesto.
-¡No! ¿De dónde sacáis esas cosas?-le pregunté.
-Nos han dicho que sois muy unidos-dijo mi madre.
-Somos sólo amigos-dije.-En cuanto a Legolas, será mejor que lo olviden y no pienso dar explicaciones-concluí.

Lamenté mucho tener que contrariar a mis padres, pero en Legolas no había esperanza y era mejor no fundar falsas esperanzas en ello. Gandalf vino a buscarme, se notaba aún cansado, agobiado.

-¿Seguiréis enojada con el dúnadan?-preguntó.
-No, pero será mejor que evite estar cerca de él. No quiero cansarlo más-dije.
-No entendéis, os queremos mucho, pero os habéis vuelto terca y la mentira se os da fácil-dijo él.
-No miento en cosas importantes y no debéis preocuparos por mí-dije.
-¿El amor no es importante?-preguntó Gandalf.-Contestadme, niña.

No contesté, Gandalf y Aragorn tenían razón, era importante el amor, pero ellos no sabían toda la historia. Algún día sabrían que yo no estaba equivocada.

El día de la boda llegó más rápido de lo que esperábamos todos. Hasta ese día no había tenido comunicación con Aragorn y mucho menos con Legolas. No pudimos evitar encontrarnos en el río. Yo iba a retirarme, no pude. Seguí hasta donde estaba él, tirando piedras al río.

-¿Feliz de estar símen (aquí)?-pregunté.
-Igual que vos. ¿Lista para la boda?-dijo Legolas.
-Sí, tengo un lindo colla (vestido)-dije sentándome a su lado, en el suelo.
-Me alegro, os veréis hermosa con cualquier colla (vestido)-dijo y se acercó a mi rostro.
-Áva carë (no lo hagáis)-pedí, sabiendo que terminaríamos besándonos.

Se acercó del todo y me besó dulcemente.

-No me lastiméis, os lo pido por favor-dije.
-No quiero hacerlo, nunca he querido-dijo Legolas.
-Será mejor que me vaya. Te veré en la yulmë (fiesta), Legolas Greenleaf-dije.

No volteé a verle, aunque me moría de las ganas, mi corazón no podría soportarlo. La herida hizo que me acordara de ella nuevamente. Dolía superficialmente, pero no dejaba de ser dolor. Iría a buscar a Aragorn, debía arreglar las cosas con él, yo le extrañaba. Llevaría mi anna (regalo) a Cirnellë. Invitaría a Éomer a la boda, yo  me había olvidado, y creía que él también.



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