Los secretos del jardín

01 de Junio de 2004, a las 00:00 - Melîreth
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Capítulo LI El establo de la discordia

La pregunta de Legolas me tomó por sorpresa completamente. Decidí que lo mejor era decirle la verdad acerca de la visita de Aragorn, después de todo no había motivo para desconfiar mas de él.

-Sí, unas horas antes que llegaras vos-dije.

Legolas puso cara de consternación y apretó sus puños.

-No os pongáis así, Legolas. El dúnadan sabe que os amo a vos-dije.
-Por eso os besó, supongo-dijo Legolas dejándome muda.

Lo del beso era algo que yo prefería no tener que decirle.

-No ha pasado nada, por favor, necesito vuestra confianza-dije.
-Tenéis mi confianza, Ireth. Lo siento pero no me gusta nada que os haya besado-dijo Legolas.
-Fue una despedida-dije tratando calmarlo.
-¿Y tiene que besaros para despedirse?-preguntó Legolas.
-Entendedlo, no es fácil...
-Tampoco para mí lo es-interrumpió Legolas.
-Ela, él ama a Arwen, yo a vos. Calmacil ha pasado a ser un presente real, sólo eso. No os preocupéis más-dije tomando su mano.
-Bien, me calmaré pero no quiero veros a vosotros dos a solas. Prometedme que no lo haréis-pidió Legolas.
-Eso es injusto-dije.
-¡¡¿Qué?!!-preguntó Legolas exaltado.
-Aragorn es mi amigo, algunas veces querré hablar con él. Contarle cosas e incluso cabalgar con él-dije.
-Podríais hacer todas esas cosas con Arwen-dijo Legolas.
-¿No entendéis? Mi amistad con Aragorn es más profunda que la que tengo con Arwen-dije casi llorando.
-Claro, por eso os ha dejado esto-dijo Legolas, enseñándome una flor roja y el broche élfico de Aragorn.
-No lo sé, eso habrá sido sólo un detalle-dije.-Por favor, Legolas.
-Acepto que no me prometáis que lo dejaréis de ver, por lo menos, prometedme que no dejaréis que os bese nunca más-dijo Legolas cediendo un poco.
-Lo prometo, venid aquí, mi lord-dije abrazándolo.

Sabía perfectamente que hasta no ser la esposa de Legolas, sus dudas no se disiparían. No quise pensar más y me dormí profundamente.

Amanecía cuando Éomer entró en la alcoba. Había llamado pero al no obtener respuesta, entró. Sonrió al ver a Legolas dormido en el piso recargado de mi cama.

-¡Despertad! ¡Hace un día hermoso!-dijo Éomer corriendo las cortinas.
-¿Eso os parece un día hermoso?-preguntó Legolas desperezándose.
-No, pero es lo mejor que podía decir-bromeó Éomer.
-¡Hey, vosotros atta! Para mí es hermoso-dije sonriendo.

Llovía copiosamente cuando Legolas y Éomer se fueron a desayunar con los demás. Legolas estaba animado cuando salió de la alcoba y se despidió con un dulce beso. La tierra media había cambiado junto con toda la compañía.

Pasaron cuatro días antes que pudiera salir de la cama pero no me aburría; Legolas me hacía compañía la mayor parte del tiempo. También Aragorn, que nunca se presentaba sin Arwen; Gimli, los hobbits y Éomer, siempre había alguien en mi alcoba.

El día que pude ponerme en pie ayudada por un bastón que me dio Gandalf, comimos todos juntos y Éomer aprovechó para darnos una gran noticia.

-Quiero mostrarles algo-dijo Éomer.

Todos lo miramos atentos. Él sacó un hermoso colgante con una piedra verde.

-Es para la eorlinga de mis sueños-dijo Éomer.
-Es un hermoso presente de compromiso-dijo Gimli.
-Si que lo es-dijo Aragorn.-Haréis muy feliz a vuestra dama con él.
-Eso es lo que deseo-dijo Éomer.-Se lo entregaré pronto.
-¿Nos dejáis?-pregunté yo.
-Sí, aprovechando que estáis mejor. Los esperaré en Rohan para mi enlace. A todos-dijo Éomer.
-¿Pensáis casaros pronto?-preguntó Frodo.
-Antes que vos y Gandalf os vayan a las Tierras imperecederas-contestó Éomer.
-Entonces será pronto-dijo Arwen.
-Tan rápido como ella acepte, mi lady-dijo Éomer.

Se sucedieron las felicitaciones de rigor más no falsas. Abrazos para el futuro rey de Rohan y por supuesto las peticiones.

-¿Tenéis padrinos?-preguntó Pippin.
-Ahora que lo mencionáis, no-dijo Éomer.-Quiero pediros a vos, Legolas que lo seáis.
-Me sorprende vuestra petición pero si Ireth acepta acompañarme, seré vuestro padrino-dijo Legolas.

Éomer me miró en busca de una respuesta.

-Acepto sin dudarlo-dije.
-Todo me parece muy bien-interrumpió Gandalf.-Pero acordaros que Ireth no puede viajar sino hasta dentro de diez días.
-El tiempo suficiente para que haga los arreglos necesarios en Rohan-dijo Éomer.
-¡Perfecto!-dije.-Sí (Ahora), si no hay nada más de que hablar, me gustaría caminar por el jardín. ¿Puedo, Gandalf?
-¿Con esta lluvia?-preguntó Gandalf.

Lo miré a los ojos, obviando la respuesta.

-Está bien, no os demoréis-dijo Gandalf con una sonrisa cómplice.
-¡Os acompañaré!-gritó Legolas.
-Quiero estar sola, sé que lo entendéis-dije y empecé a caminar despacio.

Era verdad que llovía con intensidad pero a mí no me molestaba en lo absoluto. Caminaba despacio bajo la lluvia, dejando que las gotas se adhirieran a mi cuerpo, la sensación era gloriosa, desde niña había hecho eso de internarme en los jardines o correr en la explanada centra bajo la lluvia.

Me encaminé por la vereda que daba al establo, vi el apartado de Brisa y me sentí triste de no tenerla. Reparé en todo lo que me había quitado Amarië, en todas las cosas que había pasado por su causa, debía odiarla por eso pero mi corazón no tenía lugar para albergar un sentimiento como ese. Las lágrimas cayeron sin remedio recordando a Brisa, un regalo de Gandalf cuando yo aún era una niña.

-¿Por qué lloráis así?-preguntó él.

Me sorprendí de verlo allí y sin embargo le contesté.

-Recuerdo a Brisa-dije.
-Entiendo, pasó muchos años con vos-dijo él.
-Así es-dije.
-¿Disfrutáis esto?-preguntó él.
-¿Qué?-pregunté yo.
-Estar hecha una sopa-dijo él sonriendo.
-Sí, lo hago. Me da una sensación de paz, eso es lo que me lleva a ello-le contesté.
-Ya lo veo-dijo él.-Me alegro de poder veros en pie. Pensé que os perderíamos.
-Yo también pensé que no les vería más. Tuve miedo-dije.-Por eso disfruto de este momento.
-Nosotros también tuvimos miedo y por un momento pensamos que ya no podríais realizar ese último esfuerzo-dijo él.
-Gracias a Frodo que me alentó y puso en mis manos a Calmacil-dije.
-¡Ah! Calmacil, esa espada tendrá una historia digna de contarse, además de que seguramente permanecerá para siempre en Rivendel-dijo él.
-Es probable que así sea. Le tengo un aprecio especial a esa espada, a pesar de todas las cosas que han pasado-dije.
-Es natural, pero Varda quiso que vos la tuvierais-dijo él.
-No sólo Varda-dije sonriendo.-Pero es mejor no ahondar en los detalles, puede ser escabroso.
-Es verdad-dijo él dando el tema por terminado.-Si os acercáis a donde no llueve, podría convidaros-dijo él mostrando su pipa.
-Las damas no fuman. Me lo dijo un buen caballero hace algún tiempo-dije.
-Pero vos no sois una dama, sois una elfa-dijo él echándose a reír.
-Lo sé. ¡Maldición! Dadme esa pipa-dije acercándome a él.

No me di cuenta que había pasado mucho tiempo, era casi medio días. Debía volver o los demás se preocuparían. Iba a despedirme cuando Legolas apareció.

-Pensé que queríais estar sola, ya veo que no es así-dijo Legolas visiblemente molesto.-Como ya tenéis quién os acompañe al palacio, me voy.

Me quedé petrificada sin reaccionar, iba a correr a hablarle. Quería explicarle que sólo era una casualidad pero él me detuvo.



Capítulo LII Aclarando

Legolas se internó en el bosque llevando sólo su carcaj y su arco.

-¡Maldición! ¡Maldición! ¡Maldición!-repetía Legolas sin cesar mientras disparaba una flecha tras otra al blanco.

No se dio cuenta que alguien le observaba.

-¡Parad de maldecir!-gritó Gandalf.
-¡Maldición! ¡No puedo, Gandalf!-gritó Legolas.

El mago se acercó a Legolas quitándole el arco. Le pasó el brazo por el hombro y lo llevó a cubierto.

-Contadme, ¿qué os ha pasado para que estéis así?-preguntó Gandalf.
-¡Es Ireth y Aragorn!-dijo Legolas sin calmarse.
-No sé a qué os referís. Decidme más que eso-dijo Gandalf.
-¿Visteis que Ireth no me dejó acompañarle porque quería estar sola?-preguntó Legolas.
-Sí, lo vi ¿y?-preguntó el mago.
-Y fui al establo a buscar a Arod y allí estaba ella con él-dijo Legolas.
-Pudo ser una casualidad-dijo Gandalf.
-¡No me importa! ¡No quiero saber nada de esos atta (dos)!-gritó Legolas.
-¡¿Por qué son tan cabezas duras todos vosotros?!-se exasperó el mago.
-¿Os parece poco que la haya encontrado con él?-dijo Legolas.
-Me parece que exageráis. Preguntadle a Ireth que sucedió-aconsejo Gandalf.
-¡No lo haré!-gritó Legolas.
-Yo lo haré y después os lo contaré-dijo Gandalf.
-¡No... Me... Interesa...!-gritó Legolas.
-Cabeza dura, ¡os lo dije!-gritó Gandalf yéndose.

Aragorn me ayudó a llegar a mi alcoba.

-Lamento mucho lo de Legolas-dijo Aragorn.
-Yo también-dije con tristeza.
-Hablaré con él-dijo el dúnadan.
-Si es lo que deseáis-dije.-Os veré en la cena.

Me duché, me vestí y sentada en la cama reflexioné sobre lo que había sucedido en el establo. El encuentro entre Aragorn y yo había sido totalmente fortuito y Legolas de seguro creía que yo le había impedido ir para encontrarme con Aragorn. Esperaba que Aragorn pudiera hablar con Legolas; de esa manera se enteraría de la verdad aunque quizá no lo creyera. Me armé de valor y me encaminé hacia el comedor; la lluvia no amainaba y yo disfrutaba eso a pesar de todo. En el camino me encontré a Frodo, Sam y Pippin.

-¿Cómo están mis meldë (queridos) hobbits?-pregunté.
-Excelentes, mi señora-dijo Frodo sonriendo.
-¿Y vos?-preguntó Sam.
-No muy bien-admití,
-¿Os duele la herida?-preguntó Frodo afligido.
-No, no es eso. Duele muy poco ya-dije.
-¿Entonces?-preguntó Sam de nuevo.
-Bueno, tuve un desencuentro con Legolas-dije.
-¿Es que nunca dejareis de pelear vosotros dos?-dijo Pippin desesperado.

No contesté y los otros hobbits miraron a Pippin  de mala manera. Llegamos al comedor, Gandalf ocupaba la cabecera de la mesa, Aragorn y Arwen estaban sentados a su derecha. Legolas a la izquierda del mago. Éomer ocupaba la otra cabecera, Gimli a un lado de Arwen donde había una silla más para Pippin. A mí me tenían reservada una silla a la derecha de Legolas y dos más a mí derecha, una para Frodo y otra para Sam. Nos sentamos de inmediato.

-¿Qué tal el paseo, Ireth?-preguntó Gandalf.
-Muy bien. Al final me encontré con Aragorn en el establo-dije aprovechando el momento.
-¿Ah sí?-preguntó Gandalf con interés.
-Sí, yo estaba allí de casualidad-dijo Aragorn.
-Si, claro-masculló Legolas.
-¿¡¡Qué!!?-pregunté.
-¡Que no os creo nada!-gritó Legolas poniéndose de pie.
-¿Qué insinuáis, Legolas?-preguntó Arwen preocupada.
-Legolas, creo que estas confundiendo las cosas-dijo Aragorn.
-Claro, para vos siempre confundo las cosas, muy conveniente-dijo Legolas.
-Es así, os juro que encontré a Ireth por una casualidad-dijo Aragorn.
-Dejadlo, Aragorn-dije molesta.-Este elfo obstinado no entiende nada y vos Arwen, señora de Gondor, no le toméis importancia a las palabras de Legolas. Vos sabéis bien que Aragorn os ama, algo que Legolas no se da cuenta es lo que yo siento por él.
-Eso se demuestra-dijo Legolas.-Vos misma me lo dijisteis una vez.
-¡B A S T A!-gritó Gandalf.

Todos nos quedamos en silencio y Gandalf empezó a hablar sin gritar pero enérgicamente.

-Estoy cansado de vuestras peleas e historias que no son-dijo el mago.- ¿Por qué no, tratan de ser felices? Tienen todo para serlo y lo desperdician con celos y dudas estúpidos?
-Lo siento, yo... Tenéis razón, Mithrandir-dije.-Debo disculparme, no me siento bien.

Caminé despacio apoyándome en el bastón. El resto se quedó allí. Sólo llegué a la sala de fuego. Ahí me desvanecí.

-¿Os ha quedado claro ahora que fue lo qué sucedió?-le preguntó Gandalf a Legolas.
-Si-dijo Legolas apenado.-Lo siento, Arwen, me disculpo con vos señor de Gondor
-No es conmigo con quien tenéis que disculparos-dijo Aragorn.-Hacedlo con Ireth.
-Lo haré pero no hoy-dijo Legolas.-Ella no va a recibirme.
-Conociéndola como la conozco, tenéis razón, no lo hará-dijo Arwen.
-Tenéis que ser más osada y regalarle una espada mejor que Calmacil-dijo Pippin.
-¡Peregrin Tuk, mejor será que cerréis esa bocota tuya!-gritó Gandalf.
-Lo siento-dijo Pippin sonrojado.
-Quizá Ireth necesite en este momento un amigo neutro-dijo Éomer que se puso de pie y fue a buscarme.

Éomer me divisó unos veinte pasos antes de llegar a mí. Corrió hacia donde estaba, parecía desmayada, otra vez estaba empapada y la herida parecía sangrar.

-¡Ireth! ¡Ireth!-gritaba desesperado.

Los demás no le oían por la fuerte lluvia. Éomer me cargó y me llevó hasta mi alcoba, allí trató de reanimarme.

-¡Vamos! ¡Despertaros!-decía Éomer.-Iré a buscar a los demás-susurró.

Estaba por salir cuando abrí los ojos.

-Éomer, ¿qué sucedió?-pregunté aturdida.
-Os encontré desmayada en el pasillo-contestó Éomer.
-¡Oh!-dije tratando de levantarme.
-Esperad, no os levantéis. Iré por Gandalf-dijo Éomer.
-Lau, lau (No, no) quedaros aquí-dije.-No quiero más reproches por este día.
-Pero ¿os sentís bien?-preguntó Éomer preocupado.
-Mejor, sí-dije.
-Os llevaré al baño, necesitáis secaros y cambiaros-dijo Éomer.

Pronto estuve seca y metida en mi cama.

-¿Vendréis a mi boda?-preguntó Éomer.
-Sí, lo haré-dije sonriendo.- ¿Os iréis mañana?
-Sí, mi lady-dijo Éomer.-Os espero en Rohan.
-Ahí estaré, no os preocupéis. Ni esta herida ni nadie me lo impedirán-dije.
-¿Iréis con Legolas?-preguntó Éomer.
-No lo creo pero estaré allí-dije.
-Seguro que él hablará con vos, os pedirá una disculpa-dijo Éomer.
-No es eso lo que quiero-dije.
-¿Qué es lo que queréis, mi lady?-repreguntó Éomer.
-Quiero que deje de desconfiar de mí y de Aragorn-dije.
-Comprendedlo, no debe ser fácil competir con el dúnadan-dijo él.
-Pero no están compitiendo o ¿vos también pensáis eso?-pregunté.
-No, Ireth, yo no pero Legolas sí, aunque se le han aclarado las ideas-dijo Éomer.
-Mas vale que sea así o terminará por lastimar a Arwen-dije seria.
-Ireth, vos y yo somos amigos ¿no?-preguntó Éomer.
-Sí, así es-contesté.
-¿Puedo deciros cualquier cosa?-insistió Éomer.
-Claro-dije ansiosa.
-¿Por qué no dejáis de haceros daño y se arreglan de una vez?-preguntó Éomer por fin.
-Una pregunta difícil de contestar, mi lord-dije.-Lo intentaré. Amo a Legolas pero no estoy dispuesta a estar con él si no hay confianza.
-Eso le pasa a Legolas por enamorarse de alguien tan independiente como vos y además una guerrera-dijo Éomer sonriendo.

Conversamos un rato mas hasta que me quedé dormida sin darme cuenta y Éomer se fue.



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