Historia de la Dama Blanca

22 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Elanta
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29. La Llegada de los Años Oscuros




La Llegada de los Años Oscuros
- ¡¡¡Mensajero de Eryn Galen!!! -.

Galadriel no necesitó oír más para hacer pasar al elfo. Las doncellas de la reina dejaron a un lado sus tareas en los telares y prestaron toda su atención al recién llegado.

El silvano se inclinó ante la Dama Blanca y le tendió un pergamino lacrado. Los ojos de zafiro atravesaron otros azules como un remanso de agua, el emisario se estremeció.

- Frío, emboscadas, jornadas agotadoras, miedo en la oscuridad – la voz de Galadriel parecía un eco del pasado – Has atravesado grandes dificultades para llegar hasta mí, ahora descansa en el Bosque Dorado y que todas tus penas desaparezcan -.

El mensajero realizó una profunda reverencia, respeto y gratitud, antes de abandonar el Claro de los Tejedores.

La reina rompió el sello y leyó la misiva de Thranduil. Los exploradores de Bosqueverde iban mucho más lejos que los de Laurelindórean y, en una de sus últimas salidas, se habían topado con aquello que más temían los elfos desde que Sauron usó el Anillo por primera vez hacía años; los ejércitos del Señor Oscuro empezaban a avanzar hacia el Oeste, pronto sitiarían Amon Thranduil y también el Bosque Dorado se vería aislado.

- Esas nuevas son terribles – dijo Súlima, sentándose junto a Galadriel.

- Una hoja de papel es incapaz de transmitir los sentimientos de quien escribe, sin embargo sé el miedo y sufrimiento que deben acosar a Thranduil porque son un reflejo de los míos; la oscuridad invadiendo nuestros reinos y no saber qué ha sido del ser amado – pensó la dama y añadió en dirección a su amiga – Sabíamos que el día de hoy llegaría, Sauron ha abandonado Mordor y se propone conquistar Endor; resistiremos, y que Sauron se guarde de entrar en nuestro bosque -.

Galadriel dio ordenes de convocar un concilio urgente. Antes de ir a la sala donde se congregaban los miembros del Consejo, ella decidió acudir una última vez al Espejo en busca de información. El agua le mostró la misma imagen de siempre, sombras y llamas. Sus manos se crisparon sobre la base de piedra, desesperada.

- Un nuevo Señor Oscuro se ha alzado sobre las ruinas de su amo y predecesor y amenaza con anegar la Tierra Media con una noche eterna, ¿qué debo hacer?; no soporto la idea de esconderme en el bosque mientras otras gentes sucumben al mal, pero sería un suicidio y un absurdo conducir a mis galadhrim al combate -.

Te dije una vez que tu destino sigue un camino distinto al del resto de príncipes noldorin.

Esa voz... Galadriel se concentró por entero en el Espejo y vació su mente.

Valar, Maiar y Quendi están atados al destino intrínseco de Eä, no pueden eludirlo aunque lo deseen y luchen contra todas las profecías.

- Lo sé, lo recuerdo -.

A los Edain Eru les regaló un don, el de la Muerte, y con él la libertad de forjar su propio sino...

- Sólo un mortal puede torcer los designios de los inmortales – la mirada de Galadriel se iluminó.

- Mi señora – Amdír aguardaba en las escaleras – Os esperan -.

La firmeza de la reina dio esperanzas a los elfos que conformaban el Consejo. Debatieron la organización de las defensas, el amurallamiento de Caras Galadhon, el avituallamiento... nada podía ser dejado al azar.

- Yo llevaré el mensaje a Eregion -.

Todos miraron a Haldir. El joven silvano había acompañado a Fanar por ser uno de los exploradores que más se alejaban del bosque y que mejor conocían las tierras salvajes.

- En cuanto los naugrim se enteren de lo que se avecina cerraran las puertas de Khazad-dûm, es muy probable que quedes atrapado al otro lado – advirtió Galadriel.

- No tengo miedo – afirmó realmente convencido.

- Es fácil decir que no se tiene miedo a un dragón estando a salvo en el hogar, ¿seguirá igual de firme el caballero cuando entre en la oscuridad del cubil de la bestia? -.

- No os defraudaré – insistió Haldir – Si los enanos me cierran el camino de vuelta iré con vuestro esposo, el Señor Celeborn necesitará toda la ayuda que pueda reunir ante la presente situación; y puedo intentar conseguir información del paradero del caballero Elrond y la dama Eirien -.

- En verdad te agradecería semejante favor Haldir, pues temo que algo horrible haya podido acaecerles a uno de los dos – Galadriel cruzó las manos sobre su regazo y bajó la voz – No consigo llegar hasta ellos con mi mente, el poder de Sauron ha crecido de tal manera gracias al Anillo que ha cubierto todo de sombras, el mundo visible y el invisible -.

- Los encontraré para vos, mi señora – prometió Haldir.

“...cuando las cosas están en peligro: alguien tiene que renunciar a ellas, perderlas, para que otros las conserven...”

Galadriel agitó levemente la cabeza en un intento por disipar las voces. Ella necesitaba una visión, algo que poder interpretar, no ecos del pasado y el futuro.

- ¿Os encontráis bien? – interrogó Turlindë.

- El Destino se estremece y mi poder con Él – explicó la reina.

Los Valar los conocen como los Segundos Nacidos...

- Señora, sólo designad al emisario y nosotros nos encargaremos del resto, necesitáis descansar – intervino Amdír.

- Dime Haldir, ¿te sientes capaz de cumplir esta difícil tarea? -.

- Sí, mi señora, haré aquello que deseéis aunque me cueste la vida – aseguró el silvano.

- Esperemos que no sea ese el precio que pagues por tu lealtad y tu valor -.

Galadriel le entregó el pergamino a Haldir y se retiró de la reunión abrumada por aquellas voces, unas conocidas procedentes del pasado, otras desconocidas del futuro. Las frases se mezclaban inconexas, mensajes incoherentes que dejaban a su paso un rastro de angustia y desasosiego.

- Una terrible desgracia se avecina, más terrible que los sucesos en Doriath o Sirion, estos son en verdad años de oscuridad -.

“Pero no nos atañe a nosotros dominar todas las mareas del mundo, sino hacer lo que está en nuestras manos por el bien de los días que nos ha tocado vivir...”



La brisa temprana agitó los rubios cabellos. El viajero respiró hondo, deleitándose con el olor del mar y su sonido cada vez más cercano. Los primeros rayos de sol arrancaron destellos a las aguas turquesas de la bahía y a la ciudad madreperla que se levantaba a ambos lados de la desembocadura del río.

- Mithlond, al fin – suspiró Eirien.

A paso rápido cruzó los campos y llegó a los Puertos cuando el sol brillaba en todo su esplendor.

Las calles bullían de actividad, en ellas se mezclaban elfos y edain conviviendo en perfecta armonía. En los muelles los blancos y gráciles navíos teleri estaban acompañados por los más pesados buques numenóreanos. Mithlond, la Perla Élfica de las ciudades, era un derroche de luz y alegría.

Algunos viandantes escrutaban curiosos a la sinda de ropajes verdes y castaños, manchados por la vida a la intemperie durante los más de diez meses que había durado su odisea.

El palacio blanco de Gil-galad, Señor de los Noldor, se alzaba sobre los acantilados al norte de la ciudad mientras el palacio de Círdan, Señor de los Teleri se encontraba al sur, al otro lado de la desembocadura del Lhûn. Eirien se dio a conocer a los guardias y fue de inmediato conducida a una de las hermosas estancias, la terraza abierta a los vientos del Oeste.

- Eirien, mae govannen, haira lúmello! -. (cuánto tiempo!)

La reina sinda realizó una somera reverencia y, entre risas de alegría, dejó que Gil-galad besara sus manos.

- Almarë alta Táro Eldaron -. (Salud, gran Señor de los Elfos).

- ¿Qué te ha traído hasta Mithlond, señora de Eryn Galen? – preguntó el noldo – Algo urgente para que hayas solicitado una audiencia inmediata sin siquiera descansar -.

- La paz que disfrutáis aquí en Lindon es sólo un lejano recuerdo para aquellos que vivimos más allá de las Montañas Nubladas, un nuevo mal se ha alzado en la Tierra Media -.

- Esas son malas noticias y confirman los informes que han estado trayendo mis exploradores, dicen que extrañas criaturas se mueven al cobijo de la oscuridad fuera de los límites de mi reino -.

- Así es, muchos mensajeros fueron enviados a Lindon y ninguno regreso con vida, los servidores del Enemigo se han multiplicado y los caminos ya no son seguros, grandes penalidades he atravesado para llegar hasta ti -.

- Acompáñame – dijo Gil-galad – Deseo que mis consejeros escuchen tu historia -.

Mientras Gil-galad daba indicaciones a uno de sus sirvientes para que se convocara una reunión, Eirien se asomó por uno de los grandes ventanales. Desde allí observó a dos elfos entrenándose en el manejo de la espada; sin duda eran hábiles, de movimientos fluidos como si interpretasen una danza largo tiempo atrás aprendida, un regalo para la vista.

- Ven, interrumpámoslos – sonrió Gil-galad.

Bajaron unas escaleras y salieron a los soportales del patio. Los combatientes no se percataron de su presencia.

- Caballeros, el rey solicita vuestra atención -.

Ambos frenaron en medio de una estocada y saludaron alegremente a la inesperada visitante.

- Aiya caballero Glorfindel y caballero Elrond – correspondió la reina sinda – Es un auténtico placer veros de nuevo -.

Después de intercambiar algunas palabras, Gil-galad les informó de los problemas en el Este.

- Ahora entiendo el prolongado silencio en las cartas de la princesa Celebrían... y del señor Celeborn – comentó Elrond.

- He convocado a todos al Concilio, así Eirien podrá relatarnos los detalles -.



En torno a una mesa de madera clara, con una estrella grabada en su superficie, se reunieron los consejeros para escuchar las noticias que portaba la recién llegada.

Allí estaban Glorfindel, de blanco resplandeciente y una risueña expresión en el rostro, Elrond, silencioso y grave y una estrella le brillaba en el pecho, Círdan, el Señor de las Falas cuyo aspecto era más el de un venerable rey de los Hombres que el de un señor de los elfos, Erestor, un severo y sabio eldar de cabellos negros, y otros tantos consejeros más, a cual más noble y hermoso. Pero, por encima de todos, se alzaba la majestad de Gil-galad, ataviado con los azules del mar y el oro del sol sobre las olas, su aspecto no había cambiado desde que Eirien le conociera, sólo a través de sus ojos alguien podría dilucidar las penurias y sucesos felices que llenaban el pasado del Señor de los Noldor.

- Almarë meldor, nos hemos reunido para escuchar a nuestra hermana de Eryn Galen – con un gesto señaló a su huésped – Para aquellos que no la conocen, os presento a Eirien Cúthalion, Reina de Bosqueverde -.

- Es un honor encontrarme ante los grandes de Lindon – Eirien se levantó, su ropa de viaje había sido sustituida por un vestido verde ribeteado de blanco – Llego a vosotros en una hora aciaga, en el Este se revuelve una nueva amenaza, un Señor Oscuro heredero de la maldad de Morgoth que desea esclavizar a todos los Pueblos Libres y hacer suya toda la Tierra Media. Cuando partí de Laurelindórean la situación era prácticamente insostenible, es casi seguro que mientras hablamos aquí los ejércitos de Sauron hayan iniciado su avance hacia el Oeste -.

- Es doloroso saber que el asesino del noble rey Finrod Felagund sobrevivió a la Guerra de la Cólera – dijo Erestor - ¿Cómo llegó Sauron a alcanzar tanto poder? -.

- Se presentó en Eregion bajo una hermosa apariencia y un nombre no menos bello, Annatar, Señor de los Dones -.

- ¡Annatar era Sauron!, ¡ay, presiento que esta guerra no será ganada a no ser con grandes perdidas y dolor! – se lamentó Gil-galad – Galadriel no debió ceder nunca a las presiones del Gwaith-i-Mírdain, mas de nada sirve ahora pensar en lo que pudo haber sido, debemos pensar como atajar el mal y derrotarlo para siempre -.

- Será difícil – afirmó Eirien – Mientras estuvo en Ost-in-Edhil, Sauron enseñó muchas nuevas técnicas de forja a los mírdain pero no fue menos lo que él aprendió del maestro Celebrimbor; entre los dos crearon los Anillos de Poder, joyas que otorgan fuerza, dominio y prolongan la vida de sus portadores además de otros tantos poderes particulares. Con este conocimiento Sauron forjó él sólo un Anillo de poder superior al resto, así ahora puede controlar a todos los demás -.

La reina sinda sacó la cadena de oro dónde traía a Narya y Vilya y les mostró a los consejeros los Anillos del Fuego y el Aire.

Un Anillo para gobernarlos a todos,
un Anillo para encontrarlos,
un Anillo para atraerlos a todos
y atarlos en las tinieblas.

Las palabras encogieron los corazones de los presentes.

- Estos son dos de los Tres Anillos Elfos, Celebrimbor se los envía al Rey de los Noldor y la dama Galadriel le recomienda que no los use mientras Sauron tenga el Único - Eirien se acercó a Gil-galad y le colgó la cadena con las alianzas del cuello – Cuando acabe la guerra decidid qué hacer con ellos -.

- Volviendo a nuestra mayor preocupación, Eirien ¿cuál crees que sea el primer objetivo de Sauron? – interrogó Gil-galad.

- Eregion sin ninguna duda – aseveró ella – El Enemigo desea hacerse con los otros Anillos y destruir a Celebrimbor -.

- Es como yo pensaba... Elrond -.

- ¿Aran meletyalda? -.

- Llevarás una parte de nuestro ejército a Eregion para ayudar a sus gentes, habrás de aguantar hasta que estemos lo suficientemente pertrechados como para iniciar una ofensiva directa contra Sauron -.
- Cumpliré de inmediato con vuestras ordenes – dijo el medioelfo – Partiré en cuanto estén listos mis elfos -.

- Meletyalda, ¿me permitiríais acompañar a Elrond? – solicitó Glorfindel.

- Si ese es tu deseo no tengo ningún inconveniente -.

Elrond sonrió agradecido a su amigo. El cometido que tenía entre manos era lo más difícil a lo que se había enfrentado hasta el momento y tener junto a él a alguien de confianza como Glorfindel le daba mayor seguridad.

- Círdan, que tu nave más veloz parta de inmediato hacia Númenor con un mensaje para Tar-Minastir – ordenó Gil-galad – La amenaza de Sauron no sólo recae sobre los Elfos; Humanos y Enanos también habrán de responder a la llamada de la guerra -.

- Los numenóreanos os seguirán a la batalla, no lo creo así de los enanos – juzgó Eirien – Son seres demasiado egocéntricos, no saldrán de sus ciudades subterráneas a no ser que se hallen ante un peligro inminente -.

- Si el poder de Sauron es como creo imaginar, entonces todos los Pueblos Libres se encuentran ante un peligro inminente, ni los naugrim podrán huir a la ira del Señor Oscuro ocultándose bajo tierra -.

Elrond escuchó la breve discusión entre su rey y Eirien, y por alguna extraña razón se vio incapaz de compartir la opinión de Gil-galad. Algo en su interior le advertía que un gran desastre estaba por acaecer, y que los enanos tendrían algo que ver en ello.



- Han entrado un centenar, en dos horas llegarán al Celebrant – dijo el elfo y con un siseo añadió – Están prendiendo fuego a los árboles -.

- Bien, dejad que se acerquen y que algunos guardabosques intenten sofocar las llamas -.

Galadriel tomó su arco y daga, preparada para dirigir la defensa de su amado bosque frente a los ejércitos del Señor Oscuro. Ella se encargaba de la frontera sur del Naith, el corazón del reino, que lindaba con el Celebrant. Al oeste siguiendo el curso del río, en la región del Nimrodel, se había apostado Fanar con otra parte de los guerreros galadhrim; y al norte Amdír custodiaba las fronteras cerca del Anduin.

Los pocos habitantes que no podían o no sabían combatir habían dejado Caras Galadhon y se refugiaban en esos instantes en una colina bosque adentro y en flets dispersos su alrededor.

Sentada en un talan junto al Celebrant, Galadriel miraba los retazos del cielo nocturno entre las doradas hojas del mallorn y pensaba en su familia; desde que empezasen los primeros ataques hacía seis meses no había dejado de rogar a los Valar e Ilúvatar por ellos.

Los primeros gruñidos y gritos. La Dama Blanca emitió una serie de trinos y un centenar de arqueros apuntaron a la otra orilla. Los elfos señuelo atravesaron el río por un par de cuerdas tendidas a tal fin y luego las cortaron y subieron a los árboles con sus compañeros.

Oscuras formas surgieron entre los árboles como si de un hervidero de hormigas se tratase; al topar con la plateada corriente emitieron un coro de rugidos de frustración. De inmediato las hachas resplandecieron a la luz de las estrellas, los troncos serían un puente perfecto.

En ese instante un coro de trinos respondió a los gruñidos y una lluvia de flechas surcó la oscuridad. Ni un solo hacha rozó los árboles y ni un solo orco salió con vida del bosque esa noche.

- Aseguraos que todos están muertos y luego llevadlos fuera del bosque – ordenó Galadriel.

- Cada vez vienen más – renegó Haldir saltando del talan al suelo.

Era cierto, según las últimas noticias el poder de Sauron se extendía rápidamente; el Anduin era ahora tierra de nadie, la frontera de una guerra que cada vez alcanzaba mayor proporción. Los elfos de Thranduil apenas conseguían mantener fuera de Bosqueverde a las bestias y las arañas se habían apoderado del sur del bosque.

Dentro de poco Sauron se lanzaría a la conquista de Eregion. Haldir había conseguido ir a Ost-in-Edhil e informar a Celebrimbor y Celeborn de los avances del enemigo; cuando Sauron asaltase Eregion los elfos estarían preparados pero Galadriel no sabía si tendrían la fuerza suficiente como para soportar un ataque de todo el ejército del Señor Oscuro.

- Estableced turnos de guardia cortos, quiero que todos estén descansados para repeler el próximo ataque – fue la decisión que la reina comunicó a los jefes de tropa – También quiero mensajeros que me mantengan informada de lo que sucede en los otros dos frentes -.

- Tarinya -.

La dama descendió del talan para hablar con Lindir mientras los guerreros elfos cumplían sus ordenes.

- ¿Qué habéis descubierto? -.

- El Sur está tomado, los habitantes de Calenardhon y otras comunidades de hombres han sucumbido al poder de Sauron; nos fue imposible ir más allá de las Montañas Blancas pues habría sido un auténtico suicidio – el noldo de rostro de halcón agitó la cabeza, desolado – Gildor y sus compañeros han atravesado el Paso del Sur y se dirigen a Eregion para advertirles del ataque, no creo que los ejércitos de Mordor tarden más de dos meses en llegar a las puertas de Ost-in-Edhil. Señora, lo poco de Bosqueverde que Thranduil consigue proteger y Laurelindórean son las únicas tierras libres a este lado de las Montañas Nubladas, ¡estamos sitiados! -.

- Lo sé Lindir – replicó Galadriel, inalterable – Y te puedo asegurar que la situación empeorará -.

- ¿Empeorar?, ¿queréis decir que Eregion... que Eregion...? – Lindir se sentía incapaz de terminar aquella pregunta.

- Antes que todo esto acabe toda la Tierra habrá de pasar por la hora más oscura, justo aquella que precede a la salida del sol – dijo ella observando como trasladaban los cuerpos de los orcos – Lo que no puedo alcanzar a ver es qué o a quienes perderemos en el camino -.



En mitad de la noche cinco sombras grises llegaron a las puertas de la casa de Celebrimbor. El único criado del rey abrió y parpadeó sorprendido al reconocer los hermosos rostros bajo las capuchas.

- Danil, déjanos pasar, es urgente -.

- Ah, sí, lo siento – se hizo a un lado – Adelante nobles señores... tomad asiento en el salón mientras aviso a su majestad -.

Celebrimbor entró ataviado con unas sencillas ropas blancas y fue directo a saludar a su antiguo rey.

- Mae govannen Celeborn ar almarë meldor -.

- Olvida los formalismos Celebrimbor, la situación es grave – lo atajó Fendomë – Creo que conoces a Gildor Inglorion -.

- Sí, os envíe hace tiempo con ciertas joyas y un mensaje; me alegra ver que conseguisteis llevar a cabo mi solicitud, contáis con mi gratitud – asintió el señor herrero.

- No os alegrará tanto verme cuando conozcáis las noticias que porto – replicó bruscamente Gildor – Sauron ha conquistado casi todo al Este de las Montañas Nubladas y el Sur ha corrido idéntica suerte, en menos de veinte días tendréis los ejércitos del Señor Oscuro llamando a vuestras puertas -.

El rey noldo miró entonces a las dos elfas que acompañaban a los tres caballeros, Mírwen y Celebrían.

- Quiero que todos os marchéis de Ost-in-Edhil -.

- ¡No pienso huir como un cobarde! – protestó Fendomë.

- ¡Y yo no permitiré que pongas tu vida en peligro una segunda vez! – los ojos grises de Celebrimbor relampaguearon – Ninguno de vosotros permanecerá en Eregion, demasiado habéis sufrido ya por mi obsesión y mi locura -.

- Celebrimbor... -.

- No Fendomë, ni lo intentes; advertiré a otra decena de elfos que merecen estar lejos de aquí – su expresión se suavizó – Caballero Celeborn, sería mi deseo que fueseis el guía de ese grupo de elfos y que los llevaseis al Noroeste, a Lindon -.

- Decidles que se reúnan conmigo en Telpëmár – dijo el sinda.

- Hantalë -.

Mírwen observó preocupada la expresión enojada y rebelde de su esposo, intuía que cometería alguna locura por proteger a su amigo y hermano. Le cogió de la mano en un intento por tranquilizarle.

Celebrían se mantenía a parte del diálogo. Tenía un miedo atroz a lo que se avecinaba, aunque sabía que ella se encontraría lejos de Eregion en el momento que empezase la batalla. Añoraba a su madre y a Elrond, los luminosos días en Ost-in-Edhil cuando su única preocupación era conseguir un nuevo juguete, y su ilusión ante las visitas del medioelfo y sus historias de los Días Antiguos.

Celebrimbor y Celeborn terminaron de ultimar detalles y se despidieron amigablemente, algo que el elfo sinda agradeció pues siempre había sentido auténtico aprecio por el joven príncipe noldo que se rebelaba contra su padre para apoyar a Finrod.

- Pase lo que pase, puedo afirmar que es un honor contarte entre mis amigos señor herrero – sonrió Celeborn.

- El sentimiento es mutuo – la expresión de Celebrimbor era un reflejo del elfo de cabellos plateados – Nai Eru varyuva len -.(Que Eru te guarde)

- Elbereth kaluva tielyanna -.( Que Elbereth ilumine tu camino)

Celeborn y Celebrían abandonaron la casa seguidos de Gildor.

- Sabes que no voy a obedecerte -.

El señor herrero miró a Fendomë, sereno como jamás lo había estado. Era consciente de cómo el destino se cerraba en torno a él, la Maldición había arrojado su red y obtendría su presa; lo sabía desde el instante que su mirada se cruzó con la de Galadriel bajó los dorados mallorns. Condenado a morir por tormento y por dolor, por fin entendía el alcance de aquello que sucedió en Valinor antes que él naciera.

- Obedecerás – afirmó Celebrimbor – Yo defenderé Ost-in-Edhil y se quedaran aquellos que lo deseen, mas tú partirás con Mírwen, al menos te debo eso -.

- No, hice un juramento -.

- ¿Juramento? – interrogó conmocionado el rey noldo, su pregunta tuvo su eco en Mírwen.

- Juré protegerte a riesgo de mi propia vida cuando tú aún eras un niño -.

- Te libro gustoso de tu juramento -.

- No puedes – sonrió Fendomë – Estoy atado a tu destino Celebrimbor, te guste o no -.

- Fendomë – suplicó la dama de ojos verdes – Escucha a tu señor, hazlo por mí -.

- Te advertí un día que no sería un buen esposo – replicó irónico el elda – Sin embargo me encargaré que Celeborn te lleve a Lindon con él -.

- Si tú te quedas yo también, pues si tú formulaste un juramento no es inferior al que yo hice cuando yacías en tu lecho de muerte – replicó desafiante Mírwen.

- ¿¡Qué!? -.
- Ante Elbereth e Ilúvatar jure que permanecería contigo así en la vida como en la muerte, el destino de Celebrimbor es el tuyo y el mío, todos estamos atados -.

El rostro de Fendomë cobró un repentino color entre blanco y verdoso.
- Galadriel tenía razón, soy una Maldición ambulante – dijo el señor herrero – Piensa lo que vas a hacer Fendomë, por mi parte te eximo del cumplimiento de tu juramento; no hay deshonra en tu partida, con ella salvarás a la persona que amas -.

- Y perderé al que quiero como un hermano -.

- No, yo os perdí a Aegnor y a ti cuando cedí al poder de Annatar, os traicioné de la peor forma posible y no merezco que arriesgues tu vida por mí -.

El elda permaneció callado, sopesando la decisión a tomar. Desesperado, llegó a la conclusión que daba igual que camino escogiese, no podía salvar a Celebrimbor y a Mírwen.

- Como ha dicho mi querida Mír, todos estamos atados por un juramento – respiró profundo y añadió – Nos quedamos contigo en la ciudad -.

- Si te arrepientes no dudes en escapar, aunque me temo que una vez comience el ataque la huida será imposible -.

La pareja cogió las capas y se fueron a su casa. Celebrimbor se paró ante una ventana para verlos marchar. Tenía que encontrar la manera de obligarles a dejar la ciudad.

- Señor -.

- Dime Danil -.

- ¿Cree posible que venzamos a los ejércitos de Sauron? -.

- Los elfos derrotarán al Señor Oscuro como en la Edad pasada -.

- ¿Por qué está entonces tan triste? -.

- Porque no creo que yo esté aquí para verlo -.


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