Historia de la Dama Blanca

22 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Elanta
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12. La Luz de Occidente




Galadriel desplegó el mapa sobre la mesa. Cinco meses habían estado ausentes sus amigos, y sus pasos les habían llevado más allá de las Montañas Azules. Allí encontraron una tierra de suaves colinas y llanuras plagadas de acebos, esos árboles que los humanos conocen como encinas, y más hacia el Este descubrieron una cordillera mayor que las Ered Luin, cuyas cimas estaban permanentemente ocultas por tormentas y eran conocidas como las Montañas Nubladas.

En Eregion, pues fue éste el nombre que dieron al territorio, habitaban dispersos varios clanes de humanos que vivían por y para los caballos; la expedición de Galadriel sólo encontró a una de estas tribus, eran guerreros de cabellos rubios o rojizos con un carácter basado en el honor, la lealtad y la franqueza.

También encontraron elfos, todos ellos del Pueblo Avari. Gentes que habitaban en los bosques sin una estructura social muy definida, principalmente se agrupaban en pequeñas comunidades que vivían de aquello que les ofrecía la naturaleza. Eran elfos silvanos, esquivos y silenciosos, aunque una vez cogían confianza mostraban el lado alegre y juguetón que les emparentaba con los Nandor de Ossiriand.

- ¡Otra vez con el dichoso mapa! -.

- Lo siento – Galadriel rió ante el gesto disgustado de su esposo – Me quedé con las ganas de acompañarles; ¿recuerdas que Thranduil nos dijo que el jefe de esos humanos, Rurikir, mencionó unos “hombres pequeños”?, pues yo creo que se refería a un clan de enanos desconocido... Tulkas siempre alardeaba del don que Eru le concedió al dotar de libre albedrío a los Siete Padres Enanos, es posible que los de las Montañas Nubladas sean uno de los cuatro linajes que aún desconocemos -.

- Con tres linajes conocidos me basta, no volveré a acercarme a un naugrim para lo que me resta de existencia – replicó bruscamente Celeborn.

- No puedes juzgar a todos los enanos por lo que hicieran unos pocos, es como si odiaras a todos los Noldor por los actos de la Casa de Fëanor -.

- Los naugrim son codiciosos y traicioneros, todos sin excepción, y no conseguirás que cambie de opinión -.

Dicho esto, abandonó indignado la sala. En ese instante entraba Thranduil y por poco es arrollado.

- ¡Ey, ten cuidado! -.

Celeborn se limitó a gruñir un par de juramentos y se marchó.

- ¿Qué le pasa? – interrogó Thranduil – Nunca le he visto así, parecía un troll con problemas gástricos -.

- Lo de siempre, cuando le tocan los enanos se altera -.

- Ah, ya entiendo, a mí me sucede por el estilo, pero como él habitualmente es tan comedido choca más esa reacción tan brusca -.

- ¿Querías algo? -.

- Ayer tenías unas cuantas preguntas con respecto al mapa, pensé que agradecerías que viniera a responderlas -.

- Siéntate – le ofreció una silla – Quisiera que me hablases de este punto en la confluencia de estos ríos, dibujaste un barco, ¿por qué? -.

- Porque esa es la impresión que tuvimos al ver ese macizo rocoso y las colinas circundantes al amanecer, con la bruma parece una barca en mitad del océano -.

- Yé! – exclamó la dama - ¡Utúvienyes! -. (Sí, lo encontré!)

- ¿El qué? -.

- Ost-in-Edhil – se limitó a decir Galadriel, el rostro resplandeciente por la alegría.

- ¿La Fortaleza de los Eldar? – Thranduil enarcó las cejas, pero no insistió, estaba visto que su amiga no le explicaría nada más.

- ¡¡¡Galadriel, Galadriel!!! -.

- Elleth, tranquila, ¿qué ocurre? -.

- Un... un mensajero... ¡uff! – la exploradora tomó aire antes de continuar – Viene de parte de Maedhros y Maglor -.

- Casi un año, pues sí que han necesitado pensárselo -.

- ¿Pensárselo?, ¿el qué? – Thranduil tenía la desagradable sensación de no entender nada de lo que sucedía a su alrededor desde que había entrado en aquella sala.

- Acompáñame y tú, Elleth, encuentra a mi esposo y dile que se reúna conmigo en el cenador – ordenó Galadriel.

Allí, en la terraza, aguardaban tres noldor ricamente vestidos. Dos de ellos eran a todas luces guerreros de la Casa de Fëanor, su pelo negro y el emblema de su capa así lo indicaba. El tercero resultaba desconcertante. Para empezar tenía el pelo rubio, segundo no era un guerrero pues vestía una túnica larga color burdeos y, tercero y lo más llamativo de todo, medía sólo 1´70; sólo hay que pensar que Galadriel alcanzaba los dos metros para hacerse una idea de la sorpresa que se llevó al ver al personaje.

- Mara tulda coanyanna, atar - saludó la princesa eldarin, reponiéndose rápidamente. (bienvenido a mi casa, señor)

- Isil kaluva tielyanna, Ninquenís – correspondió él, su voz era límpida y jovial. (la luna brille sobre tu camino, dama blanca)

- Me han comunicado que sois un mensajero de los hijos de Fëanor -.

- Así es, mi nombre es Valglin, soy astrólogo y consejero de Maedhros – explicó con expresión amable – Preferiría simular durante un rato que vengo por una visita de cortesía, lamentablemente el tiempo de que dispongo es escaso y lo mejor será que no me ande con rodeos -.

En ese instante apareció Elleth con Celeborn.

- Oh, disculpad Valglin, os presento a Celeborn, Señor de los Sindar y mi esposo -.

El astrólogo se mostró cortés, pero ni de lejos manifestó el mismo respeto que minutos antes había brindado a la dama noldorin.

- Mis ordenes eran precisas: llevar a Elwing y Eärendil la petición de que el Silmaril sea entregado incondicionalmente a la Casa de Fëanor, si bien debía quedar claro que mis señores no desean una catástrofe como en Doriath, por eso fui enviado como portador de buenos deseos -.

- Elwing os ha denegado la Joya – atajó Galadriel – Es más, ordenó que sus guerreros os expulsaran de Arvernien y os matasen si no partíais de inmediato; la Maldición del Silmaril vuelve a actuar -.

Valglin inclinó la cabeza, un gesto de sincera admiración por el poder que poseía la dama.

- En cuanto regrese y mis señores sepan lo sucedido un ejército asolará las costas desde Sirion al Cabo de Balar – la jovialidad había sido sustituida por el abatimiento en la voz del noldo – Señora, eres la única que puede evitar una masacre -.

- ¿Cuántos noldor piensan como vos? – fue la súbita pregunta de Celeborn.

- Bastantes más de lo que creéis, muchos viven atormentados por lo que han hecho en Aqualondë y Doriath, no quieren levantar de nuevo la espada contra gentes de su propia raza -.

- Altáriel, ¿no decíais que un día intentarías detener al sol?, ésta es vuestra oportunidad -.

Galadriel leyó la mente de su esposo y su expresión se iluminó.

- Podría dar resultado – sonrió.

- ¿El qué? -.

- Tranquilo señor astrólogo – intervino Thranduil, que había escuchado la conversación desde la arcada de acceso a la terraza – Tarde o temprano os acostumbrareis, la dama Galadriel tiene una irritante tendencia a saltarse las partes habladas, personalmente creo que disfruta martirizando al resto de inmortales que la rodean -.

La princesa le dirigió una mirada mortífera.

- Apa quetuvammë -. (Después hablaremos).

- Veis, lo que yo decía – añadió Thranduil.

Celeborn reprimió la risa que pugnaba por brotar, no tuvo tanto éxito con la sonrisa. Valglin se veía divertido con aquella situación.

- Antes que matéis a vuestro amigo, señora, querría confirmar que tenéis un plan -.

- Sí, como bien ha dicho mi esposo, voy a detener el sol -.

- Y eso, mellonya, significa que no va a explicarle a nadie de qué va la cosa -. (mi amigo)

- ¡¡¡Thranduil!!! -.

Celeborn estalló en carcajadas.



Durante algunos meses Maedhros y Maglor siguieron enviando mensajeros a Elwing, pidiendo el Silmaril por las buenas. Sin embargo la reina los rechazó a todos, les dijo que, en ausencia de Eärendil, ella no podía entregarles la Joya que había concedido prosperidad a su reino.

Galadriel sabía que la paciencia de sus primos terminaría por agotarse, entonces atacarían los Puertos. Cual no fue su sorpresa cuando Gil-galad le comunicó que se llevaba su ejército al Norte.

- ¡Arrasarán Arvernien! -.

- Tengo que ayudar a los edain contra los orientales, solos no tienen ninguna posibilidad -.

- Al menos prométeme que regresarás en cuanto la situación esté bajo control, no puede ser tan difícil vencer a unos pocos mortales para el Rey Supremo de los Noldor – insistió la dama.

- Volveré osellë – le aseguró él. (“hermana” pero con el significado de “compañera”).

- Eru varyuva le, otorno -. (“que Eru te guarde, hermano-compañero”).

Desde los muelles, Galadriel contempló la partida de los veleros blancos. Gil-galad agitó su mano desde la cubierta del barco regio, se le veía contento de entrar en batalla.

La dama le devolvió el gesto de despedida, aunque ella no compartía su entusiasmo. Intuía que aquello era un error, un terrible error. Sintió como las sombras se alargaban a su alrededor.



- Han acampado a una hora a caballo, yo diría que nos superan en proporción dos a uno o incluso tres a uno -.

Ese fue el escueto informe de Meldon. Coincidía con los otros exploradores que habían vuelto antes que él.

En el cielo aún no había rastro de la alborada. Ante una mesa estaban reunidos Galadriel, Celeborn, Elwing y los capitanes de las escasas fuerzas de que disponían para la defensa de los Puertos.

- Aprovechemos que ellos son los que atacarán primero – Galadriel señaló unos puntos en el mapa – Eirien, sitúa tus arqueros aquí, eso les obligará a desplegarse si no quieren ser un blanco fácil... Aradan, los lanceros aquí, quiero que detengas esa carga de caballería cueste lo que cueste... Thranduil te apostarás con tus guerreros aquí, los de Nocthar aquí y los de Kheleha en este lugar, debéis realizar un movimiento envolvente, no les dejéis respirar... -.

- ¿Te parece que montemos algunas trampas de estacas o les tiremos una casa encima a esa chusma? – interrogó Meldon.

- Lo que consideres oportuno, sólo ten cuidado con nuestra gente y dile a Elleth que te ayude – recomendó Galadriel – Bien, Celeborn dirigirá nuestra caballería contra el centro de su ejército, ésta es una maniobra muy arriesgada porque, si la infantería no conseguís destrozar la retaguardia de sus huestes, mi esposo y nuestros compañeros quedarán acorralados y serán aniquilados -.

- Suerte, mellonya – le deseó Thranduil a Celeborn.

- No necesito suerte, sino que tú hagas tu trabajo – sonrió el rey sinda.

- Una última cosa – les interrumpió la dama – Antes de enzarzarnos en combate voy a intentar algo -.

- ¿Tiene que ver con ese montón de ropa con el escudo de la Casa de Finarfin? – infirió Eirien.

- Sí, con un poco de suerte conseguiré un destacamento de guerreros noldor -.

- ¿Cómo lo harás?, ¿sacándolos del aire? -.

- ¡Se los va a robar a los hijos de Fëanor! – Thranduil se echó a reír - ¡Ésta sí que es buena! -.

- Todos a vuestros puestos – ordenó Galadriel - Nai Eru varyuva le -.

Los capitanes se pusieron los yelmos y fueron con sus tropas.

- Lamento todo esto, es culpa mía – le dijo Elwing a Galadriel, una vez se quedaron solas.

- No, es del Silmaril – afirmó la dama con plena convicción – Ve con los que están en la playa, ayuda a Phaire y a su gente con los niños, presiento que el destino aún tiene reservado algo especial para ti -.

- Pase lo que pase, gracias por todo mi querida maestra y amiga -.

- Ha sido un honor, Elwing -.

La reina sindarin corrió hacia la costa. Galadriel fue entonces a por su yegua; en el horizonte ya empezaba a clarear, cuando el sol asomara por las Ered Luin comenzaría la batalla.

En solitario, Galadriel trotó hacia la llanura dónde terminaba de prepararse el ejército noldorin. Se detuvo a unos doscientos metros de los vigías, ellos la reconocieron y fueron a avisar a sus jefes.

- Aiya Altáriel, ¿deseas parlamentar? – fue la pregunta de Maedhros.

- No traigo la rendición, primo, vengo para hablarle a mi Pueblo y luego volveré con aquellos a los que debo lealtad – respondió la dama - ¿Se me permitirá? -.

- Habla -.

- Noldor, mi amada gente, estoy aquí para recordaros el pasado. En dos ocasiones habéis derramado la sangre de vuestra raza, elfos matando a elfos, ¿acaso repetiréis las matanzas de Aqualondë y Doriath?. Cada vez que vuestras armas se alzan contra inocentes el peso de la Maldición os ahoga un poco más, vuestro espíritu sufre y acabará siendo devorado por la oscuridad. Mientras los eldalië nos aniquilamos, nos traicionamos y odiamos, el verdadero enemigo, Morgoth, se regocija en el Norte, allí donde han caído tantos que amabamos; recordad a Fingolfin que luchó en combate singular contra el Señor Oscuro, a Fingon al que muchos servisteis, a Finrod Felagund... incluso los Edain, sin rey ni guía, plantan ahora batalla a Morgoth. ¿Seguiréis destruyendo a vuestros amigos?, ¿continuaréis con estos actos denigrantes y deshonrosos?. Abandonad a los hijos de Fëanor, ellos están atados por el absurdo Juramento que realizaron en Tirion, sólo ellos han de responder ante él, ninguno de vosotros está obligado a morir por una Joya maldita que arruina todo lo que toca y a todo el que la nombra -.

Los primeros rayos de sol incidieron sobre las bruñidas armaduras, escudos y coloridos estandartes del ejército noldor. No obstante nada ni nadie resplandeció como Galadriel aquella mañana; nívea como la luna la túnica, dorados como el mismo sol los cabellos, y la luz de Aman brillando en su rostro.

De las organizadas filas de guerreros salió alguien montado en un corcel bayo, el jovial astrólogo.

- Vos ordenaréis y yo os seguiré, Ninquenís, heredera de la Casa de Finarfin – clamó Valglin, para que todos pudieran oírle – Lucharé a vuestro lado -.

Después de aquello, uno tras otro, cientos de noldor abandonaron el ejército de los hijos de Fëanor y fueron agrupándose en torno a Galadriel. Con todo, las huestes atacantes seguían superando en número a las defensoras.

La Dama Blanca volvió grupas y condujo a sus nuevos guerreros hasta una colina cercana. Allí les dio las sobrevestes con el emblema de Finarfin, un sol cercado por rayos dorados sobre fondo blanco.

- Aquellos que no queráis luchar id a la playa, proteged a las mujeres y los niños -.

- No nos echaremos atrás, señora – afirmó uno de los jinetes – Combatiremos a vuestro lado porque vos queréis acabar con este círculo de traición y muerte -.

- ¿Vos sois? -.

- Rassener en la Lengua Antigua, Rasadan en la lengua de los Elfos Grises -.

- Caballero Rasadan, elegid a los compañeros que creáis más aptos para el mando y organizar nuestra hueste, la batalla no va a esperarnos -.

Como queriendo corroborar las palabras de Galadriel, el sonido de las trompetas señaló el inicio del ataque noldor.

Rasadan ladró unas cuantas ordenes y en seguida tuvo las tropas alineadas y preparadas. Recorrió las filas, asegurándose que todo estuviese a punto.

- Señora, estamos preparados – informó con gesto grave.

- Buen trabajo – elogió ella – Quiero que llevéis a la mayor parte de los guerreros tras aquella colina, atravesad la ciudad y no dejéis que los fëanorianos os vean; aguardad allí hasta que os dé la señal para atacar -.

- ¿Cuál será la señal? -.

- El sonido de las campanas -.

El capitán noldo reunió a casi todos los soldados y fue a tomar posiciones.

- Parece un buen elfo – sonrió Galadriel.

- ¿Rasadan?, oh, sí, aunque es algo quisquilloso y su obsesión por la perfección puede resultar irritante, no encontraréis a nadie más honorable – replicó Valglin.

La acometida del ejército noldorin se desarrollaba tal y como Galadriel había pronosticado. Lluvia de flechas y estacas que frenaron la carga, luego los lanceros terminaron de desmantelar cualquier intento de retomar una embestida a caballo. Entró en juego la infantería. Poco después, la caballería dirigida por Celeborn partió en dos el ejército noldo y resistieron.

- Valglin, ve al campanario, tengo que ayudar a mi esposo – dijo Galadriel y lanzó el grito de batalla - ¡Elbereth Gilthoniel! -.

- ¡Elbereth! -.

Descendió la ladera a toda velocidad y entró de lleno en el combate. A golpes de puñal, ocasionales patadas y alguna que otra coz por parte de Alqua, Galadriel se abrió paso hasta llegar junto al sinda de cabellos plateados.

- Aiya, ¿me has echado de menos? -.

- Ya pensaba que no lo habías conseguido – replicó él alegremente, al tiempo que su espada hendía la armadura de un adversario – Pocos te han escuchado -.

- Espera, tengo una sorpresa -.

La dama noldorin desplegó su mente y rozó la de Valglin, el tañido de las campanas se unió al estrépito de la batalla. Del otro lado de la ciudad, como salidos de la nada, surgieron las fuerzas de Rasadan y cayeron en tromba sobre los que habían sido sus compañeros esa misma mañana.

Durante casi media hora la situación estuvo muy igualada, no parecía que la fortuna se decantase por ningún bando. Fue entonces cuando el sonido de un cuerno desintegró las esperanzas de los defensores, por oriente llegaban las fuerzas de Amrod y Amras.

- ¡¡¡Replegaos!!! – ordenó Celeborn.

Horrorizada, Galadriel vio como la mitad de la hueste recién llegada se separaba del contingente principal tomando el camino de la costa. Matarían a todas las mujeres y niños.

- ¡Thranduil, Meldon! – gritó mentalmente - ¡Llevad a cuantos guerreros podáis a la playa, van a atacar a los niños! -.

- ¿Altáriel? – interrogó Celeborn.

- Quédate y guía a nuestra gente, yo intentaré salvar a los que están en la playa -.

- Melánë anle, vanimalda Altáriel -.

Agarrando las crines de Alqua, Galadriel atravesó el campo de batalla y recorrió las calles de la ciudad cuan relámpago. Demasiado tarde. Cuando los cascos de la yegua pisaron arena ésta ya empezaba a teñirse de rojo.

Vio a Valglin poniendo a salvo a un numeroso grupo de chiquillos en el interior de la torre campanario, ningún noldo cometería la locura de desafiar al astrólogo pues todo lo que tenía de bajito lo tenía de poderoso.

Más allá Thranduil se batía con Amrod, a sus pies Meldon yacía con la ropa ensangrentada.

En la orilla, Amras cogió a dos críos de cabellos negros, Elrond y Elros.

Galadriel espoleó a Alqua, debía salvar a los príncipes. ¿Dónde demonios estaba Elwing?.

- ¡Suéltalos! -.

- Nerwen – murmuró Amras, le pasó los niños a dos guerreros y desenvainó – Llevádselos a Maedhros, ellos son lo que necesitamos para conseguir el Silmaril, su madre devolverá la Joya para recuperar a sus hijos -.

- El Silmaril ya no está a vuestro alcance – jadeó una voz.

- ¡Phaire! -.

La dama noldorin desmontó y se arrodilló junto a la sanadora. Phaire sujetaba con fuerza su costado, la sangre manaba entre sus dedos empapando la túnica gris y la dorada arena.

- No uses tu poder, es inútil... veneno -.

- ¡Ni te muevas Amras, aún no he acabado contigo! – gritó Galadriel a su primo que, aprovechando su distracción, se alejaba al galope – Nanethdor lasto beth nin, chae o Arvernien, giro ar danno or coth nin; Nanethdor lasto beth nin, chae o Arvernien, giro ar danno or coth nin -. (Madre Tierra escucha mi voz, tierra de Arvernien, estremécete y cae sobre mi enemigo).

Atendiendo al hechizo de la dama la tierra pareció cobrar vida. Todo tembló sacudido por un terremoto, y una grieta se abrió en el suelo devorando a Amras para luego cerrarse.

- Elwing... en el agua... – tosió Phaire – Se arrojó... -.

Galadriel buscó a Elwing en el mar. Descubrió su figura nadando hacia la inmensidad, moriría de agotamiento antes de encontrar una costa. Entonces ocurrió un prodigio, la elfa desapareció en un súbito torbellino, la espuma brilló como las estrellas y de las olas se alzó un ave de blanca pluma portando el Silmaril hacia Occidente.

- Namarië Elwing, nai hiruvalyë Valimar – susurró Galadriel – Phaire, el Silmaril ya no hará más daño, se ha marchado para siempre -. (que encuentres Valinor).

- Yo... -.

- Habla en tu mente, te será más fácil -.

- Sí, es más sencillo, así no duele – los labios se curvaron en una débil sonrisa – Me muero, es una pena, ahora que podríamos vivir en paz -.

- Phaire... -.

- Silencio, mi señora... mi reina, no puedes hacer nada más por mí, ve y encuentra a los príncipes – tosió y de su boca manó sangre – Namarië -.

- Namarië, amiga -.

Se giró sobresaltada. Un guerrero había levantado su espada con intención de decapitarla, sin embargo una certera flecha clavada en su cuello lo impidió. El elfo se desplomó, muerto antes de tocar el suelo.

A lo lejos, Eirien levantó su arco y desapareció tras las casas. Galadriel calculó que bien podía haber disparado desde más de trescientos metros.

- Esa chica es un monstruo con el arco, su padre se sentiría orgulloso -.

La dama montó y cabalgó sin detenerse por la playa. Remontó las calles empedradas, los cascos de Alqua hacían saltar chispas al golpear la piedra, y se internó de nuevo en la batalla.

Desplegó su pensamiento, buscando a los gemelos. Se sorprendió al topar bruscamente con la mente de Elrond, el niño le cedió sus ojos y oídos con una gran facilidad.

- Lo sentimos, no pudimos evitar que se lanzara al agua, sus sirvientes nos entretuvieron hasta que estuvo demasiado lejos para perseguirla – dijo el soldado que portaba a Elrond.

El chiquillo miró a los dos eldar que tenía delante, parecían ser los jefes de aquellos que le habían raptado junto con su hermano. Elros no dejaba de dar patadas e intentar morder al elfo que le sujetaba sobre la cruz de su caballo.

- ¡Suéltame, bastardo! – gritó Elros, debatiéndose, y continúo enumerando otra serie de apelativos mucho más desagradables y que no debería conocer a tan corta edad.

- Este crío es un pequeño monstruito... ¡argh!, ¡me ha mordido! – el guerrero miró iracundo su mano herida y levantó la otra con intención de arrearle un bofetón.

- Ni se te ocurra – advirtió uno de los grandes señores.

- Éste parece más tranquilo, ¿cómo te llamas? – interrogó el caballero de cabello negro, la voz melodiosa de un trovador y tristes ojos azules.

- Elrond, señor – respondió el príncipe – Él es mi hermano Elros, ¿quién sois y qué queréis de nosotros? -.

- Posees una mente despierta y perspicaz, muchacho – sonrió afable el elda – Soy Maglor y él es mi hermano Maedhros, hijos de Fëanor, y os necesitamos para recuperar el Silmaril; tranquilos, no os haremos ningún daño -.

- Ya no tendrás el Silmaril, mi madre lo lleva hacia Occidente, tus guerreros te lo dirán, ellos han visto, igual que yo, como mi madre se ha convertido en un pájaro blanco -.

- ¿Es cierto? – inquirió Maedhros.

- El chico no miente – afirmó uno de sus captores – La elfa se transformó en ave y llevaba la Joya -.

- El Silmaril no está aquí, dejad de matar a mi gente – intervino Elrond, con una seriedad inquietante en un niño tan pequeño.

- Maglor, haz que toquen retirada, nos vamos -.

- Maedhros, no puedes estar... -.

- ¡He dicho que nos vamos! – gritó enojado – Y, vosotros, custodiad a los príncipes, nos los llevamos -.

En ese momento Galadriel perdió el contacto, la mente de Elrond estaba exhausta y el miedo le impedía mantener el control.

Los cuernos tocaron retirada. Fue entonces cuando casi todos los noldor renunciaron a seguir los pasos de los hijos de Fëanor, rindieron las armas y se alejaron hacia el Norte. Maedhros y Maglor apenas reunieron cincuenta elfos que quisieran acompañarles.

Las últimas luces de la tarde revelaron el triste resultado de la cruenta batalla. Galadriel caminó entre las ruinas y su rostro se oscurecía a medida que encontraba más y más amigos muertos.

Cansada, se sentó sobre la arena. El sol se hundió en el mar y un cántico se elevó en la noche, un lamento cargado de tristeza y lagrimas eternas.



Un par de días después de la batalla, Círdan se presentó en los Puertos de Sirion.

- ¿Qué haréis ahora? – preguntó Círdan.

- Galadriel quiere ir hacia el Este y fundar un nuevo reino – comentó Celeborn.

- Eso puede esperar – replicó la dama – Primero hay que hablar con Gil-galad y ver como vamos a organizarnos, además presiento que algo está por suceder -.

- ¿Bueno o malo? -.

- Bueno – le sonrió Galadriel a su esposo – Algo que desatará unos poderes jamás vistos en Endor, el mundo cambiará, el fin de una Edad se aproxima -.

Alguien golpeó la puerta y entró en la habitación sin esperar respuesta, era Thranduil.

- Ninquenís, han terminado de erigir el túmulo – informó de forma desabrida.

- De acuerdo, gracias -.

Galadriel observaba con tristeza el progresivo cambio que se había ido produciendo en Thranduil, el muchacho pícaro y despreocupado estaba dando paso, poco a poco, a un elfo maduro de carácter grave, estricto y vengativo; las perdidas sufridas desde la muerte de Thingol pesaban sobre él, había visto demasiada muerte y destrucción, nunca volvería a pensar en la vida como un juego.

Las divagaciones de la dama se vieron interrumpidas por la llegada de Valglin.

- Aiya, ¿qué nuevas tenemos? -.

- Eso mismo iba a preguntarte yo, ¿y Rasadan? – replicó ella.

- Él y los otros guerreros noldor están ayudando a los sindar y teleri con la reconstrucción, creo que sienten que os deben algo por las afrentas pasadas -.

- Colocar unas cuantas piedras no es suficiente para perdonarles sus asesinatos – comentó Thranduil.

- Lo sabemos muy bien, caballero – se defendió Valglin – Por eso hemos jurado fidelidad a la dama Galadriel, ella es y será siempre nuestra reina -.

- Siento si os he ofendido, mis nervios aún están ligeramente crispados -.

- Comprendo – sonrió conciliador el astrólogo.

- Thranduil, ve a buscar... – la voz de Galadriel se quebró, había estado a punto de decirle que fuese a por Elleth cuando ella era una de los compañeros muertos en combate - ¿Quién se ha encargado de rastrear a los hijos de Fëanor? -.

- Uno de los chicos de Rasadan, se llama Lindir -.

- Tráelo -.

Lindir era un noldo rubio, avezado rastreador y arquero. Sus compañeros le habían apodado Arsoron, noble águila, por sus habilidades y por los rasgos de su rostro que recordaban los de un ave de presa.

- Los seguí como ordenasteis, a cinco horas de aquí los hijos de Fëanor despidieron a los guerreros que aún les eran fieles y ahora están solos -.

- ¿Y los niños? -.

- Les tratan bien por lo que pude observar, en realidad Maglor está encantado con ellos y creo que piensa quedárselos -.

- No entiendo a mis primos – declaró Galadriel.

- ¿Alguna vez lo has hecho? – sonrió Celeborn.

- Me temo que no podemos rescatar a los príncipes, al menos de momento – continúo ella, haciendo caso omiso a su esposo.

- Señora, en mi opinión tarde o temprano acabarán por dejarlos en libertad por propia iniciativa, no os preocupéis – dijo Lindir.

- Por su propio bien, eso espero -.



Hubieron de transcurrir dos semanas más antes que Gil-galad regresara a los Puertos. Al llegar y ver lo sucedido se sintió terriblemente culpable, tanto que Galadriel tardó casi dos horas en conseguir que aceptara el perdón y dejara de estar postrado ante ella en mitad del muelle.

- A veces eres de lo más infantil – observó la dama.

- No te creí y... -.

- Ni una palabra más, no pienso escucharte durante otras tantas horas detallándome el elfo tan malo que eres – le interrumpió sonriente.

- Como quieras – capituló Gil-galad.

- Acompáñame, hay mucha gente que deseo presentarte y llevan un buen rato esperando en la orilla -.

Fue una exclamación colectiva, un clamor de asombro. Galadriel y Gil-galad se volvieron y siguieron la mirada de los marineros teleri. En el cielo tornasolado por el amanecer, al Oeste, había aparecido una nueva estrella cuyo resplandor superaba al de cualquiera de sus semejantes.

- Se mueve... -.

- Se acerca... -.

- Al Norte, va al Norte... -.

Señalaban los teleri.

- Y una Luz surgirá en el Oeste – rió Galadriel.

- Parece increíble – dijo el rey noldo.

Se reunieron con los demás en la playa.

- ¿Qué es eso? – inquirió Eirien.

- Otra de las profecías de mi esposa – respondió Celeborn.

- Brilla como el Silmaril -.

- Así es Thranduil, esa estrella es el Silmaril que Elwing portaba, creo que consiguió llegar a Valinor y que Eärendil estaba con ella – asintió Galadriel.

- Entonces, si Ninquenís está en lo cierto, los Valar vendrán a Endor – afirmó Valglin.

- Esa es mi esperanza -.

- Es la de todos – aseveró Gil-galad, que no había apartado sus ojos de la estrella en ningún momento – Gil-estel, la estrella de la esperanza -.

- Esto puede ser un problema -.

- ¿Por qué, Altáriel? – inquirió extrañado Celeborn.

- Los Valar vendrán para combatir a Morgoth, no podéis haceros una idea de cómo va a afectar eso a la Tierra Media – explicó la dama – Los Valar traerán a sus huestes de maiar, a las Águilas y, es posible, que también a los elfos noldor y vanyar; para defenderse Morgoth apelará a orcos, bestias, balrogs y dragones -.

- Van a causar un cataclismo – dedujo sin dificultad Thranduil – Aunque la lucha sea en el Norte, sentiremos los efectos incluso aquí -.

La mano de Galadriel señaló al lucero.

- Cuando la estrella pase sobre las Ered Wethrin estallará la guerra, sería conveniente avisar a la población -.

- Haré que mis barcos atraquen en el puerto más cercano – dijo Círdan - ¿Puedo invadiros un rato la torre, dama Galadriel? -.

- Por supuesto, Valglin ve y ayúdale, tu magia puede hacer que las señales luminosas lleguen de punta a punta de Arvernien -.

- Son imaginaciones mías o realmente estás disfrutando con todo esto – la acusó un jovial Thranduil.

Galadriel le devolvió el gesto, una sonrisa de complacida perversidad y malicia.

- Sencillamente estoy imaginándome la cara de Morgoth cuando los Valar le saquen a patadas de su fortaleza -.



"...y el reino maldito fue reducido a nada... y contemplaron un mundo que había cambiado. Porque tan grande era la furia de esos adversarios, que las regiones septentrionales del mundo occidental se habían partido, y el mar entraba rugiendo por múltiples grietas, y había mucho ruido y confusión; y los ríos perecieron o buscaron nuevos cursos, y los valles se levantaron y las colinas se derrumbaron; y ya no había Sirion."



N de A:

El hechizo que utiliza Galadriel está inspirado en el que utiliza Arwen en la peli del SdlA, la famosa y controvertida escena de la huida al Vado que le correspondía a Glorfindel:

Nîn o Chithaeglir, lasto beth daer: Rimmo nîn Bruinen dan in Ulaer!. Nîn o Chithaeglir, lasto beth daer. Rimmo nin Bruinen dan in Ulaer!.
"Aguas de las Montañas Nubladas, escuchad la gran palabra; ¡Aguas del Río Sonorona (Bruinen) creced en contra de los Espectros del Anillo!" (se repite)

Rasadan o Rassener significa "el caballero del cuerno", podría haber sido un buen apodo para Boromir.XD

Lindir significa algo así como "melodioso".

Por cierto, todo el que quiera puede coger a los personajes que he creado y usarlos para sus propias historias, siempre que no les hagáis muchas perrerías a los pobres que para eso estoy yo aquí ^^.


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