Historia de la Dama Blanca

22 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Elanta
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23. La misión de Haldir




La sorpresa de Galadriel y Celeborn fue mayúscula al ver entrar a aquella tropa en su casa.

- ¿Qué ha sucedido? – preguntó el rey.

- Nos hemos visto envueltos en la mayor trifulca de taberna en la historia de Ost-in-Edhil – resumió Fendomë, desplomándose en una butaca – Le cedo a Aegnor el placer de relataros los detalles -.

Glorfindel tumbó al inconsciente Haldir en el sillón y Elrond se acercó a examinar la brecha que tenía en la cabeza.

- Y ese ha sido el culpable de arruinar una magnifica noche – señaló Lothiniel.

- ¿Con qué le habéis golpeado? – inquirió el medioelfo.

- Una botella, es lo primero que había a mano – se disculpó Aegnor – Teníamos prisa -.

- Tú y tu delicadeza – observó Fendomë.

- Yo voy a preparar algo de beber para esta tropa – dijo la silvana prescindiendo de cualquier cortesía, realmente no estaba de buen humor.

- Sirve miruvor – indicó Galadriel – Esta es una ocasión especial, hace mucho que no teníamos en casa a tantos buenos amigos -.

- Finculin y Orrerë, acompañadla y ayudadla con lo que se preste – ordenó Celebrimbor.

Los aprendices no se molestaron en protestar, no querían saber hasta que punto estaba enfadado el Señor Supremo de la Hermandad. Sin embargo eso era lo que menos preocupaba a Celebrimbor en esos instantes; desde que había entrado en la casa, había procurado mantenerse a parte sin pronunciar palabra. Se sentía realmente incomodo en presencia de los reyes, sobre todo a raíz del nacimiento de su hija, y evitaba encontrarse con ellos en otras circunstancias que no fuesen de carácter oficial.

- Deja de torturarte – la voz de Galadriel resonó en su interior.

- Deja de leerme el pensamiento – replicó en silencio.

- No lo hago adrede, tu mente grita, no puedo evitar sentir tu confusión y sufrimiento -.

- Me marcharé enseguida, así no os molestaré -.

- No harás tal cosa -.

- Sentaos todos por favor – dijo Celeborn – Descansad un poco de vuestra odisea -.

Lothiniel reapareció con sus improvisados ayudantes, cargaban unas bandejas con copas llenas de un líquido transparente con ocasionales destellos dorados.

Mientras cada uno cogía la suya, Celeborn llevó una al señor herrero que permanecía de pie en un extremo del salón. Celebrimbor no parecía dispuesto a aceptar la copa que le tendía el rey sinda.

- Concedernos el placer de vuestra compañía – le pidió amablemente y añadió en voz baja – Esto no es condescendencia, es amistad y sincero aprecio como el que una vez me mostraste en Nargothrond -.

El príncipe noldo cogió la copa e inclinó la cabeza en señal de agradecimiento. Celeborn fue a sentarse junto a su esposa, mientras el maestro artesano lo hacía sobre la alfombra junto a Aegnor y Glorfindel.

Llamaron a la puerta.

- ¿Quién será? – se preguntó Lothiniel, yendo a abrir.

- Es Rasadan – anunció Galadriel.

- Cuando hace eso pone los pelos de punta – comentó Finculin - ¿Hay algo que no sepáis, Ninquenís? -.

- Sí, hay cosas que desconozco, aunque son pocas en verdad – le respondió, divertida.

- Alassëa lómë – saludó secamente el capitán al tiempo que escrutaba a todos los allí reunidos. (Buenas noches)

- Igualmente, ¿qué te trae hasta nuestra casa? – replicó la reina.

- Seré breve, vuestros nobles invitados aquí presentes han provocado una pelea en “I Cenedril Falthol” -.

- ¿Nosotros? – inquirió Glorfindel, con expresión inocente.

- Sí, señor – afirmó Rasadan, su gesto se volvió aún más hosco – No hay muchas doncellas pelirrojas, tampoco abundan los aprendices pelirrojos, y ya que estamos, no es habitual recibir quejas de algunos vecinos jurando y perjurando que los señores del Mírdaithrond se estaban paseando por su tejado -.

Incluso Elrond tuvo dificultades para reprimir la risa ante aquella última afirmación.

- Lo reconocemos, somos culpables, estábamos en “I Cenedril Falthol” cuando estalló esa... ese incidente – dijo Fendomë – El salir por los tejados fue para evitar recibir golpes por parte de guardias y clientes, además Daniros quería usar a nuestro nuevo amigo para practicar con la espada -.

- ¿Meletyalda? – interrogó Rasadan.

- No hay problema, el origen de la reyerta es ese muchacho silvano, puedo encargarme personalmente de él – Galadriel señaló a Haldir, su herida tenía mejor aspecto tras las atenciones de Elrond.

- Como deseéis, mañana os presentaré el informe de lo sucedido, aunque sé que os bastará leerle la mente a uno de vuestros nobles amigos para conocer la verdad mejor que yo mismo – la acerada mirada de Rasadan recayó entonces sobre Fendomë – Señor herrero, en adelante procurad evitar problemas como éste, no quisiera que mi hija tuviera por marido a un camorrista -.

El rostro de Fendomë cambió repetidas veces de color hasta decantarse por un rojo encendido.

- Descuidad, capitán – farfulló.

Cuando Rasadan abandonó la casa tras unas rápidas palabras de despedida, todos estallaron en carcajadas.

- Decididamente, no le veo la gracia – protestó irritado.

- Yo sí – dijo Aegnor, literalmente tirado por los suelos de la risa.
Galadriel, compadeciendo el apuro del elda, acudió en su ayuda.

- Bien, creo que ya ha descansado bastante -.

Todos la miraron extrañados.

- ¿A qué te refieres? – inquirió Celeborn.

- A nuestro invitado de honor, maese Haldir, me estaba preguntando cuándo dejará de hacerse el dormido y decidirá participar de la conversación -.

Los ojos azules del silvano se abrieron, su expresión delataba sorpresa y, si no miedo, una ligera inquietud. Se sentó en el sofá, incómodo por tener tantas miradas posadas sobre él.

- ¿Te molesta el golpe? – inquirió Elrond.

- Ya no – Haldir se palpó la cabeza – Gracias -.

- ¿Quién eres? – fue la pregunta de Glorfindel - ¿De dónde vienes? -.

- Vuestra Dama Blanca lo sabe -.

- Lo justo es que seas tú quien responda – sonrió Galadriel – Serena tu ánimo, te encuentras entre amigos -.

- Una sugerencia – intervino Orrerë – Sería más correcto que os presentaseis primero vosotros, mis nobles señores, ¿no os parece? -.

Aquellos a los que Haldir todavía no conocía fueron diciendo sus nombres, cargos y linajes. El silvano empezaba a preguntarse qué demonios le había hecho él a Araw para acabar en aquella reunión de Altos Elfos.

- Os toca – dijo Aegnor.

- Bueno, mi nombre es Haldir y vengo del bosque de Lindórinand, no pertenezco a ninguna poderosa familia... en realidad no tengo familia, y subsisto de aquello que puedo robar a los que son más ricos que yo – miró de reojo a Galadriel.

- Suficiente por el momento – concedió la dama – Tu pasado te pertenece y es tuya la decisión de compartirlo, pero no ahora -.

- ¡Nai!, ¡man queni! -. (Vaya, cuanta gente!).

Desde la escalera, Celebrían les sonrió a todos.

- Vuelve a la cama – ordenó su madre.

- Déjame quedarme un poco, no tengo sueño – suplicó acompañando sus palabras con un tierno mohín.

- Permite que nos acompañe, de lo contrario tendremos que atarla a la cama si quieres que se quede en su cuarto – opinó Celeborn.

- Está bien, puedes quedarte – cedió Galadriel.

- ¡Sí! -.

La niña trotó escalones abajo, sus trenzas plateadas aleteando tras ella, y se plantó ante el silvano.

- Aiya, im Celebrían, ¿ar elye? -.

- ¿Qué? – parpadeó confuso.

- Hija, nuestro invitado no habla Quenya – intercedió el rey.

- Ah, vaya, lo siento – se disculpó la niña en lengua sindarin – Me llamo Celebrían, ¿y tú? -.

- Haldir, un placer conoceros princesa Celebrían -.

La sonrisa de la niña se amplió.

- Hoy ya he conocido a tres personas nuevas, al señor Elrond, al señor Glorfindel y a ti, ellos son príncipes de Lindon, ¿de dónde eres tú? -.

- Celebrían, deja de agobiar al muchacho -.

- No hay problema, señora – terció el silvano y respondió a la pequeña – Soy del bosque que hay del otro lado de las Montañas Nubladas -.

- Allí viven dos amigos de mis padres, son los reyes -.

- Thranduil y Eirien sólo gobiernan el norte, la región sur permanece salvaje y muchos elfos de los bosques habitan allí -.

- ¿Es cierto que el bosque está retrocediendo? – se interesó Galadriel.

- Sí, Lindórinand y Bosqueverde siguen estando unidos, pero los enanos terminaron esa carretera suya bajo la montaña y abrieron con sus hachas un camino hacia el Este que ha recortado bastante los límites meridionales de mi hogar – explicó Haldir - Los humanos también consumen mucha leña durante el invierno -.

- Pero Fangorn no ha sufrido los mismos ataques de las hachas – comentó ella.

- ¿Cómo lo sabéis?, vuestra gente nunca viaja tan lejos y menos a tierras salvajes -.

- Hay grandes exploradores en mi reino y sé lo importante que resulta estar informado de lo que acontece en otras regiones de la Tierra Media -.

- Así que allí es donde enviaste al pobre Gildor – observó Celeborn.

- Es de los mejores y le conozco desde hace milenios cuando vivíamos en Valinor, y nos acompañó a mi hermano Finrod y a mí antes que yo me estableciera en Doriath; sé que puedo confiar en él porque nunca me ha defraudado – replicó Galadriel – Gildor me ha explicado que Fangorn se convirtió hace mucho en tierra de Onodrim, son los mismos que ayudaron a Beren y Dior cuando se enfrentaron a los enanos de Nogrod, ahora prefieren aislarse del mundo y por eso el bosque resulta tan peligroso incluso para los elfos -.

- Amil, ¿qué son los Onodrim? – preguntó Celebrían que, de alguna manera, había conseguido sentarse en el regazo de Elrond. (mamá)

Galadriel les relató las antiguas historias que hablaban de los Pastores de Árboles, hijos de la Valie Yavanna. Todos escucharon ensimismados la voz de la dama, disfrutando tanto como la niña con la historia.

Después de conversar un par de horas más, decidieron que ya era hora que cada uno se fuera a su casa.

Celeborn fue a coger a Celebrían, la niña se había dormido en el regazo de Elrond. El medioelfo hizo un gesto al rey y él mismo se encargó de llevar a la pequeña hasta su habitación.

- Te espero arriba – le dijo Celeborn a su esposa, yendo tras su invitado.

Galadriel invitó entonces a Haldir a que se quedara en la casa como Elrond y Glorfindel.

- Tenemos espacio de sobra y sería un placer –.

- No pero gracias, majestad, tengo reservado un cuarto en una posada – se disculpó el silvano.

- Vuelve mañana -.

- ¿Por qué?, ¿qué podría interesaros de un elfo como yo? – interrogó inquieto.

- Tienes habilidades muy valiosas y eres mejor elfo de lo que tú crees, por eso me gustaría encargarte una misión -.

- ¿Misión? -.

- Si no estás muy cansado podemos hablar ahora -.

- Estoy bien, ¿qué es eso de una misión? -.

Galadriel se acomodó en una butaca y Haldir se sentó en el sofá.

- Mi esposo y yo estamos perdiendo gota a gota nuestro poder sobre Eregion, la Hermandad de los Orfebres gobierna las voluntades de la mayor parte de los habitantes en Ost-in-Edhil y no tardará en hacerse con los suficientes apoyos como para prescindir de mí; esta especie de insurrección procede de un único ser, el maia Annatar, una vez se deshaga de mí no sé que será capaz de hacer – explicó la dama eldarin – Pero hay más. Gildor Inglorion sólo es uno de tantos exploradores que he enviado a los caminos de la Tierra Media, todos coinciden en sus informes, un nuevo mal ha empezado a despertar, un eco del Señor Oscuro Morgoth; los orcos se remueven en sus cubiles, los huargos merodean en los bosques y seres más terribles se multiplican y amenazan a los Pueblos Libres -.

- Son malas noticias, señora, pero ¿qué tienen que ver conmigo? – preguntó Haldir.

- Mi larga vida me ha enseñado a ser previsora, he enviado a silvanos de mi confianza a Lórinand, emisarios que preparen a sus habitantes para una futura llegada de refugiados de Eregion – cogió una caja de madera que descansaba sobre la mesa – Annatar conoce a todos mis seguidores, ninguno llegaría a Lórinand con esto, sin embargo tú sí -.

- Fingiréis que me expulsáis por la trifulca en la Jarra Espumeante y por robar, muy hábil señora – comentó Haldir.

- ¿Aceptas? -.

- ¿Qué contiene la caja? -.

La reina le tendió el pequeño cofre. El silvano descubrió entonces el único adorno, una G rúnica sobre la tapa. Tras abrirlo, su expresión era de completa estupefacción.

- ¿¡Tierra!?, ¿queréis que arriesgue mi vida por un puñado de tierra? -.

- Me juzgas mal, Haldir de Lórinand -.

- No pretendía ofenderos – se disculpó, aunque no pudo evitar seguir confundido.

La Dama Blanca cogió una bolsita de seda azul sujeta en el reverso de la tapa, de ella extrajo una semilla que emitía una tenue luminiscencia en la oscuridad del salón.

- Semillas de Laurelin, el Árbol del Día – le reveló al desconcertado joven – Los elfos de Tol Eressëa se las dieron al rey de Númenor y él se las regaló a Gil-galad, sin embargo él fue incapaz de hacerlas crecer en Lindon y me las envió a mí -.

- ¿Y la tierra? -.

- De Aman, venida directamente de los jardines de Yavanna – sonrió Galadriel y depositó la bolsita en el arca – Me la envió mi padre, gracias a ella podré hacer germinar estas semillas, los hijos de Laurelin crecerán en Lórinand -.

- Será un honor hacer llegar este tesoro a su destino – fueron entonces las palabras de Haldir.

- Sabía que podía confiar en ti, partirás en dos días -.

- Como deseéis, señora -.

Haldir cerró el cofre y siguió con un dedo el sinuoso diseño de la runa. Al final no iba a resultar tan mala la idea de haber viajado a Ost-in-Edhil.



Siguiendo las ordenes de Galadriel, Rasadan expulsó de la ciudad al delincuente que había alterado el orden.

Haldir trotó hacia el Norte, incansable, remontando el Sirannon. Tendría que cruzar el Cirith Caradhras para llegar lo antes posible a Lórinand, pasar por Kazad-dûm no era posible dado el carácter de su misión.

Al caer la noche tropezó con un solitario jinete entre los campos cultivados, la montura era gris y el personaje ocultaba su identidad bajo la capucha.

- ¿Quién sois? – el silvano se llevó instintivamente la mano a la daga.

No obtuvo respuesta, al contrario, el desconocido le apuntó con un arco y tensó la cuerda. Haldir era consciente de que a esa distancia ni un elfo podría esquivar dos flechas, un sudor frío le recorrió el rostro.

Un chasquido y las saetas volaron certeras hasta clavarse en el pecho del silvano. Éste cayó al suelo con una exclamación ahogada. El jinete se acercó y le disparó otras dos veces para asegurarse de dejarle bien muerto. Se dio por satisfecho al ver la sangre manchando los labios de su victima.

Bajando del caballo, el desconocido agarró el cadáver y lo arrojó a las turbulentas aguas del Sirannon. Así se ahorraba futuros problemas. El corcel y su jinete se perdieron en la noche camino de Ost-in-Edhil.

Cuando el ruido de cascos dejó de escucharse, Haldir emergió medio asfixiado del río. De rodillas en la orilla, se arrancó las flechas y abrió la gruesa chaqueta, el resplandor de la luna resultaba maravilloso sobre la cota de mithril.

- Se lo agradeceré a la dama Galadriel, si es que consigo sobrevivir a este viaje – sonrió irónico, torció el gesto al sentir el latigazo de dolor del labio que se había mordido.

Recogió las flechas y las guardó en la bolsa, quizás le ayudasen a identificar en un futuro a su agresor; lo único seguro era que se trataba de un elfo, ninguna otra raza podía disparar dos flechas con semejante precisión. Al parecer la influencia de Annatar era un realidad, tan real como para convertir a un elfo en asesino.

Se quitó la chaqueta y la sustituyó por una holgada camisa y un jubón sin mangas desabrochado, eso sí, se dejó puesta la cota de mithril.

No había dado dos pasos cuando escuchó venir un caballo a galope tendido, justo por donde se marchase el misterioso asesino. Haldir se ocultó en los arbustos y preparó su arco, él no fallaría.

- Vaya nochecita que llevo – pensó con acritud – Pediré un aumento de sueldo -.

La luz lunar incidió sobre montura y jinete, Haldir se relajó, no eran los mismos de antes. Este caballo era blanco y quien lo montaba llevaba la cabeza descubierta, los ígneos rizos se agitaban en la brisa nocturna.

- ¿¡Lothiniel!? -.

La elfa frenó en seco, sobresaltada por la repentina aparición que salió de los arbustos.

- ¡Demonios, Haldir! -.

- ¿Se puede saber qué haces aquí? -.

Ella se percató de la ropa y el pelo mojados del joven ladrón, así como del labio amoratado.

- ¿Qué ha sucedido? – inquirió desmontando.

- Han intentado convertirme en un colador – resumió Haldir - Insisto, ¿qué haces aquí? -.

- Obedezco ordenes, esta es Alqua y te llevará hasta Caradhras – Lothiniel acarició el morro de la yegua – Galadriel sabía exactamente en que momento te atacarían, por eso me envió más tarde, era necesario que nuestro enemigo te creyese muerto -.

- Después de clavarme seis flechas y arrojarme al río creo que me ha dado por más que muerto – observó mordaz – Por cierto, con tantos grandes señores elfos como tiene a su servicio, ¿por qué Galadriel te ha enviado a ti precisamente? -.

- Mi ausencia no resultará extraña, suelo escaparme de vez en cuando y se han acostumbrado a mi peculiar ritmo de vida -.

- Ya veo -.

Haldir se acercó al palafrén y le palmeó el cuello.

- Es más fácil de lo que parece – dijo Lothiniel, adivinando sus pensamientos – Además Alqua es muy buena, no dejará que te caigas ¿verdad? -.

La yegua resopló su asentimiento y golpeó con la testuz al elfo, instándolo a subir a su lomo.

- Vale, confiaré en ti – cedió Haldir.

- Suerte – le deseó la elfa pelirroja.

- ¿Eso significa que no te caigo tan mal? -
.
- No, simplemente deseo que llegues a tu destino para cumplir la misión de mi señora, creído -.

- ¿Ni siquiera te gusto un poquito? -.

- No, pelmazo -.

- ¿Ni un poquitín? -.

Ella no pudo evitar sonreír ante la juguetona actitud del silvano.

- Estás horrible – dijo Lothiniel y rozó con un dedo el labio magullado.

- Al contrario que tú – Haldir retuvo su mano para depositar en ella un beso – Gracias por venir a despedirte -.

- Yo no... – guardó silencio antes de concluir la frase y retiró bruscamente la mano – Vete de una vez -.

El silvano guardó sus pertrechos en las alforjas de Alqua, a excepción del arco y la daga, y le dio un fugaz beso en la mejilla a la impetuosa pelirroja.

- En un mes estaré de vuelta – prometió.

- Más te vale -.

Haldir montó de un salto y se agarró a las crines de Alqua. Miró una última vez a Lothiniel y salió a galope tendido.



N. de A.:

Una aclaración. Lindórinand o Lórinand (Tierra del Valle de los Cantores) es el nombre que recibe Lórien durante la Primera y Segunda Edad. Cuando Galadriel hace crecer los mallorn pasa a llamarse Laurelindórean (Tierra del Valle del Oro Cantor), en la Tercera Edad pasa a ser Lothlórien (Flor de Ensueño) y al final sólo Lórien (Sueño).

Tenna rato!!!^^


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