Nimedhel

31 de Julio de 2005, a las 20:37 - Nimedhel
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Gollum

      El brazo de la Sombra era cada día más largo, las criaturas oscuras deambulaban a su antojo otra vez por el Bosque y fuera de los límites del Reino, el Bosque era de nuevo un sitio nefasto. Sucedió que una tarde hermosa y fría, un jinete cansado llegaba, no por primera vez, a las estancias del rey, era alto y delgado, y aunque sus ropas estaban gastadas y viejas, su semblante era todo lo contrario, duro y de hermosas facciones, un rostro maduro coronado por brunos cabellos que se erguía sobre un cuerpo esbelto y fornido. Los guardias el rey lo reconocieron y lo dejaron pasar. Ya en la Sala del rey, fue anunciado.
-Aragorn, hijo de Arathorn, solicita al rey Thranduil –anunció un heraldo.
-Aragorn, un Señor de los Hombres ni más ni menos –dijo el rey-. Adelante, se bienvenido, mientras permanezcas ante mi no tendrás que usar esas pesadas ropas de invierno pues aquí es aire es tibio, vamos siéntate a mi lado, deseo que me cuentes qué sucede más allá del Bosque.
-Mi Señor –respondió Aragorn con una reverencia-. Muy grato es para mí ser recibido con tal hospitalidad, pero el tiempo apremia y debo marchar al Oeste cuanto antes. Tengo en cambio un favor muy grande que pedirle, se trata de un asunto oscuro, Gandalf el mago lo envía.

      Así habló y de inmediato se oyó un fuerte chillido desde el otro lado de la Sala, ahí había un bulto gris e informe, de él salían gemidos y suspiros, como los de una bestia moribunda, que lloraba y hedía.
-Se trata de Gollum, una criatura aleve y maliciosa. Sabe nombres que nunca debió pronunciar, y el Enemigo lo busca, o eso es lo que sospechamos. Es menester que no ande suelto pues no sabemos aún cuánto daño pueda causar.
-Pocas veces he recibido a un invitado menos noble que éste, pero no me negaré a recibirlo, pues Gandalf el mago es nuestro amigo y su sabiduría es apreciada aquí. Sí, lo recibiré, aunque muy a pesar mío –respondió el rey.

      Hablaron hasta que el Sol se ocultó y aún más. Aragorn fue vestido con ropajes del color del Bosque y portó un hermoso manto negro, al igual que el rey. Ya de noche, alguien más fue anunciado en la Sala, era Nimedhel, y también Legolas.
-¡Máratulda! (bienvenido) –exclamó Legolas con alegría, pues ya conocía a Aragorn, un ilustre viajero grande entre los Hombres, heredero de una antigua y noble estirpe y que siempre tenía historias sobre extrañas aventuras más allá de los límites de las montañas.
-Legolas, amigo. Es grato volver a verte, tal vez si las tareas pesadas no me apremiasen tanto podríamos sentaros a conversar un rato –dijo Aragorn.
-Por lo que dices, no te quedarás mucho tiempo, ah, esto me pesa. Pero por lo menos encontrarás descanso –dijo Legolas-. Pero soy un maleducado, no os he presentado a Nimedhel, Dama del Bosque.

      Nimedhel inclinó la cabeza en señal de saludo, pero Aragorn se inclinó en una profunda reverencia.
-Mi Señora. No me conocéis es cierto, pero yo sí a vos por las palabras de Legolas quien no se cansa de describiros como la mayor belleza del Reino. Y ya antes que esto me habían llegado rumores sobre vuestra sabiduría y hermosura, pero es un placer muy distinto el poder contemplaros.
-En verdad los Hombres hablan con dulces palabras. Me halagas Señor, pero también yo os conozco por medio de las leyendas que todavía se cuentan aquí, el Heredero de Isildur en persona, ¿qué avatares os trajeron aquí? –preguntó Nimedhel.
-Ah, oscuras son las noticias que traigo –se lamentó Aragorn, pero un fuerte chillido lo interrumpió.
-¡Malvados Elfos! Ah, malvados, cómo tratáis a este pobre come-pescado, gollum, gollum –se quejó una pequeña criatura de largos miembros y piel gris, sus ojos gigantescos huían a la luz mientras con los pies trataba de liberarse del saco en el que había sido traído por Aragorn-. ¡Aaaaah! Crueles Elfos de ojos brillantes, no nos torturéis más.
-Pero ¿cómo llegó aquí este demonio? –preguntó Legolas con cierta repugnancia.
-Fue traído por mí –respondió Aragorn-. Y muy necesario es que permanezca aquí a buen recaudo. Tu padre lo ha autorizado.
-¿Encerrado? ¡No, por piedad! No podéis encerrar a este pobre en una celda, no lo torturéis más –lloraba desesperada la criatura.
-¿Qué mal habrá hecho este miserable para merecer el encierro? Por lo que puedo ver el mal ha obrado en él y de la peor manera, convirtiendo su cautela en terror, pues sólo lo tocado por la Oscuridad puede temer a la Luz –dijo Nimedhel y miraba con piedad a la criatura.
-Escuchad a la Señora, sí... ¡escuchadla! ¿acaso tendrá piedad del pobre Gollum? ¿la tendrá? –preguntaba la criatura mientras se arrastraba hacia Nimedhel con los ojos llorosos-. Piedad, por favor, sólo queremos irnos, malvados Elfos que desean encerrar a este pobre... –dijo y se irguió y quiso correr, pero los guardias Elfos fueron más rápidos y redujeron a la criatura y la sujetaron con fuerza. Gollum empezó a retorcerse diciendo que la piel le ardía-. No, no, basta. Preciosssooo. Lastimáis al pobre Gollum, sus cuerdas nos queman, ¡no queremos cuerdas, no las queremos!
-Piedad, Señor –pidió Nimedhel al rey-. En verdad le duele, ¿no habrá algún medio para evitarle este sufrimiento?
-Si lo hay, no lo sé. Pero no os aflijáis, dulce Señora –respondió el rey-. No será atado, pero sí deberá permanecer en las mazmorras un buen tiempo.
-Si así debe ser no me opongo, padre –dijo Legolas-. Aunque dudo mucho que los pensamientos oscuros lo abandonen estando encerrado en las sombras.
-Hablas con sabiduría, hijo, pero eso será decidido más tarde –respondió el rey-. Ahora, llevadlo abajo y procuradle algún alimento, luego decidiré qué hacer con él.

      Otro grito agudo se dejó escuchar en la Sala, la criatura chillaba y daba fuertes alaridos. Nimedhel se estremeció y apretó las manos en el brazo de Legolas, y éste le respondió abrazándola fuertemente.
-No temas, amiga –le dijo dulcemente al oído-. Conoces la justicia de mi padre, la criatura Gollum será tratada razonablemente, mas no podrá salir a menos que así lo ordene el rey. No temas.
-Así es, Señora. Que no os inunde el temor. Vivís en una tierra gobernada por un rey sabio y justo. Gollum no escapará, no tendrá oportunidad de lastimaros –acotó Aragorn.

      Pero Nimedhel se sentía demasiado turbada para responder, sentía en el cuello la respiración de Legolas y sus mejillas tibias estaban juntas, ella aún temblaba, mas no por temor, estaba nerviosa, un frío temblor recorrió su espalda y pronto toda ella temblaba. Al cabo de unos segundos se apartó de Legolas, aunque aún permanecía frente a él pero sin atreverse a mirarlo.
-Con vuestro permiso, Señor –dijo dirigiéndose al rey-, creo que no habrá tiempo para canciones esta noche. Me retiraré, necesitáis paz para tomar las mejores decisiones y creo que el Viajero también necesita descanso. Adiós ilustre huésped –agregó dirigiéndose a Aragorn con una reverencia, éste respondió del mismo modo-. Adiós, Legolas –dijo más fríamente y se retiró caminando hacia el lado derecho de la Sala, donde la Dama Einiel la esperaba. Legolas la siguió con la mirada, pensó que esta vez había ido demasiado lejos.
-No te mortifiques tanto, Legolas –dijo Aragorn como si hubiera leído en la mente de Legolas.
-Lo mismo le digo yo. Pero ya ves que no hace caso, cree que puede solo, así es él: temerario en las guerras a campo abierto, pero tímido en las batallas internas –dijo el rey.
-Te agradecería, padre, que algunas veces fueras más discreto –le increpó Legolas.
-¿Discreto? Pero precisamente por ser demasiado discreto es que estás así. Pero, bah! no te molestaré más. Descansad todos ahora.

      La Sala se quedó vacía, Legolas (aún un poco incómodo) llevó a Aragorn hasta las habitaciones que habían sido preparadas para él y ahí se despidieron. Cuidar de Gollum era una labor realmente agotadora, la criatura no dejaba de quejarse, cualquier motivo era bueno para empezar a chillar enloquecida. Pero los guardias no le quitaban los ojos de encima, al día siguiente decidieron sacarlo de las mazmorras hacia el Bosque, pues sus gritos atormentaban a los carceleros. Ya era la hora de la cena y los guardias, se encaminaban de vuelta a las mazmorras llevando con ellos a Gollum, sujeto por una delgada cuerda en la pierna. Al llegar, se dieron con la sorpresa de que alguien más llamaba a las puertas de las estancias del rey.
-Con que ya están aquí –dijo una voz familiar-. Veo que están haciendo bien su trabajo, ¡qué corazones tan nobles tienen los Elfos de Thranduil!
-¡Mithrandir! –exclamaron emocionados los Elfos.

      Todos entraron a las cavernas luego y Gandalf solicitó permiso al rey para bajar a las mazmorras, el rey accedió y el mago tuvo una larga y fatigosa charla con Gollum, mas ésta no resultó infructuosa, pues al cabo de varias horas el viejo istari volvió a las estancias del rey con el rostro de alguien cansado aunque satisfecho. Ahí lo esperaban Aragorn, Mirluin, Legolas y hasta Nimedhel.
-Salve Thranduil, rey de los Elfos de la Floresta, en verdad ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escuché la voz de vuestras doncellas retozando en el río. Es bueno llegar y encontrar que aún en estos tiempos de Oscuridad, todavía hay Elfos alegres como niños que reciben a los viajeros cansados con cantos y música y buenas bebidas -saludó Gandalf al rey-. Aragorn, buen trabajo, espero que mi encargo no te haya dado mucha lata. Ah, Bellísima Dama, sabia Señora hija de Caranfind –dijo luego saludando a Nimedhel con una reverencia-. No pocas veces hablé con vuestros padres entre el río y el valle, créame que es un honor conocerla finalmente. Mirluin, es grato verte de nuevo, Señor de Elfos valientes –dijo inclinándose también y Mirluin hizo ante él una profunda reverencia-. A ti Legolas casi no te reconozco, no te había visto desde que no eras más que un jovencito ladrón de manzanas; todavía recuerdo al imprudente y pálido chiquillo que trató de gastarle una pesada broma a un pobre viejo, ignorando desde luego que éste era un mago, pero ya se ha dicho: los Magos son de cólera fácil y los Elfos... jóvenes muy porfiados. Lo bueno de todo eso fue que aprendiste bien la lección, espero.
-Y cómo olvidarla, no podría después de haber permanecido colgado boca abajo de un árbol con un Mago iracundo amenazándome con convertirme en ardilla o en algo peor si no le pedía clemencia a gritos –respondió Legolas divertido.
-Basta de reproches, porque aunque no le creas yo también aprendí algo que nunca olvidaré: los Elfos también son de rápida cólera, si sabes provocar su paciencia. No lo olvidaré, no; Legolas hijo de Thranduil, luchando desesperadamente por escapar de mi castigo, cuando de pronto estira el brazo, saca una daga de una de sus botas, se aferra con una mano a la soga y al minuto siguiente... ¿qué tenemos aquí? A un Elfo columpiándose como una verdadera ardilla, y una ardilla que sabe montar en ciervos, ja! Fue más certero que un hechizo sin lugar a dudas.
-Entonces eran ciertas las historias de Galdion. Enfrentaste al mago –dijo Nimedhel admirada.
-Y vaya que lo hizo, bella Señora –acotó Gandalf-. Pero no he venido para esto, si la Sombra decrece algún día tendré tiempo para recordar todas las buenas aventuras que he vivido. Mas ahora el tiempo apremia, ya sé lo que quería saber. Parto de inmediato pues los días no esperan. Adiós a todos y que la ventura os acompañe –se despidió el mago. Y se marchó con Aragorn esa misma noche. 


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