La última integrante

III

Durante dos mil quinientos años desde la caída de Sauron el Anillo pasó desapercibido y su poder no se sintió. Hasta que cuando se presentó la ocasión el Anillo encontró a un nuevo dueño, acabando en las manos de la criatura Gollum que lo ocultó en las profundidades de las Montañas Nubladas. Al aparecer el Anillo, Marah lo percibió y una extraña fuerza la hizo alejarse de su pueblo, pues siempre tuvo el deseo de explorar el mundo fuera de sus dominios. Así que Marah habló con la reina y le dijo que se ausentaría por un tiempo, y como ya había dejado bien seguro el dominio amazona no habría que preocuparse por algún tipo de ataque, además estarían en contacto por medio de sus águilas y halcones.

Marah cabalgó hacia a Moria a buscar a los enanos para buscar algo de mithril pero en su camino se encontró con Gandalf, quien se dirigía a Rivendel a visitar a Elrond. Gandalf sintió el corazón de Marah endurecido por el rencor y el resentimiento, y le pidió que la acompañara a Rivendel a ver a Elrond, pues el señor Elrond gracias a las propiedades del Vilya tenía la capacidad y la sabiduría de la curación tanto de alma como del cuerpo. Marah por el gran respeto y cariño que sentía por el istar, aceptó. Así que Gandalf la llevó ante la presencia de Elrond y la dejó ahí por un buen tiempo. Ahí conoció a Celebrían hija de Galadriel y esposa de Elrond y a sus hijos gemelos Elladan y Elrohir. Elrond le habló de su hija Arwen, quien en esos momentos se encontraba en Lórien con sus abuelos Galadriel y Celeborn. Marah al escuchar hablar de Lórien sentía que el corazón se le estrujaba. Marah pasó un largo tiempo en Imladris, después de mucho tiempo y esfuerzo, y gracias a las sabias artes del señor Elrond, Marah pudo sanar su alma y su corazón del odio. Ella se juntó mucho con los gemelos Elladan y Elrohir con quienes les gustaba mucho hacer competencias junto a otros elfos con el arco y la flecha. Pero con quien siempre se llevó mejor, como si fueran hermanos fue con Elrohir, pues ambos compartían la misma pasión por los caballos. Durante el tiempo que Marah estuvo en Imladris, dejó de usar el nombre de Marah y a pedido de Elrond la llamaban por Elanor, tal como la llamara de cariño su padre, eso ayudó en reafirmar el amor que tenia hacia él. Pasó el tiempo y Marah tenía que regresar a las Montañas Blancas con su gente, pues ya había pasado mucho tiempo en Rivendel y era hora de partir. Antes que Marah regresara con su gente, Elrond insistió que fuera a Lórien e intentara hablar y reconciliarse con su padre. Pero Marah le dijo que necesitaba algo de tiempo, pues si bien había perdonado a su padre, faltaba perdonarse a ella misma y eso siempre es un poco más difícil.

Pasaron muchísimos años en el cual Marah seguía rechazando junto a las amazonas, a los orcos y hombres de sus dominios. Y cada vez que alguna doncella le tocaba ir a elegir a quien seduciría para que le dejara la semilla, Marah la acompañaba junto a tres o cuatro guerreras más y así cuidarlas. De esta manera pasaban su vida las amazonas cabalgando con sus atuendos propios de siempre, los cuales eran un tanto ligeros, y esto siempre escandalizaba a las mujeres de los pueblos cercanos. Pero cada vez que cabalgaban en grupos y pasaban por los territorios de Rohan, Eriador o Gondor, iban bien encapuchadas y cubiertas, así que de lejos no se podía distinguir si eran hombres, elfos o amazonas.
Pero poco a poco con el transcurrir de los tiempos, las descendientes de la gran Valkyria comenzaron a perderse, pues a medida que su sangre se mezclaba con la de los hombres, se iba perdiendo la esencia de los dones. Ya no gozaban de los dones de la clarividencia, la premonición ni la vida larga. Sólo en ciertas generaciones podían gozar del don el entendimiento a los animales, pero no era muy fuerte ni lo tenían latente. Así que las valquirias se extinguieron y sólo quedaba el nombre, que luego pasó a ser una leyenda amazona. A excepción de Marah quien seguía siendo joven, lozana y poderosa. Las amazonas la respetaban muchísimo, pues sólo ellas sabían que Marah era la última valquiria que quedaba. Muchas veces Marah gozaba de los celos de las reinas, pero no podían hacer nada contra ella, por depender mucho de su valor y fortaleza para defender a su dominio.

Hasta que después de un tiempo, Elrond recibe en Imladris a un niño llamado Aragorn, hijo de Arathorn II y Gilraen. Arathorn fue asesinado y Gilraen lo llevó a Rivendel para que lo cuidaran. Elrond mandó a llamar a Marah por ser la única pariente de sangre que Aragorn tenía, además su esposa Celebrían después de haber sido víctima de un secuestro por parte de los orcos y haber sido rescatada por sus hijos Elladan y Elrohir, quedó mal herida y no pudo resistir la permanencia en la Tierra Media y decidió partir hacia Valinor. Y Aragorn no tendría a alguien de confianza que lo cuidara. Así que Marah regresó a Rivendel y ahí conoció al pequeño Aragorn y se encariñó mucho con él y Aragorn la llegó a querer como a una hermana mayor. Pero durante el tiempo que ambos estuvieron en Imladris, Elrond llamaba a Aragorn como Estel y a Marah como Elanor y ella vestía como una doncella más de Rivendel y nunca se mostró ante Estel como una amazona. Era por eso que ambos se habían acostumbrado a escuchar aquellos nombres. Elanor se quedó con Estel por casi dieciocho años, pues luego de ese tiempo, la reina amazona la llamó por medio de uno de sus halcones, ya que las guerreras habían sufrido una emboscada cerca de sus dominios y la necesitaban. Elanor se despidió de Estel como dos hermanos muy queridos y ella partió en dirección a las Montañas Blancas.

Ya en pleno camino Marah se muda de ropa, pues estaba acostumbrada a cabalgar con ropas más cómodas y ligeras. Así que continúa su recorrido hacia el sur. Ya era de noche y estando muy cansada se dispuso a dormitar al pie de un árbol. Había pasado un par de horas cuando se despertó con un vago presentimiento, se sienta un tanto preocupada y en eso escucha unos gritos muy cerca al lugar donde se encontraba ella. Marah reacciona y de un salto monta a su caballo y cabalga hacia donde provenía los gritos y en un claro del Bosque vio que un grupo pequeño de elfos que estaban siendo atacados por unos orcos, eran tres damas y dos jóvenes elfos. Aquellos dos elfos estaban protegiendo a las damas luchando contra los orcos. En ese momento Marah cabalgó hacia ellos mientras disparaba sus flechas hacia los orcos amparada en la oscuridad y su capucha, matando a la mayoría de ellos, de un salto baja del caballo y ayuda a los elfos a combatir a orcos que quedaban dándoles muerte enseguida. Una vez liberados de aquella emboscada la comitiva de elfos le agradecieron pensando que era algún joven rohir o jinete de algún pueblo cercano, pero cuando Marah se descubrió la cabeza y soltó su larga cabellera, se dieron con la sorpresa que era una joven y hermosa doncella. Entre las damas estaba una elfo muy hermosa de cabellos oscuros, a quien ellos estaban protegiendo, era Arwen hija de Elrond. Arwen se acercó a Marah, la reconoció como una gran guerrera y le dio personalmente las gracias. Los demás elfos de Rivendel se sorprendieron mucho al ver cabalgar y luchar con tanta destreza a la joven guerrera. Marah los acompañó un trecho, mientras conversaba en el camino con Arwen, ahí Marah le contó que su padre era Haldir de Lórien y Arwen le dijo que ella venía de visitar a sus abuelos Galadriel y Celeborn y que había conocido a Haldir y que había visto en su mirada una gran tristeza en sus ojos y en su alma. Marah se sintió muy mal por ello, y Arwen le dijo que regresara a Lórien, pero Marah se negó y le pidió que no le contara nada a su padre, pues ella misma quería ir por su cuenta a verlo y suplicar por su perdón. Arwen accedió, pero le hizo prometer a Marah que no dejara pasar mucho tiempo, pues las herida del almas son mas fuertes que las del cuerpo y que dejara de lado su orgullo amazona y abriera su corazón. Marah agradeció el consejo de Arwen y ambas se despidieron. Arwen y su séquito continuaron su camino de regreso a Rivendel y Marah por su parte cabalgó en dirección a las Montañas Blancas.

Marah regresa a las Montañas Blancas y a pesar que Gandalf no le ayudó a practicar sus otros dones, ella decidió hacerlo por su cuenta. Casi todas las madrugadas iba hasta un acantilado y cerca de una cascada, se ponía a meditar y a intentar forzar su mente para ver si podía visualizar algo. Pero no lo conseguía, pues solo llegaba a escuchar con mas fuerza las voces de los animales. Marah pensó que el odio y la rabia que tenía hace mucho tiempo atrás, la había echo perder aquellos dones. Aunque las meditaciones la tranquilizaban mucho, ya que mil veces prefería escuchar las voces de los animales que el coraje de los hombres. Así que cada vez que necesitaba descansar de las amazonas y de los problemas de los demás, se iba al acantilado y se podía quedar ahí horas y horas y luego regresaba a su pueblo renovada y con mejores ánimos. Pero lo que Marah no sabía en ese tiempo era que, sus dones por si mismo iban a florecer.

El tiempo pasó y Marah continúo con su vida con las amazonas, pero durante todo ese tiempo, estuvo tentada innumerables veces de ir a Lórien a ver a su padre, pero el miedo que su padre la rechazara, la vencía y terminaba por desistir. Hasta que una noche tuvo un sueño, vio que un hombre pequeño cogía en sus manos un anillo dorado, y en el momento que ese extraño personaje lo cogía aparecía en la mente de ella un gran Ojo rodeado en llamas, esto la asustaba e inmediatamente se despertaba. Marah estuvo muy desconcertada ante aquel sueño, que se repitió por el transcurso de una semana mas o menos, pero luego de eso nunca mas se volvió a repetir, por lo cual no le tomó mucha importancia. Pero lo que no pudo interpretar fue que ahora el Anillo Único había cambiado de poseedor y pasaba a manos de un hobbit, Bilbo Bolsón, de la Comarca.