Los secretos del jardín

01 de Junio de 2004, a las 00:00 - Melîreth
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Capítulo XLIX Confirmando un presente

Aragorn y Arwen se sentaron frente a la cascada, en la escalinata.

-¿Qué es toda esa actitud de Legolas?-preguntó Arwen.

Aragorn fue contándole todo, sabía que tarde o temprano tendría que hacerlo; que quizá perdería a Arwen para siempre. Cuando finalizó, Arwen le sonrió y lo tomó de la mano.

-No os preocupéis-dijo Arwen al ver el rostro adusto del dúnadan.-Sé que me amáis y pienso también que única que me habría gustado para señora de Gondor, aparte de mí, es Ireth.
-¿Estáis hablando en serio?-preguntó Aragorn ilusionado.
-Claro que sí, mi lord-dijo Arwen.

Se fundieron en un cálido beso. Gandalf los miraba desde el balcón de la alcoba de Elrond. Pensaba que las cosas tomarían su curso natural. Esperaba que Galadriel le hablara para decirle si podía hacer algo por mí. Éomer le interrumpió, venía con Gimli y los hobbits.

-Estamos preocupados-dijo el eorlinga.
-Lo sé, yo también lo estoy-dijo Gandalf.
-Ireth es nuestra amiga. Una elfa muy especial-agregó Sam.
-No queremos perderla-dijo Pippin.
-No lo haremos, la tendremos pronto entre nosotros-dijo Gandalf.
-¿Cómo lo sabéis?-preguntó Gimli.
-Melda (querido) Samsagaz Gamyi, no lo sé, pero lo creo con todo mi corazón-dijo Gandalf.-Si Ireth se aferra antes que sea tarde, la tendremos entre nosotros y espero que sea la futura reina de Rivendel.
-Yo también lo espero-dijo Gimli.-Legolas no soportaría estar sin ella.
-¿Y si ella muere?-preguntó Frodo que hasta entonces había permanecido callado.
-Si ella muere, no tendremos mas remedio que resignarnos-dijo Gandalf.-La muerte es dolorosa y traicionera pero siempre la superamos. Así nos pasó con Merry.
-Es verdad-dijo Éomer.-Pero no deja de ser un hueco en el alma.
-Un hueco imposible de rellenar-dijo Gimli.
-Permanece vacío para recordarnos a ese alguien que se nos fue-dijo Gandalf.
-Perdonen ustedes, yo también estoy triste y preocupado, pero es más de media tarde y tengo un vacío pero en mi estómago-dijo Pippin.
-Pippin tiene razón, vayamos a comer algo-dijo Gandalf, pensando que la de idea del hobbit no era tan mala, les ayudaría a despejarse un poco.

Legolas continuaba recargado en la columna y abrazándome. Me miraba deseando que abriera los ojos y le saludara.

-Mi lady, haced un esfuerzo. No puedo permitiros ir, volved a la luz. Quiero veros sonreír. Escucharos cantar-decía Legolas en voz baja.-Prometo no ser celoso, prometo anteponerlos a todos los asuntos que tenga en la tierra media. Mi querida, ahora entiendo vuestro llanto aquella noche. ¡Oh Eru! Dadme la oportunidad de convertir a mi princesa en reina. ¡Ireth! No me dejéis. No seré nada sin vos. No seré testarudo, yo...
-Obstinado-interrumpió Aragorn.
-¿Qué hacéis aquí?-preguntó Legolas.
-Vengo a deciros algo-dijo Aragorn.
-Yo no...
-Un momento. Legolas, de haber sabido que pensaba hacer Ireth, juro que no lo habría permitido. Aunque eso significara renunciar a Arwen e incluso a Ireth, que os habría elegido a vos. Arwen sabe todo, entre los dos hemos decidido que Calmacil sea sólo un regalo real-dijo Aragorn.-Eso será e Ireth se pondrá bien.

Legolas se puso de pie, miró a Aragorn a los ojos, se respiraba pena en el lugar y se abrazaron. En ese momento escucharon que alguien tosía, se miraron, me miraron a mí, me estaba ahogando. Legolas corrió a buscar a Gandalf, Aragorn me sostuvo pero yo continuaba tosiendo. La herida empezó a sangrar de nuevo por el esfuerzo. Gandalf controló la tos con cuadritos de sal pero la hemorragia no se detenía. Aragorn cogió athelas y un jirón de su ropa, puso las hojas sobre la herida y con la tela envolvió y ató con fuerza la zona.

-¿Qué pasa?-preguntó Arwen preocupada.
-Un buen síntoma-dijo Gandalf.

Todos se quedaron perplejos.

-¿Cómo puede ser un buen síntoma?-preguntó Legolas.
-No me miren así y creánme cuando les digo que lo es. Hasta ahora Ireth no había dado signos de vitalidad, excepto por el leve respirar. Sí (Ahora) su cuerpo está trabajando más, ella tiene ganas de vivir y muchas.
-¡Si!-gritó Pippin.
-Peregrin Tuk, vuestra celebración me parece excesiva; no os he dicho que ella está bien-dijo Gandalf.
-Pero, ¿es un gran paso, no?-preguntó Gimli.
-Así es-dijo Gandalf.
-Haré que preparen la cena-dijo Arwen.

El resto se quedó allí, yo no volví a ahogarme con la saliva, pero la respiración era más normal. Cuando fueron llamados a cenar, todos menos Aragorn, salieron. Legolas lo hizo convencido por Gimli de comer algo si pensaba quedarse toda la noche a velar por mí. La cena no fue muy agradable, todos comían por obligación más que por necesidad. Una lluvia fuerte azotaba Rivendel, a pensar de todos, sería una noche muy larga.

-Está lloviendo como a vos os gusta-dijo Aragorn mientras acariciaba mi rostro con ternura.- ¿No os encantaría correr bajo la lluvia? ¿Recuerdas cuándo os conocí? Parecíais una chiquilla, de no ser por vuestras singulares orejas, habría pensado que no alcanzabas los dieciocho años. Llovía torrencialmente como ahora, yo venía de un viaje largo y cuando corrí para entrar aquí tropecé con vos. Recuerdo la hermosa sonrisa que me regalaste después de reírte mucho de mí, tus ojos brillaban, se notaba que eras feliz. Susurraste tu nombre y luego echaste a correr. Daría mi vida por veros como aquella vez. Sé que os conocí tarde, sé que en algunos momentos os lastimé. No me arrepiento de haberos besado, que Varda me perdone, no volverá a suceder. Volved, os prometo no fallaros nunca más...

Aragorn calló al escuchar los pasos de Gimli. Sólo un enano podía hacer tanto ruido al caminar.

-Sabía que eras vos-dijo Gimli.
-¿Se nota mi presencia?-preguntó el enano.
-Casi imperceptible-bromeó Aragorn.
-Señor, he venido a hablar con vos-dijo Gimli.
-Hagámoslo, pero bajito. No quiero molestar a Ireth-contestó Aragorn.
-Bien, es sobre vosotros. Digo..., ahora que volvió la señora de Gondor, vos..., no..., Ireth..., pensaréis...-el enano le daba vueltas al asunto.
-Vamos, Gimli. No, no pienso seguir adelante, ha pasado y sé que estaba equivocado. Sé por qué os preocupáis-dijo Aragorn, sabiendo que el enano lo hacía por Legolas.
-Sí, el elfo es mi amigo y le quiero. Y aunque no parezca, también quiero a la elfa engreída. Me duele que estén en ésta situación-dijo Gimli.
-Lo sé y os creo. Veréis que todo se arreglará-dijo Aragorn esperanzado.-Y mejor que cuando Ireth esté bien, no le digas elfa engreída o te partirá en dos-bromeó el dúnadan.

Pronto apareció Legolas, con la mirada les preguntó si había habido alguna mejora, ambos negaron con la cabeza.

-Llueve terriblemente-dijo Frodo entrando y sacudiéndose la capa.
-Como le gusta a Ireth-dijo Legolas.
-Lo sé. Ella disfrutaría mucho este momento-dijo Gandalf que venía entrando también.
-Durmamos todos esta noche aquí. Cantemos, cuidémosla todos juntos, por turnos. Ya que no podemos moverla por la herida-dijo Arwen.
-No es mala idea, ¿Legolas, aceptáis?-preguntó Aragorn.
-Sí, no quiero estar solo. Gracias amigos-dijo Legolas con una mueca que intentaba ser una sonrisa.

Éomer y Gimli trajeron frazadas, algunas almohadas, tabaco y cerveza. La lluvia no cesaba y a decir de Sam, conocedor de la tierra; no pararía por lo menos en una semana. Los truenos y relámpagos se hacían presentes en la sala de fuego. Arwen cantaba, su voz era dulce y angelical, pronto se fueron durmiendo, uno a uno, menos ella y Gandalf.



Capítulo L ¿Quién puede salvar a Ireth?

Gandalf fumaba sin parar, me observaba atentamente. Contaba los periodos por segundos de mi respiración. Arwen  iba cobijando a cada uno de los miembros. Se sentó al lado de Gandalf luego de que terminó. Hablaron de lo todo lo que había pasado, lo que Aragorn le había contado a Arwen, los celos, los miedos, las dudas, todo. A Arwen le reconfortó saber que Legolas y yo nos detuvimos a tiempo.

-¿Seguro que no podéis salvarle?-preguntó Arwen.
-No, no puedo-contestó Gandalf con tristeza.
-¿Y Galadriel?-insistía ella.
-Tampoco ella puede hacerlo-dijo Gandalf.
-¿Mi padre?-preguntó de nuevo Arwen.
-No, nadie puede. Sólo ella y sus ganas de vivir-dijo Gandalf.

Gandalf esperó antes de continuar con lo que quería decir. Observó algo y fue hasta mí. Yo estaba balbuceando algo que no entendía y llamó a Arwen.

-Amarië me tiene, eso es lo que dice-dijo Arwen.
-Está delirando. ¿Tiene fiebre?-preguntó Gandalf.
-Sí, mucha-contestó Arwen.
-Bien, despertemos a alguien para que podamos llevarla hasta la alcoba, necesita un baño-dijo Gandalf.
-¿A quién despierto?-preguntó Arwen indecisa.
-Dejad dormir a Legolas y Aragorn, lo necesitan; eso no lleva a despertar a Éomer-dijo Gandalf.

Arwen despertó a Éomer suavemente, este se sobresaltó pero ella lo calmó pronto. Éomer me cargó con suavidad y me llevaron a mi alcoba. Éomer me puso en la bañadera; Arwen los hizo salir a él y a Gandalf, me desvistió con calma y llenó la bañadera con agua helada. La fiebre estaba cediendo rápidamente, lavó mi cabello con cariño. Ella se alejó pero más lo hizo cuando abrí los ojos de súbito. Arwen estaba asombrada, yo la miré y le sonreí con esfuerzo. Me ayudó a secarme y me entregó uno de sus vestidos. Me vestí ayudada por ella después de apretar el jirón de tela que Aragorn me había puesto.

-¡Por Eru, que felicidad veros en pie!-dijo Arwen.
-Gracias-contesté escuetamente.
-No, gracias a vos por no dejarnos-dijo Arwen.-Sí (Ahora) quedaros aquí, iré a buscar a Gandalf y Éomer que nos esperan afuera. Se pondrán muy contentos.
Arwen salió y yo me quedé allí pensando qué habría pasado. Quizá no habían podido matar a Amarië, eso me preocupaba y también que hubiera podido hacerle daño a alguno de ellos.

-Gandalf, Éomer, venid, tenéis que ver esto-dijo Arwen ocultando su alegría.
-¿Qué sucede?-preguntó Gandalf entrando al baño y seguido por Éomer.

El mago se quedó perplejo al verme de pie, sólo recargada un poco sobre la pared.

-¡Por Eru que sois de madera muy fuerte!-dijo y me abrazó.
-Os aceptaríamos en el ejército de los rohirrim-dijo Éomer.

Agradecí sus palabras con una sonrisa.

-Los demás, ¿están bien?-pregunté débilmente.
-Todos, pero ahora tenéis que quedaros en cama-dijo Gandalf.

Acepté porque sabía que no estaba recuperada. Sólo había dejado de estar inconsciente.

-Llamaré a los otros-dijo Arwen.
-Os veréis a todos pero después, prometedme que os dormiréis y permaneceréis en cama por lo menos cinco días-dijo Gandalf.
-Lo prometo-dije.

Arwen entró en la sala de fuego. Despertó a Frodo que le ayudo a despertar a los otros hobbits y a Gimli, ella despertó a Aragorn y a Legolas que no tardaron en despertar.

-¿Qué queréis decirnos?-preguntó Aragorn.
-¿Dónde está Ireth?-preguntó Legolas preocupado.
-Sólo síganme-dijo Arwen.

Entraron en mi alcoba con suma preocupación, no podían verme. Gandalf y Éomer me cubrían sin querer. Legolas se acercó cauteloso, temiendo lo peor. Se quedó estupefacto al verme.

-¡Ireth! ¡Princesa de mis sueños! ¡Habéis despertado!-Legolas tomó mi mano y se arrodilló a mi lado.
-¡Gracias Varda! ¡Gracias! Muchachita nos habéis tenido con el alma oprimida-dijo Aragorn.

Frodo, Sam y Pippin subieron a la cama. Las caras eran las más felices que había visto en mi vida. Yo también me sentía feliz de verlos. Ahora que sabía que Amarië había muerto, me encontraba más tranquila. Me sentía cansada pero con muchas ganas de que ninguno se fuera de allí.

-Elfa engreída, nos habéis dado un buen susto-dijo Gimli.
-Gimli, os dije que la próxima vez que me llamases de esa manera, os partiría en dos. Hoy estoy débil pero no lo olvidaré  en cuanto pueda usar el arco-dije bromeando.

Gimli sonrió y Aragorn me guiñó un ojo.

-Será mejor que descansemos-dijo Gandalf.-Mañana habrá que buscar algunas hojas en el bosque, para vuestra rehabilitación.
-Lau, lau (No, no) se vayan todavía-pedí.
-Sabéis que tenéis q descansar-dijo Gandalf.

Asentí con la cabeza. Uno a uno fueron saliendo, el último en salir fue Legolas, que depositó un beso ligero en mis labios y se marchó. Me quedé dormida enseguida aunque no profundamente. No sé cuánto pasó cuando alguien entró en mi alcoba.

-¿Quién anda allí?-pregunté con esfuerzo.
-Shh, Ireth, soy yo, Aragorn.
-¡Oh!-dije.- ¿Sucede algo?
-Nada, sólo quería ver cómo estabais-dijo el dúnadan.
-Estoy bien, un poco cansada, adolorida y aturdida-dije.
-Es normal. Os dejaré descansar entonces-dijo Aragorn.
-Lau, quiero preguntaros algo-dije tomándolo de la mano.- ¿Estáis feliz?

Aragorn se sentó en la cama.

-Tengo sentimientos encontrados. Estoy feliz por Arwen que volvió y estoy triste por vos-dijo Aragorn.
-Pero yo estoy bien-dije.
-Estáis en camino de estarlo y os recuperáis de manera asombrosa, pero os falta mucho aún para estar del todo bien-dijo el dúnadan.
-Lo sé, pero no se desharán tan fácil de mí-dije con una sonrisa.

Él me miraba a los ojos con insistencia.

-Sé que tengo una amenaza como la de Gimli; pero haré esto por última vez-dijo.

Me besó con dulzura, un beso largo y esta vez no tenía fuerza para abofetearlo. Se levantó aprisa y desde la puerta dijo:

-Cuando tengáis fuerza para usar a Calmacil, aceptaré el duelo.

Yo sólo sonreí. No pude dormirme, el dúnadan era más terco que yo pero tenía palabra de caballero, de rey y si decía que ese sería el último beso, así sería. La puerta de la alcoba se abrió de nuevo, era Legolas, reconocí su presencia de inmediato.

-Príncipe Legolas-musité.
-¿Qué hacéis despierta?-preguntó Legolas.
-Pienso-respondí.
-He venido a verte dormir y os encuentro despierta-dijo él besándome en la frente.
-Legolas, abrazadme-pedí.

Legolas me abrazó con fuerza, llovía sin parar y estar a su lado, viva, me parecía un sueño.

-Te amo, nunca más te atrevas a querer dejarme-dijo Legolas.
-Juro que no lo intentaré nunca más, mi señor-dije.

Cerré los ojos, allí podía dormir placidamente. Su piel me regalaba la tibieza que mi cuerpo necesitaba. Deseaba no tener que separarme nunca de él.

-¿Aragorn ha estado aquí?-preguntó Legolas de pronto.



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