Los secretos del jardín

01 de Junio de 2004, a las 00:00 - Melîreth
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Capítulo LVII Todos listos para una boda muy esperada

Una vez que llegó el invierno, teníamos todo listo para la boda. Legolas y yo estábamos emocionados. Mi vestido había sido un anna (regalo) de mi amil (madre), era rosa, entallado con perfección a mi esbelta figura; tenía mangas anchas y largas, brillaba tanto a la luz de Anar como de Isil.

Cirnellë y Lenwë habían llegado con Legolas II a punto de nacer. También el rey Thranduil de Bosque Negro. Mi amil y una hermosa corona que mi padre había enviado para mí.

Me arreglaba frente al espejo cuando entró Cirnellë a mi alcoba.

-¿Lista?-preguntó Cirnellë tan emocionada como yo.
-Tancave (Sí)-dije sonriendo.
-¿Te han gustado los regalos de nuestros nostari (padres)?-preguntó Cirnellë.
-Son perfectos-dije.
-Me alegra que por fin vayáis a ser feliz-dijo Cirnellë y me abrazo.

Se despedía y alguien más llamó a la puerta, era Aragorn.

-¿Puedo pasar?-preguntó el dúnadan.
-Claro, señor de Gondor-dije.
-Yo me voy a terminar los últimos detalles-dijo Cirnellë  a guisa de despedida.
-Estáis hermosa-dijo Aragorn.-Estoy muy orgulloso de entregaros.
-Gracias, mi lord-dije sonrojándome.
-Ireth, prometedme una cosa muy importante-dijo Aragorn.
-Decidme-dije poniéndome un zarcillo.
-Es importante realmente-dijo Aragorn tomándome del brazo y haciéndome dar media vuelta.

Me miraba a los ojos con insistencia.

-Decídmelo ya, me ponéis nerviosa-dije.
-Prometedme que estéis en donde estéis, seréis feliz-dijo Aragorn.
-¿Esté donde esté?-pregunté sin entender.
-Sí, prometédmelo-dijo serio Aragorn.
-Está bien, lo prometo-dije aunque no había entendido.
-Bien-dijo Aragorn.-Sí (Ahora) mi regalo y espero no cause más problemas.

Me entregó una cajita atada con un lazo azul y oro. Lo iba a abrir de inmediato.

-¡Lau! Esperad a que me vaya-dijo el dúnadan sonriendo.
-No será una broma del tipo de las que le gustan hacer a Gandalf, ¿no?-pregunté.
-Quedaros tranquila, no lo es-dijo y me abrazó.-Vendré pronto por vos, mi lady.

Lo vi salir y puse la cajita sobre el tocador para terminar de arreglarme. Llamaron a la puerta nuevamente. Abrí asomando sólo el rostro.

-Legolas, no debéis verme-dije cerrando la puerta.
-Abrid un momentito-dijo Legolas.
-Lau, andad a la sala de fuego, estaré allí en cuanto Aragorn venga a buscarme.
-¡Abridme!-gritó Legolas.
-¡L A U! ¡Elfo obstinado!-grité.
-¡Más obstinada sois vos! Está bien, me iré-dijo Legolas.

Lo dejé marcharse o tendríamos mala suerte para siempre y era lo que menos quería para él y para mí. La puerta sonó de nuevo.

-¡Ya te dije que no abriré!-grité.
-¿Ni a nosotros?-preguntó Éomer.

Corrí el seguro de la puerta y los dejé entrar, venía con Frodo, Sam y Pippin

-¡Que alegría veros! ¿Dónde habéis dejado a vuestra dama?-pregunté refiriéndome a Éomer.
-Está en la sala de fuego con los demás-contestó Pippin.
-Ahí tenéis la respuesta-dijo Éomer resignado a que Pippin ganara de boca.

Todos reímos porque sabíamos que Pippin nunca aprendería a cerrar su bocota. Éomer me deseo lo mejor como meses atrás lo hiciera yo con él y Pippin y Sam me regalaron unas palabras corteses de esas que a los hobbits se les dan muy mal, pero con mucho cariño. Éomer, Sam y Pippin salieron de la alcoba, Frodo se quedó y después de un rato llegó Gandalf.

-Ireth, sé que Eru os ayudará a conservar la felicidad al lado de Legolas para siempre-dijo Frodo.
-Gracias, Frodo hijo de Drogo-dije abrazándolo.
-Os quiero mucho-dijo tímidamente el hobbit.
-Sabéis que yo os quiero a vos, sois importante para mí-dije y Frodo sonrió.
-¡Aja! Ahí está la novia elfa mas linda de toda la Tierra Media-dijo Gandalf entrando a mi alcoba.

Abracé a Gandalf con fuerza.

-Dejad que os mire. ¡Estas perfecta!-dijo Gandalf.
-Gracias, Istari-dije conteniendo las lágrimas.
-De nada y nada de lágrimas. He venido aquí para dos cosas-dijo Gandalf poniéndose serio.
-Decidlas ya, Gandalf. Aragorn no tarda en venir por ella-apremió Frodo.
-Ya, ya-dijo Gandalf.-Una es, deciros lo mismo que Frodo. Que Eru bendiga lo vuestro con Legolas. Os quiero mucho y lo sabéis.
-Y os contesto lo mismo que a Frodo. También os quiero mucho.-dije.- ¿Cuál es la segunda?
-Prometedme que pase lo que pase trataréis de ser feliz-dijo el mago con seriedad.
-¿Qué se traen vos y Aragorn con las promesas?-pregunté.
-Vos sólo prometedlo-dijo Gandalf.
-Si Ireth, hacedlo-dijo Frodo nervioso.
-Lo prometo-dije.-Pero os juro que no entiendo nada.
-¡Perfecto! Sí (Ahora) Vámonos-dijo Gandalf llevándose a Frodo.

Con tanta visita no había abierto el regalo de Aragorn. Una vez lista, tomé la cajita y la abrí. Era la pipa de Aragorn y tenía grabada una dedicatoria.

Decía:

"Las damas elfas no fuman, mi amiga Ireth, sí.

Con cariño, Aragorn"

Sonreí y corrí a atender la puerta que llamaba de nuevo.

-¿Lista para el gran paso?-preguntó Aragorn.
-Tancave-dije sonriendo y viendo lo buen mozo que lucía.-Vaya con el regalo del jovencito.
-Un pequeño detalle-dijo Aragorn guiñando un ojo.
-¿Cómo me veo?-pregunté nerviosa.
-Perfecta, mi lady-dijo Aragorn ofreciéndome su brazo.

Tomamos el pasillo que era el camino más corto hacia la Sala de Fuego. No hablábamos, ya no era necesario. Cuando entramos en la sala, todos mis seres queridos, excepto mi padre, estaban allí. Legolas aguardaba al final de la fila con los padrinos, Gandalf y Gimli. Yo sonreía saludando a todos con un leve movimiento de mi cabeza, Aragorn miraba al frente con mucho orgullo.

Legolas estaba hermoso, su traje era rojo con aplicaciones de oro; sus ojos brillaban más que nunca. Ese era mi príncipe. Aragorn me entregó al brazo de Legolas.

-Os recomiendo que la cuidéis, de no ser así, os la veréis conmigo-murmuró Aragorn en el oído de Legolas.

Elrond inicio la ceremonia; una vez que Legolas y yo pronunciamos el, si acepto, dijo unas ultimas palabras.

-Toda la comunidad aquí reunida, les deseamos lo mejor a ambos. Esperemos que Eru los acompañé siempre. ¡A festejar!

Elrond terminó de decir estas palabras cuando yo caí desplomada sin poder darle siquiera un beso a mi esposo.

-¡Ireth! ¡Ireth!-gritó Legolas angustiado arrodillándose a mi lado.

Gandalf se acercó con parsimonia.

-Tranquilo Legolas. Ya todos sabíamos que esto sucedería-dijo Gandalf.
-Lo sé pero no quiero dejarla ir, ¡entendedme!-gritó Legolas llorando.
-Yo tampoco quiero-dijo Aragorn.
-Ni  yo-dijo Éomer.
-Yo menos-dijo Frodo.
-Pues yo tampoco-dijo Arwen.
-Tranquilos, esto decisión es sólo de ella-dijo Gandalf.
-¡Hagamos algo!-dijo Elrond.

Gandalf se puso en cuclillas cerca de Legolas y me reanimó con polvo de flores. Abrí los ojos y los vi a todos rodeándome. Los reconocía pero sabía que yo sólo estaba de paso por ahí.

-Ireth, soy Gandalf.-dijo él mientras yo asentía.-Sí (Ahora) sabéis que no pertenecéis a aquí. Tenéis una vida más allá. Pongo en vos la decisión de iros o quedaros. ¿Qué decidís?-preguntó Gandalf con dulzura.

Cerré los ojos sin contestar y entonces llegaron claros a mí los recuerdos del jardín, de mi casa, mi madre. Abrí los ojos una vez más y los vi a todos esperando una respuesta. Legolas lloraba con angustia pero sus ojos me decían: "Ve si tenéis que ir". Aragorn apoyaba una mano en el hombro derecho de Legolas y Gimli en el izquierdo. Los hobbits se abrazaban.



Capítulo LVIII Una última decisión de amor

Iba a dar mi respuesta por fin pero Gandalf me interrumpió.

-No puedo dejaros vuestros recuerdos de la vida que no elijáis, sólo os quedarán los de la vida en la que os quedéis-dijo Gandalf.

Con lágrimas en los ojos, asentí y dije:

-Prometí permanecer al lado de mi esposo. No puedo dejarlo.

Legolas me ayudó a ponerme en pie y me besó, ambos llorábamos. Aunque era duro dejar mi otra vida, al lado de Legolas sería feliz. Recibimos un gran abrazo de toda la compañía.

-Ha llegado la hora-dijo Gandalf.-Es vuestra ultima oportunidad de volver a casa.
-Lo sé y no hay marcha atrás-dije segura.

Gandalf puso su mano sobre mi cabeza y empezó a recitar palabras en alto élfico, aún ininteligibles para mí. Toda mi vida pasaba por mi mente, ahí me despedí de mi madre. El resto guardaba silencio, aunque también estaban siendo hechizados en cierto modo. Una vez que Gandalf hubiese terminado, yo habría olvidado toda mi otra vida y sólo tendría los recuerdos de mi vida en la Tierra Media. La compañía entera, excepto Elrond, Aragorn y el mismo Gandalf, olvidarían mi procedencia. Por fin Gandalf terminó.

Pronto estuvimos bailando en toda la Sala de Fuego. Ya era la señora de Greenleaf, me sentía feliz de serlo y él estaba feliz de tenerme. Dejamos a todos los demás divirtiéndose y nos encerramos en la alcoba.

-Soy el elfo más feliz de Eldanor (Tierra de los elfos)-dijo Legolas.
-Shh-dije y empecé a quitar su ropa.
-Sí (Ahora) seréis mía-dijo Legolas.
-Si, mi lord-dije tendiéndome en la cama con él.

Pasé a su lado la más maravillosa de las noches, perdiéndome en su cuerpo, en sus besos, en sus ojos azules. Estar unida a él en un solo cuerpo era el sueño de toda mi vida. Afuera nevaba copiosamente y llegaban hasta la alcoba, lejanas notas de arpa. La cama era demasiado grande y buscábamos la forma de unirnos más.

-Por fin lo habéis sido-dijo Legolas suspirando.
-Pienso lo mismo-dije sonriendo.
-¿Tenéis frío?-preguntó dulcemente Legolas.
-A vuestro lado nunca-dije.
-¿Creéis que se hayan dado cuenta que nos fuimos?-preguntó Legolas divertido.
-No lo creo, les vi a todos muy animados-contesté.

Legolas me beso con pasión y de nuevo hicimos el amor. La madrugada nos encontró entregándonos uno al otro y la mañana también. Despertamos pasado el medio día. Unas voces provenientes del pasillo nos sacaron de nuestros sueños.

-No les despertéis-dijo Éomer.
-¿Por qué no? Es tarde-se quejó Pippin.
-Dejadles tranquilos, Peregrin Tuk-dijo Gandalf.
-Sólo quería ver si ya tuvieron su primera discusión-dijo

Gandalf tomó al mediano de la oreja.

-Vámonos antes que asesine un hobbit-le dijo Gandalf a Éomer.

Tres semanas después Gandalf, Elrond y Frodo partían a las Tierras Imperecederas. Los despedimos con melancolía pero felices por ellos. Lenwë, Cirnellë y mi amil volvieron a Bosque Negro, querían que Legolas II naciera allí. Thranduil había partido una enquië atrás. Éomer y su esposa marcharon a Rohan. Sam y Pippin no veían la hora de volver a la comarca, así que partieron apenas se fue Frodo. Arwen y Aragorn se fueron a Gondor con la firme promesa de que les visitaríamos pronto.

-Por fin solos, mi lady-dijo Legolas abrazándome.
-¡Claro, al enano que se lo coman los huargos!-dijo Gimli apareciendo de por ahí.
-Lo sentimos Gimli, pero sabéis bien que sois bienvenido y queremos que nos hagáis compañía-dije.
-Ya, elfa engreída, me quedaré porque insistís-dijo Gimli bromeando.

Pasó el hrivë, la primavera y para el verano, Legolas estaba totalmente instalado en su papel de rey de Rivendel. Éramos felices, siempre visitados por nuestros amigos o visitándolos a ellos en sus reinos o comarcas. Con cartas de Gandalf, Frodo y Elrond y hasta una de Bilbo recibimos una vez.

-Su majestad, ¿puedo hablaros?-me dirigí a Legolas que estaba a la cabecera de la mesa con Gimli a su derecha.
-Claro, su alteza-dijo tomándome de la mano.
-Me voy si quieren-dijo Gimli.
-Quedaros, es sólo una buena noticia-dije sonriendo.
-Veréis, elfo obstinado... Seréis padre en unos meses-dije.

Legolas por un segundo no comprendió mis palabras después saltó de su lugar  y me levantó por la cintura.

-Hantale, hantale, elfa sensible-dijo Legolas besando mi rostro.
-Os felicito-dijo Gimli.-Supongo que seré el padrino del  elfito engreído.
-Claro que sí-dije.-Pero si le volvéis a llamar así, os partiré en dos con mi arco-bromeé.

Reímos con ganas todos.

Al anochecer Legolas y yo fuimos hasta el río a ver las estrellas. Abrazados, mirando al cielo, hablábamos de lo felices que éramos por fin.

-Estás sí (ahora) conmigo gracias a que soy un elfo testarudo-dijo Legolas.
-Obstinado-corregí con dulzura.

Legolas sonrió y me besó. Ya éramos una familia.

Fin.



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