Nimedhel

31 de Julio de 2005, a las 20:37 - Nimedhel
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Las arañas
 
Era una hermosa tarde, el bosque tenía un misterioso brillo azul. El rey Thranduil se dirigió hasta las caballerizas donde lo esperaban los guardias y cazadores. Armados con finos arcos y largas espadas, montaron en los caballos; delante de todos iba el rey y a su lado su hijo, el príncipe Legolas, a la diestra de ambos avanzaba un importante capitán portando insignias y el estandarte verde del rey del Bosque, tras ellos estaban siete de los cazadores más jóvenes y hábiles del reino, y cuatro guardias cerraban la escolta.
-¿Cómo ves el tiempo, Legolas? –preguntó el rey a su hijo.
-En tardes como esta la cacería es siempre fructuosa. El viento va en la dirección correcta, trayendo con él los sonidos de los animales –respondió Legolas, haciendo notar a su padre que sabía tanto como él en cuestiones de cacería.
-Veo que tantas salidas con tus amigos no han sido en vano –dijo el rey complacido-, sí, las salidas... y un gran maestro también.
-Señor, me halaga –respondió Mardaer, capitán de la guardia mayor del rey Elfo y uno de los mentores de Legolas-. Pero debo decirle también que vuestro hijo es un gran alumno, algo impulsivo y rebelde, pero en general... su desempeño en la cacería es magnífico.
-No sé si agradecértelo o retarte, Mardaer –dijo Legolas, pues lo de impulsivo y rebelde, no eran precisamente algo que lo incomodase, todo lo contrario; tales calificativos eran como un desafío para él.
-Si es hijo mío claro que debe ser bueno en la caza, pero... ¿magnífico? Eso tengo que comprobarlo –dijo el rey.

      Ya iba Legolas a replicar, no le había hecho mucha gracia el comentario y la duda de su padre, pero en ese preciso momento el capitán de la guardia alertó a la compañía. Una manada de ciervos negros (criaturas hermosas pero un tanto hostiles) andaba a no muchos metros de donde estaban. En la negrura del Bosque es muy difícil distinguirlos, pero los Elfos de los bosques son hábiles cazadores, entrenados desde muy jóvenes en las artes de la cacería y la lucha con espada y cuchillo largo, Elfos cazadores del reino del Bosque. Pero no se habían acercado mucho cuando dos de los cazadores que marchaban a la retaguardia, dieron fuertes gritos. Una masa oscura e informe avanzaba hacia ellos, arañas negras, gigantescas, se acercaban, siseando y hediendo. Una de ellas, gorda y de aspecto repugnante, se lanzó contra el rey, pero éste respondió atravesándola de parte a parte con una flecha, era desde luego un gran arquero. El capitán ordenó a los guardias rodear al rey para protegerlo. El resto de la compañía asestó con las flechas a las arañas, una a una fueron cayendo de los árboles, Legolas desenvainó el largo cuchillo y dio rápida muerte a tres de ellas.
-Todos, ¡desenvainad las espadas y los cuchillos! Les enseñaremos a temer a los Elfos cazadores del rey Thranduil –dijo Legolas, furioso por que un grupo de horribles monstruos ocho-patas le habían arruinado la tarde de caza.

      Los muchachos y los guardias obedecieron, al cabo de un buen rato, la lucha se volvió feroz, todos esgrimían sus espadas y sus dagas, había pasado casi una hora pero la pelea parecía no querer acabar, al igual que las arañas. Qué bichos tan molestos, se quejaban los más jóvenes, parecen reproducirse cada vez que matamos a alguna. Y en verdad así parecía, pues las filas de repugnantes arañas no terminaban nunca. ¡A los arcos!, gritó Legolas, las atacaremos con aguijones que no conocen, la idea fue acogida de inmediato, Mardaer, el capitán, avanzó hacia los árboles montado en un caballo pardo, disparando flechas a una velocidad desconocida para los más hábiles cazadores de entre ellos. Muchas arañas retrocedieron, otras tantas decidieron huir; pero de repente escuchó un grito tras él. Un grupo numeroso de arañas se había dejado caer desde un árbol sobre un cazador, haciéndolo caer del caballo. Lo arrastraron cerca de una gran telaraña que se extendía entre las ramas de un árbol caído pero Legolas logró acercarse a tiempo y rompió los hilos que sujetaban a su amigo con una estocada, pero ahora éste estaba en el suelo, pues había sido derribado junto a su caballo y la pobre bestia fue arrastrada a la profundidad del Bosque. Una flecha pasó rozándole el cabello, tras él una araña inmensa caía retorciéndose. Legolas había lanzado la flecha y ahora se dirigía hacia Legolas, quien saltó ágilmente tomando la mano que el capitán le tendía en el momento que pasaba a su lado galopando, de esta manera logró subir al caballo. Con una última abatida de los arqueros Elfos las arañas huyeron y no los molestaron más, de ahora en adelante esas criaturas lo pensarían muchísimas veces antes de acercarse a algún Elfo. Los cazadores salieron indemnes, incluso Legolas, a quien la caída provocó algunas contusiones leves, pero él no sabía quejarse por estas cosas.
     
      Cabalgaron a todo galope sin detenerse hasta llegar a los recintos del rey. Debía tomar decisiones serias.
-La oscuridad se incrementa al Sur del Bosque, estos parajes ya no son más un sitio seguro. A partir de ahora la guardia se redoblará en los límites del reino, y por seguridad, ningún Elfo saldrá de esas fronteras sin mi consentimiento. Igual será para aquellas criaturas que quieran cruzar tales límites, no podrán entrar si no son invitadas y tampoco salir si tal es mi deseo. A cualquiera que incumpla estas órdenes le está reservado un castigo severo, sea Elfo, Hombre o cualquier otra criatura que se atreva a invadir nuestra paz, que cada día nos es más cara.

      Los nuevos mandatos fueron transmitidos por los heraldos del rey a todos los Elfos del reino. Algunos que vivían en cómodas cabañas ocultas entre las hojas bajo los árboles, se trasladaron más al Norte, y muchos otros prefirieron internarse en las cuevas cercanas a la fortaleza real. Por supuesto que los tratos con los Hombres, que habían mantenido durante largos años, no se interrumpieron, sólo se hicieron un poco más secretos, pero la vigilancia de las fronteras fue más exhaustiva, día a día los capitanes reportaban la presencia de criaturas nuevas y salvajes al sur y al este del bosque, lo que convencía más al rey de la necesidad de incrementar la guardia y la severidad de los castigos para quienes osen traspasar sus fronteras sin invitación o sin su consentimiento.

      Transcurrieron los años, y la oscuridad no menguaba, si bien los Elfos de Thranduil eran fuertes y hábiles, más allá de las fronteras no había control a excepción de una que otra expedición de los guardias en busca de información para el rey. En muchas oportunidades Legolas encabezaba alguna de estas expediciones y no eran pocas las veces que aprovechaba la salida para ir de cacería con los soldados y sus compañeros cazadores, las arañas se convirtieron, por un tiempo, en su blanco predilecto. Tal y como Legolas dijo, habían aprendido a temer a los Elfos de Thranduil, quienes no conocían la piedad con estas criaturas.
     
      El Bosque Verde se oscureció, la maldad reinaba en el Sur del Bosque y los Elfos del Reino de Thranduil perdieron comunicación con sus lejanos parientes en las tierras septentrionales. Pero la vida de estas criaturas, valientes y alegres, continuó en relativa paz, nunca abandonaron las fiestas otoñales, mucho menos los deliciosos banquetes en el Bosque, y muy a menudo cantaban (luego del vino y la cacería, las canciones eran su deleite favorito), tenían canciones para toda ocasión, para recibir al otoño, para despedir la primavera, para comenzar el día, para saludar a la noche, en fin, eran Elfos de los bosques, no acostumbrados al ruido de las minas de los Enanos, ni a los tratos con otros seres, a excepción de los Hombres, que vivían más allá del río, con los que traficaban. El Reino del Bosque, ahora Negro, se internó más aún en las profundidades de la floresta, numerosas criaturas extrañas deambulaban sin rumbo y sin amo, quién sabe cuánto tiempo pasaría antes que la Sombra fuese arrojada del reino de Thranduil, hijo de Oropher.



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