Historia de la Dama Blanca

22 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Elanta
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13. Comienza la Segunda Edad




"Entonces Eönwë, heraldo de Manwë, convocó a los Elfos de Beleriand para abandonar la Tierra Media... No obstante no todos los eldalië estaban dispuestos a abandonar Endor... Entre ellos se contaban Círdan el Carpintero de Barcos, y Celeborn de Doriath, con su esposa Galadriel, única que quedaba de los que condujeron a los Noldor al exilio en Beleriand... también Gil-galad el Rey Supremo, y con él estaba Elrond Medio Elfo, que eligió ser contado entre los Eldar; pero Elros eligió vivir con los Hombres y fue el primer Rey de los Dúnedain..."


Miró el plano una última vez y se lo devolvió al capataz. Galadriel revisaba constantemente los trabajos de construcción, quería cerciorarse que se edificara rápido y bien. Satisfecha, regresó al campamento a comer.

En poco tiempo, el promontorio rocoso con forma de barco que Thranduil y sus amigos encontraron hacía cien años solares, se convertiría en la capital del Reino de Eregion.

Tras la Guerra de la Cólera, en que Morgoth fue derrotado y expulsado al Vacío Intemporal y los Silmarils se unieron a Eä, los elfos, enanos y humanos se reorganizaron. Gil-galad reinaba en Lindon, Círdan en los Puertos, Elros Tar- Minyatur en Númenor y ella muy pronto tendría Eregion.

- Galadriel, tenemos problemas – anunció Valglin, nada más la vio entrar en el extenso campamento lleno de coloridas carpas y constante ajetreo.

- ¿Qué sucede? -.

- No te lo vas a creer, hay un grupo de enanos que vienen en representación del rey Durin III de Khazad-dûm -.

El gran pabellón de lona gris, que servía de provisional centro administrativo, estaba rodeado por una masa de curiosos noldor, sindar y silvanos.

- Ceded paso a la reina – clamó Valglin.

Al momento se dispersó el grupo de elfos, sólo quedó Celeborn y doce enanos armados hasta los dientes.

- La diplomacia enana siempre resulta peculiar, sólo ellos acudirían a parlamentar pertrechados como si fuese una batalla - meditó entre divertida y disgustada.

Galadriel percibió enseguida las diferencias entre estos naugrim y aquellos que asaltaron Doriath; los que ahora tenía ante ella eran personas honorables, bruscos pero sinceros, poderosos guerreros y señores de los reinos subterráneos. Sonrió al advertir la tensión en los hombros y el rostro de su esposo, Celeborn estaba a punto de sufrir un ataque de nervios por la presencia de los enanos.

- Sed bienvenidos – dijo la dama cortésmente – Mi marido, el rey, es un caballero con muchas obligaciones, ¿os resultaría un inconveniente si soy yo quién ejerce de anfitriona? -.

- No hay problema – gruñó el que parecía el líder; su rudeza no engañó a la dama eldarin, ese enano se sentía realmente impresionado ante ella.

Celeborn dirigió una andanada de pensamientos de gratitud a su esposa, y se marchó tras disculparse ante los inesperados visitantes. En cierta forma era cierto que tenía trabajo que hacer, no se organizaba un reino de la noche a la mañana por muy élficos que fuesen sus habitantes.

- Soy la dama Galadriel – se presentó ella – Pasemos al interior, haré que os sirvan comida y bebida que os repongan del viaje -.

- Gracias, yo soy Halin, hijo de Durin -.

Los criados trajeron una mesa más baja y taburetes que permitieran sentirse cómodos a los enanos, también sirvieron cerveza, carne asada y algunas frutas.

- Espero que todo sea de vuestro agrado -.

- Oh, sí señora, sois muy buena anfitriona, conocéis bien nuestras aficiones y costumbres para ser una elfa – afirmó Halin, gratamente sorprendido.

- ¿Qué os ha traído hasta aquí? – interrogó Galadriel.

- Supimos de vuestra llegada y mi rey quiso conocer vuestras intenciones, estamos acostumbrados a los elfos silvanos pero nunca habíamos visto a elfos como vuestro rey o como vos -.

- Somos elfos venidos de Occidente, de las tierras más allá del Gran Mar, deseamos instalarnos en estas tierras llenas de acebos, y en esa gran colina levantaremos la capital de nuestro reino, Ost-in-Edhil, la Fortaleza de los Eldar – explicó ella – Cuando estuviésemos bien instalados tenía pensado ponerme en contacto con vuestra gente para establecer relaciones de comercio y amistad -.

- ¿Y qué nos ofreceríais que pudiera interesarnos? -.

La franqueza del enano resultaba insultante, no obstante Galadriel sabía que no había malas intenciones en sus palabras, sencillamente era su particular forma de expresarse.

- Al principio alimentos y telas, más adelante creo que encontraréis interesantes los trabajos metalúrgicos de mi gente -.

- Tu gente, ¿quiénes son?, aquí he visto muchos elfos distintos -.

- Yo reino sobre noldor, sindar y silvanos por igual -.

- ¡Sindar! – exclamó indignado Halin al igual que sus compañeros - ¡Los Elfos Grises que asesinaron a nuestros primos de Nogrod! -.

Aquello sí que no se lo esperaba la reina noldorin. Empleando su poder, accedió a la mente de Halin y averiguó que muchos enanos de las Montañas Azules habían emigrado a las Montañas Nubladas, con ellos llevaban sus grandes conocimientos de minería y forja pero también el odio hacia los sindar por el conflicto que causó el Nauglamír.

- Fue una guerra – dijo Galadriel sin alterarse – Ellos mataron a nuestro rey, Thingol, y nosotros castigamos a los asesinos, el resto de gente de Nogrod buscó venganza y saqueó Doriath, después fueron destruidos por los elfos de Ossiriand al enterarse de la masacre -.

- Eso es lo que dice una elfa, defiendes a tu Pueblo -.

- No lo defiendo tanto como para igualar las mentiras que os contaron vuestros primos para que los acogierais -.

Durante unos eternos minutos, Galadriel y Halin se miraron fijamente a los ojos, sus voluntades en plena lidia.

- Os creo, reina de los elfos – el enano se sentó y su ira desapareció tan rápido como había surgido – Os pido perdón por mi actitud -.

- ¿Aceptaréis entonces nuestra amistad? -.

- Tengo que hablar con mi padre y con el rey, nuestra gente odia profundamente a los Elfos Grises pero también somos muy prácticos y, si hay grandes beneficios en perspectiva, creo que la mayoría consentirá en mantener una convivencia pacífica -.

- Entiendo -.

- No quiero ofenderos, pero sería mejor para todos que mis compañeros y yo partamos de inmediato, por evitar males mayores, ya sabéis, tales como un hachazo desafortunado -.

Galadriel sonrió ante la ironía del enano.

- Estoy de acuerdo, Halin hijo de Durin, aunque sabed que aquí siempre seréis bien recibidos, al menos mientras yo sea reina -.

- Gracias por vuestra hospitalidad -.

- Os deseo buen viaje, Halin Durinul y transmitid a Uzbad Khazad-dûmu los saludos de la Dama Blanca de los Noldor -.

El enano la miró perplejo y luego sonrió, pocos seres conocían algo de su idioma.

Cuando finalmente los naugrim abandonaron el campamento, Celeborn regresó con Thranduil y Eirien.

- ¿Cómo ha ido? -.

- Muy bien, me he hecho amiga del nieto del rey de Khazad-dûm – respondió ella – No nos atacarán, sin embargo las relaciones prometen ser algo tensas, les llegaron noticias ligeramente modificadas de la guerra entre Doriath y Nogrod, odian a los Sindar tanto como vosotros les odiáis a ellos -.

- Intuyo que te caen bien – fue el hosco comentario de Thranduil.

- Son una tribu distinta y su carácter también difiere, son gente honorable y honesta -.

- Si tú lo dices debe de ser cierto, ¿has entrado en su mente? – preguntó Celeborn.

- Brevemente, y os puedo jurar que no son malos – Galadriel miró a sus amigos – Aún así, me seguiré ocupando en solitario de las relaciones con Kazad-dûm porque sé cuanto os incomoda hablar con un enano, y porque no quiero que nadie cometa un error e inicie una guerra -.

- Como un flechazo desafortunado ¿no? - interrogó Thranduil.

La dama asintió. Resultaba más que sorprendente que Halin y Thranduil hubiesen realizado la misma observación, aunque adecuándola a sus respectivas gentes, quizás elfos y enanos no difirieran tanto. Por supuesto Galadriel procuró no ponerle voz a sus especulaciones.



Dos meses después empezaron a mudarse a las casas de Ost-in-Edhil. La que habría de convertirse en una espectacular urbe, constaba de tres niveles amurallados divididos en distritos: la Ciudad Alta, centro administrativo y residencial aristocrático y en una sección más elevada jardines, el palacio y la Sala del Consejo; la Ciudad Media, centro de comercio por excelencia, y la Ciudad de Madera, más rústica y llena de árboles, viviendas de los silvanos, almacenes y acceso al Puerto, además de la Gran Ciudadela para la Guarnición. El mármol era el material que más abundaba, tanto como revestimiento para el granito como material constructivo, aunque también se usaban otros minerales para decoración así como la madera.

Por otro lado, muchos de los elfos silvanos y sindar optaron por vivir en las tierras que rodeaban Ost-in-Edhil. Pronto el paisaje se transformó, los árboles dieron paso a grandes parcelas en las que se cultivaba trigo, cebada y las viñas que darían el tan renombrado vino de Eregion. Una red de caminos conectaba los distintos caseríos entre sí y con la capital del reino.



- Te digo que hay que subir los impuestos -.

- Y yo digo que los campesinos van a saltarte al cuello, majestad -.

- ¿Queréis calmaros? -.

Los dos elfos hicieron caso omiso de las palabras de la reina y siguieron discutiendo. Celeborn argüía que la región prosperaba a gran velocidad y ello implicaba aumentar los tributos para poder pagar una administración capaz de organizar todo aquello. Carnil, el agricultor más rico y poderoso del reino, se oponía por completo al razonamiento de su rey. Era una situación que se venía repitiendo desde hacía casi doscientos años, cada vez que el Consejo de la ciudad se reunía para discutir los asuntos más graves.

- Deja que se peleen un rato – aconsejó Valglin.

- Nunca se cansan – suspiró ella – Mi esposo puede ser tan terco como el noldo más obstinado que haya vivido en Endor -.

Los otros miembros del Consejo presenciaban el combate verbal con idénticas expresiones de aburrimiento. Thranduil y Eirien representaban a los habitantes Sindar, los silvanos Arvairë y Fanar eran los encargados de hablar por su gente, Rasadan estaba presente por ser el Capitán en Jefe del ejército, Alyanor era el más importante de los comerciantes e Indil la señora de los pocos teleri que vivían en Ost-in-Edhil y realizaban las tareas portuarias.

- Siento interrumpir -.

Todos miraron al recién llegado.

- ¿Sucede algo, Lindir? -.

- Sí, ha llegado un emisario silvano de las tierras del Norte, es importante -.

- Hazle pasar -.

En la gran sala entró un elfo con las típicas ropas verdes y marrones de los elfos de los bosques. Su rostro mostraba una gran angustia, mezclada con el asombro que le producía la capital del reino.

- Saludos grandes señores, soy Danwë, patriarca de una de las comunidades silvanas que viven en la región norte del Siranon – se presentó, humilde – Vengo para pediros ayuda contra las hordas de orientales que asolan nuestros hogares -.

- Creí que dimos un escarmiento a esa chusma cuando nos asentamos aquí hace dos siglos – comentó Galadriel.

- Así fue y hemos realizado varias expediciones de castigo, la última hará un año, debe ser que no aprenden – repuso Rasadan – Ninquenís, concededme un regimiento de soldados y me iré a exterminar cucarachas -.

- Concedido y además os acompañaré, un poco de magia quizás les mantenga fuera de nuestras fronteras -.

La sesión del Consejo prosiguió sin Rasadan y Galadriel.

- Detállame lo sucedido – le pidió la dama a Danwë, ya de camino al Norte.

- Mi gente es amiga de un clan de hombres que viven junto a nuestro bosque, ellos fueron atacados y nosotros les defendimos; supongo que los orientales decidieron tomar venganza, dos días después asaltaron nuestra pequeña aldea y secuestraron a varias de nuestras muchachas, entre ellas mi hija Lothiniel -.

- Las venderán como esclavas, aunque pocos son los hombres dispuestos a comprar una elfa -.

- ¿Esclavas?, mi hija preferiría que la matasen antes que servir a esos animales -.

- Es por eso que las elfas son difíciles de vender, tenemos bastante carácter y siempre hay a mano cosas puntiagudas para agredir a tu supuesto dueño – sonrió Galadriel – Tranquilo, rescataremos a tu hija y a las demás, sé dónde encontrarles -.

Cabalgaron sin descanso durante cuatro días. Por fin, desde la cima de una colina, avistaron las luces de las hogueras en la noche. Rasadan envió exploradores para averiguar el número de enemigos y su disposición, así como la situación de las cautivas.

- Nos superan dos a uno... esto va a ser muy fácil – gruñó el capitán.

- ¿Fácil? – Danwë le miró perplejo.

- Éste es el plan – dijo Galadriel – Yo me adelantaré con tres o cuatro de tus guerreros, cuando hayamos liberado a las prisioneras te haré la correspondiente señal y arrasaréis el campamento -.

- A vuestras ordenes, ¿a quién os llevaréis? -.

- Lindir, Caradan, Naithun y Narmolen – enumeró la reina – Danwë, tú también -.

Los ropajes mágicos de Galadriel cambiaron de su blanco inmaculado al color de las sombras y la hierba por la que se movía. La pequeña avanzadilla se internó en el campamento y llegaron hasta la tienda en que tenían recluidas a las elfas, ni uno sólo de los vigilantes llegó siquiera a intuirles.

En el interior tuvieron que deshacerse de cuatro humanos que custodiaban a las cautivas. Las once silvanas contemplaron incrédulas y emocionadas a sus rescatadores, algunas tenían la ropa desgarrada, varios moratones y cortes, y todas, sin excepción, estaban encadenadas por los tobillos. Danwë fue directamente junto a una elfa de rizada cabellera rojiza.

- Loth, ¿qué te han hecho esos monstruos? -.

- Estoy bien, padre, intentaron propasarse con algunas y terminaron por desistir cuando le arranqué a uno los... -.

- Dejad eso para después, hemos de salir de aquí – les interrumpió Galadriel.

Los guerreros noldo soltaron los grilletes y ayudaron a las elfas.

- Esos árboles nos ocultaran – señaló Lindir – No sería prudente intentar ir más lejos, no con las muchachas en semejantes condiciones -.

- Muy bien, a los árboles pues – asintió la dama - Moveos despacio, voy a intentar ocultarnos con mi poder -.

El incrementado grupo se deslizó hacia la protección de la espesura. Gracias a la reina, consiguieron llegar sin llamar la atención. Lindir unió sus manos y las colocó ante su boca para imitar el sonido de cierto pájaro, instantes después bajaba la colina un centenar de jinetes enarbolando sus lanzas.

La refriega, si es que se la puede llamar así, duró apenas diez minutos. Para entonces, el campamento había quedado en un estado muy semejante al que presentaría si hubiese pasado un tornado. Rasadan sólo dejó escapar a un oriental, para que pudiera contar a todo aquél con quien se encontrase lo terrible que resultaba la ira de los elfos de Eregion.

Las elfas montaron en los caballos con algunos guerreros, los demás les miraron decepcionados por no ser los elegidos.

- Señora, os debo mi vida y la de mis hermanas – dijo Lothiniel.

- Ha sido un placer ayudaros, no me debes nada -.

- Nosotros tenemos una antigua ley, según la cual he de servir en vuestra casa el tiempo que yo estime oportuno y que no sea inferior a ciento veinte años – replicó la doncella pelirroja.

- No puedes abandonar a tu padre – objetó Galadriel.

- Al contrario, sé que se sentirá muy orgulloso de mi decisión -.

- ¿Por qué tantos años? -.

- Diez por cada elfa que habéis salvado, esa es la ley -.

- Si estás tan segura de tu decisión, serás bienvenida en mi casa Lothiniel -.



Contempló el rosal y arregló algunos tallos. Galadriel disfrutaba cada día atendiendo su pequeño jardín, allí crecían las más hermosas flores y plantas. De Melian aprendió el arte de la jardinería, una habilidad que le había permitido adaptar las viñas de Dorwinion a Eregion y hacerle la competencia al reino vecino en la calidad de los vinos.

- Altáriel, el correo -.

- ¿Quién me escribe? -.

- Veamos, tiene el sello de Númenor – dijo Celeborn saliendo al patio – Pero no es de Elros y... -.

- ¿Y? – inquirió Galadriel, lavando los restos de tierra de sus manos.

El sinda le tendió el pergamino lacrado. Ella lo cogió intrigada, y casi tuvo que sentarse en el suelo por la impresión; en el pergamino era perfectamente visible el escudo de la Casa de Finarfin. Lo abrió.

- Es de mi padre – sonrió, una vez repuesta del sobresalto – Dice que los Valar han consentido que los elfos de Tol Eressëa comercien con los edain de Númenor, así pudo hacerme llegar la carta. Habla de lo ocurrido en la Guerra de la Cólera, describe la gran batalla contra Morgoth... y me cuenta que todo sigue igual en Tirion, que me añora; también me envía el amor de mi madre y... Anninda -.

- ¿Tu amiga de la infancia? -.

- Sí -.

Una cabeza pelirroja se asomó al jardín.

- Dama Galadriel, el capitán Rasadan ha venido para hablar con vos, ¿le digo que venga más tarde? -.

- No, le atenderé ahora Lothiniel -.

En el salón, decorado en tonos cálidos y con un marcado aire silvano, aguardaba Rasadan acompañado de una doncella.

- Ninquenís, ¿recordáis a mi hija Mírwen? -.

- Por supuesto, aiya joven dama -.

- Aiya, mi señora – respondió, azorada.

- Aún no tenéis ninguna dama de compañía, me preguntaba si querríais aceptar a Mírwen para el puesto – dijo el capitán – Podéis negaros sin miedo a molestarme -.

- ¿Por qué quieres que ella sea mi acompañante? – preguntó Galadriel.

- Como recordaréis, perdí a mi esposa en aquel desafortunado incidente con los huargos en las Ered Luin y mi carácter no es el adecuado para educar a una niña – contestó sincero.

- ¿Y tú, Mírwen?, ¿quieres ser mi doncella? -.

- Sí, me gustaría mucho dama Galadriel -.

La reina se percató de lo diferentes que eran padre e hija. Él era severo, huraño y de modales corteses aunque bruscos; ella era espontánea, risueña y amigable.

- Sea pues, jovencita ahora eres mi doncella personal y, espero que también, mi amiga -.

- Me sentiré muy honrada de serlo -.

Por primera vez desde que le conocía, Galadriel vio sonreír abiertamente a Rasadan.



La tranquilidad de Ost-in-Edhil volvió a tambalearse por el espinoso tema de los enanos. Galadriel había seguido manteniendo conversaciones con los naugrim, éstos la tenían en muy alta estima, tanta como para invitarla a Kazad-dûm con el objeto de mostrarle la grandiosa ciudad subterránea. El problema residía en que los enanos habían dejado bien claro que sólo elfos noldor podrían acompañar a la Dama Blanca, quedaban prohibidos los sindar, incluido su propio esposo...

Y la guerra había estallado en casa de los monarcas.

- Por el bien del reino debo acatar sus condiciones -.

- No, no y mil veces no, tú no vas a ir a Hadhodrond mientras ellos mantengan esa actitud arrogante y despectiva con respecto a los elfos grises -.

- Tú no entrarías en Kazad-dûm aunque de ello dependiera tu vida – replicó Galadriel, exasperada – Así que, qué más te da lo que hagan o dejen de hacer -.

- Es una cuestión de dignidad y respeto, si obedeces sus exigencias estás discriminando a la mitad de tus súbditos -.

- Estás llevando esto demasiado lejos Celeborn, eso que dices es una exageración absurda -.

- ¿Y tu intención de visitar Kazad no es absurda? – le espetó, enojado.

- Vas a conseguir que me enfade -.

- Ahora resulta que la culpa va a ser mía, amenazando no conseguirás que cambie de parecer -.

- ¡Hpmf!, ¡eres tan obstinado con el tema de los naugrim como Fëanor lo era con los Silmarils! -.

- Te equivocas, eres tú la que desea la alianza comercial y militar con los enanos a toda costa, no yo – afirmó con voz gélida Celeborn

- ¿Sabes qué te digo?, que me voy, me da igual que no estés de acuerdo conmigo, estoy harta de discutir con alguien que tiene el razonamiento de un troll de las cavernas – resolvió ella.

- Ni se te ocurra salir por esa puerta Galadriel -.

- Intenta impedírmelo -.

Hemos de decir a favor de Celeborn que en verdad lo intentó, aunque se arrepintió sinceramente cuando despertó dos horas después con un terrible dolor de cabeza resultado combinado de la ira y el poder mental de Galadriel.



Durante casi un mes Galadriel se ausentó de Ost-in-Edhil, acató las exigencias de los naugrim y sólo llevo consigo a elfos noldor. Regresó maravillada con las obras arquitectónicas y de minería del Pueblo de Durin. Sus inmensas estancias, muchas de ellas más grandes que algunas ciudades, esculpidas en la roca y bellamente decoradas, puentes que salvaban abismos insondables, la Gran Escalinata que, llegado el tiempo, se alzaría hasta las cumbres nevadas y se sumergiría en las profundidades de las Montañas Nubladas. Y sus magníficos trabajos en la forja, Galadriel no veía unas piezas tan perfectas desde que observara trabajar a los herreros noldor de Nargothrond.

Mas no volvió con las manos vacías, había establecido un pacto de comercio con Durin que engrandecería a elfos y enanos. Además el rey de Kazad-dûm obsequió a la dama con una hermosa daga con esmeraldas engarzadas, signo de buena voluntad.

Con todo aquello se presentó ante el Consejo de la ciudad y esperó las críticas, ni una sola voz osó alzarse en su contra. No obstante, Celeborn tenía una expresión enojada que andaba cerca de convertirse en cólera, y la de Thranduil no difería demasiado. Galadriel no necesitó hacer uso de su poder para saber que aquella disputa tenía visos de prolongarse mucho tiempo.



N. de A.

Bueno, pues al final este capítulo me salió más breve de lo que pensaba, es casi como una introducción a la vida de Galadriel en Ost-in-Edhil durante la Segunda Edad. Además para este periodo no me remito sólo a los textos de Tolkien, han sido de gran ayuda los módulos del juego de Rol del SdlA "Lórien" y "Moria" de ICE, digamos que son más ordenados y digeribles.

Frases extrañas:

Halin Durinul: Halin hijo de Durin

Uzbad Khazad-dûmu: Señor de la Mansión de los Enanos.

Ninquenís: Dama Blanca.

Mírwen: Doncella Joya.

Hadhodrond: Khazad-dûm en Sindarin.

A partir de ahora Galadriel quizás pierde algo de protagonismo, es necesario para explicar sucesos en los que no estaba presente pero le afectaron de manera directa como la forja de los Anillos de Poder.

Tenna rato. (Hasta pronto).


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