Historia de la Dama Blanca

22 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Elanta
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28. Caita mornië...




Lothiniel se arrebujó en su capa. Era horrible estar de guardia fronterizo y más dadas las circunstancias, un frío insufrible y el reciente descubrimiento de la reina; en cuanto los mensajeros de Ninquenís llegasen a sus destinos todos los reinos élficos se asemejarían mucho a un hormiguero revuelto con un palo.

Sus disquisiciones se vieron interrumpidas por una figura que prácticamente corría por la nieve y que tenía claras intenciones de entrar al bosque.

- Arnen, Helyanwë – susurró y por señas les indicó el plan a seguir a sus compañeros de guardia.

Cuando el extraño, cubierto por una capa de pieles, llegó bajo el árbol, Lothiniel se descolgó y se plantó ante él con el arco tensado. Sus amigos se situaron a los lados, preparados para ayudar a la pelirroja en caso de necesidad.

- Daro! Man teli ha? -. (Alto! Quién va?).

- Tranquila – el desconocido se quitó la capucha.

- ¡¡¡Celebrimbor!!! -.

- Vaya, eres tú Lothiniel – sonrió con gesto cansado – Podemos dejar los saludos y explicaciones para más tarde, vengo corriendo desde Ost-in-Edhil para hablar con Ninquenís, es urgente -.

- Bien – consintió ella – Hîn, voy a llevarle a Caras Galadhon -. (Chicos)

- Descuida Loth, nosotros nos podemos ocupar de la vigilancia con los otros dos grupos -.

- Señor Celebrimbor, sígame, aún le queda una buena carrera hasta la ciudad – dijo la silvana.

- ¿Cuánto? -.

- Un día si no nos detenemos -.

- Te sigo -.



Se respiraba una atmósfera opresiva en el Salón de la Reina. Galadriel, sentada muy pálida en su trono, escuchaba las noticias que le traía Lindir. Las tribus bárbaras de las estepas del Este estaban asolando los márgenes de Bosqueverde y pronto se arrojarían sobre Laurelindórean, en cuanto la nieve desapareciera y les permitiera moverse.

- Disculpad señora – interrumpió un elfo sinda.

- ¿Qué sucede Amdír? – preguntó Galadriel.

- Lothiniel ha vuelto de las fronteras occidentales con un visitante que solicita audiencia, Celebrimbor de Eregion -.

Un murmullo se extendió entre los escasos elfos presentes.

- Cuando salga Lindir, hazle pasar -.

El guerrero con rostro de halcón terminó su relato rápidamente y abandonó el Salón. Amdír condujo a Celebrimbor a presencia de la reina.

Galadriel no pudo evitar sonreír al ver al maestro herrero y él le devolvió el gesto junto con los típicos saludos de cortesía. La influencia de Annatar había desaparecido y el alma de Celebrimbor era libre de nuevo, su mirada había recobrado la firmeza y la luz perdidas.

Para no alarmar aún más a la población del bosque, Galadriel invitó al rey noldo a que la acompañase a otra sala para conversar en privado.

- Siento no haber cumplido vuestra exigencia de traer a vuestro esposo, digamos que las circunstancias lo han impedido – comenzó Celebrimbor mientras se quitaba la gruesa capa y dejaba al descubierto un jubón azul profundo.

- ¿Me explicarás qué ha sucedido? -.

- He sido traicionado – dijo y sonrió ampliamente a la dama – Tienes todo el derecho a decirme “ya te lo advertí”... tú lo sabías, en tu interior eras consciente de la identidad de Annatar, el Señor de los Dones era en realidad uno de los más terribles enemigos, Sauron, el lugarteniente de Morgoth -.

Ella tomó asiento y observó al elfo que había conseguido destrozar su mundo. Ahora estaba segura que, si nunca hubiese conocido a Celeborn, Celebrimbor habría sido su elección.

- No pareces preocupado -.

- Lo estoy, pero no pienso permitir que ese maia consiga derrotarme – replicó al momento – Debí escucharte, jamás podré expresarte cuanto me arrepiento de haberme dejado manipular de aquel modo, ¿perdonarás a este infeliz, el más indigno de vuestros súbditos? -.

- Lo hice hace tiempo, cuando conseguí comprender que habías caído bajo el hechizo de nuestro enemigo -.

Celebrimbor se arrodilló ante ella y le besó las manos como la primera vez que se encontraron en Ost-in-Edhil.

- He venido a ti en esta hora funesta para pedir perdón y también consejo, lo primero ya lo he conseguido ¿se me concederá lo segundo? -.

- Te escucho -.

- El día de tu partida de Eregion yo trabajaba en un nuevo proyecto, los Anillos de Poder como recordarás. Forjé Nueve y Siete Anillos con ayuda de An... de Sauron, los primeros para los Edain y los segundos para los Naugrim aunque sólo llegué a entregarle uno a Durin, los demás los he ocultado – Celebrimbor sostuvo la mirada de Galadriel a costa de un gran esfuerzo – Sauron me embaucó, usando la misma ciencia que aplicó a los Nueve y los Siete creó otro Anillo por su cuenta, pero esto lo averigüé demasiado tarde -.

- ¿Cómo lo descubriste? -.

- Lo he setido y sé que tú también - dijo con gesto grave - Además Sauron es un maestro artesano y, como todos nosotros, no puede evitar plasmar sus ideas sobre pergamino; encontré los esquemas del proyecto y una inscripción que decía “Un Anillo para gobernarlos a todos...” -.

- Ash nazg durbatulûk – musitó Galadriel, un eco de palabras pronunciadas entre oscuridad y fuego – Un Anillo de terrible poder que nos hará caer a todos en la oscuridad -.

- Hay algo más, Sauron nunca lo supo pero yo también me tome la libertad de crear unos Anillos en solitario -.

Celebrimbor se quitó una bolsita que colgaba de su cuello y depositó el contenido sobre su mano. La tenue luz de la sala se reflejó en tres joyas, tres Anillos, rubí, adamante, zafiro.

- Narya, Nenya y Vilya, los Tres Anillos para los Elfos – los presentó su hacedor – Son más poderosos que los Nueve y los Siete, sin embargo su poder es distinto... tu imagen y tus palabras ardían en mi corazón mientras daba forma a estos Anillos, no sirven para agredir o controlar, fueron hechos para ayudar a su portador y los que le rodean a aprender, curar y comprender -.

- Sin duda la sombra del enemigo te ha abandonado por completo, estos Anillos son la prueba fehaciente – sonrió Galadriel, feliz al encontrar una esperanza en medio de las tinieblas - ¿Cuál es el consejo que requerías de mí? -.

- ¿A quién debo entregar los Tres? -.

- Tu corazón los hizo, permite que sea él quien escoja a los portadores -.

El rey noldo tomó uno de los Anillos, mithril y adamante, y se lo ofreció a la dama.

- Es el deseo de mi corazón que tú seas la guardiana de Nenya, el Anillo del Agua. Escuché a Finrod hablar de ti, te vi en Nargothrond y supe después de tus hazañas en Doriath y los Puertos de Sirion; siempre te has preocupado por los demás, protegiendo a aquellos que amas aun a riesgo de tu propia vida, buscando un nuevo hogar para tu gente cuando el anterior era destruido. Gracias a este Anillo ahora podrás protegerles mejor pues su poder también es el del ocultamiento, te permitirá crear un refugio a salvo del enemigo y del paso del tiempo, nada morirá en tu reino y el recuerdo de los Días Antiguos vivirá eternamente entre los mallorns -.

- Hantalë – susurró Galadriel al coger a Nenya.

- Esto es poco para compensar todo el daño que os he causado, tanto a ti como a Celeborn, tarinya – replicó Celebrimbor.

- Ya no soy tu reina -.

- Al contrario, lo fuiste, lo eres y lo serás – señaló los otros dos Anillos – Creo que estos se los enviaré a Gil-galad, él sabrá darles un buen uso -.

- Me parece acertada tu decisión, aunque recomiendo que no se empleen los Tres mientras el Único esté en poder de Sauron, podría usar su influencia para controlarnos a través de los Anillos -.

- Lo sé... – Celebrimbor se incorporó – Ahora que he resuelto mis dudas y he podido pediros perdón, debo regresar a Eregion -.

- Deberías quedarte uno o dos días, puedo ofrecerte información muy valiosa, como por ejemplo que las tribus de las tierras del otro lado del Anduin se están preparando para la guerra -.

- Eso son en verdad malas noticias, escucharé todo lo que tengáis a bien decirme -.

Galadriel fue por un mapa y le explicó a Celebrimbor aquello que sus exploradores y los de Bosqueverde habían descubierto.

- Nosotros podemos frenarlos aquí en el Norte, no obstante mi poder no llega hasta las Falas, es seguro que los ejércitos de Sauron atacaran Eregion desde el Sur tras bordear las Montañas Nubladas por el gran Paso de Calenardhon -.

- Es el único camino que podría tomar un ejército – el maestro herrero se pasó una mano por el largo cabello azabache – Pondré las fraguas del Mírdaithrond a pleno rendimiento, Sauron tendrá que dejarse hasta el último orco para conquistar Eregion, eso te lo puedo jurar -.

- No te apresures a jurar, nieto de Fëanor, los juramentos siempre han conducido a tu familia hacia el desastre – Galadriel posó su mano sobre el hombro del rey noldo, un etéreo gesto – Mi poder es grande pero no tanto como para contemplar el futuro en su plenitud, sólo puedo asegurar que una luz se abre más allá de las tinieblas, hay esperanza Celebrimbor, hasta en la más negra noche, en el más terrible de los tormentos... -.

Celebrimbor percibió el temblor en la voz de la dama y buscó algo en su rostro que le mostrase qué la había perturbado, no obstante sólo encontró su fría belleza y el poder en el zafiro de sus ojos. Seguía siendo hermosa y peligrosa como una tempestad en el mar, e intuía que jamás perdería ese fuego indómito que la guiaba desde que se rebeló en Aman junto al resto de príncipes noldor.

- Recordaré vuestras palabras en los momentos oscuros – afirmó él y sonrió.

- Ahora olvidad el tiempo por venir y disfrutar de la paz que todavía puede ofrecer Laurelindórean, descansa y vuelve renovado a Ost-in-Edhil para proteger y conducir a nuestra gente -.

Galadriel hizo sonar una campanilla de plata y entró una doncella en la habitación.

- Aelindë, conduce a nuestro noble invitado a sus aposentos y que se le sirva todo aquello que solicite -.

- Sí, mi señora -.

La reina se acercó a la ventana y observó como la doncella guiaba a Celebrimbor por las pasarelas, camino de la Casa de Huéspedes.

- Lágrimas innumerables derramaréis... Sobre la Casa de Fëanor la cólera de los Valar cae desde Occidente hasta el extremo Oriente, y sobre todos los que los sigan caerá del mismo modo... A mal fin llegará todo lo que empiecen bien; y esto acontecerá por la traición del hermano al hermano, y por el temor a la traición. Serán para siempre los Desposeídos. Habéis vertido la sangre de vuestros parientes con injusticia y habéis manchado la tierra de Aman. Por la sangre devolveréis sangre y más allá de Aman moraréis a la sombra de la Muerte. Porque aunque Eru os destinó a no morir en Eä... asesinados seréis: por espada y por tormento y por dolor; y vuestro espíritu sin morada se presentará entonces ante Mandos. Allí moraréis durante un tiempo muy largo, y añoraréis vuestro cuerpo, y encontraréis escasa piedad, aunque todos los que habéis asesinado rueguen por vosotros... –.

Las palabras de una Profecía y Maldición formulada hacía milenios se perdieron en la noche. Galadriel alzó su rostro hacia el cielo, hacia el resplandor de la luna.

- Te lo ruego Ilúvatar, sálvale de su Destino – musitó con la voz quebrada por la angustia – No es justo que un niño tenga que pagar por los errores de su familia, fueron Fëanor y sus hijos quienes formularon el Juramento, Celebrimbor ni siquiera había nacido... ¡yo soy más culpable que él!, ¡yo estaba allí!... yo estaba allí -.


Los días se sucedieron, y se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Ochenta años habían transcurrido desde que Celebrimbor visitase Laurelindórean y no fueron tiempos de paz precisamente. Sauron preparaba la guerra desde la tierra conocida como Mordor, allí, protegido por las inexpugnables Ered Lithui y las Ephel Dúath, concentraba sus ejércitos de orcos, trolls y demás bestias, y todos los pueblos de los Hombres se rendían a su paso, los crueles Haradrim del sur y los despiadados Orientales de Khând y Rhûn.

Durante todos esos años hordas de hombres y bestias habían asolado las fronteras de Bosqueverde y Laurelindórean cosechando derrota tras derrota. No habían corrido la misma suerte los hombres que vivían en las tierras junto al Anduin, masacrados y convertidos en esclavos.

- Conseguimos apagar el fuego, esta vez -.

Galadriel miró a Amdír. El sinda le devolvió una mirada severa y preocupada, la misma que tenían todos los asistentes a aquella reunión.

- La próxima vez también será controlado – aseveró la reina – No podemos permitirnos caer en la desesperación -.

- Mordor bulle con los ejércitos del Señor Oscuro, será cuestión de tiempo que esa marea se derrame y caiga con toda su fuerza sobre nosotros – apuntó Fanar – Y sabéis que no podremos detenerla, ni aunque los enanos de Khazad nos apoyasen -.

- El día que comience la guerra Sauron no irá tras nosotros, su principal objetivo será Eregion porque allí está lo que más desea, los Anillos de Poder – replicó la Dama Blanca – Protegeré este bosque con mi vida si fuese preciso, todo aquel que no piense como yo está en su derecho de viajar a Lindon si cree que allí estará más seguro -.

- Demasiado tarde, es imposible llegar a los Puertos -.

Todos los Señores de los Claros y los nobles elfos se giraron para ver quien había irrumpido en la reunión; un extraño, un elfo de cabellos rubios y gran apostura resaltada por la riqueza de sus ropajes, les devolvió una mirada grave y desafiante, un Eldar sin lugar a dudas.

- Gildor, mae govannen – saludó Galadriel, no menos sorprendida que el resto.

- Almarë Artanis – el elda se inclinó con un profundo respeto – Vengo de Eregion en misión urgente -.

- Siéntate -.

Gildor tomó asiento junto a Galadriel y aceptó agradecido la copa que le ofreció una doncella.

- Celebrimbor me rogó que os trajese esto – dijo y le tendió un sobre lacrado a la reina.

Al abrir el sobre dos anillos cayeron sobre la mesa, Narya y Vilya. Extrañada, Galadriel leyó la nota que acompañaba a las joyas.

- Celebrimbor dice que los espías han proliferado en Eriador, ha perdido a varios guerreros al enviar mensajes a Lindon y no sabe como hacer llegar los Anillos a Gil-galad – la expresión de Galadriel se había oscurecido visiblemente – Ha tenido tiempo de sobra, ¿por qué no los llevó a Lindon cuando podía? -.

- A eso no puedo responderos Artanis – Gildor no parecía demasiado afectado de saber el tesoro que había portado – Mas puedo dar fe de la veracidad de sus palabras, Eregion no es seguro, ninguna tierra al Oeste de las Montañas Azules lo es fuera de las ciudades élficas o numenoreanas a excepción de Lindon -.

Galadriel contempló los Anillos, dos problemas más a añadir a una lista demasiado larga. Empezaba a sentirse cansada.

En ese instante Lothiniel irrumpió en la sala.

- Mi señora, siento interrumpir, acaba de llegar un grupo de Bosqueverde, han tenido una escaramuza con los restos de la tribu de hombres que expulsamos hace dos días, Eirien es quien los dirije -.

- Se disuelve la reunión –.

La reina corrió hacia el pabellón donde se atendía a los, cada día, más abundantes heridos. Las sanadoras estaban curando a una veintena de elfos con sus ropas verdes manchadas de sangre propia y ajena.

A un lado, velando a un compañero muerto, Galadriel descubrió a Eirien. Gruesas lagrimas se derramaban de sus legendarios ojos verdes y caían sobre el lienzo que cubría al cadáver.

- Eirien, me alegra verte a salvo -.

- No me han herido, al menos en cuerpo – respondió la reina sinda sin moverse – Han matado a tres de mis guerreros y el espíritu de Aglarion nos ha dejado nada más entrar en Caras Galadhon, sus heridas eran demasiado graves -.

- Lamento tu perdida -.

- Veníamos a traerte información de nuestros exploradores – Eirien miró a su vieja amiga – Bosqueverde está prácticamente sitiado, en las llanuras los hombres o se unen a Sauron o son aniquilados, no podremos frenar un ataque de todos sus ejércitos -.

- Lo sé, tampoco Laurelindórean soportaría una ofensiva de tamaña magnitud – suspiró Galadriel y se sentó junto a la desolada sinda – El poder del Señor Oscuro llega aún más lejos, nadie puede viajar de Eregion a Lindon, los espías son muchos y peligrosos; hace meses que no puedo contactar con Gil-galad y Círdan, y Elrond se marchó de Telpëmár hace cuatro años y tampoco sabemos nada -.

- Hay que advertir a Gil-galad, Lindon es nuestro último baluarte si todo lo demás cae – saltó Eirien.

- Esperemos que eso no suceda – Galadriel le mostró los Anillos – Narya y Vilya, los hizo Celebrimbor para Gil-galad pero no ha conseguido hacérselos llegar, son grandes objetos de poder, ¿recuerdas cuando os hablé de los Anillos para los Hombres y los Enanos? -.

- Sí, ¿son iguales? -.

- No, estos y el que yo poseo, Nenya, son los Tres Anillos para los Elfos, su poder es el de curar no el de matar -.

- ¿Necesitas que lleguen a Lindon? -.

- Necesito alejarlos lo más posible de Sauron y Lindon es un buen lugar – asintió la reina eldarin – Pero no sé quien puede hacer de mensajero dadas las presentes circunstancias, quizás hable con Gildor, Aegnor y algunos otros Eldar que vinieron al bosque conmigo -.

- Yo soy la elfa que necesitas – afirmó Eirien con una súbita luz en sus ojos.

- Me niego a que vayas sola – objetó Galadriel.

- Soy la hija de Beleg Cúthalion, el mejor guerrero de Doriath, y digna heredera suya, llevaré los Anillos y misivas que desees hasta Lindon y hasta Valinor si fuese preciso – replicó la reina sinda, demostrando una vez más su carácter terco y audaz – Sola tengo más posibilidades de conseguirlo pues sólo tendré que preocuparme por mí -.

- ¿Qué ruta tomarías? -.

- El Paso Alto -.

- ¡Está atestado de trasgos! – exclamó Galadriel.

- Por eso mismo, el Enemigo tendrá vigilada la salida de Khazad y también el Paso del Sur, y Caradhras queda descartado, hay que hacer aquello que Sauron cree impensable -. La Dama Blanca estaba de acuerdo en esto último, pero no podía evitar sentir una angustia creciente de pensar en enviar a su amiga a la boca del lobo.

- Presiento que no es una buena idea -.

- ¿Y quedarnos de brazos cruzados sí lo es? – interrogó Eirien, exasperada – Iré con o sin tu beneplácito, tuya es la decisión de confiarme los Anillos -.

- Detesto cuando lanzas esos ultimátums – Galadriel frunció el ceño.

- Lo que te molesta es no poder ir tú a jugarte la vida – renegó la sinda.

Finalmente, Galadriel le entregó los Anillos.

- No te arrepentirás – afirmó Eirien.

- Eso espero -.

- ¿Acaso no confías en mí? -.

- En quien no confío es en el Destino, tengo un mal presentimiento – insistió Galadriel.

- Déjame mirar en el Espejo -.

- ¿Qué? -.

- El Espejo siempre muestra los sucesos inevitables y habitualmente catastróficos, puede que me muestre los peligros del camino -.

- El Espejo es peligroso como consejero -.

Eirien se cruzó de brazos y esbozó una nueva mueca de exasperación. Galadriel suspiró resignada y, cogiendo a su amiga de la mano, la guió hasta su jardín.

La Dama Blanca siguió el ritual que activaba los poderes del Espejo y le cedió el paso a Eirien.

- Recuerda, el Espejo sólo muestra cosas que podrían ser y puede convertirse en el peor de los enemigos si dejamos que las visiones se adueñen de nuestros actos y suplan al sentido común – advirtió con la jarra de plata aún en sus manos.

Eirien se asomó. Galadriel usó su poder y entró en la mente de la hija de Beleg.

En el Espejo se formó una imagen, una ciudad construida sobre una colina, el mármol resplandecía como nácar en sus murallas y calles, edificios, cúpulas, puentes, jardines, fuentes... todo se combinaba para crear la más hermosa de las visiones, y alzándose por encima de todo una esbelta torre coronada por una estrella blanca.

La ciudad desapareció y dejó pasó a una tarde de otoño en Menegroth, la misma en que Thranduil le había pedido matrimonio; allí estaba él, vestido en verde, plata y gris, sonriéndola, con una expresión exultante al escuchar el “sí” que a duras penas ella logró pronunciar. Eirien sonrió nostálgica al recordar esos días felices y despreocupados.

Menegroth se esfumó y el Espejo mostró un niño elfo; la rubia cabeza coronada por hojas y en las manos un arco. Mientras Eirien lo miraba el niño levantó el arma y a medida que lo hacía creció hasta convertirse en un adulto.

La fuente se oscureció y la sinda se retiró.

- Ha sido interesante -.

- Puedo ayudarte con la primera imagen, esa ciudad era Tirion, el hogar de los Noldor en Valinor – dijo Galadriel – Lo que no alcanzo a entender es por qué el Espejo te la ha mostrado a ti -.

- Quizás abandone la Tierra Media en el futuro – sugirió Eirien.

- Puede -.

- No pareces muy convencida -.

- El Espejo nunca es conciso, sus imágenes son mensajes velados y ésta no ha de ser diferente -.

- La tercera escena es la que realmente me ha dejado confundida – la sinda enarcó las cejas – Ese elfo se parecía muchísimo a mi padre pero juraría que no se trataba de él, ¿qué puede significar? -.

- No lo sé – admitió la Dama Blanca – Aunque he tenido visiones en las que aparecía ese niño -.

- Es inútil intentar encontrarle significado, lo que haya de pasar pasará; no soy el tipo de elfos que se pasa todo el día preocupada por el futuro, demasiados son los problemas del presente como para buscar más -.

- Interesante filosofía de vida – sonrió Galadriel – Siempre has sido la más práctica de todos nosotros -.

- Para preocuparos ya estáis Thranduil, Celeborn y tú -.

- ¿Tan severa me ves? -.

- No exactamente; intentas abarcarlo todo, no puedes y entonces te culpas por no ser omnipresente y todopoderosa – Eirien le devolvió una luminosa sonrisa a su amiga – Sólo Ilúvatar tiene poder sobre toda Eä, y me gustaría que dejases de querer igualarle por tu propio bien, ¿serás capaz? -.

- Procuraré, aunque me resulta tan difícil como a ti llevar la vida de una reina -.

- Si no estuviésemos a punto de enfrentarnos a una guerra, te animaría a salir conmigo del bosque e ir a cazar orcos como hacíamos en Menegroth -.

- Éramos unas chiquillas entonces, ahora las responsabilidades nos atan y no creo que podamos volver a salir de caza -.

- Prométeme algo, Ninquenís, que algún día volverás a cabalgar a mi lado empuñando el arco y la flecha -.

Galadriel dedicó una sonrisa divertida a su amiga.

- Prometido queda, la reina del Bosque Dorado saldrá a cazar con la reina de Bosqueverde cuando nuestras obligaciones nos lo permitan -.

- Ahora será mejor que volvamos para que pueda informar a mis guerreros de mi próximo viaje -.

- Thranduil va a enfadarse – advirtió la Dama Blanca.

- Lo sé, siente que debe protegerme a todas horas – la voz de Eirien se dulcificó al hablar de su esposo – Es tan tierno -.

Ambas amigas abandonaron el jardín y dejaron atrás al silencioso Espejo.


El gélido viento avivó las llamas y se llevó las voces de los escasos heridos y agonizantes. Alqua se removió nerviosa, el olor a sangre resultaba insoportable; una mano le acarició el flanco en un gesto apaciguador.

Los ojos de zafiro contemplaron el paraje embarrado por la lluvia, los cuerpos inertes, las tiendas y carros ardiendo, y los elfos buscando supervivientes. La batalla había terminado.

El corazón de la dama se encogió al ver el cuerpecito infantil que Haldir cubría con un retal de tela.

- Orcos y huargos – Fanar se aproximó a su señora – Esos hombres y sus familias no tuvieron oportunidad -.

- Estamos a sólo unas horas de la frontera de Laurelindórean, esos orcos se vuelven cada vez más temerarios – observó Galadriel.

- No entraran en el bosque, saben que allí estarían en desventaja, ninguno daría más de dos pasos entre los árboles -.

- Compadezco a los humanos, ellos no pueden defenderse – la dama alzó la mirada al cielo encapotado – Además el clima se ha vuelto extremo, fríos de muerte en invierno y el fuego abrasador del verano, las cosechas y los animales mueren y con ellos los Hombres -.

- No podemos ayudarlos, bastantes apuros sufrimos nosotros como para intentar protegerlos – apuntó Fanar.

- Los ejércitos de Sauron se han puesto en camino, esto son sólo avanzadillas para despejar el terreno – Galadriel puso a Alqua al trote, su escolta de elfos cerró filas en torno a ella y al Señor del Claro de los Guardianes – Y nosotros seguimos sin recibir noticias de Lindon y mi esposo se niega a abandonar Eregion -.

- No os preocupéis, seguro encontramos la manera de hacer frente al Enemigo -.

- No me preocupa Sauron, jamás perderé la esperanza de vencerle, sé como piensa y actúa; lo que me inquieta es el destino de aquellos a quienes amo -.

- Entiendo – asintió Fanar.

La reina eldarin guardó silencio. Desde hacía meses el Espejo sólo le mostraba tinieblas invadiendo la Tierra Media. Lindon era su última esperanza, la Luz que se demora en el Oeste para disipar la oscuridad como antaño había sucedido.

La llegada de uno de los exploradores la devolvió a la realidad.

- Mi señora, hemos descubierto algo que creo deberíais ver -.

- ¿Qué es? -.

- Una pequeña aldea, si puede dársele ese nombre a una caverna y cuatro chozas -.

- ¿Una aldea?, ¿qué tiene de especial? -.

- Sus habitantes... –.

El elfo pareció dudar, como si temiese que la dama no fuese a creerle. No obstante ella ya se había abierto paso en su mente y sabía qué era lo que tanto desconcertaba al explorador.

- Guíame hasta esa aldea; Fanar y Haldir, vendréis con nosotros -.

En su fluir el Anduin creaba un variopinto paisaje. En uno de sus recodos, entre grandes rocas y árboles, una pequeña comunidad de gente se ocultaba y vivía como bien podía. Escondidos en la maleza, los elfos contemplaron a los extraños habitantes.

- Parecen niños – apuntó Haldir en un susurro – Apenas levantan un metro del suelo -.

- No son más niños que tú o que yo – replicó Galadriel.

- Es como si hubiesen encogido mágicamente a un grupo de Hombres -.

Aquellas gentes eran pequeñas pero a primera vista no se diferenciaban en nada más de los otros mortales. Sólo Galadriel fue capaz de percibir una sutil variación, aquellos corazones carecían de malicia, no conocían el mal, disfrutaban de la vida inocentemente sin más necesidades que la comida, el vestido y el cariño de su familia y vecinos.

- Me he equivocado Haldir, en verdad son niños, o al menos lo son allí donde realmente importa, en el corazón – afirmó la Dama Blanca.

- ¿Pero quién o qué son? -.

Galadriel siguió observando a aquellas personitas en sus labores cotidianas durante largos minutos; una dulce sonrisa despejó el grave semblante que lucía hacía demasiado tiempo.

- Quiero que una tropa de guardianes proteja esta aldea -.

- ¿Señora? – Haldir parpadeó aturdido.

- Ya habéis oído, protegeremos a estos niños mortales, a estos perianath; y quiero que los exploradores busquen por los alrededores por si hubiese más comunidades como ésta – su sonrisa creció y la hizo resplandecer – Me alegra el corazón saber que Ilúvatar aún guarda muchas sorpresas -.

- ¿Ilúvatar?, ¿sorpresas?, mi reina, no entiendo nada -.

- Yo tampoco - dijo ella y riendo añadió – Eso es lo mejor de todo -.



“...No habíamos oído hablar de... los hobbits, o medianos, desde años atrás y no sabíamos que aún vivieran en la Tierra Media. ¡No parecéis gente mala!...” (Haldir)



N. de. A: El título del capi significa "la oscuridad se extiende" o "la oscuridad llega", aparece en el Lamento de Galadriel.

Tenna rato!!! ^^


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