Los secretos del jardín

01 de Junio de 2004, a las 00:00 - Melîreth
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Capítulo XLIII Decisiones

Llegamos a Rivendel pasada la media noche. Nos encontramos con muy pocos elfos; Elrond había partido a las Puertos Imperecederos cuando supo lo de Arwen. Todos nos miramos sin saber qué vendría después de eso. Gandalf acariciaba la barba con preocupación. Legolas y yo perdíamos un hogar aparentemente. Frodo marcharía a los Puertos con los últimos elfos y con Gandalf. Llegaba la hora de que Legolas y yo tomásemos una decisión.

-Bien, con las nuevas noticias; todos tendremos que seguir un camino. Sin embargo tendremos primero que deshacernos de Amarië-dijo Gandalf.
-Yo he tomado una decisión-dijo Legolas.-Me quedaré aquí y no dejaré que Rivendel desaparezca.
-Me quedaré también-dije.
-Y yo-dijo Gimli.
-Yo volveré a Rohan después de terminar con esa bruja-dijo Éomer.
-Bien, después de eso, Frodo y yo viajaremos a los Puertos Imperecederos. ¿Qué haréis vos, Aragorn?-preguntó el mago.
-Por ahora, me quedaré aquí-dijo Aragorn bajo la mirada escrutadora de Gandalf y Legolas.-Faramir puede cuidar bien de Gondor.
-Perfecto, ahora descansemos. Mañana buscaremos la forma de combatir a Amarië-dijo Gandalf.

Pusimos los caballos en el establo y nos dirigimos a nuestra alcoba. El ánimo de la compañía no era el mejor. A mí me habría gustado despedirme de Elrond y decirle cuánto sentía lo de Arwen. Todos los demás temían más que nunca estar tan solos en Rivendel. No pude conciliar el sueño pensando en mi ofrecimiento a Amarië. Me vestí y fui hasta el río. Isil se veía hermosa pero yo sólo esperaba encontrar a Amarië. No tardó en aparecer.

-¿Habéis escuchado mi oferta?-pregunté.
-Sí, lo he hecho-contestó Amarië.
-¿Podéis traer a Arwen de vuelta?-quise saber.
-Puede ser, si vos queréis. Claro, ocupareis su lugar-dijo ella.
-¿Por qué no me matáis ahora?-dije.
-Quiero que todos vean como obtenéis vuestro castigo-dijo Amarië.
-Bien, ¿cuándo podéis traer a Arwen?-pregunté.
-Mañana mismo, si vuestros amigos no entorpecen vuestra muerte-dijo ella.
-No, mañana no. Quiero dejarlos tranquilos para cuando me vaya-dije.
-Me parece justo. Os dejaré tranquilos atta enquië-dijo Amarië.
-Una cosa-dije.- ¿Quién sois?
-Soy más que la hija de un Nazgûl y una elfa oscura. Soy capaz de dormiros y despertaros a mi voluntad. Debéis temerme, pero no lo haréis-dijo Amarië.
-No, no os temo. Si sois capaz de hacer felices a mis amigos, no podéis ser tan mala-dije con una mueca que no llegó a ser sonrisa.
-No os equivoquéis, ellos no serán felices sin vos-dijo ella.
-Aragorn lo será con Arwen. Legolas aprenderá a serlo. Los demás se irán pronto y me olvidarán-dije amargamente.
-Yo no estaría tan segura. El rey y el príncipe, tienen algo con vos, algo que yo no sé explicar, incluso los otros-dijo Amarië.
-No sabéis explicarlo porque no conocéis esos sentimientos-dije, más ella ya no estaba.

A partir de ese momento, tenía dos semanas para dejar las cosas en orden. Ya no temía más. Pasaría los mejores días a lado de todos aquellos que me hacían bien. Pensé en mandar a buscar a mis padres y a Cirnellë, pero no podía ponerlos en peligro. Los que estábamos pasaríamos a formar la historia sólo que yo, partiría antes que ellos. Escondí mi rostro entre mis manos y lloré; por la pérdida que sería no volver a ver a mis amigos, por no conocer a mi sobrino y no regalarle un nieto a mis padres.

Mi vida, traería alegría a muchos de ellos, Elrond, Aragorn, Gandalf, los hobbits, Gimli e incluso Legolas. Todos amaban a Arwen, serían felices de tenerla con ellos, sólo esperaba poder ver sus sonrisas antes de partir. Que buen trato  había hecho, mi cuerpo y alma discordantes por el cuerpo y alma de Arwen, amada y venerada tári (reina).

Fui hasta mi alcoba, ahora necesitaba dormir y no pensar. Eso quería hacer, me costaría mucho bloquear mi mente para que Aragorn, Legolas y Gandalf no se dieran cuenta de mis planes y para eso, tenía que estar descansada totalmente. Me tiré sobre la cama y entonces encontré un paquetito.

-Gandalf, me la habéis devuelto-pensé, creyendo que era mi luz de Eärendil.

La abrí con rapidez. No era Eärendil, eran unos granitos de tierra. Pude saber, por su olor, que eran del lugar donde Éomer y yo estuvimos a punto de morir. No tenía idea de quién podría haberlos puesto allí, tomé la cajita y la puse bajo la almohada. Pronto sería sólo un recuerdo. Tardé en dormirme unos minutos y entonces sentí a Amarië en la alcoba, ella había sido la de la cajita. Tomé la caja media adormilada y la lancé por el balcón. La sensación de que ella estaba allí, desapareció instantáneamente. Después tendría un sueño, uno al que no le prestaría atención sino hasta unos días después. La cascada se escuchaba a los lejos. Eru y alguien más, vigilaban mi sueño, la espada cayó al piso pero no hizo ruido alguno. Una sonrisa se dibujo en mi boca y descansé placenteramente.



Capítulo XLIV Aragorn es osado

El día estaba espléndido. Legolas preparaba el carcaj en caso que lo necesitara. Yo les diría que Amarië no vendría hasta dentro de atta enquië. Me dirigí a Legolas que era el único que tenía a la vista.

-Alassea Ree (Buenos días)-dije.
-¡Aiya!-contestó Legolas.
-Legolas, mejor que dejéis el carcaj. Amarië no vendrá-dije.
-No estéis tan segura-dijo él dándome la espalda.
-Lo estoy, confiad en mí-dije.
-No entiendo...
-Me lo ha dicho anoche-interrumpí.
-No, eso no. ¿Por qué besasteis a Aragorn?-preguntó irritado.
-No lo sé, Legolas. Me tomó por sorpresa-dije.
-No parecíais enojada-dijo él.
-Yo...
-Mejor que no expliquéis más, sólo decide a quién amáis-dijo Legolas.
-Vos deberíais saberlo-dije.-Al dúnadan le quiero de una forma distinta...
-Entonces no logro comprender por qué aceptaste  esa espada-dijo él.
-Elfo obstinado, vos no estuvisteis conmigo en mucho tiempo; no sabéis las cosas que he pasado-dije.
-Este elfo testarudo, os ama-dijo Legolas acercándose.
-Obstinado-dije.-Y yo os amo, mi señor. Sólo dejadme aclarar las cosas con el dúnadan.

Legolas se acercó a mí, puso sus manos en mi cintura y nos besamos. Yo me iría pero antes de eso, sería suya. Nunca sería una princesa, moriría como una guerrera, pero feliz. Frodo nos interrumpió.

-Lamento molestaros, pero Gandalf quiere vernos a todos-dijo el hobbit apenado por interrumpir.

Caminamos a la par de él. Frodo me miraba y sonreía como diciendo: te atrapé. Ese jovencito significaba mucho para mí, era un amigo entrañable. Me daba gusto saber que en los Puertos Imperecederos, no sufriría más por esa herida. Claro que Pippin y Sam lo iban a extrañar, más era lo mejor para él. Acaricié su rostro y él me miró fijo. Legolas no se percató de nada.

Gandalf y los demás aguardaban impacientes. El mago comenzó a hablar inmediatamente después de que Frodo, Legolas y yo, tomáramos asiento.

-La situación es la siguiente: Amarië es poderosa. No es más poderosa que yo, sin embargo, no me corresponde destruirle. Lo haría temporalmente, para hacerlo permanente, tiene que ser uno de vosotros cuatro; de los que ella quiere-dijo el mago.-Sé que es difícil de entender. Como mucho puedo ayudar sirviendo de apoyo. De cualquier manera no le tengo miedo. Es poderosa, más no invencible. Ahora sé por qué os quiere. Frodo, vos sois como un trofeo, algo que su padre quiso llevarse y no pudo; ella lo intentará. Vos, Ireth, no necesito decirlo; Amarië busca venganza. En cuanto a Legolas y Aragorn, la razón es menos complicada. Aragorn es rey y Legolas quizá lo sea muy pronto. Los demás no le importamos y quizá ese sea un punto a favor de la compañía. Los cuatro la enfrentarán, si es su deseo. Frente a la cascada, el resto estaremos atentos a los que puedan necesitar. No puede atacar uno solo, tendrán que hacerlo los cuatro al mismo tiempo; una vez concentrado su poder sobre ella, uno de vosotros clavará su espada en el corazón de Amarië. De ahí en adelante, no sabemos que pueda suceder.

Miré las caras de mis amigos, los semblantes no eran buenos. Por suerte podría ahorrarles todo ese trance. Aragorn me miró con extrañeza, me di cuenta que estaba hablándole, callé pronto y me dirigí a Gandalf.

-Amarië no vendrá hoy, ni mañana-dije.
-¿Cómo lo sabéis?-preguntó el mago.
-Lo presiento, estoy segura que tardará unos diez días en venir-dije.
-No podemos ignorar lo que nos decís, Ireth. Entonces, tendremos tiempo. Por lo menos para descansar y tranquilizar nuestras mentes-dijo Aragorn.
-Así sea-dijeron los otros.

Por unos días, nuestras vidas serían normales hasta cierto punto. Algo que hacía mucho no teníamos. Me dirigí a mi alcoba, quería escribir una carta para Cirnellë; quería guardar algunas cosas para mi futuro sobrino y también escribir algo para mí misma. Miraba por el balcón hacia la cascada cuando llamaron a mi puerta, era Aragorn.

-Pasad, mi lord-dije sin quitar la vista a la cascada.
-¿Qué os tiene así, Ireth?-preguntó poniéndose justo detrás de mí.
-¿Así, cómo?-pregunté yo.
-No disimuléis, rehuís la mirada de todos. No me extrañaría que hayáis bloqueado vuestra mente-dijo pasando una mano por mi cintura.
-No hago nada de eso-dije.
-Es increíble, si parece que no sintieras; que no estuvieras aquí-dijo Aragorn besando mi cabello.

Esas caricias eran naturales en nosotros, no me molestaban en absoluto. Pero él estaba decidido a que yo le hablara más de mi estado de ánimo y yo no iba a poder, no debía. Me hizo dar media vuelta y me besó. Yo le empujé y le di una bofetada. Era la única forma de hacerlo entrar en razón.

-¿Por qué habéis hecho eso?-dijo sonriendo.
-Mi lord, debéis entender que entre nosotros no puede suceder nada-dije.
-Legolas-dijo él.
-No, Legolas no, Arwen-dije yo.
-Pero...
-No digáis nada, ambos sabemos que aún le amáis. Lo que decís sentir por mí, no es nada-dije.
-Puede ser que aún no lo sea-insistió Aragorn.
-Por Valar, ahora tengo un hombre obstinado también-dije.
-Lo siento, Ireth. No sé qué me sucede; es que la extraño tanto-dijo echándose a llorar.
-Lo sé, melda (querido) mío-lo abracé.-Pero creedme, yo no soy la solución. Yo no os haría feliz.
-Claro que sí-dijo él.
-No, no os equivoquéis. Muy pronto todos estaremos tranquilos. ¿Mi señor?-dije.
-¿Si?-dijo Aragorn.
-La próxima vez que me beséis, me veré obligada a usar a Calmacil-dije bromeando.
-Lo tendré en cuenta, aunque no me asusta-dijo él con una leve sonrisa.

Habían pasado seis días desde esa conversación con el dúnadan, aunque aún no se acostumbraba a verme pasear con Legolas por allí. Gandalf sabía de esa decisión y se pudo muy contento. Sus palabras exactas fueron: "Sabía que no me defraudarías". A veces Frodo nos acompañaba al río a Legolas y a mí, Una vez se nos unió Gimli, al enano le gustaba oír cantar a Legolas. Pronto teníamos a Sam y a Pippin allí; ya éramos demasiados. Legolas me susurró al oído:

-Busquemos otro lugar antes de que vengan los humanos.

Me disculpé con todos y dije que iría a descansar. Le guiñé un ojo a Legolas que no tardó mucho en despedirse también. Gimli y los hobbits no eran tontos, sabían que Legolas había ido tras de mí.

-Bueno, ahora que nos hemos quedado solos, podríamos hacer apuestas-dijo Gimli.
-¿Apuestas?-preguntó Sam entusiasmado.
-Sí, ¿quién creen que dará fin a Amarië?-dijo el enano.
-Yo creo que Aragorn-dijo Pippin.
-Yo voto por Legolas-dijo Gimli.
-A mí me parece que será el señor Frodo-dijo Sam orgulloso.
-Todos habéis olvidado a Ireth-dijo Frodo.-Yo creo en ella.



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