Historia de la Dama Blanca

22 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Elanta
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27. Laurelindórean: El poder de la Dama del Bosque




Las cortinas se mecieron en la brisa temprana permitiendo el paso de furtivos rayos de sol en la habitación. El aire era ligeramente más fresco que los días pasados. Incluso a resguardo de las Montañas Nubladas y del bosque el invierno se hacía sentir.

Extendió la mano y sintió una punzada de añoranza al recordar que nadie ocupaba el otro lado de la cama. Despacio, Galadriel se levantó.

Una campanilla hizo venir a tres doncellas silvanas. Ellas se encargaron de peinar el largo cabello dorado y colocar la sencilla corona plateada. Vistieron a su señora con los ropajes níveos y la perfumaron con jazmín.

Salió a la terraza de su vivienda y el bosque la saludó. Desde allí podía ver como se extendían en todas direcciones las pasarelas, escaleras y telain colgando como guirnaldas de los grandiosos árboles de tronco plateado y hojas doradas como el pelo de la reina. Veinte años y su magia habían bastado para convertir un bosque de hayas y abedules en un reino de mallorn. Aún así los árboles dorados todavía no habían alcanzado su máximo desarrollo y las viviendas tenían que construirse en las ramas bajas.

Galadriel sonrió al pensar en el aspecto que presentaba la ciudad durante la noche; era lo más semejante a un nido de luciérnagas, aunque un humano creería encontrarse ante un hogar de hadas por los constantes cánticos que llenaban el aire. Hasta el nombre de la capital había cambiado, ahora se la conocía como Caras Galadhon, la ciudad de los galadhrim, el Pueblo de los Árboles.

Un grupo de elfos saludó a la reina. Estaban a dos árboles de ella, terminando de instalar una pasarela. Ella les devolvió el gesto y bajó ágilmente por la delgada escala de cuerda gris.

- Tarinya -.

- Aiya Aegnor -.
- Acaba de llegar un elfo y por su atuendo juraría que es de Bosqueverde, Haldir os buscaba para ver si le recibías en audiencia -.

- ¿Dónde se encuentra? -.

- En la Casa de Huéspedes – Aegnor pareció recordar algo – Si después tenéis algo de tiempo, creo que deberíais ir a ver a Orrerë, os tiene preparada una sorpresa -.

- Lo haré -.

La dama se despidió del maestro herrero y fue en busca del visitante. A medio camino se tropezó con Haldir.

- Dama Galadriel, os buscaba -.

- Lo sé, un extranjero ha llegado al bosque -.

- ¿Me habéis leído la mente otra vez? -.

- No, Aegnor me ha informado -.

Galadriel no pudo evitar sonreír ante el desconcierto del silvano.

Nada más entrar en la Casa de Huéspedes dos elfos se inclinaron ante la reina y se encargaron de conducir al emisario a su presencia.

- Mae govannen -.

- Almarë Ninquenís – el elfo vestido de castaño y verde inclinó respetuoso la cabeza – Mi nombre es Earumo, soy un mensajero de mi rey Thranduil y tengo el honor de anunciaros su visita dentro de dos días -.

- Grata noticia es la que me traes Earumo, descansa y disfruta de Caras Galadhon hasta que su majestad Thranduil se reúna con nosotros -.

- Os agradezco vuestra hospitalidad -.

Haldir se quedó para hacer de guía a Earumo. En tanto, Galadriel se encaminó al Claro de los Herreros situado a media hora andando de la ciudad. Allí se habían levantado edificios y fraguas magnificas, aunque jamás podrían rivalizar con el Mírdaithrond por lo menos contaban con algunos de sus mejores maestros como Aegnor.

Los noldor recibieron a su reina encantados, pocas veces disponía de tiempo para acercarse a observar sus trabajos. Ella fue saludando y escuchando a aquellos que solicitaban su atención.

Aislado de los demás encontró a Orrerë. El noldo de oscuro cabello rizado estaba abstraído puliendo el interior de una fuente de mithril ancha y poco profunda, ni un solo adorno se adivinaba en su superficie.

- Aiya Orrerë -.

- ¡Ninquenís! – exclamó sobresaltado.

- ¿Molesto? -.

- No, no, no... eso nunca, además quería enseñaros algo que quizás encontréis de vuestro agrado -.

La dama siguió al herrero al interior de uno de los tres pequeños edificios. Entraron en uno de los almacenes. Allí Orrerë retiró una tela y dejó al descubierto un pedestal que le llegaba a la cintura, estaba tallado con unos esquistos motivos vegetales tan perfectos que aquello parecía una planta que hubiese sido transformada en mármol. El noldo depositó sobre el pedestal la fuente de mithril que había bruñido hasta eliminar toda mácula.

- ¿Os gusta? -.

- Es hermoso – asintió Galadriel – Intuyo que esto es más que un mero adorno, ¿me equivoco? -.

- No os equivocáis, lo diseñé para vuestro jardín privado y se me ocurrió dotarle de un cierto poder, pero necesitaré vuestra ayuda para probarlo – explicó Orrerë – Primero haré que lo lleven al jardín, justo al espacio que hay junto al arroyo ¿qué os parece? -.

- Un lugar idóneo, reúnete conmigo esta tarde en el jardín para ultimar detalles, ahora debo marcharme a preparar las habitaciones para la inesperada y feliz visita de los reyes de Eryn Galen -.

- Hantalë por dedicarme tanto de vuestro tiempo -.

- Lo hago gustosa Orrerë – sonrió ella, afable – Me alegra que por fin abandonases las ropas negras de aprendiz, hace años que deberías haber sido investido como maestro joyero -.

Orrerë clavó su mirada en el pilón, abrumado por el inesperado elogio.

- Omentuvalmë i sinyë – dijo la dama, abandonando la estancia. (Nos veremos a la tarde)



Cuando el sol se ocultaba tras las Montañas Nubladas tiñendo el cielo en rojos y naranjas, y las hojas doradas de los mallorn resplandecían como oro recién fundido, en esa hora Galadriel bajó a su jardín por la escalera tallada directamente en la ladera.

El día había trascurrido rápido. Las ocupaciones de la reina eran múltiples y parecía que siempre faltaba tiempo. Al menos había conseguido organizar la llegada de Thranduil y Eirien.

Junto al pequeño y ronroneante cauce del arroyo Orrerë aguardaba. Se había sentado sobre la hierba y observaba como el cielo iba cambiando progresivamente de color. Las sombras del mármol y el mithril de la pila jugueteaban, haciendo más reales si cabe las hermosas tallas.

- Alassë’ undómë –. (Feliz atardecer)

Al escuchar la suave voz Orrerë se puso en pie al instante y saludó de igual manera a su señora.

- Intentaré no reteneros mucho tiempo -.

- Orrerë estaré aquí todo el tiempo que considere oportuno, relájate y explícame qué tenías pensado hacer con la fuente -.

- Los Anillos de Poder me dieron una idea... pero no tiene nada que ver con ellos – se apresuró a decir al atisbar un destello en los ojos de zafiro – Vuestro poder mental es inigualable y creo que puedo ayudaros a potenciarlo y controlarlo más efectivamente. La pila o el Espejo, como yo lo llamo, funciona como un receptáculo de energía, acogerá vuestro poder y lo retendrá igual que el agua que vertáis en su interior. Cualquier persona podría utilizarlo, lo que hace este artefacto tan especial es vuestro propio poder -.

- Impresionante Orrerë -.

El mírdain se agachó y cogió una jarra de plata labrada y se la ofreció a Galadriel.

- Primero hay que llenar la fuente usando esta jarra -.

La dama la llenó en el arroyo y volcó el prístino contenido en la fuente. Inquirió con la mirada el siguiente paso a seguir.

- Soplad sobre el agua y cuando se calme usad vuestro poder -.

Galadriel así lo hizo. Al principio sólo se veían los últimos retazos de sol reflejados sobre la superficie. De pronto, la imagen se aclaró y una serie de escenas inconexas se fueron sucediendo a gran velocidad.

A costa de un gran esfuerzo, Galadriel se retiró y la fuente se oscureció.

- ¿Qué ha sucedido? – preguntó Orrerë.

- Necesito práctica, eso es todo – respiró hondo y recuperó el control sobre sí misma – Es un artefacto realmente poderoso, buen trabajo Orrerë, mis sinceras felicitaciones -.

- Hantalë tarinya -.

- Celebrémoslo, acompáñame y cenaremos en mi casa, y que nos acompañen también Aegnor y Súlima si lo desean -.

- Será un honor -.



La visita de los reyes de Bosqueverde fue la excusa perfecta para que todo el mundo dejase por un tiempo sus obligaciones.

Un palio de madera clara y floridas enredaderas se alzaba en medio del Claro. Bajo su sombra se encontraba Galadriel, resplandeciente como una estrella, y a sus pies Celebrían sentada sobre la tarima, con el vestido deslizándose por las escaleras como niebla a la luz de la luna.

Las conversaciones que rodeaban a la reina y su hija murieron bruscamente. El claro toque de un cuerno avisaba de la llegada de los invitados.

Por el sendero apenas insinuado entre los mallorns, apareció la comitiva élfica de Bosqueverde con sus monarcas a la cabeza. Thranduil lucía ropas verdes y castañas con sencillos bordados y sus cabellos rubios estaban tocados por una delicada corona en forma de hojas doradas entrelazadas; su expresión era severa y altiva al contrario que su esposa. Eirien dedicaba a los presentes una luminosa y cordial sonrisa, sus ropas muy semejantes a las de Thranduil, el verde y el castaño se entremezclaban con oro en su vestido, y su corona era de hojas y pequeños frutos rojos.

Galadriel se levantó y descendió de la tarima para recibirles.

- Mae govannen meldë meldor -. (Bienvenidos queridos amigos)

- Elen síla lumen´omentielvo – dijo Thranduil y besó las manos de la Dama Blanca.

Después del intercambio de saludos de cortesía, Galadriel guió a sus amigos hacia sus habitaciones mientras otros elfos se encargaban de hacer otro tanto con la escolta de Eirien y Thranduil.

- No sabéis cuanto me alegra volver a veros, ha transcurrido tanto tiempo y han sucedido tantas cosas buenas y malas -.

- Sí, parece una eternidad – sonrió Eirien.

- Sentimos no poder asistir a la toma de nombre de Celebrían -.

- Me gustó mucho el regalo que me enviasteis, la caja de música es uno de los objetos de los que no me separaría nunca – dijo la muchacha – Es preciosa, además la melodía es mi favorita -.

- Sé que posiblemente no sea el momento Galadriel, pero me preguntaba si nos podrías aclarar qué ha sucedido exactamente en Ost-in-Edhil, en tus cartas no has sido muy explícita – solicitó Thranduil.

La reina se detuvo al pie de la escala del mallorn y miró a su amigo.

- De acuerdo, os lo contaré todo en cuanto descanséis y comáis algo -.

Thranduil consintió y Galadriel les llevó a una confortable estancia entre las hojas doradas. La habitación apenas estaba amueblada, una cama entre visillos, el tocador poseía un espejo con motivos florales labrados en el marco, un ramo de elanor en un jarro de plata sobre una mesa, sillas y un par de arcones eran todo. Junto al lecho descansaba el equipaje de los monarcas. El dulce sonido de las arpas y las voces élficas entraba en la habitación portado por la brisa.

Eirien fue a la ventana, le encantaba Laurelindórean. Thranduil se quitó la corona y se aprestó a desempacar.

- Os dejaré para que descanséis -.

- Ni se te ocurra escaparte Galadriel – advirtió el sinda, su tono era jovial.

- Iré por un pequeño refrigerio y volveré enseguida – sonrió ella.

- Omentuvalmë merya – se despidió Celebrían saliendo tras su madre. (Nos veremos en la fiesta)

Los monarcas de Bosqueverde se quitaron sus ropas y se pusieron unas sencillas túnicas grises que les habían dejado sobre la cama. No tuvieron que esperar mucho, Galadriel regresó con dos silvanos que portaban bandejas con comida y bebida.

- Es una venganza – suspiró la Dama Blanca, después de narrar los últimos años en Ost-in-Edhil – Annatar se aprovechó de la envidia y la desesperación de Celebrimbor para controlarle, si no me podía tener a mí yo tampoco tendría Eregion -.

- No entiendo por qué no les plantaste cara, tienes poder suficiente para borrar a ese niño engreído de la faz de Endor – replicó Thranduil.

- Al único que me gustaría borrar de Endor es a Annatar, Celebrimbor sólo es una víctima más de las maquinaciones del maia – cruzó las manos sobre la mesa, apenada – Y ahora que no estoy yo para vigilarle me temo que dará rienda suelta a sus ambiciones -.

- Y Celeborn aún sigue en Eregion, ahora entiendo tu preocupación – afirmó Eirien.

- No sólo él, he dejado atrás muchos buenos amigos -.

- ¿Qué te dice tu poder, Galadriel?, ¿qué ves en tus visiones? – inquirió el rey sinda.

- Oscuridad... el futuro se tambalea, se avecinan tiempos difíciles, pero depende de unas pocas personas que el mal no triunfe -.

- ¿El mal?, ¿a qué te refieres?, Morgoth fue enviado al Vacío – protestó Thranduil.

- Él fue encerrado, cierto, pero el mal jamás desaparecerá por completo en Endor, muchos de los grandes servidores de Morgoth sobrevivieron a su caída -.

- ¡Annatar! – exclamó Eirien.

Galadriel asintió.

- Cada día estoy más convencida que Annatar es un maia corrompido... poco antes de la rebelión en Ost-in-Edhil Fendomë se hizo con unos documentos, pergaminos que recogían los últimos proyectos de Celebrimbor y Annatar, allí encontramos una inscripción en Lengua Negra -.

- Mal asunto – Thranduil apuró la hidromiel de su copa – Todo esto explicaría los problemas que estamos teniendo últimamente, ¿verdad Eirien? -.

- ¿Problemas? – Galadriel les miró sorprendida.

- Sí, quizás los naugrim mencionaron el asunto, el caso es que los orcos están proliferando de manera alarmante, y ya hemos tenido algún que otro incidente grave en el Paso del Norte con los trasgos – Eirien se retrepó en su asiento – A eso se añaden las arañas, nunca habían realizado incursiones tan al norte ni tan cerca de Amon Thranduil; los lobos y otras bestias aún más oscuras empiezan a acechar en los bosques, quebradas y llanuras -.

- ¿Habéis oído hablar de algún pródigo señor del Este? -.

Ambos sindar miraron sobresaltados a la reina.

- Está atrayéndose la lealtad de las tribus humanas de este lado de las Montañas Nubladas, desconfía de los enanos y odia a los elfos, es todo lo que sabemos y ya es bastante alarmante de por sí – respondió Thranduil.

- Fui guerrera y cazadora durante siglos, es fácil intuir que algo se está tramando, algo que estallará cuando menos lo esperemos – dijo Eirien.

- Te doy toda la razón – Galadriel frunció el ceño – Y he de reconocer que soy incapaz de prever qué sucederá y como evitarlo -.

- ¿Has enviado exploradores?, a veces es mejor averiguar los acontecimientos sobre el terreno -.

- Por supuesto que lo he hecho, no soy una principiante en las tareas de gobierno – repuso Galadriel, ligeramente molesta – Estuve a punto de perder a algunos de mis mejores guerreros a manos de una turba de humanos enloquecidos, me niego a creer que alguien que controle las voluntades de los mortales con semejante facilidad sea uno de sus semejantes -.

- Los elfos y enanos también quedan descartados -.

- ¿Un maia entonces?, ¿tal vez el mismo que causó tu exilio? -.

Galadriel volvió a asentir en silencio.

La música, los cantos, la luz de las estrellas, la suave brisa otoñal. Parecía imposible que la armonía y felicidad de los Pueblos Libres estuviese en peligro.

De mutuo y callado acuerdo la conversación concluyó en aquel punto. Galadriel abandonó la habitación para que sus invitados pudieran prepararse para la fiesta.

No obstante, en lugar de ir por la pasarela que la llevaría a su casa y a engalanarse para el banquete, bajó del mallorn. Una creciente actividad invadía Caras Galadhon esa noche, los elfos se afanaban en ultimar los detalles del convite.

Galadriel se encontró en su jardín casi sin proponérselo. Allí reinaba el silencio y las estrellas. Sus ojos de zafiro se clavaron en el regalo de Orrerë, un estremecimiento la asaltó de improviso.

- De acuerdo, tengo miedo – musitó si apartar la mirada de la fuente – Tengo miedo del futuro, de ver lo que ha de suceder -.

Se sentó en los últimos peldaños de la escalinata.

Unas palabras pronunciadas hacía muchísimo tiempo vinieron a ella en ese instante. “Tú también habrás de sufrir este dolor... aprende a aconsejar, a guiar, sin caer en la tentación de enmendar...”

- No quiero aprender, no quiero ver lo que sucederá y luego no poder hacer nada por evitarlo – protestó con la misma vehemencia que en su juventud.

Siguió contemplando la pila de mármol y plata. Su mano cogió la jarra. Se levantó y la llenó en el arroyo. El agua emitió suaves destellos al caer en la fuente y reflejarse en ella la luz de las estrellas. Sopló y escrutó el Espejo.

En esta ocasión Galadriel controló al artefacto y éste le mostró lo que deseaba ver, Telpémär. Allí Celeborn leía a la luz de la chimenea, se le veía tranquilo como siempre. De pronto, levantó la mirada y miró en torno suyo; al no ver nada sonrió y retomó la lectura tras susurrar a penas una palabra, “Altáriel”.

El Espejo volvió a tomar su propia iniciativa. La imagen que surgió sobresaltó a la dama, aquella era Minas Tirith, la ciudadela en los Altos del Narog donde vivió Orodreth. Sin embargo sus muros se habían oscurecido y tenebrosas criaturas habitaban en sus estancias.

- Tol-in-Gaurhoth... – musitó – La isla de los Licántropos -.

Una tropa de orcos fue conducida al interior de la fortaleza y la visión cambió, mostrando una lóbrega sala dónde se alzaba una negra presencia que emanaba miedo y odio. Galadriel tenía la terrible impresión de que no era la primera vez que sentía aquello.

Los orcos fueron despojados de sus disfraces y surgió un grupo de elfos y un humano.

- ¡Finrod! -.

El rey noldo desenfundó su espada y apuntó con ella al oscuro ser que les había apresado. El Espejo no mostró el combate, sólo el resultado. Finrod y sus compañeros arrojados a un foso, su celda, su tumba; y a su temible carcelero, alzándose sobre ellos, con su rúbea mirada cargada de satisfacción, esos ojos que parecían arder...

El Espejo se oscureció y Galadriel cayó de hinojos con las manos aún agarradas al borde de la fuente.

- Finrod... -.

En medio de su dolor fue consciente de algo; “aprende del pasado” era una frase que solía repetir Melian y el Espejo acababa de mostrarle el pasado.

Se puso en pie y volvió a mirar el agua, esta vez no intentó controlar al Espejo sino que dejó que le mostrase lo que quisiera. Y el Espejo la llevó allí donde no deseaba ir, al futuro, a la visión que se repetía incansablemente en su mente, torturándola; Eregion arrasado junto a más de la mitad de la Tierra Media.

Sin embargo el Espejo amplió la visión convirtiéndola en una auténtica pesadilla. Galadriel contempló horrorizada un valle sembrado con los cadáveres de cientos de elfos, familias enteras masacradas, atrapados entre la roca de la montaña y las espadas de los orcos. Y en medio de tanta destrucción, muerte y silencio, el llanto de un niño.


Cruce, cruce, bajada del peine. Un movimiento repetido, rápido, que iba dando forma a los hilos creando ropas de gran belleza. Hacía tanto tiempo que Galadriel había aprendido a usar el telar que podía permitirse pensar en múltiples asuntos mientras sus manos se deslizaban tejiendo la urdimbre.

A su alrededor doncellas sindar y silvanas trabajaban en los telares mientras otras tañían arpas y cantaban.

La reina sonrió al ver la expresión concentrada de una de las jóvenes hilanderas. Era una muchacha silenciosa de excelsa belleza que gustaba de la soledad, pocas veces se acercaba a Caras Galadhon, siempre andaba perdida por los márgenes del río, cantando.

- Nimrodel, ¿no deseas quedarte unos días más? – preguntó Galadriel.

- No, hantalë – replicó ella, esbozando apenas una sonrisa.

- Vuelven los guerreros que envié a las tierras del Sur -.

Un brillo encendió los ojos azules.

Galadriel retomó su labor, sabía que la joven se quedaría porque entre aquellos guerreros había uno que había comenzado a abrirse paso en su corazón, el hijo mayor del noble sinda Amdír.

- Señora, alguien desea hablar con vos – informó Arvairë – Se trata del maestro Aegnor -.

- Han regresado pronto está vez, pensé que Celebrían querría quedarse algunas semanas más con su padre – comentó la reina, saliendo del Claro de los Tejedores.

Desde que se instalaron en Laurelindórean, hacía casi doscientos veinticinco años ya, Celebrían visitaba cada cierto tiempo Telpëmár para estar con Celeborn. Le costó mucho conseguir que su madre le permitiese volver a Eregion y solía quedarse allí más de lo que Galadriel consideraba prudente.

No obstante aquello le resultó beneficioso a Galadriel, de una manera indirecta conseguía información sobre cómo se desarrollaban los acontecimientos en su antiguo reino. Así se había enterado de la desaparición de Annatar diez años atrás y que nadie en Ost-in-Edhil conocía su paradero, ni siquiera el Espejo podía decírselo pues sólo mostraba oscuridad cuando le preguntaba por el maia.

Aegnor, con las ropas de viaje aún puestas, aguardaba apoyado contra un mallorn, cruzado de brazos y gesto grave.

- Almarë tarinya -.

- Aiya Aegnor, ¿dónde está mi hija? – inquirió la dama, aún cuando su intuición sabía la respuesta.

- En Eregion – el maestro herrero inclinó la cabeza – Os suplico me perdonéis pero me vi incapaz de obligar a la princesa a acompañarnos de vuelta -.

- ¿Os dio algún motivo mi hija qué explicase su acto de rebeldía? -.

- No exactamente – una chispa de diversión iluminó los ojos violeta – El caballero Elrond se encontraba en Telpëmár -.

- Entiendo – dijo Galadriel, dulcificando su expresión.

- Vuestro esposo me pidió que os comunicase que la tranquilidad reina en Eregion, la ausencia de Annatar ha permitido que se disuelvan todos los odios y altercados, incluso Celebrimbor se ve más animado y ha participado en las últimas festividades – prosiguió Aegnor – Fendomë y Mírwen son de la misma opinión, según mi viejo amigo, Celebrimbor vuelve a comportarse como antaño -.

- Me alegra, quiero mucho al maestro Celebrimbor y me apenaba verle en las garras de ese maia -.

- En ese caso os alegrará saber que Celebrimbor ha expresado su deseo de visitar Laurelindórean, así se lo ha manifestado al señor Celeborn para que interceda ante vos -.

Galadriel se sentía desconcertada. Sí que debían haber cambiado las cosas si Celeborn había accedido a la petición del rey noldorin y señor del Mírdaithrond.

Echó a andar hacia Caras Galadhon e invitó a Aegnor a ir con ella mientras meditaba la propuesta.

- El invierno llegará pronto a Eregion, cuando la nieve se funda en los campos y el acebo florezca Celebrimbor tendrá mi permiso para venir al Bosque Dorado – resolvió la reina – Con la única condición de que mi esposo venga con él, de lo contrario los guardianes no le dejarán pasar -.

- Siempre conseguís saliros con la vuestra – rió Aegnor - ¡Ah!, tengo que estar presente cuando Celebrimbor intente convencer a Celeborn para que atraviese Kazad-dûm -.

- Lleva tú el mensaje si lo deseas -.

- Será un placer, y me llevaré a Orrerë para que me acompañe -.

- No sé si querrá ir contigo, se encuentra en mi jardín revisando el Espejo -.

- ¿El Espejo?, ¿le ha sucedido algo a vuestra fuente? – enarcó una ceja, sorprendido.

- Nada visible -.

- ¿Entonces? -.

- Haldir y unos amigos se escabulleron hace unos días en mi jardín para probar el Espejo y, o bien se ha alterado la magia del Espejo o Haldir tiene unos poderes desconocidos para todos – suspiró Galadriel – Cuando llegué el muchacho estaba gritando algo de unos ojos que eran relojes de arena, dragones blancos de metal sin cabeza, un lagarto gigante que se comía a gente, un baúl con patas y varias cosas semejantes; tardé cinco días en quitarle las visiones de la cabeza, aunque sufre recaídas ocasionales -.

Como si las palabras de la dama lo hubiesen conjurado, Haldir apareció cargado con varios carcaj llenos de flechas.

- Aiya señores – saludó tan jovial como siempre - ¿Qué tal por Eregion, maestro Aegnor? -.

- Hay buenas perspectivas de reconciliación con mi anterior señor – replicó él - ¿Dónde vas tan cargado? -.

- Prácticas – se encogió de hombros – No es por nada Ninquenís, pero Fanar es un poquito demasiado exigente -.

- Por eso le escogí como señor del Claro de los Guardianes -.

- Lo imaginaba... bueno, debo seguir mi camino; ¡ah!, por cierto, Lothiniel quería preguntaros algo en relación a la defensa de la ciudad, creo que quiere montar un foso y una empalizada, ¿no os parece un poco exagerada? -.

- Quizás no tanto, puede ser una buena idea si mis visiones llegan a cumplirse – sonrió Galadriel.

- Esperemos que no – dijo Haldir, aprensivo, y añadió con tono solemne – Nai Tû togo nale! -. (Que la fuerza te acompañe!, lit: Que el poder te guíe!)
- ¿Ves a lo que me refería? – comentó Galadriel.

- ¿Sanará del todo? – preguntó un desconcertado Aegnor.

- Eso espero, no me gustaría tenerle durante siglos en ese estado -.



El invierno llegó a las tierras al Este de las Montañas Nubladas. El paisaje se vistió de blanco y todos los seres vivos se refugiaron en sus madrigueras y hogares.

El único reino donde el invierno no existía era Laurelindórean. Los mallorns y el poder de Galadriel convertían la más fría estación en un eco del otoño; sólo con la primavera, cuando los brotes nuevos surgieran, entonces caerían las hojas de los árboles dorados.

A la luz de la luna, Galadriel daba las últimas puntadas a una capa gris como la niebla bordada con trazos de escarcha; sería su regalo de bienvenida para Celeborn. Con el paso de los siglos se había ido perdiendo el saber que permitía coser utilizando los dones de la naturaleza, ella era una de los pocos que aún eran capaces de convertir el fuego, la nieve, el aire, la luz en hilo.

Dobló la capa y la guardó en un arcón. Después se tumbó en la cama y se cubrió con una ligera colcha.

Se sentía especialmente melancólica esa noche. Su familia y amigos más allegados no regresarían al bosque hasta la primavera, las grandes nevadas de ese año habían cortado los Pasos y los naugrim cobraban un precio desorbitado por usar el Camino de Durin.

Celebrían, su tímida y rebelde hija. El paso de los años la había hecho madurar y acatar sus responsabilidades como princesa heredera, aunque en su corazón todavía quedaba hueco para la niña que un día conoció a un caballero que contaba historias de los Días Antiguos y cuyo cabello era como las sombras de la noche y sus ojos grises irradiaban la luz de las estrellas.

Galadriel sonrió. Hacía milenios que veía como el amor era capaz de florecer en mitad de las más terribles tragedias y dificultades; cuanto mayor era la oscuridad más brillaban los buenos y nobles sentimientos. Quizás ese era el motivo que había permitido a los Pueblos Libres derrotar al Mal en tantas ocasiones.

Cansada de dar vueltas en el lecho, Galadriel se levantó y, poniéndose una capa, salió a la terraza del talan sobre el que se asentaba su casa.

Un suave manto blanco cubría todo; y si la nieve había conseguido llegar a Laurelindórean las tormentas en el resto de regiones debían estar resultando espantosas. Un deje de preocupación la asaltó por un momento.

- Es absurdo preocuparse – se reprendió mentalmente – Celebrían tiene razón, soy demasiado sobre protectora -.
Sin embargo no se tranquilizó. Sobresaltada, descubrió que los cánticos habían muerto en todo Caras Galadhon, algo realmente inaudito pues eran necesarios para mantener el sortilegio que protegía el bosque.

No sólo los cantos habían enmudecido, ni un ruido, ni el más leve crujido, rompía el silencio. El bosque entero parecía haber contenido el aliento, como si aguardase. Incluso Galadriel permaneció inmóvil. Aquello era la ausencia total de sonido. La dama recordaba algo semejante y sintió como el frío le llegaba al corazón al evocar el paso por Helcaraxë.

De pronto se levantó viento, un gélido vendaval procedente del Este. Los mallorns se estremecieron y gritaron. Galadriel sujetó su capa. ¿Qué estaba pasando?. Apeló a todo su poder, una llama verde se encendió en su pecho, pero ni con ayuda de la Elessar fue capaz de hacer frente a aquella tempestad surgida de la nada ni conocer su origen.

Sin pensárselo más, echó a correr hacia su jardín. La única forma de obtener respuestas era el Espejo.

Ignoró el frío de sus pies descalzos sobre la nieve y bajó precipitadamente la escalinata. Cogió la jarra y llenó la fuente. Sopló y miró. La oscuridad se abrió y le mostró otra oscuridad aún peor, una negrura infinita cargada de odio y la satisfacción del triunfo. Y entonces lo vio y todo lo ocurrido desde la llegada de Annatar ante las puertas de Lindon cobró significado. Sintió su tenebrosa presencia y se retiró por temor a ser descubierta.

Rodeada por oscuridad, nieve y viento, Galadriel permaneció inmóvil mirando el vacío. El cabello dorado retorciéndose como un rayo de sol moribundo y la capa blanca por mortaja.

- ¿Cómo pude ser tan ciega?, ¿por qué no fui capaz de verlo antes? – se llevó las manos al rostro – Ahora es tarde, demasiado tarde para todos -.




N.deA.: Mis disculpas si a alguien le ha parecido fuera de lugar la broma del Espejo y las visiones de Haldir, no pude evitarlo ^^.

Tenna rato!!!


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