Historia de la Dama Blanca

22 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Elanta
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15. La marcha de los Sindar




Lentamente se puso la túnica corta y las calzas. Luego el cinturón y las botas. Por último el medallón con el emblema de su cargo, Consejero Supremo Sinda de Ost-in-Edhil.

Al mirarse en el espejo, Thranduil se sintió extraño. Pertenecía a una de las familias de más alto linaje de Doriath, siempre había llevado costosos ropajes y joyas, nada de lo que veía en el espejo debería haberle resultado extraño. Él sabía por qué se sentía así, se estaba vistiendo para asistir a una reunión en la que traicionaría a las personas que más amaba.

- Jamás debí consentir que convocaran la reunión, jamás... -.



Días antes, durante una de las sesiones del Consejo, se produjo un desafortunado incidente.

- Hoy nos hemos reunido aquí para tratar un tema de máxima gravedad, los naugrim – fueron las palabras de Celeborn que abrieron el debate – Hemos de establecer los límites de nuestros tratos con ellos -.

- Si limitamos nuestra relación con los naugrim o con los edain la ciudad no prosperará – replicó Galadriel.

- Ya empezamos – susurró Eirien al oído de su esposo – Deberíamos ponerles en el patio y dejar que se pelearan un rato, a ver si se les pasa ese maldito enfado -.

- Sería un error, Galadriel destrozaría a Celeborn – sonrió Thranduil.

- Nuestro comercio depende en gran medida de los enanos, ellos producen en sus forjas objetos que, de otra manera, tendríamos que importar desde Lindon – opinó Alyador, señor de los comerciantes.

- ¿Tan caro resultaría? – preguntó Thranduil.

- Las dos rutas que nos ponen en contacto con Lindon una va por mar y la otra a través de las Ered Luin, la primera resulta cara y la segunda es prohibitiva – explicó Alyador – Eregion aún no es lo suficientemente rico y poderoso como para permitirse ese tipo de comercio a gran escala -.

- ¿Por qué no dejamos de dar mil y un rodeos y encaramos el verdadero problema? – les interrumpió la reina – Los sindar no soportáis a los naugrim y ellos no os soportan a vosotros, esa es la cuestión -.

- Hay aspectos en los que no podemos ceder, Altáriel – replicó Celeborn – En el último mensaje que recibimos, prácticamente exigían que los sindar se marchasen de Eregion para seguir comerciando -.

- Es por la forma que tienen de expresarse, además, yo nunca cedería a una petición de semejante índole -.

- Sin embargo los sindar dudan de ti – dijo Thranduil – Creen que para ti es más importante la grandeza de tu reino que ellos, cada vez llegan más noldor y silvanos a Ost-in-Edhil y los Elfos Grises sienten que se están convirtiendo en una minoría despreciada -.

- Eso no es verdad – la voz de Galadriel reflejaba tristeza – Los sindar han sido y son mi familia a este lado del Gran Mar, siempre los he defendido y protegido, ¿por qué iba a abandonarlos ahora? -.

- Ambición – sentenció Eirien.

- ¿Ambición? -.

- En el fondo no eres distinta al resto de tu Pueblo, tienes un sueño por cumplir con respecto a Eregion, y si alguien no se adapta a tu sueño tendrá que marcharse -.

El resto de consejeros guardó silencio, aquel era un conflicto que debían dirimir los reyes y los dos sindar.

- ¿Qué respondes a eso, Altáriel? – inquirió Celeborn – Desmiente algo que sabes que es cierto. Has estado tan preocupada por asentar y engrandecer el reino que no te has percatado de estar perdiendo a parte de tu Pueblo -.

- No permitiré que las presiones de los enanos sigan dañando el corazón del reino, esta vez seré yo quien ponga las condiciones, veremos si continúan insultando a los sindar cuando se encuentren sin las provisiones de trigo y cebada para el invierno -.

Thranduil y Eirien se dieron por satisfechos. Conocían a Galadriel y confiaban en su palabra, además sabían cuanto les apreciaba la dama.

No sucedió igual con Celeborn, su expresión parecía decir “ya veremos”.

Una vez concluyeron las deliberaciones, el Consejo se retiró y cada cual retomó sus correspondientes obligaciones.

En los soportales de la Sala del Consejo, Eirien y Galadriel estaba decidiendo a qué hora quedar para cenar ellas dos y sus maridos, cuando Celebrimbor se aproximó.

- Disculpad, ¿puedo hablar un momento con vos, Ninquenís? -.

- Sí, dime -.

- Tenemos problemas de abastecimiento -.

- ¿Otra vez? -.

- Sí, a este paso nunca terminaremos el Mírdaithrond – el maestro herrero se veía desesperado – Necesitamos mithril y también laen para aislar las estancias -.

- El contrato con los naugrim especificaba que tendríais los materiales esta semana sin falta – replicó Galadriel, desconcertada – Nunca se retrasan -.

- Exactamente, no se han retrasado – dijo Celebrimbor – Envié a Aegnor para que averiguase qué sucedía, al parecer los enanos se niegan a aumentar las cotas de producción que nos entregan -.

- ¿Por qué? -.

- Los sindar – resumió él.

- Acompáñame a casa, necesito tu consejo – indicó la dama – Eirien, tendremos que dejar la cena para otro día -.

- No hay problema, nos vemos mañana -.

La hija de Beleg Cúthalion observó como los noldor desaparecían calle abajo. Empezaba a dudar de las palabras de Galadriel.

- ¿Sucede algo? – interrogó Thranduil al ver la expresión enojada de su esposa.

- No me esperes para cenar, es posible que llegue tarde -.

- ¿Y eso? -.

- Tengo un trabajito pendiente – sonrió maliciosa y le dio un beso – Mañana te lo contaré -.

- De acuerdo, sólo intenta no meterte en problemas -.

El resto del día Thranduil se dedicó de pleno a las tareas burocráticas. Sentado en el despacho de su casa, miraba añorante el exterior y como la luz solar iba extinguiéndose.

- Galadriel tiene razón, el papeleo es un asco -.

Releyó un informe sobre unas telas extraviadas; el proveedor decía que las había entregado y quería que se las pagasen, el tendero decía que no había recibido la mercancía y no quería pagar.

- Un auténtico asco -.



La noche se deslizó suavemente sobre Ost-in-Edhil. Una furtiva sombra trepó las murallas que daban al Jardín Occidental. Evitando la luz de los fanales y a los escasos guardias, se coló en el patio de la casa de los reyes.

Allí trepó a un árbol. Lanzó una soga al techo del edificio, hábilmente la enganchó a la chimenea; el otro extremo lo anudó firmemente al tronco y entones se deslizó por la cuerda.

Encaramada a una ventana, asistió a la conversación entre Galadriel y Celebrimbor. No conseguía entender todo, sólo que la dama no veía salida al problema de los naugrim y los sindar. El maestro herrero intentaba aportar su punto de vista, sabía cuanto quería Galadriel a los Elfos Grises pero con ellos en la ciudad los enanos se negarían en redondo a comerciar.

Luego la discusión saltó a otros temas. Le extrañó mucho esa familiaridad que mostraban el uno con el otro, estaba por apostar que Celebrimbor le estaba tirando los tejos a la reina, aunque ella no parecía prestarle atención preocupada como estaba.

El príncipe noldorin tomó entonces las manos de la dama y las besó. Aquello empezaba a salirse de castaño oscuro. Del sobresalto la sombra furtiva perdió pie y por poco se despeña.

- He oído un ruido en la ventana -.

- ¿Seguro? -.

Agarrada precariamente, se pegó a la pared todo lo que pudo deseando poder convertirse en parte de ella. Celebrimbor se asomó y una oportuna lechuza se posó en uno de los árboles.

- Sólo era una lechuza -.

- Que extraño, juraría que he sentido la presencia de alguien -.

La sombra furtiva recordó que debía respirar. Volvió a trepar, está vez con el firme propósito de marcharse, ya había oído y visto lo suficiente; si Galadriel estaba enfadada con Celeborn y decidía enrollarse con Celebrimbor no era asunto suyo, ella estaba allí para ayudar a los Sindar. Sin embargo se asomó de nuevo a la ventana, muerta de curiosidad.

Celebrimbor estaba contándole a Galadriel como eran sus talleres en Nargothrond. Ella hizo un comentario sobre Finrod y la conversación se volvió más personal, cada uno recordando momentos vividos junto al hermano de la dama. Ese no era el tipo de temas que uno trataba con un súbdito, Galadriel sólo tenía esa confianza con Celeborn y Thranduil, y quizás Valglin; no, definitivamente entre esos dos había algo raro, y si no lo había estaba por haberlo.

La reina se levantó y condujo a su invitado a la habitación colindante. La sombra furtiva había superado la sorpresa para instalarse en un estado mezcla consternación y susto, ¡aquel era el dormitorio!.

Procedió a desplazarse de ventana, no obstante la pared de la casa tenía otros planes. Una mano resbaló en su asidero y, misteriosamente, su compañera y los pies decidieron solidarizarse con ella; la sombra furtiva cayó al vacío y fue a desplomarse sobre unos setos. Cuan no fue su sorpresa al encontrarse con Celeborn delante suyo, una expresión de absoluta estupefacción en el rostro.

- ¿Eirien? -.

- Sí, bonita noche, ¿verdad? -.



Las luces de la calle se encendieron. Thranduil echó mano de una lámpara. Aburrido, hizo el caballito con la silla mientras leía el siguiente expediente.

- ¡¡¡Thranduil!!! -.

- ¡Aaaah... auch! -.

El elfo, esturreado por los suelos después de darse el costalazo padre, miró a su esposa con cara de pocos amigos.

- ¿Dónde está el balrog, si puede saberse? -.

- Lo siento – sonrió Eirien, demostrando poco arrepentimiento.

- Sí, sí – masculló Thranduil, frotándose la espalda - ¿Qué ocurre? -.

- Hay que convocar una reunión del Consejo Sindarin -.

- Supongo que me explicarás el motivo -.

- Galadriel no puede cumplir lo que nos prometió sin condenar a Ost-in-Edhil, los naugrim han exigido que se excluya del gobierno a cualquier elfo de ascendencia sindarin o dejarán de abastecernos -.

- ¿¡Qué!?, ¿y qué hay del sistema de presión que ha sugerido Galadriel? -.

- Los enanos pueden permitirse comprar la comida a las tribus humanas que habitan del otro lado de las Montañas Nubladas, aceptan nuestros recursos agrícolas sólo por apoyar un comercio que saben, a la larga, les beneficiará, sobre todo tras la llegada de los mírdain -.

Thranduil se quedó absorto mirando al vacío.

- ¿Qué sugieres que hagamos, Eirien?, quiero saberlo antes de convocar al Consejo -.

- ¿Recuerdas cuando nos escapamos el año pasado? -.

- Sí, nos dirigimos al Noreste, atravesamos las Montañas Nubladas por el Cirith Carhadras – evocó Thranduil – Pasamos el verano en compañía de los elfos de los bosques, jamás creí que vería unas arañas tan grandes -.

- Disfrutamos y nos sentimos como en casa, Bosqueverde nos hizo recordar los alegres tiempos en Doriath; ¿por qué no llevamos allí a nuestra gente?, los silvanos no nos lo impedirían, hay espacio de sobra para todos -.

- ¿Marcharnos? – él se pasó una mano por el rubio cabello.

- Aquí no nos quieren, no nos necesitan; si permanecemos en Eregion lo único que conseguiremos es enemistarnos con personas a las que amamos – Eirien tomó las manos de su esposo y le miró a los ojos – Yo no quiero acabar odiando a Galadriel, Rasadan o a Valglin, ¿y tú? -.

- No, no quiero – respondió, la resolución brillando en su mirada azur – De acuerdo, convoca al Consejo, someteremos este asunto a votación -.

Eirien le abrazó durante unos instantes, intentando darle fuerza y confianza, luego salió a la misma velocidad que había entrado... y volvió a entrar.

- Por cierto, casi se me olvida, Galadriel está liada con Celebrimbor -.

- ¿¡¿¡¿¡QUÉ!?!?!? -.

- Lo descubrí por accidente, cuando escuchaba la conversación de los dos, será mejor que no se lo contemos a nadie más -.

- Eirien, Celeborn es como mi hermano – protestó Thranduil.

- No te preocupes, a Galadriel se le pasará el enfado, quiere demasiado a Celeborn como para cambiarlo por otro – sonrió antes de marcharse.



- Jamás debí consentir que convocaran la reunión, jamás... -.

Se echó la capa sobre los hombros y bajó al salón, allí le esperaba Eirien para acudir a la asamblea secreta.

Las calles de Ost-in-Edhil nunca estaban desiertas, los elfos aguantaban días enteros sin descansar, así que se podía ver casi el mismo bullicio durante el día que por la noche. Nadie pareció reparar en Thranduil y Eirien.

El lugar escogido para la reunión era un gran almacén en la Ciudad Media, el tamaño del edificio permitiría que asistiera una amplia representación de los Elfos Grises.

Thranduil sería quien presidiría al Consejo, tomarían parte activa los señores de cada Casa y el resto de sindar podían solicitar ser escuchados aunque su voto no se tendría en cuenta.

Cuando estuvieron presentes todos los príncipes, Eirien tomó la palabra y relató punto por punto la conversación entre Celebrimbor y Galadriel. Hay que decir que aquello era toda una hazaña, pocos elfos admitirían haber espiado a otro de su raza y, mucho menos, habrían sido capaces de permanecer encaramados horas a una ventana con cuatro metros de caída libre a sus pies y la posibilidad de ser descubiertos en cualquier momento. Claro que sólo ella sabía lo interesante y prolífico que había resultado su espionaje.

Eirien dejó bien clara la frustración de la reina al no poder remediar la situación, Galadriel amaba a los Sindar, el Pueblo con quien había vivido toda la Primera Edad y entre quien había escogido a su esposo; sin embargo el reino de Eregion corría peligro de desaparecer y, con él, el sueño de la Dama Blanca.

- La Dama Galadriel protegió y guió a nuestra gente cuando Dior murió, luchó por nosotros en cada una de las guerras en que nos vimos envueltos, incluso cuando fueron contra los Noldor, su propio linaje – proclamó Eirien – Ella nos lo ha dado todo, yo digo que es hora de devolverle algo -.

- ¿Qué es lo que sugieres? – interrogó uno de los nobles.

- Los Sindar debemos irnos de Eregion -.

Se formó un auténtico desbarajuste entre los asistentes. Gritos, insultos, aclamaciones, todo estalló al tiempo.

- ¡¡¡Silencio!!! -.

La autoritaria voz de Thranduil se alzó por encima del alboroto y calmó las voces, aunque no los ánimos.

- Todo el que lo desee podrá hablar, pero de uno en uno, mantengamos un mínimo de dignidad y respeto -.

Durante más de dos horas se debatió el tema. Todos los príncipes estaban de acuerdo en que era necesario partir de Eregion, lo que no querían era irse como si fuesen criminales, exigían marchar pero conservando intacto su honor. Thranduil pensaba igual que ellos, y sabía que sería muy difícil darle solución al dilema.

Una mano se posó sobre su hombro.

- ¿Necesitas ayuda, amigo? -.

- Celeborn... pero ¿qué haces aquí? -.

- Aún soy el rey de los Sindar, aunque creo que ha llegado la hora de ceder ese puesto -.

Celeborn se retiró la capucha que hasta entonces le había ocultado, el silencio cayó como una losa sobre los presentes.

- Aiya antiguo Pueblo de Doriath, he escuchado lo que aquí habéis debatido y os apoyaré en aquella decisión que toméis, pero lo haré como rey de Eregion – con un ligero movimiento se quitó la corona de oro, una hermosa pieza que simulaba hojas en pleno otoño – A partir de este instante los Elfos Grises tendréis un nuevo señor, él os guiará y protegerá, confiad siempre en él y servidle como servisteis a Thingol, Dior, Elwing y a mí -.

Después, con una amplia sonrisa, depositó la corona sobre la cabeza de Thranduil. Él le miró, estupefacto, incapaz de reaccionar.

- Aiya Thranduil aran o Sindar -.(Salve Thranduil rey de los Elfos Grises)

Todos los elfos repitieron el saludo.

- ¿Yo?, ¿por qué? -.

- Lo preguntas como si fuese un castigo, meletyalda – rió Eirien.

- Alguien tenía que ocupar el trono y yo no podía ir con vosotros, eres la mejor elección que podía hacer, sé que serás un buen rey Thranduil – replicó Celeborn – Por cierto, te dije que el destino a veces juega malas pasadas, ¿no eras tú el que juraba que nunca sería rey? -.

- Eres un maldito conspirador, ¿cómo te enteraste de la reunión? -.

- Atrapé a tu esposa cuando se descolgaba por la pared de mi casa, bueno, en realidad casi me cae encima, no tuvieron tanta suerte los arbustos -.

- ¿Tenías que mencionarlo? – renegó Eirien.

- Rectifico, sois un par de conspiradores – protestó abrumado.

- Esto sólo es el primer paso, mañana tendrás que defender a los Sindar en el Consejo de la Ciudad, la única manera de que partáis sin ser humillados es que Galadriel os entregue los típicos regalos de compensación y cerréis un pacto como reyes de vuestros respectivos Pueblos – prosiguió Celeborn – Has de conseguir que ella te trate como un igual, y no va a ser fácil dado el enfado que tiene conmigo... -.

- Y el berrinche que se va a pillar cuando se entere que hemos solucionado el problema sin contar con ella; me hago cargo Celeborn, conozco a tu esposa desde hace tropecientos siglos -.

- Eirien, será mejor que mañana os acompañe Thalos -.

- ¿El sanador? -.

- Sí, no creo que Thranduil sobreviva a la reunión de mañana -.



Al día siguiente, Thranduil acudió a la Sala del Consejo portando la corona de hojas. Disfrutó con las expresiones estupefactas de sus amigos y compañeros, la de Galadriel fue una de las mejores seguramente porque en muy contadas ocasiones había visto sorprendida a la dama.

- Thranduil, explícanos qué ha sucedido –.

- Dama Galadriel, os comunico que el caballero Celeborn ha abdicado como Señor de los Sindar y me ha convertido en su sucesor – respondió él – Lo cierto es que yo soy el primer sorprendido con la situación -.

- Sí, ayer parecía que iba a sufrir una apoplejía – apuntó Eirien.

Aquel comentario relajó un tanto la tensión.

- Mi sincera enhorabuena, vuestro nombramiento alegra mi corazón – fue la replica de Galadriel.

- Gracias, señora -.

Se había enfadado con Celeborn, más de lo que ya estaba, por no avisarla de aquel movimiento, sin embargo se percató al momento del objetivo que tenía su esposo en mente al nombrar rey a Thranduil y hubo de reconocer que era una salida idónea en la que ella no había reparado.

- Hoy debemos decidir qué hacer con el problema de los naugrim, tarinya – recordó Valglin.

- No será necesario – le atajó Thranduil – Dentro de unos días el conflicto con los enanos desaparecerá -.

- ¿Cómo? – preguntó Arvairë.

- Mi Pueblo añora los bosques de Doriath, en el último año hemos estado buscando un lugar semejante y por fin lo hemos encontrado; al otro lado de las Montañas Nubladas hay una gigantesca extensión plagada de hayas y robles, se conoce como Eryn Galen, Bosqueverde, allí habita una pequeña comunidad de silvanos que no nos prohibirán instalarnos, hay bosque suficiente para meter a todos los habitantes de Eregion y aún sobraría espacio -.

- ¿Estáis seguro?, podemos intentar encontrar otra solución – dijo Galadirel en voz alta y añadió mentalmente para Thranduil – Tú y Eirien pertenecéis a mi familia, si os vais no perdería dos amigos sino dos hermanos -.

- Me honráis con vuestras palabras, sin embargo es la única salida – él sinda sonrió con tristeza – Bosqueverde y los Sindar siempre serán amigos de Eregion y los Noldor -.

- Sea pues, avisadnos cuando estéis preparados -.

- En una semana nos marcharemos -.

- ¿Tan pronto? -.

- Estamos a mediados de otoño, en cosa de un mes el Paso de Carhadras será impracticable para las familias, debemos partir de inmediato – explicó Thranduil – Además, muchos sindar han decidido volver a Lindon y ponerse bajo el gobierno de Círdan, echan de menos el mar -.

Galadriel asintió. Le dolía profundamente despedirse de sus viejos amigos, pero sabía que este día tenía que llegar, ya en Doriath una visión le había mostrado a Thranduil como Rey del Bosque.

La semana transcurrió deprisa entre despedidas y preparativos. El día de la partida, los reyes de Eregion entregaron a los nuevos reyes de Eryn Galen grandes tesoros y se prometieron ayuda reciproca en tiempos oscuros.

En la última colina, antes que Ost-in-Edhil quedará oculta a la vista, Thranduil detuvo su montura y permaneció en solitario contemplando la hermosa ciudad. Sentía que ese día una parte de él había muerto, atrás dejaba una forma de vida que no volvería a disfrutar, ahora regía los destinos de cientos de elfos y sabía que eso terminaría con los últimos retazos de juventud que anidaban en él. En Bosqueverde no entraría Thranduil, el sinda jovial y despreocupado, si no el rey cargado con mil deberes y obligaciones, el mismo que había jurado odio eterno a los enanos.

- Vamos Thranduil – gritó Eirien.

Él sonrió alegre y galopó para reunirse con su amada esposa. Mientras esa excepcional elfa siguiera junto a él, el joven Thranduil no moriría del todo.



N. de A.: Y ésta es mi visión de como Thranduil se convirtió en Rey de Bosqueverde. Espero opiniones, críticas, tomatazos y comentarios^^. elanta69@hotmail.com


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