Nimedhel

31 de Julio de 2005, a las 20:37 - Nimedhel
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

En el río

      Mucho les pesó en el corazón abandonar a Lórien la bella y partir tan sólo con los recuerdos de las lluvias ligeras y las tibias tardes en la tierra de los Elfos. La Dama ofreció un festín de despedida, y a todos dio obsequios valiosos. Cuando éste terminó, se embarcaron en los finos botes élficos y continuaron el viaje. En una misma barca iban Legolas y Gimli, inseparables desde que tuvieron aquel primer diálogo amistoso en una noche sin Luna, cuando la nostalgia invadió a un Elfo, cuando la comprensión despertó en un Enano, cuando una amistad extraña, preciosa y eterna nació en medio de los árboles. Aún cuando el resto de la Compañía no terminaba de asimilarlo completamente, pues era entrañable y a la vez extraño ver a dos compañeros tan distintos, y a veces hasta les parecía cómico el contraste entre la elegancia del Elfo y la rudeza del Enano.
     
      Así, la Compañía siguió navegando en aquellas aguas rápidas y anchas, arrastrada siempre hacia el sur. Unos bosques desnudos se levantaban en una y otra orilla, y nada podían ver de las tierras que se extendían por detrás. La brisa murmuró y el río fluyó en silencio. El día avanzaba y el paisaje se hacía cada vez más agreste, los árboles desaparecían y no se oía ningún sonido, más que el de sus propias respiraciones. Gimli no soportó mucho el aburrimiento.
-Eh, Legolas. ¿No tienes nada qué contar? Ahora soy yo quien necesita una buena charla, la pena por haber dejado atrás la luz de la Dama aún me embarga -dijo el Enano, pues había llegado a querer bien a la Dama Galadriel, por su sabiduría y comprensión, y ésta le obsequió tres de sus dorados cabellos, que el Enano atesoró hasta el fin de sus días.
-La misma pena compartimos todos –dijo el Elfo observando el hermoso arco que la Dama le obsequiara-. Pero no comprendo del todo tus palabras, realmente deberá pasar mucho tiempo antes que un Elfo comprenda bien a un Enano.
-Pues una canción no me vendría mal, maese Legolas, el más nostálgico de los cantores Elfos –dijo Gimli.
-No puedo complacerte en eso mi buen Enano –dijo Legolas-. No se me viene a la mente ninguna canción que pueda levantar tu ánimo. Y, para serte franco, las canciones de los Elfos no se hicieron para divertimento de los Enanos, aunque... tratándose de ti, que eres mi amigo, podría hacer una excepción, pero... no, el tiempo no es apropiado.
-¡Bah¡ por lo menos podrías contarme una buena historia –dijo Gimli, aunque luego tuvo que explicarse mejor al ver el rostro intrigado de Legolas- Algo sobre... no sé, tal vez... ¡Claro!, háblame más de esa Dama... ¿cómo dijiste que se llamaba? Ah, sí, Nimedhel. Su nombre hermoso aún resuena en mi cabeza.
      Al escuchar este nombre, el Elfo casi pierde el control del bote, lo que llamó la atención de los hobbits más jóvenes.
-¡Cuidado, ustedes dos! –gritó Merry.
-Parece que el peso del buen Gimli no ayuda a Legolas –rió Pippin-, otro tambaleo como ese y de seguro muy pronto zozobrará la barca.
-¡Escuché eso, Mediano imprudente! –gruñó Gimli-, agradece que mis manos están alejadas de tu cuello o ya verías.
-Te pido perdón Gimli –se excusó Pippin desde la otra barca sin dejar de reír-, pero no puedes negarme que tu gordura no ayuda mucho en un viaje en bote.
      Todos, incluso Legolas, echaron a reír. Claro que Gimli no compartía la gracia, después de todo era él el afectado.
-Vamos, sigue burlándote. Tú cometes el error y de mí es de quien se mofan – increpó Gimli a Legolas-, ese mediano... ¡llamarme gordo a mí! Robustez, eso, eso, ¡soy robusto y no gordo!, ese Hobbit debería ver el tamaño de su abdomen y sus rollizos dedos. Ya, basta de risas.
-Lo lamento de veras, amigo. Pero no me pareció mala idea darle la razón al Hobbit Peregrin –dijo Legolas sonriendo-. Tal vez sí estés un poco subido de peso.
-Dejemos eso de lado ¿quieres? –dijo Gimli dando a entender que quería que el Elfo parase de reír a cualquier precio, ante lo que Legolas prefirió callar-. Ahora dime ¿qué rayos te pasó hace un momento?
-Un golpe inesperado –respondió el Elfo.
-¿Qué? ¿cómo puede ser eso posible? ¿te han lastimado, amigo? Pero... yo no he notado nada y... ¡y hasta has reído! –dijo alarmado el Enano.
-No hablo de una herida corporal, Gimli. Es sólo que...
-¡¿Qué?! –preguntó Gimli con su habitual impaciencia.
-Es sólo que mencionaste su nombre –dijo Legolas mirando el vacío.
-¡Aaahhh! Ya veo –dijo Gimli con un aire de gran entendedor-. Ahora ya comprendo lo que te pone así: extrañas a esa Dama Nimedhel.
-Sí, tanto como al Bosque: mi hogar, y los árboles y las canciones –dijo Legolas tratando de desviar la conversación hacia cualquier otro tema que no sea Nimedhel.
-Bien, bien. Pero igual yo aún quiero saber más de la historia de esa muchacha.
-¿Qué es lo que quieres saber con exactitud? –preguntó Legolas reparando en que tal vez no era necesario evitar las preguntas del Enano, sino que por el contrario, sería mejor complacerlo contándole, como Gimli decía, aunque sea una pizca de toda su historia.
-Pues... dijiste que esa Dama poseía una gran sabiduría, ¿es acaso como la Dama Galadriel?
-Verás, aún entre los Elfos hay algunas diferencias. Contrario a lo que piensan muchos Enanos, no nos dedicamos a cantar y bailar todo el día. Existen entre nosotros altos Señores, poseedores de grandes conocimientos, hábiles en reconocer las hojas y nombrarlas, Maestros de la Ciencia de esta Tierra. La Dama Galadriel es grande entre éstos, qué tan poderosa sea no lo sé, pero hasta donde alcanza mi conocimiento, sé que pertenece al linaje de los Señores Elfos del Poniente, los Noldor, si no me falla la memoria. En cuanto a Nimedhel y sus hermanos, te diré que son descendientes de una familia antigua y poderosa, cuna de innumerables y bravos guerreros, todos los pertenecientes a su clan son hábiles para la lucha, incluso las doncellas. A éstos pertenece la Dama Nimedhel.
-Valientes son los del linaje de esta Dama –dijo Gimli asombrado-, pero aún deseo saber más de ella, lamento decirte que aún no has saciado mi curiosidad.
-Bien, ¿qué he de decirte ahora para que me dejes tranquilo? Creo que sería más efectivo volcar el bote de una vez para ver si así me dejas en paz –bromeó Legolas.
-Vamos, Elfo. Dime más de ella –insistió Gimli.
-¿A qué viene ese repentino interés en la Dama del Bosque? –preguntó Legolas intrigado.
-Resulta, amigo, que las canciones de los Elfos son como hechizos para oídos que no están acostumbrados a este tipo de música, que provoca ensoñaciones extrañas y placenteras. Pues bien, esta Dama es una de esas maravillosas ensoñaciones que provocaste aquella noche en mi mente mientras cantabas y ahora no me la puedo quitar de la cabeza –dijo Gimli.
-Y ¿cómo es que te la imaginas? –preguntó Legolas, sintiéndose muy complacido en el comentario del Enano y también muy interesado en saber si la visión de Gimli concordaba con la verdadera Nimedhel.
-No sé por dónde comenzar, tal vez... ¡por supuesto! Ahora es más claro, puedo recordarlo: en medio de un gran valle entre montañas que se confunden con el cielo estaba una muchacha, ¡pero si no era más que una niña!, bellísima y delgada, ni todas las hogueras reunidas podrían igualar el brillo escarlata de sus trenzas y sus graciosos rizos adornados con pétalos blancos, bailaba contenta y unos jóvenes altos, arrogantes y apuestos se acercaban hacia ella, montados en caballos gigantescos. La muchacha corría a recibirlos con los brazos abiertos y ellos bajaban de sus corceles y la rodeaban cantando al tiempo que acariciaban sus trenzas y besaban su mejilla. Sí, todo esto pude ver... antes que una sombra terrible y un grito desgarrador borrasen la sonrisa de su rostro, orcos sin duda, ¡malditos sean esos engendros si por causa de ellos niños como esos dejan de sonreír!
-¡Me sorprendes, Gimli hijo de Glóin! –exclamó Legolas-. Nunca imaginé que un Enano pudiese expresarse así. Debo decirte que todo cuanto has imaginado es cierto, la niña de los rizos graciosos es Nimedhel y los jóvenes jinetes son sus hermanos y así solían vivir hasta antes que la sombra arrasase con su felicidad. Sólo habría que agregarle un par de detalles: Viste siempre como el cielo, dorado como el amanecer, azul pálido como el mediodía, nácar como la tarde o púrpura como cuando la noche cae. Y además, vive rodeada de aves que le dedican sus canciones y la arrullan en las tardes de otoño, éstas le hablan y ella las comprende pues tiene el don de entender los susurros del viento y los silbidos de los pájaros –concluyó de explicar Legolas.
-¡Maravilla! Habla con los jilgueros y las tórtolas, los gorriones y los zorzales.
-Y con las alondras y las gaviotas, las golondrinas y las palomas, que son sus favoritas.
      Siguieron todavía un trecho más en el río, cuando la noche se acercaba, acamparon en una orilla, esa noche, y a pesar del peligro que los seguía, Gimli soñaría como sólo podría hacerlo un Elfo... o un Enano hechizado por las canciones.



1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56

  
 

subir

Películas y Fan Film
Tolkien y su obra
Fenómenos: trabajos de los fans
 Noticias
 Multimedia
 Fenopaedia
 Reportajes
 Taller de Fans
 Relatos
 Música
 Humor
Rol, Juegos, Videojuegos, Cartas, etc.
Otras obras de Fantasía y Ciencia-Ficción

Ayuda a mantener esta web




Nombre: 
Clave: 


Entrar en el Mapa de la Tierra Media con Google Maps

Mapa de la Tierra Media con Google Maps
Colaboramos con: Doce Moradas, Ted Nasmith, John Howe.
Miembro de TheOneRing.net Community - RSS Feed Add to Google
Qui�nes somos/Notas legalesCont�ctanosEnl�zanos
Elfenomeno.com
Noticias Tolkien - El Señor de los AnillosReportajes, ensayos y relatos sobre la obra de TolkienFenopaedia: La Enciclopedia Tolkien Online de Elfenomeno.comFotogramas, ilustraciones, maquetas y todos los trabajos relacionados con Tolkien, El Silmarillion, El Señor de los Anillos, etc.Tienda Amazon - Elfenomeno.com name=Foro Tolkien - El Señor de los Anillos