Historia de la Dama Blanca

22 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Elanta
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11. Eärendil era un marino...




Hacía más de un mes que Gil-galad partiera en busca de los que escaparon a la caída de Gondolin. En ese tiempo los sindar y teleri trabajaron a destajo para levantar hogares en los que acogerlos.

- ¿Hemos concluido? -.

- Sí, faltan pequeños retoques aquí y allá, detalles que se perfeccionarán a gusto de aquellos que habiten las casas -.

- Me alegro, todos han hecho un magnifico trabajo -.

Galadriel sonreía al ver como Elwing se enfrentaba a la primera crisis surgida durante su reinado.

- ¿Cuándo llegarán? – preguntó ella mirando a su maestra.

- Mañana al caer la tarde veremos las naves de Círdan – aseguró Galadriel – La inquietud de cientos de personas es fácil de percibir -.

- ¿Inquietud, por qué? -.

- Han vivido siempre a salvo entre los muros de Gondolin, creían que nada les podía dañar, ¿no os resulta familiar esa historia? -.

- Doriath – asintió Elwing – Yo les hablaré, sé lo que debo decirles... o eso creo -.

- La esencia de Gondolin, Doriath, Nargothrond y las Falas se concentrará en un solo lugar, Arvernien, desde el Cabo de Balar hasta las Desembocaduras de Sirion – Galadriel recorrió con su penetrante mirada azur a los presentes de asamblea – Es lo que queda de la gloria que vino de Aman y del poder élfico que permaneció en Endor -.



Como predijo Galadriel, la flota de blancos navíos llegó al atardecer. Las campanas hendieron el aire como siete años antes, esta vez para dar la bienvenida a los gondolidrim.

En el puerto aguardaba Elwing, vestida de blanco con un cordoncillo dorado ciñendo su cintura y su pelo azabache luciendo un sencillo tocado de plumas. Estaba flanqueada por Galadriel a la izquierda y por Celeborn a la derecha, ellos eran sus maestros y, por linaje, Celeborn era el heredero de la corona hasta que la reina se casara y tuviese descendencia. Tras ellos se encontraban sus consejeros, amigos y miembros de la Corte.

Los barcos anclaron en los muelles atestados de gente. Del velero guía descendió Gil-galad, seguido por Círdan, Tuor e Idril. Los cuatro avanzaron hasta llegar a la altura de Elwing y la saludaron como correspondía a una reina; ella les devolvió cortésmente el gesto para, a continuación, saltarse el protocolo y dar un efusivo abrazo a Círdan y otro al rey noldorin.

Tres meses habían transcurrido desde la última vez que Galadriel habló con Ereinion y, al verle de nuevo, le costó reconocerle en ese gran señor ataviado con resplandeciente cota de malla y ropajes azules, cabellos dorados tocados por una banda de plata y esa penetrante mirada de zafiro que bien podía ser un reflejo de la suya.

- Querida hermana, me alegra verte -.

- A mí también -.

Ambos se dieron un fuerte abrazo.

- Permite que te presente a Tuor, señor de Gondolin, y su esposa Idril Celebrindal -.

- Es un honor -.

- Nosotros nos sentimos honrados de conoceros, dama Galadriel, las historias sobre vuestra persona llegaron incluso a la ciudad oculta -.

Tuor era un adan descendiente directo de la Casa de Hador y la Casa de Bëor, la nobleza de su porte bien podía rivalizar con un señor de los elfos. Por otra parte, Idril era una dama élfica de belleza deslumbrante, su herencia vanyar brillaba en sus delicados rasgos de ojos claros y cabello dorado.

La princesa noldorin conversaba con Gil-galad cuando sintió como su poder se estremecía súbita y violentamente. Descubrió entonces a un joven en la cubierta del barco regio, desde allí contemplaba todo con evidente curiosidad y un cierto nerviosismo. Aquel chico le recordaba a Dior, no por su rasgos si no por su apariencia general, esa sensación extraña de saberse ante un elfo que no era del todo un elfo; el desconocido poseía una rara belleza y una luz mágica en sus ojos que Galadriel sólo había alcanzado a ver en los Eldar, en aquellos que, como ella, llegaron de Aman.

- ¿Quién es? -.

Gil-galad siguió la mirada de su amiga.

- Eärendil, el hijo de Tuor e Idril -.

- Un medio elfo, eso explica su apariencia pero... – ladeó la cabeza, frustrada - ¿No sientes ese halo que le rodea? -.

- No, tu poder es superior al mío, ¿qué ves? – preguntó Gil-galad, intrigado.

- Luz -.

Le dirigió una mirada a Galadriel que decía “me estás tomando el pelo”.

- En serio, veo una luz resplandeciente que le rodea y se extiende ante su futuro -.

- Parece que nuestra reinita también “ha visto la luz” – comentó él con sorna.

En efecto, Elwing había dejado a Celeborn conversando con los reyes gondolidrim y había subido al barco a ver qué hacía uno de los invitados todavía a bordo.

- Aiya noble señor, ¿tenéis algún problema? -.

- No, yo... – el muchacho se había quedado pasmado al encontrarse a semejante beldad junto a él como salida de la nada.

- ¿Estáis nervioso?, no os preocupéis, sentios como si estuvieseis en casa – sonrió y le tendió la mano - ¿Venís?, los demás esperan -.

- Mi nombre es Eärendil, ¿puedo conocer el vuestro, mi señora? – dijo al tiempo que aceptaba la mano.

- Elwing -.

La sonrisita de Gil-galad permaneció inalterable, aún cuando Galadriel le propinó un disimulado pisotón.

- Ahora veo que no has cambiado tanto como yo pensaba – le reprendió camino de la mansión que hacía las veces de palacio.

- Sí he cambiado pero este lugar saca lo mejor de mí mismo, considero a Elwing como una prima o una hermana pequeña y no he podido evitar reírme; además, recuerdo que tú me hablaste de las barrabasadas que le hacías a Finrod para encontrarle pareja, lo tuyo era peor – se defendió Gil-galad.

En los jardines de la casa se habían dispuesto varias mesas, allí se serviría la cena para la nobleza. El resto de elfos que habitaban las Desembocaduras del Sirion celebrarían la llegada de los gondolidrim con una fiesta en la playa mucho más informal. A Galadriel le agradaba saber que los sindar aceptaban sin reservas a los noldor de Tuor, había temido que prevaleciera el odio nacido del ataque a Doriath.

Durante el banquete los gobernantes de los cuatro Pueblos dialogaron sobre su alianza, disposición de sus ejércitos, organización de las tierras, todos esos grandes asuntos que atañen a los poderosos.

- Continuaré junto a Círdan, y lideraré a los noldor que deseen ayudarme a combatir a Morgoth – aseguró Gil-galad.

- No es prudente llamar la atención del Enemigo – replicó Celeborn – Somos la última esperanza de los Pueblos Libres, debemos reponer fuerzas antes de lanzarnos ciegamente a una batalla -.

- El caballero está en lo cierto – asintió Tuor – Yo me asentaré en las tierras de Arvernien y colaboraré cuanto haga falta con las gentes de Sirion -.

- ¿Qué hay de los antiguos noldor de Nargothrond? – inquirió Círdan.

- Se han establecido junto al Narog, al sur de las montañas, en la tierra conocida como Taur-en-Faroth; se ofrecen a proveernos de todo tipo de armamento y artículos salidos de sus forjas a cambio de ropas y comida – fue la respuesta de Gil-galad – Aconsejo aceptar su oferta -.

Todos estaban de acuerdo en ese punto.

Galadriel guardaba silencio. Se estaban tratando los temas de acuerdo a como ella creía oportuno, mientras no se presentase algo con lo que no estuviese de acuerdo no intervendría. Observó que Elwing conversaba con Eärendil, ninguno de los dos prestaba atención a la discusión general y reían por una broma que sólo ellos comprendían.

- Hemos perdido a la reina – pensó divertida – Casi es mejor así, Elwing no nació con el don del liderazgo, su pasión son las cosas pequeñas como pasear por la orilla, salir a navegar, jugar con las aves y disfrutar en compañía de aquellos que ama -.



Las decisiones tomadas durante aquel primer encuentro se llevaron a cabo rápida y satisfactoriamente. El poder de los elfos se asentó en el sur y prosperó, mientras Morgoth o bien no se había percatado de lo que sucedía en Arvernien o, si lo sabía, no le daba mayor importancia.

Apenas transcurrieron tres meses cuando Elwing y Eärendil anunciaron su compromiso. La joven reina abdicó para vivir con su esposo en Arvernien y Celeborn tomó la corona de los sindar.

- Lleva el Silmaril contigo – fue el consejo de Galadriel cuando Elwing le interrogó al respecto el día de la ceremonia.

- Estaría más seguro en vuestras manos -.

- Lo dudo, y algo me dice que debes tenerlo tú -.

- Vamos a vivir muy cerca pero creo que os voy a echar mucho de menos, dama Galadriel -.

- A mí también me entristece que nos separemos, sin embargo vas a ser muy feliz – sonrió la noldo – Sigue siempre a tu corazón, igual que has hecho hasta ahora -.

- Así lo haré -.

Tras la boda los recién casados abandonaron Sirion. Apenas un año después Eärendil y Elwing se convertían en los reyes de los noldor de Arvernien, pues Tuor e Idril se hicieron a la mar rumbo a Occidente buscando las costas del Reino Bendecido.

Bajo la protección del Vala Ulmo los pequeños reinos élficos crecieron tanto en riqueza como en población. Gil-galad ocultó su ejército y se limitó a seguir realizando pequeñas expediciones de castigo contra los orcos, evitando que bajaran demasiado hacia el sur. Círdan y los teleri permanecieron en Isla de Balar, aunque construyeron varios puertos en la costa y sus barcos se pusieron al servicio de las distintas comunidades.



- ¿No te importa? -.

- Ya te he dicho que no, escápate unas semanas -.

Galadriel dejó las alforjas y abrazó a su esposo.

- Gracias -.

- No hay de qué, sólo acuérdate de volver -.

La dama noldorin había recibido una carta de Elwing, invitándola a pasar unos días con ella en Arvernien y así conocer a sus hijos.

- ¿Por qué no te vienes?, aquí no hay mucho que hacer últimamente, el Consejo puede hacerse cargo de la burocracia rutinaria -.

- Es temporada de siembra, ya sabes lo obtuso que puede ponerse un agricultor cuando cree que el vecino ha movido los mojones de limitación de campos – suspiró Celeborn – Si quieres, este invierno podemos ir al Este -.

- Decías que era una tontería buscar nuevos territorios del otro lado de las Ered Luin – repuso ella, echándose al hombro el equipaje.

- He aprendido a confiar en esos arrebatos intuitivos tuyos, si dices que hay que explorar las tierras más allá de las Montañas Azules es que hay que hacerlo -.

- Thranduil, Eirien, Meldon y Elleth querían acompañarme -.

- Mejor, son tiempos peligrosos para viajar en solitario -.

En el patio, un sirviente sacó a Alqua del establo y la llevó junto a su dueña.

- Nos vamos de viaje, amiga – anunció colocándole las alforjas.

La yegua relinchó entusiasmada, hacía mucho tiempo que no cabalgaban largas distancias y ya empezaba a aburrirse de los paseos por la playa.

Galadriel se despidió de su marido con un beso bastante prolongado y, a continuación, montó.

- Ten cuidado, vanimalda -.

- Descuida, y si surge cualquier problema serio manda un mensaje y estaré enseguida de vuelta -.

El trayecto hasta Nimbrethil, el centro de Arvernien, careció de incidentes. En dos días la dama noldorin llegó a su destino, una hermosa ciudad costera muy semejante a Caras Sirion levantada en las cercanías de un bosque de abedules plateados.

Caminó por las calles seguida de Alqua. Varios niños salieron a su encuentro y le pidieron que les permitiera montar en la yegua.

- Tú decides – le dijo al níveo palafrén.

Alqua eligió a los más pequeños enganchando sus túnicas con los dientes, poniendo buen cuidado en no lastimarlos. Galadriel se encargó de subir a los cuatro críos entre gritos y risas.

- Señora, ¿puedo ayudaros? -.

El que había hablado era un típico elfo noldorin, cabello rubio, ojos azules y ropas blancas, sin embargo su actitud era insólitamente risueña, destilaba simpatía y buen humor. Le resultaba familiar.

- Creo que os conozco... -.

- Es posible, vivía en Tirion cerca de vuestra casa, aunque era bastante más pequeño que vos y no tuve la suerte de llegar a ser retado por Nerwen como algunos de mis amigos – sonrió de oreja a oreja – Soy Glorfindel -.

- Príncipe de la Casa de la Flor Dorada, ahora os recuerdo – Galadriel realizó una somera reverencia – Erais amigo de mi primo Turgon -.

- Así es, ¿queréis que os ayude a encontrar la casa que buscáis? -.

- Sí, y, por favor, dejad a un lado las florituras, el protocolo está muy bien siempre que no se abuse de él -.

- Te entiendo, en exceso puede resultar prejudicial para la salud -.

Desmontaron a los niños y Glorfindel la guió por las intrincadas callejuelas. Se detuvieron en una mansión edificada frente a la costa, la arena dorada invadía el camino que conducía hasta ella.

- Ese es el hogar de nuestro rey, sin embargo no encontrarás a Eärendil aquí, ha ido a Isla de Balar para hablar con Círdan – dijo Glorfindel.

- ¿Y Elwing? -.

- Ella se ha quedado, los príncipes son jóvenes para viajes tan largos; si no me necesitas para nada más, he de retomar mis obligaciones -.

- Gracias por acompañarme, señor Glorfindel -.

- Ha sido un placer, dama Galadriel -.

Ella lo vio alejarse, tarareando una alegre melodía y siempre sonriente.

En la mansión los criados la condujeron hasta la terraza del primer piso. Allí, bajo una parra cargada de uvas, Elwing jugaba con sus dos hijos como antaño lo hizo con sus hermanos.

- Aiya, Elwing -.

- ¡Galadriel, mae govannen! -.

La que fue su discípula la abrazó emocionada.

- ¿Qué tal el viaje? -.

- Bien, ya tenía ganas de escaparme un tiempo y venir a verte... has madurado en estos seis años -.

- Muchos dicen lo mismo, creo que es por el hecho de ser madre – sonrió feliz – Ven, quiero presentarte a mis hijos -.

Elwing cogió a los niños y los llevó ante la dama. Eran dos muchachitos de cabello negro como la noche, piel muy blanca y profundos ojos grises, dos gotas de agua, que demostraron una seriedad e inteligencia sorprendentes en alguien con cinco años de edad.

- Éste es Elros y éste Elrond, saludad a la dama Galadriel -.

- Aiya, señora, es un honor conocerla -. Los dos inclinaron respetuosos la cabeza.

- El honor es mío, príncipes -.

- Fuiste la maestra de mamá – dijo Elros.

- Así es -.

- Ella nos está enseñando a nosotros – explicó el niño – Sabemos leer mejor que nuestros amigos, pero no nos deja aprender a usar una espada -.

- No empecemos Elros, sabes que aún eres muy pequeño para comenzar tu instrucción como guerrero – lo reprendió Elwing.

- ¿Cuándo seré mayor? -.

- Cuando crezcas lo suficiente como para sujetar una espada sin que ésta te aplaste -.

Elros bajó la cabeza, enfadado. Galadriel juzgó que el pequeño era impaciente, impulsivo y rebelde, un espíritu independiente, tenía demasiada prisa por hacer las cosas, por vivir, y eso era un rasgo exclusivo de los humanos no de los elfos.

- Elros es nervioso, le gusta empezar y terminar todo enseguida – dijo su hermano, siguiendo los pensamientos de la dama.

- ¿Y a ti no? – inquirió Galadriel, curiosa.

- No – respondió, ocultándose tras el vestido de su madre.

- Él es más reservado y pacífico – explicó Elwing, acariciando con ternura el negro cabello de su hijo – Elrond, no tengas miedo -.

Elros tiró del níveo vestido de la dama noldorin.

- ¿Es verdad que puedes adivinar lo que piensa la gente? -.

- Sí, mi mente puede entrar en las de otras personas -.

- ¿Y yo puedo aprender? -.

- No es tan sencillo, has de nacer con el don y educarlo, por eso muy pocos poseemos esta habilidad – respondió ella.

- ¿También puedes saber lo que va a pasar? -.

- Elros, no es de buena educación avasallar a preguntas a una invitada -.

- Tranquila Elwing, no me molesta, al contrario, estoy disfrutando conversando con el muchacho – sonrió Galadriel - ¿Qué os parece si nos sentamos y seguimos hablando en compañía de unos refrescos? -.

Los cuatro se sentaron en el suelo y unos criados trajeron limonada y galletas.

- A veces veo lo que va a suceder, otras sólo lo presiento -.

- No entiendo, ¿qué diferencia hay? – el niño parpadeó, desconcertado.

- Cuando “veo” puedo contemplar escenas, como si yo misma viajase al futuro; sin embargo, la mayoría de las veces, sólo alcanzo a intuir que algo va a suceder, como cuando sabes que tu madre te regañará si te portas mal, es una certeza -.

- Es difícil, ¿eh? -.

- Es más complicado explicarlo que utilizarlo – Galadriel saboreó una galleta.

Durante la charla con Elros no había perdido de vista a su gemelo y, complacida, había comprobado que Elrond prestaba atención a lo que estaba relatando. El niño podía ser tímido pero su mente era tan despierta e inquisitiva como la de Elros.

El resto de la tarde la pasaron jugando y hablando de asuntos más triviales. Galadriel disfrutó muchísimo, adoraba a los críos, eran seres no contaminados por los prejuicios de los adultos y a menudo eran capaces de discernir cosas que los mayores complicaban tontamente.

- Te ves preocupada -.

Elwing miró sobresaltada a su antigua maestra. Habían salido a pasear por la playa después de acostar a los niños y Galadriel intuía que la joven reina deseaba contarle algo pero no sabía como empezar.

- Eärendil quiere seguir a sus padres – le reveló por fin – Dice que el mar le llama, que debe partir hacia el Oeste -.

- ¿Ese es el motivo que le ha llevado a Isla de Balar? -.

- Quiere que Círdan le ayude a construir un poderoso navío como Eärrámë, la embarcación que fabricaron los teleri para Tuor e Idril – su mirada se posó en las olas coronadas de plata - ¿Acaso no ha pensado en su familia?, en sus hijos, en mí -.

- La primera vez que vi a Eärendil supe que su destino sería grande, creo que él es la luz que mis visiones me mostraron surgiría Gondolin – la mano de Galadriel descansó sobre el hombro de la desconsolada elfa – Alguien debe llegar a Valinor y hablar con los Valar, es la única esperanza que nos queda de vencer a Morgoth, de lo contrario cualquier día el Enemigo arrojará sus ejércitos contra nosotros y los Pueblos Libres perecerán -.

- ¿Crees que mi esposo es el elegido? – inquirió Elwing, desconcertada.

- Sí, aunque no sé como romperá el cerco mágico que protege al Reino Bendecido -.

- Hay... hay otro problema... -.

- ¿Cuál? -.

- Elros encontró el Nauglamír, ha dejado de ser un secreto que soy la guardiana del Silmaril -.

El rostro de Galadriel perdió cualquier ápice de color; a la luz de la luna, bien podía haber pasado por una estatua de mármol.

- Lo siento, no sé como pudo dar con él, lo tenía guardado y... -.

- Elwing, no es culpa tuya, es el propio Silmaril el que ha decidido revelarse – frunció el ceño – Me quedaré unas semanas, hasta que vuelva Eärendil, puedo darle algunas instrucciones útiles sobre la ruta a seguir; luego volveré a Sirion, tengo pendiente un trabajo que acaba de convertirse en prioritario y urgente -.

Aquellas semanas en compañía de Elwing y sus hijos pasaron gozosas y fugaces; y llegó el fin del otoño y, con él, Eärendil a bordo de un magnifico bajel construido con plateados abedules y velas resplandecientes como la luna, cuyo nombre era Vingilot, Flor de Espuma.

Galadriel habló con el marinero y le deseó suerte en su viaje, después ella misma partió hacia Sirion. Reuniría a su grupo de amigos e irían más allá de las Ered Luin, a buscar una tierra sin dueño y lejos de los designios de Morgoth.



N de A: Empezamos a ver gente conocida, verdad?^^ Perdonad si cuento esta parte muy rápido, quiero terminar de una vez con la Primera Edad y empezar con la Segunda, ahí es donde podré jugar más con los sucesos porque es una época que sólo se conoce a través de lo recogido en los Cuentos Perdidos y los Inconclusos, todo ello salido de cuadernos y notas que los herederos de Tolkien pusieron más o menos en orden.


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