Historia de la Dama Blanca

22 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Elanta
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3. El Reino Oculto




- Me niego, no soy ninguna niña -.

- No seas cabezota, Galadriel -.

- Tendrás que encadenarme -.

Finrod meneó la cabeza, desesperado. Su hermana y él, escoltados por algunos guerreros, se dirigían al Reino Oculto de Doriath. El objetivo era presentarle sus respetos al rey Elu Thingol y a su esposa Melian, la maia, y conseguir que aceptasen cuidar de Galadriel; aunque la princesa noldorin no estaba por la labor.

Tras la muerte de Fëanor a manos de Morgoth y el nombramiento de Fingolfin como Señor de los Noldor, los combates se recrudecieron hasta que el Sol se levantó por primera vez y desterró al Enemigo al interior de Thangorodrim. Aún así, todos los príncipes sabían que el Mal volvería a despertar y entonces ningún reino élfico se hallaría completamente a salvo de la Sombra de Angband. Sólo Doriath, protegido por la Cintura de Melian, permanecía aislado de todo cuanto sucedía a su alrededor. Angrod, hermano de Finrod y Galadriel, había viajado al Reino Oculto hacía unos años y su monarca le había recibido de manera entusiasta.

- No me quedaré en Doriath, yo no soy una niña mimada como Aredhel, tengo habilidades que superan a las de muchos de vosotros en el combate y lo he demostrado en las dos guerras – insistió Galadriel.

- Lo sé, pero son ordenes de Fingolfin, quiere verte protegida de todo mal -.

- Encerrándome entre cuatro paredes sólo conseguirá que muera de aburrimiento; todos nuestros primos y hermanos han buscado tierras en las que establecerse y hacerse llamar reyes, sólo tú y yo seguimos vagando de un lado a otro -.

- Me gusta viajar... además nadie nos ha tratado mal, hace poco Círdan nos recibió con todos los honores -.

- Eres insufrible, tan afable y pacífico como nuestro padre, pareces un sinda más que un noldo -.

Él se limitó a sonreír, irritando más si cabe a su hermana.

Frente a ellos el camino parecía desaparecer, más allá del río, en una bruma que hacía el paisaje impreciso y difuminado, habían llegado al Cinturón.

- Escuchadme – Finrod volvió grupas y miró al grupo de elfos que le seguían – Ahora debemos atravesar la barrera mágica que protege Doriath, permanecer cerca unos de otros y no os distraigáis, Melian detectará nuestra presencia en cuanto lleguemos y procurara abrirnos un camino seguro -.

Fue tal y como el príncipe describiera. Un sendero les guió a través de la bruma mágica. Del otro lado esperaba un hermoso paisaje de colinas plagadas de árboles, rumor de aguas y cantos de los más variados pájaros.

- En realidad son dos bosques, nos encontramos en el Bosque de Region, enmarcado por los ríos Aros y Esgalduin, pasado éste último empieza el Bosque de Neldoreth – Finrod le iba señalando a Galadriel los lugares sobre un mapa – Al Oeste de Neldoreth, pasado el Sirion, se encuentra el Bosque de Nivrim y al norte Brethil... Menegroth se encuentra aquí, junto al Esgalduin -.

- ¿Y esto? -.

- Eso es Aelin-uial, "las Lagunas del Crepúsculo", dicen que es un lugar muy hermoso al mezclarse la naturaleza con la magia de Melian -.

Galadriel sintió como los músculos de Alqua, su yegua, se tensaban. En mitad del sendero esperaban tres elfos sinda, ropas grises, cabellos rubios y armados con arcos.

- Aiya – saludó alegremente el príncipe noldorin – Somos Finrod y Galadriel, hijos de Eärwen -.

- Mae govannen, os esperábamos – replicó uno de ellos – Soy el jefe de los guardianes de Doriath, Beleg Cuthalion, seré vuestro guía -.

Tardaron un par de días en llegar a Menegroth, “las Mil Cavernas”. Era aquella una colina rocosa que se alzaba sobre el Esgalduin, tallado todo su interior por elfos y enanos imitando las formas de la flora que crecía en Valinor, creando miles de estancias, hermosamente decoradas por tapices, jardines y fuentes, de dónde entraban y salían a placer las aves.

Galadriel intentaba mostrarse indiferente, pero lo cierto es que el palacio de Thingol la había dejado perpleja. No imaginaba que los Elfos Grises fuesen tan hábiles y poderosos.

En la entrada les ayudaron con los caballos y Beleg les guió al interior de Menegroth. Los soberanos habían dispuesto habitaciones para que sus huéspedes se refrescaran y descansaran antes de recibirles.

El cuarto de la princesa simulaba un claro en mitad del bosque. Comió algunas frutas del refrigerio que había sobre una mesa, mientras miraba el paisaje del otro lado de la ventana. Luego mudó su ropa de viaje por la túnica blanca de Aman, peinó su largo cabello dorado y lo remató con una corona de flores plateadas. No tuvo que esperar mucho antes que su hermano pasará a buscarla, ataviado como ella para la ocasión con profundos tonos azules.

- Intenta mantener bajo control tu orgullo y no olvides hablar en sindarin -.

- No soy estúpida, hermanito, dices cosas demasiado obvias -.

Los príncipes noldorin fueron conducidos al Salón del Trono. La Corte al completo se hallaba presente, no todos los días llegaban a Doriath personajes como aquellos. Finrod atrajo muchas miradas pero, sin duda alguna, el centro de atención era la doncella que caminaba a su lado; la belleza y el porte de Galadriel sólo podían ser superados por la reina Melian y su hija Lúthien, ella era consciente de eso y disfrutaba enormemente.

En dos tronos, cubiertos por un baldaquín de piedra y floridas enredaderas, aguardaban los reyes. Según avanzaba, Galadriel escrutó a Elu Thingol. Era un sinda sorprendentemente alto, con casi 2´50 metros, de cabellos plateados y prístinos ojos en los que anidaba el mismo brillo que poseen los Eldar, la luz de Aman. Sus ropajes eran sencillos, una túnica gris tornasolado con bordados en azul y violeta, y sus joyas igual de escasas, una corona lisa de oro y un collar de mithril con una esmeralda engarzada.

A su lado Melian sonreía a los visitantes. Como maia, su forma élfica era de una belleza excepcional; largo cabello negro, piel fina como el marfil y unos ojos tan azules como el cielo de mediodía, en los que se leía claramente el poder que atesoraba en su interior.

- Mae govannen – saludó Thingol, tras la reverencia de los hermanos.

- Gracias por vuestra hospitalidad, noble señor -.

- Antes de la Segunda Guerra, uno de vuestros hermanos entró en mi reino y me presentó los respetos de vuestro señor Fingolfin, ¿qué os trae a vosotros hasta mí? -.

- El Enemigo ha sido vencido temporalmente, nuestra gente se agrupa y refuerza sus reinos y ejércitos; sabemos que el Mal volverá y, para entonces, mi señor Fingolfin desea ver a salvo a su sobrina, por ello apela a vuestra generosidad solicitándoos la merced de aceptar a Galadriel en Menegroth -.

- ¿Aunque vaya contra los deseos de la muchacha? – interrogó Melian.

- Sí – asintió Finrod, tras un momento de titubeo – Fingolfin moriría si a ella le sucediese algo, así como sus hermanos y primos; sé que es valiente, fuerte e inamovible en la batalla, pero no sabemos a qué nos enfrentaremos en un futuro y no queremos perderla -.

- Entiendo ese celo protector, pues es el mismo que prodigo a mi hija Lúthien – replicó Thingol y miró a Galadriel – Las puertas de Menegroth están abiertas para ti, hija de Eärwen -.

- Os lo agradezco – dijo ella, a pesar que su corazón clamaba contra aquellos que querían encerrarla y que no le permitían cumplir su máximo anhelo.

- Si decides quedarte te ofrezco la posibilidad de estudiar, aprender y ampliar tu poder, ese don innato que te permite presentir las cosas antes que éstas sucedan -.

La princesa parpadeó. Juraría que Melian no había abierto la boca para pronunciar aquellas palabras. La reina sonrió divertida. Thingol y Finrod debatían sobre lo que sucedía en otros reinos, ajenos a la secreta conversación de ambas mujeres.

- Aprenderías a dominar tu mente, a leer los pensamientos y corazones de aquellos que te rodean – prosiguió la maia – Es un don muy beneficioso en una reina -.

- ¿Por qué me brindáis semejante oportunidad? – preguntó en silencio Galadriel.

- Porque veo que estás destinada a realizar grandes cosas, superando a todos los príncipes noldorin que han de vivir en la Tierra Media -.

Un torbellino de sentimientos sacudió a la joven. La oferta de Melian sólo tenía una respuesta posible.

- Permaneceré en Doriath –.



A Galadriel se le asignó una habitación y su hermano se quedó en Menegroth unos meses, hasta comprobar que ella sería feliz allí. En ese tiempo Finrod se enamoró de las Mil Cavernas, hasta el punto de querer realizar algo parecido. El príncipe habló con Thingol y compartió con él su sueño, y, para su sorpresa, el rey le cedió las tierras en los Altos del río Narog para que las gobernara y fundara allí su propio reino.

- Me han dicho que te vas -.

Galadriel miraba acusadora a su hermano y al equipaje en un rincón del cuarto.

- Sí... -.

- ¿Y cuando pensabas decírmelo? -.

- Ahora mismo iba a hablar contigo pero te has adelantado – se defendió él – Thingol me ha dado las tierras del Narog y tengo que ir a Hithlum a recoger a nuestra gente -.

- El vagabundo al final encontró su reino -.

- ¿No estás enfadada? -.

- No demasiado – sonrió alegre – Melian se ha convertido en mi maestra, a veces tengo la sensación de tener una segunda madre; con su ayuda desarrollaré mi poder y, después, buscaré tierras que no sean de nadie para erigir el mayor reino que nadie haya visto -.

- Temo irme y dejarte sola, apenas te he visto intercambiar dos o tres palabras con los habitantes de Menegroth -.

- Es cuestión de adaptarme... y no pongas esa cara de hermano mayor preocupado por su hermanita, tengo más de cuatro mil años, podré cuidarme sola -.

- Siempre has sido capaz de hacerlo -.

Finrod se acercó a su hermana y la abrazó. Desde que eran niños nunca se habían separado, nunca estaban lejos el uno del otro y se protegían recíprocamente. Galadriel le quería más que a nadie, sus hermanos no se equivocaban cuando decían que Finrod era su favorito. Contra su voluntad, las lagrimas empezaron a brotar libremente.

- Alatáriel... ¿estás llorando? -.

- No – sollozó.

- Te enfrentaste a las hordas de Morgoth sin problemas, ¿y te echas llorar porque tu hermanito se marcha? -.

- Soy una chica, estoy en mi derecho de ponerme sentimental -.

- No estaré fuera mucho tiempo, además mi reino será vecino de Doriath, nos veremos muy a menudo – procuró reconfortarla.

- Lo sé... eso hace que me sienta ridícula -.

Finrod la apartó y le limpió las lagrimas.

- Espera a que se lo cuente a Orodreth, Aegnor y Angrod -.

- ¡Ni se te ocurra, Finrod! – gritó Galadriel – Como me enteré que les has dicho algo sobre esto la Tierra Media no será lo suficientemente grande para escapar a mi ira -.

- ¡Esta es mi chica! -.

Después que Galadriel intentara defenestrar a su hermano, el príncipe cogió su equipaje y abandonó Menegroth con su escolta. Ella contempló su partida desde una de las ventanas.

- Volverás a verle -.

La doncella noldorin se giró. Melian sonreía.

- Es la primera vez que nos separamos de una manera tan drástica – intentó explicar – Finrod siempre ha estado ahí, a mi lado, en todo momento... supongo que, después de todo, me cuesta avanzar en solitario -.

- En Doriath crecerás por fin -.

- Crecer... cuatro mil años y ahora se me pide crecer -.

- Alegra ese rostro muchacha y acompáñame, quiero presentarte a una persona -.

Galadriel obedeció a su preceptora. La siguió a los jardines que rodeaban Menegroth. Allí, entre los robles y hayas, una elfa de una belleza que sólo podía calificarse como divina danzaba al ritmo de su propio canto coreada por un sinfín de trinos. Aquella voz era como el rumor del viento, el agua de un arrollo, y más melodiosa que cualquier instrumento que alguna vez hubiese escuchado.

- ¡Lúthien! -.

La bailarina se detuvo y trotó alegremente hasta dónde estaban ellas; el cabello oscuro como las sombras del crepúsculo ondeando tras ella, así como su vaporoso vestido azul, y una luz resplandeciente en el rostro. Ahora entendía Galadriel por qué decían que la hija de Thingol y Melian era el ser más hermoso de Endor.

- Aiya madre -.

- Lúthien, te presento a Alatáriel, hija de Eärwen, conocida entre su gente como Galadriel -.

- Un placer conoceros, lamento no haber estado antes en Menegroth para daros la bienvenida -.

- Igualmente –.

- Lleva viviendo en nuestra Casa cerca de tres meses, apenas ha entablado amistad con nadie – explicó Melian.

- Eso no puede ser – protestó Lúthien – A partir de este instante cuentas con una amiga y otros tantos que te presentaré enseguida -.

- Divertios -.

La princesa sinda arrastró a la noldo por medio Menegroth, hasta llegar a una amplia sala dónde se reunían los elfos a departir, jugar, escuchar o interpretar música, o simplemente sentarse y dejar pasar el tiempo.

Los que andaban por allí saludaron entusiastamente a Lúthien, y ella aprovechaba para introducir a Galadriel en las conversaciones. Pronto descubrió que las elfas eran la simpatía personificada y que los elfos le tiraban los tejos de manera descarada.

- Veamos, eres hermosa, inteligente y de noble ascendencia, ¿por qué no habrían de fijarse en ti? – replicó Lúthien ante el comentario de su compañera.

- No me conocen, mi carácter es más difícil de lo que parece -.

- Todos tenemos nuestras peculiaridades -.

- No como las mías, digamos que mi comportamiento habitual no es el más aconsejable para una princesa élfica -.

- No te entiendo -.

- Lo entenderás muy pronto... ¿celebráis en Doriath algún tipo de competiciones? -.

- Por supuesto, es una manera muy práctica de que los nobles se partan la crisma unos a otros y, al final, queden como buenos amigos – comentó mordaz.

- ¿Pueden participar las mujeres? -.

- No hay ninguna ley que lo prohíba, aunque son pocas y suelen apuntarse a pruebas como el tiro con arco -.

- ¿Tú no tomas parte? – se extrañó Galadriel.

- No, nunca me han llamado la atención los torneos, soy poco competitiva – se encogió de hombros – Prefiero verlos desde la tribuna, así mi padre puede ofrecer un baile conmigo como premio; como nadie puede acercarse a mí con segundas intenciones, a no ser bajo decreto real, el torneo se vuelve ciertamente interesante -.

- No pretendo resultar ofensiva, pero ¿Thingol no es un poco sobre protector? -.

- Soy su única hija, supongo que es normal que me cuide con tanto celo – Lúthien abarcó con un gesto todo su entorno – Nunca me ha impuesto nada contra mi voluntad, voy y vengo cuando quiero y Doriath entero es mi jardín de juegos desde que era una cría, y tengo cuanto deseo; no puedo quejarme -.

- Lúthien, Galadriel, ¿os unís a nosotros? -.

Un elegante sinda de cabellos dorados las invitaba a participar en un juego, él interpretaría una melodía con su arpa y los participantes debían ponerle letra.

- Es Daeron, el bardo más renombrado de la Corte – explicó la princesa sindarin – Lleva varios siglos intentando conseguir mi mano, y otros tantos que seguirá esperando en vano -.

Las dos elfas se unieron al semicírculo y Daeron empezó a tocar.

- ¿Querría nuestra ilustre huésped hacernos el honor de ser la primera? – inquirió sin dejar de tañer el instrumento.

Los presentes animaron a la doncella noldorin a que lo intentara. De mala gana, Galadriel aceptó. Procuró concentrarse en la música y sonrió al recordar tiempos felices del otro lado del Belegaer.

"Norolinde pirukendea

elle tande Nielikkilis,

tanya wende nieninquea

yar i vilya anta miqilis.

I oromandin eller tande

ar wingildin wilwarindëen,

losselie telerinwa,

tálin paptalasselindëen".

El grupo elogió la canción, entre ellos Daeron, y el siguiente elfo tomó el relevo. La sonrisa de Galadriel se amplió, cabía la posibilidad de que los Sinda llegaran a ser una familia tan buena como los Noldor.



- Otra vez -.

- Estás exhausta, basta por hoy -.

- ¡No! -.

Tras varias semanas de entrenamiento, la mente de Galadriel empezaba a progresar asimilando las lecciones y hechizos de Melian. Sin embargo, en ocasiones, se topaba con alguna dificultad y, testaruda como ella sola, repetía el ejercicio hasta que lo dominaba o caía rendida.

- Galadriel, has llegado a tu límite – afirmó la maia, severa – Aprender a utilizar este poder no es fácil, excediéndote de semejante manera acabarás por caer enferma -.

- Sólo una vez más, por favor -.

- ¡He dicho que no! -.

Sin permitirle pronunciar una palabra más a su discípula, Melian abandonó la sala en que practicaban todos los días.

- Sólo una vez... -.

Galadriel cerró los ojos. Un intenso brillo brotó de su interior haciéndola resplandecer como una estrella. Se concentró y miró en lo profundo de su ser, allí dónde anidaba el don que Melian había despertado, allí dónde nacía la luz. La imagen surgió tan repentinamente que la asustó y a punto estuvo de perder el control, a costa de un gran esfuerzo mantuvo la visión estable; montañas y una árida llanura, cientos de orcos atravesaban la cordillera, y sobre ellos caían los ejércitos élficos con Fingolfin y Maedhros a su cabeza.

El cansancio finalmente derrotó a Galadriel. La visión se desvaneció. Ella cayó al suelo, su estómago en plena sublevación y la desagradable sensación de que su cuerpo no era suyo. Las losas resultaban frescas bajo su mejilla. Respiró hondo, despacio, en un intento de calmar el mareo.

En pleno estado de semiinconsciencia, creyó escuchar voces alarmadas. Alguien la cogió en brazos. Quería hablar, decirles que no estaba tan mal, tranquilizarles. Un aura de cabellos plateados fue lo último que vio antes de sumirse en la oscuridad.



Parpadeó. Su habitación se reveló como siempre. Sus estanterías con libros, la mesa de intrincadas tallas, los cuadros y tapices, la cama de doseles. Una dulce brisa hacía bailar las cortinas, inundando la estancia con el aroma primaveral del jardín.

La puerta se abrió. Era una sinda típica, de pelo rubio y ojos claros, se apreciaba una constitución ligeramente más frágil de lo normal bajo la sencilla túnica rosa palo.

- Ah, despertasteis – su voz le resultaba familiar, suave y jovial - ¿Cómo os sentís, Galadriel? -.

- Atontada... ¿cuánto llevo inconsciente? -.

- Algo más de dos semanas -.

- ¿¡¿¡Qué!?!? – exclamó la noldo.

- Estuvisteis muy grave, vuestra mente casi no sobrevive al esfuerzo al que la sometisteis... no deseo mostrarme trágica, pues acabáis de despertar, mas la señora Melian insistió en que os dijera esto con la mayor claridad posible, la muerte os rondó muy cerca -.

- Entiendo, y gracias... -.

- Phaire, ese es mi nombre – sonrió ella – Olvidad eso ahora, aquí tenéis, bebed esto e iré a buscaros algo de comer -.

- Lo agradecería, tengo la impresión de que hay un agujero en mi estómago -.

- Descansad, no avisaré a la reina hasta la tarde, así tendréis tiempo de recuperar un poco las fuerzas -.

- Sois muy considerada -.

En cuanto Phaire salió después de traerle la comida, Galadriel intentó levantarse. Todo su cuerpo estaba agarrotado. Tras superar los titubeos iniciales de sus piernas para sostenerla, se acercó al armario y mudó su camisón por un vestido verde oscuro. Apenas terminaba de atarse las cintas del corpiño, cuando la puerta dejó pasar a Melian.

- Aiya, mi señora -.

- Galadriel, ¿se puede saber qué estás haciendo? -.

- Ponerme presentable – respondió ella, dedicándole una cándida sonrisa.

- Eres incorregible, como la mayor parte de tu Pueblo – la maia cogió una silla y se sentó – Phaire te ha dicho que estuviste a nada de perecer -.

- Sí -.

- Prométeme que no volverás a cometer semejante estupidez, no quisiera recibir a tu hermano e informarle que ya no tiene a nadie a quien visitar en Doriath -.

- Lamento haberos desobedecido – dijo Galadriel, y tras un instante de duda añadió – Tuve una visión -.

- ¿Qué viste? -.

Explicó detalladamente la imagen que había invadido su mente antes de sufrir el colapso.

- Progresas con rapidez... Thingol ha recibido informes que hablan de una gran batalla en el Norte – el gesto serio de Melian fue suavizándose – Los Noldor han perseguido al enemigo hasta las mismas puertas de Thangorodrim, saliendo victoriosos en la que ya se conoce como Dagor Aglareb -.

La expresión de Galadriel era de júbilo y profunda satisfacción. Morgoth no tenía ninguna posibilidad contra los poderosos Eldar.

- ¿Qué es lo siguiente que debo aprender? -.

- A tener paciencia – la reina se levantó – No usarás tu poder durante otra semana como mínimo, y es una orden; si la transgredís ordenaré que os lleven junto a vuestro hermano -.

- ¿Eso también excluye las lecciones sobre la flora de Endor? -.

Melian puso los ojos en blanco, esa niña no tenía remedio.

- Debería prohibírtelas como castigo – replicó ligeramente molesta.

- Sólo deseo aprender -.

- ¿A qué tanta prisa? -.

Galadriel también se lo había preguntado, un desasosiego desconocido en ella se había asentado en su corazón y la impulsaba a absorber todo el conocimiento que Melian le ofreciera.

- No lo sé, es algo que siento aquí – se señaló el pecho.

- Puede que haya progresado más de lo que yo creía – meditó en silencio la maia – De acuerdo, vayamos a los jardines para proseguir las clases -.



N. de A.: La canción de Galadriel es un poema de Tolkien llamado Nieninque, su traducción es:

"Brincando ligera, girando ligera, allá llegó la pequeña Niéle, aquella damisela como una campanilla (Nieninqe), a quien da besos el aire. Los espíritus del bosque llegaron más allá, y los duendes de espuma como mariposas, la blanca gente de las costas del país de los elfos, con pies como la música de hojas que caen".
A parte de eso encontramos el famoso "Mae govannen", que significa "feliz encuentro".
La Dagor Aglareb, o la Batalla Gloriosa.


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