Los secretos del jardín

01 de Junio de 2004, a las 00:00 - Melîreth
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Capítulo III Bienvenidas y Despedidas

Llegué a Rivendel muy cansada y lo que hice de inmediato fue buscar a Elrond, necesitaba aclararme, saber que pensaba él. Por suerte lo encontré pronto.

-¡Mi niña! ¡Que alegría veros!-dijo Elrond.
-Sabía que me esperabais, Elrond-le dije.
-Sí, la verdad es que no tan pronto, pero parece que habéis volado-dijo Elrond.
-En realidad...-dije.
-Sé lo que te aqueja, querida mía. Pero, he de deciros que vuestras dudas se esclarecerán antes de lo que os imagináis-dijo el rey de Rivendel.
-Pero, Elrond, señor...-quise hablar.
-Nada, confiad en mí. Tengo una sorpresa para vos. Desde vuestro amado Bosque Negro-dijo Elrond.

Chasqueó los dedos y tras la cortina que ondeaba el viento, apareció ella. Preciosa, más mujer que nunca, cualquiera habría creído que era una Valar.

-¡Cirnellë Tinúviel Anárion! Es una bendición verte-le dije a mi hermana.
-Equë (Digo) lo mismo sobre vos, Ireth Tinúviel. Elrond me ha pedido que venga y he llegado lo antes posible. Pero, vamos, tenéis que descansar y contarme todo lo que habéis pasado. Y por qué habéis vuelto-dijo Cirnellë.
-Claro, dejadme comer algo y tomar un baño, estaré con vosotros dos en cualquier momento-dije.

Salí de ahí, con el peso de mi carga aligerado. Ya no me preocupaba tanto Legolas Greenleaf.

-Podéis hacer lo que quieras, elfo obstinado- pensé.

Tomé un baño en el río y después comí algo. La mirada escrutadora de mi hermana, me hacía dudar y ponerme nerviosa.

-Bien-dije una vez terminado el último bocadillo.-Algo más que Elrond te ha traído símen (aquí) y quiero saberlo.
-No es nada, querida. Tenía ganas de veros y pensamos que mi visita os haría bien-dijo mi hermana.

Vinieron las preguntas de rigor, sobre mis nostari (padres), las lindes del bosque y el rey. Cirnellë contestó a todo. Para cuando llegué al rey, sus ojos se nublaron, no quise, pero no pude evitar leer su mente. Ese algo relacionado con Legolas me tumbó moralmente. Otra vez estaba pensando en él. Le pedí disculpas a mi hermana y a Elrond que miraba como no haciéndolo y salí del salón. Me interné en el bosque y volví al río. Clavé mis ojos en él, y hablé con Legolas.

-Es necesario que vuelvas, Legolas melda (querido)-le dije.
-Lo sé, y lo haré pronto. Acompañaré al dúnadan hasta Gondor, una vez librada la batalla, volveré a Rivendel y hablaremos, solos tú y yo-contestó Legolas.
-Entiendo que debéis demoraros, Cirnellë está símen (aquí)-dije.
-Debéis estar feliz, elfa sensible-dijo Legolas.
-No me llaméis de ese modo- y dejé escapar mis lágrimas.
-¿Os ha pasado algo? ¿No estáis bien?-preguntó Legolas asustado.
-No, estoy bien. No me hagáis caso. Legolas Greenleaf, cuídate-dije.
-Vos también, princesa de mis sueños-dijo Legolas.

Esa noche, recordé sus ojos todo el tiempo. Ya no necesitaba descansar, quería pensar que pasaría conmigo, con Cirnellë, con Legolas; fui hasta Gandalf, quizás él si podría escucharme antes de leerme la mente como Elrond. Gandalf me pidió tranquilidad, me hizo poner en una balanza mis dos amores, me aclaró que Legolas no sabía lo que Aragorn sentía y que lo más probable es que estuviera equivocado. Por otro lado, debía tener en cuenta los sentimientos de mi hermana, hacer honor a mi padre y sobre todo, volver a la pelea. Mis aptitudes eran necesarias en el campo de batalla, además les daba seguridad a los otros. Tendría que ponerme en marcha pronto. En cuanto llegara Gimli, hijo de Glóin. No tenía tiempo que perder, sólo el suficiente para esperar al casar (enano) y a los cuatro medianos que llegarían con él. Esa noche agradecí su apoyo al maia blanco.

Pronto llegó el enano, descansaron un par de días y para cuando llegó yavië (otoño) partimos, otra vez. Me despedí de Cirnellë prometiéndole que estaría pronto de vuelta y que volvería bien. Sus ojos se llenaron de paz y a mí me inundaron de esperanza. Debíamos estar pronto en Gondor, la lucha había iniciado. Los medianos eran una compañía muy alegre, a saber por Elrond, eran viejos conocidos todos y la verdad es que me hacían el camino tranquilo. Se notaba que la mayoría de los orcos, trolls y demás bichos que habían quedado después de la destrucción del sin nombre, estaban en Gondor, podía sentirlo, por los mensajes que Legolas intentaba mandarme. Yo recordaba sus ojos y los de mi hermana, no temía a las armas orcas, temía a lo que él pudiera decirme. Las noches se fueron lentas, con nada de peligro, sólo las preguntas exigentes del casar (enano).

-Ireth, ¿en que tanto pensáis?- dijo el enano.
-En nada que os interese, casar (enano)-contesté irritada.
-Vaya, la señorita podría contestar educadamente, ¿no?-dijo el enano.
-Bueno, quizá la señorita no quiere hablar con vos- dijo Frodo divertido.
-¿Qué?, nadie se puede negar a hablar con un enano, somos buenos charladores- se ofendió Gimli.
-Claro, claro, pero no más que los hobbits- proclamó Merry.
-A callar medianos, quiero saber qué piensa nuestra compañía elfa-dijo Gimli.
-Nada, no pienso nada. ¿Cómo es posible que Legolas y vos seáis tan amigos?-dije.
-Eso es porque en el fondo, Legolas es un enano- rieron todos con la ocurrencia de Pippin.
-Callen, no tengo porque tener esta charla con ustedes-dije molesta.
-Bueno, tendré que creerle a Legolas, cuando me habló de vos, no dijo más que la verdad-dijo Gimli haciéndose el interesante.
-¿Qué os dijo de mí, ese elfo obstinado?- él corrió y yo tras él preguntando.
Mientras los medianos se desternillaban de risa.

Pasábamos episodios así, y siempre con alguna canción o un poema que Sam nos regalaba. Hasta que llegamos a Gondor, alcanzar las puertas fue difícil, pero Gimli con el hacha, los medianos con espadas cortas y mi arco, lo logramos, además de que nos deshicimos de muchos enemigos. No pensé que esos seres que parecían niños, fueran tan valientes. Pronto estuvimos en castillo. El momento de enfrentar a Legolas llegaría en cuanto hubiésemos acabado con ese millar de enemigos que aún quedaban afuera del castillo.



Capítulo IV Una dura misión

Tuvimos que pelear mucho antes de encontrarnos con el dúnadan y con Legolas. Según entendía, estaban en el ala sur de la defensa. Cuidar a los medianos no fue exigente en absoluto, eran muy buenos con la espada corta y muy valientes, pronto pude enviarles a descansar aunque con mucha reticencia.

-Tener ese disfraz de guerrera no os hace el jefe-dijo Gimli.
-¡No me siento el jefe! Sólo cuido de toi (ellos)-dije.
-Pero, ¿es qué no sabéis ilqua (todo) lo que han pasado esos hobbits? Os cuidarían con más tino ellos a vos-dijo Gimli.
-¡No me importa, casar (enano)! Son importantes los medianos, para Elrond, Aragorn, Legolas e incluso vos. ¡No reprochéis más!-le grité.
-Podríais ser mas divertida, elfa engreída-masculló.
-¿Por qué no os callas y usas el hacha?-pregunté.
-¡Con vos, debería!- Me gritó mientras mi arco asestaba una flecha que daba fin a dos huargos.
-¡Intentadlo siquiera!-lo reté.
-Vaya, que bien se llevan nuestros amigos-dijo él.

Reconocí esa voz en un segundo.

-¡Heredero de Isildur!- Lo abracé, le extrañaba realmente. No me percaté de la presencia de Legolas.
-Por fin llegáis, no la soporto mas-dijo Gimli en tono burlón.
-Oh, melda (querido) Gimli, para entender a ésta elfa; hay que ser un sabio-bromeó Legolas.
-¡Oigan! Basta, estoy aquí-dije fingiendo enojo.

Legolas me abrazó con fuerza como si hiciera años que no me veía. Reconocí su olor, su fuerza, su forma de abrazarme.

-Bien, ¿se van a quedar ahí todo el día o..., van a saludar al enano?-preguntó Gimli.

Ellos echaron a reír, mientras yo le lanzaba una mirada fulminante al enano. Echamos a caminar todos juntos, la sala de la Torre nos esperaba. Habías cosas importantes de las cuales hablar. Ahí comprendí porque Mithrandir quiso que volviera a Gondor cuanto antes. El más poderoso de los Nazgûl había vuelto, una mujer debía intentar terminar con él y una elfa era la mejor opción. Legolas me miraba preocupado, sabiendo el peligro que enfrentaría. El enano me miraba solemnemente esperando mi reacción, la gente pequeña se hablaba al oído y Sam me miraba con admiración. Aragorn, parecía tranquilo.

-No tenéis que hacerlo si no os place, Ireth-dijo Aragorn
-Lo haré- dije después de cavilar un par de minutos.

Legolas salto a mi lado y casi creí que hubiera preferido que no aceptara tal misión.

-No os precipitéis- rompió por fin el silencio Gimli.
-Lo haré cuanto antes. ¿Tenéis algún plan?-pregunté.
-Esperar hasta el invierno. Sitiar al espectro en las colinas de Amon Dîn (Monte del Silencio)-dijo Legolas.
-Sí, es lo mejor creo. Es una colina del reino de Gondor; situada en el este del Bosque de...
-Drúadan-interrumpimos Merry y yo al mismo tiempo a Aragorn.
-Perdonad ustedes dos, olvidé que sois expertos en el tema. Los jinetes de la Marca de Rohan, estarán cerca también-concluyó el dúnadan.
-Para el hrivë (invierno) estaré preparada-dije.

Salí de la sala de la Torre sintiendo la mirada de todos en la espalda, pero no quise voltear; ni aún cuando Gimli se refirió a mí como: "...más valiente que un enano". El silencio se rompía solo por mi respiración y por fin logré salir de su vista. Me encontré de frente con el Árbol Blanco de Gondor. Allí me senté, le hablé y habría dado cualquier cosa porque me respondiera como si fuera un sabio ent.

-Melda (Querido) mío, ayudadme. Quiero y no puedo renunciar a lo que siento. Sé que llenaría de honor a mis nostari (padres), pero y ¿yo? ¿Qué será de mí sin él, sin sus hermosos ojos y su bello canto? Yo no soy más sabia que nadie, pero entiendo que debería pelear por su amor...
-¿Y por qué no habríais de hacerlo?

Levanté la mirada lentamente, escrutando al Árbol, casi le hablo por su nombre cuando recapacité.

-¡Legolas! No deberíais escuchar los secretos de los demás-reclamé indignada.
-Ireth, no estaba espiando; llegué y no pude evitar escucharte-dijo Legolas.
-Lo siento, no quiero hablar en este momento-dije.

Me levanté para irme dándole la espalda, pero él se ciño a mi cintura.

-Un momento, no te vayas, quédate sólo un momento-suplicó Legolas.
-No, tengo que irme de verdad y tu amigo Gimli viene hacia acá-dije.

Me solté como pude y corrí puertas adentro, los hobbits platicaban con el dúnadan. Me acerqué hasta una ventana, él vino hacía mí. Tuve temor que algo de lo que Legolas dijo pudiera ser cierto. Pero necesitaba compañía y Aragorn era bueno para eso. La conversación que tendríamos, me dejaría tranquila, algo que en muchas noches no había tenido.



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